Un político distinto
Tras el espectáculo desolador que han ofrecido últimamente los políticos católicos que ostentan cargos en el partido gobernante, me ha consolado recordar el ejemplo de Hilaire Belloc, un parlamentario católico inglés de principios del siglo XX. Estos días, tengo muy presente su figura, porque el mes que viene saldrá a la venta el libro El viejo trueno de la editorial Vita Brevis, una biografía de Hilaire Belloc escrita por Joseph Pearce y traducida por un servidor.
Belloc fue uno de los grandes escritores ingleses de su época, un maestro tanto de la prosa como de la poesía. Sin embargo, eso no le bastaba y, como tantos otros jóvenes llenos de ideales, tenía el deseo de entrar en política para luchar contra la injusticia. Con cierta dificultad, consiguió ser nominado por el Partido Liberal para presentarse a las elecciones generales por la pequeña circunscripción de South Salford, en el norte de Inglaterra.
No iba a ser nada sencillo. El pobre Belloc era un blanco fácil para sus adversarios y los medios de comunicación. En primer lugar, era medio francés por parte de padre. Para aprovechar ese punto débil, “manos anónimas” fueron escribiendo por los muros de la circunscripción electoral los siguientes versos: