InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Iglesia en el mundo

10.05.16

De anglicanos y jesuitas, valga la redundancia

La verdad es que, si no fuera por la gravedad del cisma, la herejía y todo eso, daría gracias a Dios todas las semanas por el anglicanismo. Yo diría que, entre los innumerables grupos engendrados por las obsesiones de Lutero, es la confesión más curiosa y que mayor entretenimiento me ha proporcionado durante años.

En el anglicanismo cabe absolutamente todo. Hagan la prueba: piensen lo más absurdo que se les ocurra y seguro que hay un pastor u obispo anglicano, en algún lugar del mundo, que lo considera lícito, evangélico y (probablemente) obligatorio.  Desde dar la comunión a un perro a quitar las cruces para no asustar a nadie, pasando por la inter-fe, los chakras y la sexualidad sagrada, la idea de que la posesión diabólica es un “don de conciencia espiritual”, las bendiciones de clínicas abortistas o el budismo cristiano. En cierto modo, estas cosas son normales, porque la herejía no es más que una imitación deformada de la fe, igual que el demonio es el mono de imitación de Dios, y de premisas erróneas se siguen todo tipo de comportamientos más o menos disparatados.

¿Por qué hablo de esto hoy? Porque los herederos de Enrique VIII me han vuelto a soprender. A través del comentario de una lectora, me enteré el otro día de que los anglicanos “canonizaron” en los años ochenta a Tomás Moro. Sí, han leído bien, el calendario litúrgico anglicano conmemora cada 6 de julio a Santo Tomás Moro y a San Juan Fisher, es decir, precisamente los mártires católicos que dieron su vida por oponerse a la formación del anglicanismo. Santo Tomás, que había sido Lord Canciller de Inglaterra, y San Juan Fisher, obispo de Rochester, fueron decapitados como traidores al mantenerse fieles al Papa, a la doctrina católica y a la verdad, rechazando los errores anglicanos.

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2.05.16

Qué me importan los dogmas (San Atanasio)

Hoy se celebra la memoria litúrgica de San Atanasio y, en honor de este gran santo, doctor de la Iglesia y defensor infatigable de los dogmas definidos en Nicea, recupero este artículo que escribí hace casi diez años, titulado “Qué me importan los dogmas".

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Desde que escribo en este blog, he recibido multitud de comentarios que, más que negar un dogma u otro, lo que hacen es prescindir enteramente de los dogmas. Se afirma que lo único importante es querer a los demás o, como mucho, que basta con saber que Dios es nuestro Padre y que nos quiere. Lo demás, se dice, son “barroquismos”, “cosas de teólogos”, “antiguallas” que alejan el cristianismo de la gente y que no tienen ni ninguna importancia.

Mi primera impresión ante todo esto es que resulta curiosísimo que, en dos mil años de historia de la Iglesia, sólo ahora nos hayamos dado cuenta de que todo eso de los dogmas no tenía ninguna importancia. ¿A nadie le sorprende que, generación tras generación, la Iglesia haya vivido pendiente de los dogmas como algo que afecta al núcleo de la vida cristiana y, de repente, ahora descubramos que era irrelevante? La Iglesia de todas las épocas, incluida la primera Iglesia de los Apóstoles, ha considerado que el que no profesaba la fe de la Iglesia se separaba de ella:

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13.04.16

No adulteremos... el lenguaje

Una de las cosas que más me han gustado de la Exhortación Amoris Laetitia del Papa Francisco es un pequeño detalle que quizá a otros les parezca nimio: su llamada a utilizar un lenguaje adecuado al hablar de los temas de la familia y de los problemas y pecados relacionados con ella.

Confieso que, durante los últimos años, no pocos documentos de la Iglesia me han escandalizado ligeramente por el tipo de lenguaje, algo irrespetuoso, que utilizan para tratar estos asuntos. El lenguaje que usamos es importante, porque revela lo que pensamos y, sobre todo, lo que cree la Iglesia. De lo que rebosa el corazón, habla la boca, dijo el Señor (Lc 6,45). Por otro lado, además, nuestra forma de hablar debe manifestar la caridad salvadora de Cristo, que se ofrece a todos los hombres.

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10.03.16

La adolescencia de Hans Küng

En un artículo publicado hoy en español en El País y titulado “Un llamamiento al papa Francisco“, un anciano Hans Küng rememora una vez más todos los “agravios” que le ha causado la Iglesia. Según nos cuenta, en sus memorias ya “demostró” que la condena de su teología por parte de Juan Pablo II fue una "acción urdida con precisión y en secreto, jurídicamente impugnable, teológicamente infundada y políticamente contraproducente". Lo más gracioso es lo de “teológicamente infundada", teniendo en cuenta que, en el mismo artículo, niega al menos media docena de dogmas de la Iglesia y prácticamente toda la moral sexual católica.

El ateólogo suizo, sin embargo, se reserva la última palabra ante la condena de la Iglesia, una última palabra rebelde, desafiante, optimista y (en su mente) demoledora: “Pero mi reputación ante el pueblo creyente no pudo ser destruida".

Debo confesar que, en esto, estoy completamente de acuerdo con el profesor Küng. Es más, yo diría que es una afirmación tan verdadera que podría considerarse una tautología. En efecto, es absolutamente imposible destruir algo que no existe.

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25.02.16

La importancia de los santos en la vida del cristiano

Todos los santosUna lectora me pide que trate en el blog la importancia de los santos en la vida del cristiano y lo hago de mil amores, porque es un tema fascinante. Gracias a Dios, en mi familia, como en tantas otras familias católicas, los santos siempre han tenido un papel significativo, tanto a la hora de nombrar a los niños como de pedir su intercesión o de encontrar ejemplos de vida cristiana.

Algunos católicos, sin embargo, víctimas de modas de origen protestante que han sacudido al catolicismo europeo y norteamericano en las últimas décadas, ya no son conscientes de la importancia de los santos para su vida, algo que no había ocurrido en los diecinueve siglos anteriores de historia de la Iglesia. Qué triste es ver que hay familias católicas que han perdido la costumbre de celebrar el día del santo de cada uno de sus miembros o de invocar a esos santos y que en ciertas iglesias modernas los muros desnudos de cemento ocupan el lugar que antiguamente estaba dedicado al recuerdo de los que murieron por causa de la Palabra de Dios y por el testimonio que dieron (Ap 6,9).

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