Pocas ideas, pero muy confusas
He leído en Religión en Libertad unas declaraciones de Enrique de Castro, sacerdote de la antigua Parroquia de San Carlos Borromeo, actualmente centro pastoral. Si hay algo que me agrada de este sacerdote es que, a diferencia de otros, no busca el equívoco del que sugiere pero no llega a afirmar, sino que dice con claridad lo que piensa.
Según parece, ha afirmado cosas como:
“Diría que el sacerdocio no es intermediación entre Dios y el hombre. El sacerdocio se lo cargó Jesús como se cargó el templo. El templo vivo de Dios es el ser humano. El cura no es un sacerdote, es el que hace una función de vinculación en una comunidad.”
Es sorprendente lo confusas que se pueden llegar a tener las ideas, especialmente tratándose de un sacerdote. Cualquiera que haya leído, por ejemplo, la Carta a los Hebreos, sabrá que Jesucristo no destruyó el sacerdocio, sino que, al contrario, lo renovó y le dio un valor eterno. Cambió el sacerdocio hebreo, hereditario, por un único sacerdocio, el del Hijo de Dios, Sumo y eterno sacerdote según el rito de Melquisedec.
Cristo, santo, inocente y sin mancha, vive para siempre, intercediendo por nosotros eternamente ante el Padre en el santuario celeste, mostrándole sus llagas gloriosas que han traído la salvación a todos los hombres.