InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: General

4.06.17

Los colores de Pentecostés

Pentecostés color rojo

La Iglesia es una realidad sacramental, que nos regala a manos llenas la gracia invisible de Dios por medio de signos materiales que se pueden ver y tocar. No es extraño, pues, que las fiestas, para un católico, tengan asignados colores propios, como parte de esa sacramentalidad que hace visible lo invisible.

Los días de cuaresma y de adviento están asociados al color morado, como días de espera y de penitencia. Durante el tiempo ordinario, las vestiduras litúrgicas son de color verde, el color de la vitalidad y la esperanza que son propias de la extraordinaria vida ordinaria de un cristiano. En Pascua, el color litúrgico es el blanco, el color de la resurrección, de la vida eterna en la Jerusalén celeste. ¿Cuál es el color de Pentecostés? Quizá la pregunta adecuada sería, más bien, cuáles son los colores de Pentecostés.

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8.05.17

Hay elogios que matan (Marciano Vidal y Amoris Laetitia)

La semana pasada, tuvo lugar en Madrid la celebración de las “II Conversaciones” de la editorial PPC (propiedad de los marianistas) y del Instituto Superior de Pastoral (perteneciente a la Universidad Pontificia de Salamanca).

El orador más conocido fue el redentorista Marciano Vidal, famoso porque, siendo profesor en varias universidades, propuso una doctrina moral heterodoxa conocida como la “moral de actitudes”. Esta moral tiene como núcleo principal la idea de que la unión con Dios, el estado de gracia, no se pierde con los pecados, por muy graves que sean, siempre que se mantenga una “actitud” u opción fundamental hacia Dios. Por resumir, se trata de una especie de luteranismo secularizado, en el que la justificación por la fe del reformador alemán se sustituye por ese concepto vago y difuso de opción fundamental, que todo lo justifica y que convierte los pecados más graves en equivocaciones irrelevantes y sin consecuencias. En ese sentido, enseñó durante años, por ejemplo, que la masturbación, el uso de anticonceptivos, la esterilización o las relaciones homosexuales, entre otras cosas, no tenían por qué romper la comunión con Dios.

El Rvdo. P. Marciano aprovechó el caos posconciliar para difundir sus heterodoxias a diestro y siniestro con gran éxito, ya que su moral secularizada resultaba muy atractiva en una época en la que la obsesión era amoldarse como fuera al mundo. Por desgracia, tanto los obispos como sus superiores mantuvieron silencio durante años, mientras sus obras, en particular el libro Moral de actitudes, se difundían por todas partes, especialmente en seminarios y universidades católicas, haciendo un daño irreparable a la conciencia moral de una generación entera de sacerdotes, teólogos y obispos (cuyos frutos estamos recogiendo ahora).

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14.04.17

¿En qué pensaba Cristo?

Ante un Misterio como el del sufrimiento y la muerte del Hijo de Dios, poco más puede uno hacer que ponerse de rodillas y callar, como manda la liturgia de estos días. Si, un día como hoy, la Palabra eterna que creó el mundo dijo “soy un gusano, no un hombre", ¿qué podemos decir nosotros que no suene ridículo y fuera de lugar?

Solo la poesía, con su locura desmedida, puede osar abrir la boca, de modo que, siguiendo la tradición de otros años, ofrezco a los lectores un soneto de Viernes Santo, con mi deseo de que sigan viviendo santamente la Semana Santa.

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20.03.17

La causa de Cristo siempre está en su última agonía

Por alguna extraña razón, las verdades más terribles de nuestra religión siempre me consuelan de una forma especial en mi debilidad. El pecado original, las infidelidades de Israel, la agonía y la muerte de Cristo, la traición de Pedro y los apóstoles, los innumerables pecados de clérigos y seglares en la historia de la Iglesia y el Juicio Final siempre han sido para mí una garantía de que la fe católica es cierta y no una teoría humana más o menos placentera, una mera ideología que somete la realidad a moldes estrechos y falsos.

Es cierto, soy débil, pecador, inconstante, necio y nada de fiar, pero precisamente por eso, cuando soy débil, entonces soy fuerte. Porque la salvación no depende de mí, sino de Cristo, que ha vencido al mundo. Es cierto, la Iglesia es un desastre, sus dirigentes a menudo parecen empeñados en destruirla, sus soldados rehúyen la batalla, sus santos escasean y da la impresión de que hasta sus vírgenes se han dormido. Pero sabiendo que esto había de suceder, Cristo la amó y se entregó por ella, para santificarla.

Con el deseo de animar a los lectores en estos tiempos difíciles, traduzco para el blog un pequeño texto de Newman (de sus tiempos anglicanos) en el que el gran cardenal hablaba de estas cosas. La Iglesia siempre ha sido un desastre y siempre lo será hasta el último día. Por supuesto, esto no quita gravedad a la situación actual, pero sí nos da una perspectiva diferente, de eternidad. Poned los ojos en las cosas de arriba y no en las de la tierra.

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17.03.17

Y Mons. Sánchez Sorondo es Canciller de dos Academias Pontificias…

Monseñor Marcelo Sánchez Sorondo es uno de los argentinos ilustres de este pontificado. De hecho, dirige no una, sino dos Academias Pontificias, como Canciller de la Academia Pontificia de las Ciencias y de la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales. Sin embargo, hace dos días, en una entrevista, mostró que no sólo no conocía los principios básicos de la moral católica, sino que los negaba explícitamente y defendía el consecuencialismo moral, una postura condenada por la Iglesia.

Ante las preguntas de un periodista de LifeSiteNews, explicó que había invitado al Vaticano a Paul Ehrlich, al igual que a otros famosos defensores del aborto y propagadores del mito de la sobrepoblación, porque “es un especialista en estas cosas. Por eso lo invitamos, porque es un especialista en estas cosas. Ha escrito un montón de libros sobre el tema, así que es un especialista”. Es sorprendente que Mons. Sánchez Sorondo no se dé cuenta de que escribir libros llenos de barbaridades, refutados innumerables veces y cuyas predicciones han mostrado ser erróneas una y otra y otra vez, no convierte a alguien en un experto. Lo convierte en lo contrario de un experto.

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