Un milagro navideño
Al escribir en la serie “Polémicas matrimoniales”, me encuentro con muchos lectores que se encuentran desanimados o incluso angustiados por los acontecimientos relativos a este tema. Les preocupa mucho que, dentro de la misma Iglesia, se levanten voces contra la doctrina católica en materias muy importantes relativas a la familia, al matrimonio y a la sexualidad. Aún les preocupa más que, aparentemente, esas voces no sólo no sean corregidas por la autoridad eclesial sino que, en muchos casos, las autoridades hacen la vista gorda o incluso son los mismos obispos y cardenales los que reniegan públicamente y con impunidad de la fe y de la moral de la Iglesia.
Comprendo perfectamente ese desánimo y esa angustia, la verdad. Son cuestiones gravísimas y, desgraciadamente, comportamientos indignos por parte de algunos pastores que no apacientan a las ovejas sino que las entregan a los lobos. Quien no se altere por todo lo que está sucediendo o no es hijo de la Iglesia o no tiene sangre en las venas. Precisamente porque entiendo el desánimo y la angustia, me atrevo a dar un consejo a los que así se sienten.