Propuesta para el Sínodo (VI): no os engañéis
Así dice el Señor: “No os engañéis” (Jer 37,9; cf 1Cor 6,9-10).
Cuando yo era pequeño, aún se enseñaba a los niños la “prueba del nueve”. Se trataba de una serie de sencillas operaciones que permitían comprobar si había algún error en el resultado que se había obtenido en una división complicada. Era un ejercicio meramente práctico, o si se quiere mecánico, porque su fundamento teórico es bastante más complicado que una división, pero servía para darse cuenta fácilmente de que uno se había equivocado y así corregir el error.
Me he acordado de esta vieja regla al pensar en las discusiones relacionadas con el Sínodo de la Familia y se me ha ocurrido que sería estupendo tener también en ese tema una regla práctica para no engañarnos y tampoco engañar a los demás. A fin de cuentas, estamos hablando de la vida de las personas, que es algo mucho más importante que la nota obtenida en un examen del colegio. Nos jugamos mucho y tenemos que acertar en nuestras argumentaciones.
Como la moral familiar es incomparablemente más compleja que una simple división, sería demasiado ambicioso pretender una regla práctica que sirva para detectar cualquier error, pero podríamos tener más suerte si nos limitamos a un sólo engaño, que es especialmente frecuente en las argumentaciones que escuchamos estos días. Se trata de un error comprensible, pero no por eso menos letal: por nuestra historia, nuestra forma de pensar, el influjo de nuestro tiempo y también nuestros prejuicios, en ocasiones unos pecados nos parecen subjetivamente menos importantes que otros y más justificables, al margen de su gravedad objetiva. La fortísima presión de una sociedad que se ha ido paganizando tiene su efecto en nosotros y hace que, inconscientemente, asumamos sus esquemas mentales, que no coinciden con los del Evangelio.