InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Quaestiones Quodlibetales

4.02.08

Santo y feliz Jesucristo: una respuesta a X. Pikaza

Quaestio quodlibetalis 4. En el , recogí un texto de Raniero Cantalamessa, el predicador de la Casa Pontificia, sobre la primera bienaventuranza, en la que afirmaba que las bienaventuranzas sólo se entienden desde Cristo. Lo cierto es que, aun siendo consciente de lo valiosos que son las reflexiones del P. Cantalamessa, me sorprendió el interés que suscitaron, con más de mil visitas. Me he dado cuenta luego de que el texto parecía responder a un artículo de Xabier Pikaza sobre el tema, en el que se defendía la tesis contraria.

El propio Pikaza dejó constancia de ello con el siguiente comentario/pregunta en mi blog:

Un cristiano debe entender las bienaventuranzas desde Jesús ¡faltaría más! Pero dime en las bienaventuranzas (de la 1 a la 7) algo que no pueda aceptar un creyente de otra religión “teísta” (tomando el teísmo en sentido amplio). Más de una vez hemos leído y escuchado las bienaventuranzas con musulmanes, hindúes, judíos y otros… y he sentido que las tomaban como suyas ¿No te alegras por ello? Un saludo. Xabier

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21.01.08

Pobres curitas inocentes

. Entre las mejores novelas de detectives de todos los tiempos se encuentran, a mi juicio, las historias del Padre Brown, de Chesterton. En ellas, el protagonista es un “pobre cura de parroquia”, bajito, anodino y con aspecto despistado que aplica la razón y el sentido común a resolver los enigmas y delitos que suceden en su entorno.

En una escena magistral de una de estas novelas, uno de los más grandes criminales del momento, Flambeau, intenta escandalizar al Padre Brown, revelándole los manejos criminales que ha llevado a cabo para robar una valiosa cruz de plata.

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13.01.08

11.01.08

Quaestiones Quodlibetales

En la alta Edad Media, que en bastantes aspectos era una época más civilizada que la nuestra, existía la noción de que todo profesor de Teología o de Filosofía debía someter sus tesis y afirmaciones a la discusión pública. Sin esta prueba de resistencia a los argumentos contrarios, ninguna postura filosófica o teológica se podía considerar “mayor de edad”. No bastaba afirmar las cosas, había que argumentarlas razonadamente (en contra de la absurda idea de que, en la Edad Media, todo se decidía por el argumento de Autoridad).

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