InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Biblia

1.04.18

Dejad que el aleluya al fin despierte

Soneto de Pascua Florida

Dejad que el aleluya al fin despierte,
después de tantos días enterrado,
y del miedo, que es hijo del pecado,
con gran gozo, cristianos, os liberte.

Pues quiso el mismo Dios daros en suerte
un Capitán tan bravo y esforzado
que un mapa con su sangre ha dibujado
de la gran aventura de la muerte.

Pilotando una cruz como navío,
con rumbo a la derrota y la victoria,
atravesó el océano bravío.

Así, su viaje en dos quebró la historia,
al volver vencedor del desafío
llevando a sus hermanos a la gloria.

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29.03.18

Por qué sufre Jesús el Jueves Santo

“Jesús se dirige suplicante al Padre como si fuera el criminal y no la víctima. Su agonía toma forma de culpa y de compunción. Está haciendo penitencia. Parece llevar a cabo una confesión. Ejercita la contrición con un realismo y una virtud infinitamente mayores que los de todos los santos y penitentes juntos, porque es la única víctima por todos, la única satisfacción, el verdadero penitente: es todo menos el auténtico y real pecador".

Beato John Henry NewmanDiscourses to mixed congregations.

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26.03.18

¿No hay que predicar a los judíos?

Cuando Jesús “vuelca las mesas de los cambistas del Templo, se trata de una acción de rechazo del rito más importante del culto israelita, la ofrenda diaria, y, por lo tanto, es una afirmación de que existe un tipo de expiación que no es esa ofrenda diaria, la cual, a partir de entonces, queda anulada. ¿Y qué era lo que iba a sustituir a la ofrenda diaria? El rito de la Eucaristía: una mesa sustituye a otra mesa, ofrenda sacrificial por ofrenda sacrificial. Por lo tanto, me parece que el contexto adecuado para leer la acción de volcar las mesas de los cambistas no es la destrucción del Templo en general, sino la institución del sacrificio de la Eucaristía en particular.

De esto se deduce también que la contrapartida de la acción negativa de Jesús al volcar una mesa debe ser su acción afirmativa al establecer o preparar otra mesa y con eso me refiero a las narraciones de la pasión centradas en la Última Cena. Sin ser experto en las investigaciones de este campo, así es como sugiero que debemos leer este pasaje. El aspecto negativo es que la expiación del pecado proporcionada por la ofrenda diaria queda anulada y el positivo que la Eucaristía realiza esa expiación del pecado: una mesa volcada y otra mesa colocada en su lugar, y ambas con la misma finalidad de redención y expiación del pecado”.

Jacob Neusner, “Money-Changers in the Temple: The Misnah’s Explanation”, New Testament Studies 1989

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13.03.18

Por qué no entendemos las parábolas (I)

No entendemos las parábolas. Estoy convencido de que, si de verdad las entendiéramos, la mitad de los bancos se vaciarían cuando el sacerdote comienza a decir “Lectura del Santo Evangelio…”. Solo la insinuación de que ese día iba a leerse una parábola bastaría para dejar la iglesia medio desierta, porque los fieles huirían como alma que lleva el diablo. Y buena parte de los que se quedasen se taparían los oídos, aterrorizados por lo que podrían escuchar.

¿Qué es una parábola? Una especie de cuento, respondería la mayor parte de la gente. Gran error. Como un explorador corto de vista que acaricia la cabeza de un león pensando que es un manso gatito, confundimos las parábolas con cuentecitos inofensivos y vagamente morales, que ya nos sabemos de memoria. Cuando se leen en Misa, tendemos a pensar en nuestro interior: “Ah, esa ya la conozco”. Y desconectamos, porque en nuestra insensatez creemos que ya nos sabemos la historia o la moraleja o el mensaje. Y lo cierto es que no entendemos nada de nada. Ni siquiera comprendemos lo que es una parábola.

Veamos una historia real que muestra lo peligrosa que es una parábola. Dios la incluyó en la misma Biblia hace unos tres mil años, para que pudiéramos escarmentar en cabeza ajena y empezásemos a vislumbrar la terrible realidad de las parábolas.

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16.11.17

Nostalgia del cielo

Leyendo el salmo 23, me ha llamado la atención un verso en el que nunca me había detenido: habitaré en la casa del Señor por años sin término. En los salmos, como decía Santo Tomás, está contenida la Escritura entera, y al leer la frase he tenido que detenerme para rumiarla tranquilamente cual estólido buey.

Obviamente, el salmo hace alusión a la vida eterna en el cielo. En ese sentido es casi trivial, porque no hace más que repetir algo que todo cristiano sabe al menos desde que tiene uso de razón: que nuestro fin es la vida eterna en el cielo. Me ha parecido especialmente llamativo, sin embargo, que el salmo hable del cielo como la Casa del Señor. El cielo es un Reino, un banquete, una patria, una Ciudad… pero también, y quizá ante todo, es una casa, un hogar.

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