InfoCatólica / Espada de doble filo / Categoría: Desde los bancos

6.09.21

La protohomilía perdida

A lo largo de los siglos y a través de las edades, se han escrito numerosos tratados de homilética y oratoria con el laudable fin de ayudar a los sacerdotes a componer sus sermones dominicales. No cabe duda de que estos voluminosos y completos tratados han resultado muy útiles a incontables clérigos a la hora de sostener muebles cojos y encender chimeneas en las largas noches de invierno. No obstante, a pesar de ese carácter a la vez práctico y versátil, común a tantos libros de temas eclesiásticos, se percibe en los tratados modernos una carencia fundamental. Unum eis deest, una cosa les falta: la protohomilía.

Como sabrán los lectores, la protohomilía es un texto de venerable antigüedad que, según diversas tradiciones, establecía a grandes rasgos lo que debía decir cada sacerdote la primera vez que predicase, antes que todas las demás homilías que ese mismo clérigo pronunciaría después durante su vida, porque era absolutamente necesario para que esas homilías posteriores sirvieran de algo. Así se encauzaba bien su labor homilética desde el principio, siguiendo la vía marcada por sus sabios predecesores. A pesar del carácter excepcional y primigenio de la protohomilía, esta podía y debía repetirse posteriormente de vez en cuando, cuando el sacerdote fuera trasladado de parroquia, por ejemplo, o para refrescar su mensaje fundamental en la mente de los feligreses.

Desgraciadamente, la protohomilía, que se ha atribuido a diversos santos Padres y Doctores de la Iglesia, se perdió durante las invasiones bárbaras, persas y musulmanas tanto en Oriente como en Occidente y solo muy recientemente ha sido recuperada, merced a la labor infatigable de sesudos investigadores con los palimpsestos maronitas del lago Baikal. El blog Espada de Doble Filo se complace en ofrecer a los lectores la primera traducción (provisional) al español de este texto, realizada desde el nabateo occidental.

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29.07.21

¿En qué creen nuestros obispos?

A principios de este mes ocurrió algo curioso y que no sucede todos los días: el Papa Francisco nombró un arzobispo ad personam en África. Como sabrán los lectores, normalmente los arzobispos son los obispos de archidiócesis, es decir, de diócesis particularmente importantes, que a menudo son también sedes metropolitanas. Hay casos muy poco frecuentes, sin embargo, como este, en que el Papa nombra arzobispo al obispo de una diócesis normal, sin encomendarle una archidiócesis. Es un título que tiene escasas consecuencias jurídicas y se trata a grandes rasgos de una forma de honrarle públicamente.

Confieso que pensé que esta costumbre había caído en desuso, teniendo en cuenta que el Papa eliminó al principio de su pontificado el equivalente para los sacerdotes (excepto para mayores de 65 años), que era el título de Monseñor: un título honorífico con consecuencias más bien litúrgicas y protocolarias. En aquel momento se dijo que era para combatir el carrerismo eclesial, pero parece ser que, por alguna razón, lo que se considera desaconsejable para sacerdotes no lo es para los obispos.

En cualquier caso, el arzobispo ad personam en cuestión es Monseñor Franklyn Atese Nubuasah, religioso del Verbo Divino, que gobierna la diócesis de Gaborone, en Botswana. Como probablemente les sucederá a muchos lectores, no sigo de cerca a la diócesis de Gaborone y no me suena el nombre de su pastor, así que lo busqué. Supongo que el arzobispo habrá hecho muchas cosas buenas, pero lo que encontré en Internet fue una carta pública escrita por el prelado con ocasión de la muerte de George Floyd, que como recordarán desató una oleada de disturbios en Estados Unidos y en todo el mundo.

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26.07.21

Descatolizar la Iglesia

No sé si los lectores habrán notado alguna vez que los que más apelan al Concilio Vaticano II a menudo son justamente los que menos conocen lo que de verdad dijo el Concilio Vaticano II y los que, con pasmosa regularidad, defienden exactamente lo contrario de lo que realmente enseñó el Concilio. Vivimos en una época de decadencia y también los heterodoxos son de ínfima categoría.

Veamos, como ejemplo, el artículo que ha escrito en Religión Digital el P. Jorge Costadoat SJ. El jesuita chileno, que ya ha aparecido alguna vez en este blog, aprovecha el último motu proprio del Papa para intentar arrimar el ascua a su sardina y promover sus diversas obsesiones y heterodoxias. Como en otras ocasiones, el artículo original va en negro y mis comentarios en rojo.

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16.07.21

Primeras impresiones sobre Traditionis Custodes

Supongo que los lectores ya se habrán enterado de se ha publicado un motu proprio del Papa, Traditionis Custodes, que anula todas las disposiciones con las que Benedicto XVI había permitido celebrar según la liturgia antigua a los sacerdotes que así lo desearan. Sobre este tema se escribirá mucho, sin duda, en los próximos días y meses, así que me voy a limitar por ahora a hacer unas breves reflexiones iniciales a vuelapluma.

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5.06.21

La Misa antigua como piedra de toque

Estos días se habla de que el Papa, en respuesta a las solicitudes de varios obispos italianos, va a modificar la legislación de Benedicto XVI que permitía a cualquier sacerdote celebrar la Misa tradicional, sin restricciones más allá de que hubiera un grupo estable de fieles que la pidieran. Cuando digo Misa tradicional me refiero, por supuesto, a lo que estrictamente hablando se llama la forma extraordinaria del rito romano y a menudo se conoce como la Misa antigua o, de forma muy poco precisa, la Misa en latín (a pesar de que también hay Misas en latín según la nueva forma del rito romano).

Sobre este tema se podrían decir muchísimas cosas, pero creo que un buen punto de partida es darse cuenta de que la Misa tradicional es una piedra de toque muy clara o, según las palabras del anciano Simeón, signo de contradicción para que se manifiesten los pensamientos de muchos corazones. ¿Por qué digo que la Misa antigua es una piedra de toque? Porque, a mi juicio y de manera casi infalible, los que la desprecian, combaten o injurian activamente parecen ser gente que hace tiempo que abandonó de hecho el catolicismo, aunque permanezcan por inercia en la Iglesia o incluso, horresco referens, sean sacerdotes u obispos. ¿Puede haber alguna excepción? Alguna habrá, porque los seres humanos a menudo somos ilógicos, pero será eso, una excepción.

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