La funcionarización de los obispos
Ya hablamos hace tiempo, en un artículo titulado La bananerización del derecho en la Iglesia, de la tendencia preocupante a prescindir del derecho canónico en el ámbito eclesial, cambiándolo por la mera arbitrariedad y dejando indefensos a los fieles. Esa tendencia, por desgracia, parece ir acentuándose cada vez más, en lugar de corregirse, y quizá su aspecto más llamativo sea el peligro de convertir en la práctica a los obispos en meros funcionarios empleados por el Papa.
Durante los últimos doce años, hemos visto cómo los obispos son tratados de forma poco acorde con su condición y prescindiendo de los procesos canónicos pertinentes o incluso de las normas de cortesía más básicas. Esto es muy grave, teniendo en cuenta que se trata de sucesores de los apóstoles, que deben ser tratados como tales. ¿Alguien imagina, por ejemplo, que San Pedro se negara a recibir al apóstol San Felipe cuando este intentara hablarle de cuestiones graves o gravísimas? ¿O que destituyera a Santo Tomás sin explicarle siquiera por qué lo hacía? Desgraciadamente, algo así es lo que parece que ha sucedido numerosas veces en este pontificado.
Basta consultar las hemerotecas para descubrir que ha habido multitud de casos lamentables. Monseñor Rogelio Livieres, obispo de Ciudad del Este (Paraguay), que fue destituido fulminantemente y sin proceso canónico, viajó a Roma para hablar con el Papa y, asombrosamente, no fue recibido por él. El cardenal Zen se vio obligado a publicar artículos en Internet con la esperanza de que llegaran a conocimiento del Papa porque este no quería recibirle. Los cuatro cardenales de los dubia presentaron una cuestión gravísima de fe relativa a Amoris Laetitia y, de nuevo asombrosamente, no recibieron respuesta (dos de ellos han muerto ya). Monseñor Daniel Fernández, obispo de Arecibo (Puerto Rico) fue destituido por el Papa sin proceso canónico por “falta de comunión” (aparentemente, por el simple hecho de negarse a firmar un comunicado de la Conferencia Episcopal sobre las vacunas del COVID con graves errores morales, como por otra parte tenía el derecho y el deber de hacer). El año pasado, monseñor Strickland, obispo de Tyler (Estados Unidos), fue destituido, de nuevo sin ningún proceso canónico. Este mismo año, monseñor Dominique Rey, probablemente el mejor obispo de Francia, cedió por obediencia a las presiones del Papa y aceptó dimitir tres años antes de llegar a la edad prevista para la jubilación, lo que en la práctica constituye una ofensa gratuita y asombrosa (¿tan malo era que resultaba imposible que continuara tres años más?). Recientemente nos hemos enterado de que el cardenal Cipriani ha sido condenado al silencio y a la desaparición de la vida pública sin ser escuchado y ni siquiera permitirle conocer las acusaciones en su contra, contra todos los principios del derecho. A todo esto se suman los casos de desaires y de jubilaciones aceptadas con una prisa indecente, que son aún más numerosos.
Me consta, además, que multitud de obispos tienen miedo de hablar con claridad y procuran mantener un “perfil bajo”, para que no les suceda lo mismo. Se trata de obispos ortodoxos y con un gran amor al papado y a la Iglesia. El mismo cardenal George Pell se sintió obligado a escribir sobre la situación de la Iglesia utilizando el seudónimo de “Demos” (pueblo), como se supo después de su fallecimiento. Basta ver que casi los únicos que hablan con contundencia son obispos jubilados, que ya no tienen nada que temer. Desgraciadamente, este temor no parece afectar a obispos partidarios de posturas claramente heterodoxas, como varios obispos alemanes y de otros lugares.
Se podría alegar que siempre hay que suponer lo mejor del Papa, que tendrá sus razones y que, además, ostenta la autoridad suprema en la Iglesia. Todo eso es cierto, por supuesto, pero cabe señalar que una cosa es un caso aislado, en el que se pueden suponer razones graves y de peso para actuar así, y otra cosa muy distinta es toda esta serie de casos uno detrás de otro de actuaciones sin proceso canónico alguno. La acumulación de casos hace que la impresión de que se está actuando arbitrariamente sea casi inevitable.
En cuanto a suponer lo mejor del Papa, que es una regla de actuación sensata, no podemos olvidar que, en el mismo sentido y por las mismas razones, también habrá que suponer lo mejor de los obispos mencionados. No sería justo suponer lo mejor de uno y no de los otros. Para eso existe precisamente el derecho, para evitar las parcialidades y, si se prescinde de él, es muy fácil caer en la tentación de ser excesivamente laxos con los amigos y excesivamente severos (o directamente injustos) con los enemigos. El hecho de que los obispos disciplinados sean prácticamente siempre los que no le caen bien al Papa o a los amigos del Papa es un indicio de que, en efecto, se ha caído frecuentemente en esta tentación. En sentido inverso, con los “amigos” del Papa parece haber una enorme paciencia, como muestran los ejemplos de Mons. Zanchetta, el cardenal Daneels, Mons. Ricca, el P. Grassi, el P. Rupnik o los obispos del grupo de McCarrick que han recibido el capelo cardenalicio.
Finalmente, es cierto que el Papa tiene la autoridad suprema en la Iglesia y, por lo tanto, está dentro de su poder condenar a alguien, incluso a un obispo, sin un proceso canónico previo. Sin embargo, que el Papa pueda hacer algo no significa que convenga que lo haga. Prescindir de los principios fundamentales del derecho, de los procesos canónicos y de la transparencia en las decisiones siempre es muy peligroso y, si se toma como forma habitual de actuar, lleva a consecuencias desastrosas y proyecta una imagen nefasta. Más aún que la mujer del césar, el Papa no solo debe ser irreprochable, también debe parecerlo. Hablar por activa y por pasiva de sinodalidad a la vez que se trata a los obispos como a meros empleados quizá no sea hipócrita, pero sin duda lo parece.
Conviene recordar, por último, el efecto que tiene todo esto en los esfuerzos por promover la unidad con los no católicos. En efecto, con esta forma de actuar se hacen realidad los peores temores de ortodoxos y protestantes. Cuando el Papa actúa como un monarca absolutista, deponiendo obispos a su antojo, ¿cómo no van a temer los ortodoxos que les suceda lo mismo a ellos si vuelven a la Iglesia Católica? Si los protestantes observan que el Papa puede decir cualquier novedad en materia de doctrina y moral sin que nadie se atreva a contradecirle, inmediatamente se confirmarán sus prejuicios de que el “papismo” católico es una religión del Papa y no de la Revelación de Cristo.
Debemos tener siempre en cuenta que, según la fe católica, los obispos no son meros empleados del Papa y la misión de este no debe sustituir ni absorber a la misión de los obispos. Como señaló el Concilio Vaticano II, “los Obispos han sucedido, por institución divina, a los Apóstoles como pastores de la Iglesia, de modo que quien los escucha, escucha a Cristo, y quien los desprecia, desprecia a Cristo y a quien le envió”, ejercen con el Papa el “oficio de atar y desatar”, “rigen, como vicarios y legados de Cristo, las Iglesias particulares que les han sido encomendadas” y la “potestad que personalmente ejercen en nombre de Cristo es propia, ordinaria e inmediata”.
El Papa no es inmune por su cargo a las tentaciones y despreciar a los obispos, especialmente a los que osan corregirle, puede muy bien ser una de ellas. Para afirmar la autoridad del Papa no hay que rebajar la autoridad de los obispos, porque ambas tienen el mismo origen. Fue el mismo Cristo quien dijo: uno solo es vuestro Maestro y todos vosotros sois hermanos. Como corresponde a auténticos hermanos, el Vicario de Cristo debe tratar con exquisito respeto y caridad fraterna a los que son auténticos vicarios de Cristo en sus diócesis y sucesores de los Apóstoles como él es sucesor de Pedro.
76 comentarios
Y por cierto, lo que dice Bruno del Papa sobre toda la Iglesia se puede decir de no pocos obispos sobre sus diócesis.
No es que ningún sacerdote me dijera nada en especial, es que yo era católica y, por lo tanto, sabía lo que es el pecado. Los sacerdotes con los que me confesé no me dijeron ni pío, se limitaron a absolverme porque ya se dieron cuenta que estaba arrepentida, no sé qué me hubieran dicho si no hubera sido así, miedo me da.
"Como argentina, desgraciadamente, he pasado mi vida bajo gobiernos peronistas... y ésa es "the peronist way""
Yo sé poco de peronismo, la verdad, pero sí me suena la famosa frase de Perón, que parece muy apropiada: "al amigo, todo; al enemigo, ni justicia".
"mandatarios sudamericanos"
Ya en el artículo de la bananerización vinieron varios lectores a señalar que las repúblicas bananeras, en origen, eran centroamericanas y no sudamericanas. Aunque el diccionario de la Academia lo amplía a "ciertos países iberoamericanos" en general.
"viene de antiguo"
He estado a punto de hablar de ello en el artículo, pero no he querido alargarlo todavía más. Sin duda, es una tendencia que, por lo menos, se remonta hasta Pío IX o incluso hasta Pío VII.
De alguna manera, yo creo que es sano que exista un cierto tira y afloja entre ambas instancias, el papado y el episcopado, como existía tradicionalmente entre nobleza y monarquía, entre papa e imperio o entre Iglesia y Estado.
Como dices, el gran problema es que esa tendencia coincide ahora con la arbitrariedad en el ejercicio del poder y la combinación es tremendamente destructiva para la vida de la Iglesia.
"Regresé a la Iglesia Católica en octubre de 1.999. Si entonces hubiera sido Francisco el Papa, habría resultado metafísicamente imposible ese regreso"
Dios no solo sabe lo que hace, sino también cuándo lo hace. Laus Deo.
- El derecho existe "para evitar las imparcialidades", cuando debería ser "para evitar las arbitrariedades" (parece que se han fusionado en tu mente el deber de "imparcialidad" y la obligación de "evitar la arbitrariedad").
Esto me lleva a pensar que eres un hombre bastante "ocupado", que no puede perder el tiempo en muchas correcciones.
¡Qué Dios te bendiga! por el mucho bien que haces.
No hace falta que publiques esto.
Ojo que no digo que no se puedan producir conversiones al catolicismo bajo este pontificado, o más bien a pesar de este pontificado. De hecho, se producen. Pero en mi caso habría sido imposible.
Si éstos habían dicho o hecho algo que pudiera ser juzgado por ley se les llevaba a los tribunales, como es el caso del Beato Franz Jägerstätter, el Beato Jakob Gapp y otros.
Si se sospechaba que pudieran ser inconvenientes, pero no era posible la acusación, se les envíaba a Dachau porque para eso no se necesitaba más que una mera detención sin necesidad de justificación alguna. Éste fue el caso del Beato Rupert Mayer o de algunos palotinos de Schoenstatt que eran demasiado "carismaticos" y descentraban al personal con tantas misas, tantas procesiones y tanta actividad mariana o litúrgica.
No hay nada nuevo bajo el sol.
En el blog del Wanderer se ha discutido en qué consistió el «espíritu del Concilio Vaticano I» (básicamente una hipertrofia del papado y exaltación de posturas ultramontanas), sin el que posiblemente habría sido imposible el «espíritu del Concilio Vaticano II» y las «reformas litúrgicas» (con Pío X del Breviario, y las de Bugnini, primero de los Oficios de Semana Santa con Pío XII (a modo de ensayo y brecha) y después con Pablo VI.
Sin embargo, el propio Pío IX (el de la infalibilidad papal y jurisdicción directa y universal) jamás llegó tan lejos, y es más: se pronunció en contra de esta posible funcionarización episcopal en contestación a Bismarck.
En cualquier caso en el despotismo bergogliano convergen dos corrientes: el peronismo argentino en su doblez, y el jesuitismo, que trata a los obispos como si fueran meros provinciales y exige obediencia ciega al pontífice.
«Las doctrinas de la verdadera religión están derrocadas. Las leyes de la Iglesia están en confusión. La ambición de hombres que no temen a Dios se apresura a ocupar altos cargos en la Iglesia, y el cargo elevado ahora es conocido públicamente como el premio de la impiedad. El resultado es que cuanto más blasfema un hombre, más apto lo considera la gente para ser obispo. La dignidad clerical es cosa del pasado. Hay una completa falta de hombres que pastoreen el rebaño del Señor con conocimiento. Los eclesiásticos en autoridad tienen miedo de hablar, ya que aquellos que han alcanzado el poder por interés humano son esclavos de aquellos a quienes deben su avance. La fe es incierta; las almas están empapadas en la ignorancia porque los adulteradores de la palabra imitan la verdad. Las bocas de los verdaderos creyentes están mudas, mientras que cada lengua blasfema ondea libremente; las cosas sagradas son pisoteadas».
"La voluntad del papa como ley suprema, por encima de la ley, la justicia, el dogma y la tradición de la Iglesia"
Eso es lo que podríamos llamar el "espíritu" del Vaticano I, que ciertamente no forma parte de su letra ni de las explicaciones dadas por la Iglesia a los obispos alemanes inmediatamente después del Concilio. Por encima de la Justicia, el dogma y la Tradición no hay nadie, como es lógico, y podría decirse que es misión fundamental del Papa anunciar y defender esas cosas, la fe y la Tradición de la Iglesia y también la ley divina.
"Por los comentarios que leo..."
Por su comentario, veo que no ha leído el artículo o no le importa lo que se discute. En ese caso, lo que procede es no participar en la conversación. Y sus extraños ataques a los "funcionarios de la Iglesia clerical", sea eso lo que sea, también están de más.
Serás castigado por trasladado sin respetar el derecho y la derechos
No les i regresan si estás vivo o muerto , con salud o enfermedad si tenés para comer exigen cada mes su parte por terceros y te conviertes en un París leproso también para los otros sacerdotes ,que deben adular , o seder en todo con "el.principe de la Iglesia " local ..hay que mirarse en el espejo
Monseñor Casalotodo recuerda que hay que distinguir entre derecho canónico y derecho canónigo (de canongía -femenimo coloquial empleo de poco trabajo y bastante provecho.).
Aconseja Monseñor a los de solideo claro que si se atreven a asomar su cabeza en la trinchera se quiten el solideo primero...
El Canónico dice:
330 Así como, por determinación divina, San Pedro y los demás Apóstoles constituyen un Colegio, de igual modo están unidos entre sí el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, y los Obispos, sucesores de los Apóstoles.
Unidos en qué ?, en sinodialidad, discernimiento, percepción, "santo temor"...
Cómo la ves...
"Si se entiende "proceso canónico previo" como formalidades del derecho positivo, que han ido cambiando a lo largo de los siglos, podría ser aceptable. Si se entiende sin las condiciones esenciales para que el juicio pueda ser justo, que es lo que está sucediendo, se trata simplemente de una decisión injusta y no obliga"
Completamente de acuerdo.
Con una salvedad, que desgraciadamente lo hace todo más complicado: el Papa no solo puede castigar (lo que requiere un juicio justo, etc.), sino también tomar medidas discrecionales para el bien de la Iglesia. Esto segundo no exige un proceso judicial, sino una simple decisión prudencial de la autoridad competente. No siempre es fácil distinguir una cosa de la otra.
¿Puede un papa deponer a un obispo de su sede por una simple decisión prudencial, porque crea que es mejor para la Iglesia? Hasta donde yo sé, no es algo que esté definido. Por un lado, algo así tiende a convertir a los obispos en "empleados" suyos, pero, por otro, el Papa tiene autoridad universal y suprema y los obispos le juran fidelidad. Yo me inclinaría a pensar que no es conveniente, pero no sabría decir si es posible o no, la verdad. Quizá alguien que sepa más que yo pueda dar luz en este asunto.
"Eso no sería cisma, pues se puede reconocer la autoridad del sucesor de Pedro y dejar de reconocer una decisión injusta"
Cierto, pero como se abrazan los erizos, es decir, con mucho cuidado.
"la plaga jesuítica del ver blanco lo negro"
Cuando uno afirma algo así, me temo que pierde gran parte de la razón que pueda tener, porque, como es sabido, San Ignacio no dice eso. Dice creer que es blanco lo que yo veo negro. Ni ver nada blanco ni mucho menos lo que es negro, sino fiarse más de la Iglesia que de mi torpe y limitado criterio, algo que todos los católicos hacemos.
"ante las disposiciones injustas de un papa, también en materia canónica, los príncipes cristianos debían oponerse con la fuerza si llegaba el caso"
Los reyes españoles, antes y después de la fundación de la Compañía, lo tenían bastante claro.
"En cuanto treinta o cuarenta obispos se opongan, y en países en que gracias a Dios no hay concordato, en Roma se la envainan en cero coma..."
A mi entender, eso tenía que haber pasado con Amoris Laetitia o, mejor aún, durante los Sínodos de las Familias que dieron lugar a Amoris Laetitia. Con un puñado de obispos con fe que hubieran dejado claro que nadie, ni el Papa ni todos los obispos de la tierra, podían afirmar que los adúlteros impenitentes podían comulgar o que Dios a veces quiere que hagamos algo malo o que no siempre da la gracia para no pecar, etc., nada de esto habría sucedido. Pero les pilló con el pie cambiado, la confusión del lenguaje les desorientó, a varios me consta que se les mintió directamente... y así estamos.
"Revisen el accionar de los obispos en su diócesis son mucho.mss arbitrarios que el.papa"
Desgraciadamente, como se dice aquí en España, todo se pega menos la hermosura. Si la autoridad suprema se ejerce de manera arbitraria y despótica, las autoridades inferiores tenderán a hacer lo mismo, ya sean obispos, abades, priores, superiores o párrocos.
"El Canónico dice: 330 Así como, por determinación divina, San Pedro y los demás Apóstoles constituyen un Colegio, de igual modo están unidos entre sí el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, y los Obispos, sucesores de los Apóstoles"
Muy buena cita. Y se concluye que, del mismo modo que minar la autoridad de los Apóstoles habría minado la autoridad de Pedro, minar la autoridad de los obispos mina también la autoridad del Papa. Es cortar la rama en la que uno está sentado.
"existe la promesa de su fundador, de estar con ella hasta el fin del mundo y Él la puede restaurar en poco tiempo si le place, porque su mano no se ha secado ni su brazo se ha acortado"
Bien dicho.
Que la Iglesia sea jerárquica es una cosa, que el poder sea absoluto es otra. En el Cristianismo Primitivo los obispos compartían el poder con el Papa, aunque él fuera reconocido como máxima autoridad.
Con un poder de este tipo la sinodalidad es un oxímoron.
"Es realmente un aparato que solo puede funcionar bien si el papa es un santo, y ni siquiera..."
Digamos que, si el papa es santo, resultan menos aparentes los errores del sistema (como, por otra parte, ya ha sucedido más de una vez). La santidad cubre la multitud de los defectos de una época.
"Todavía leí ayer en otra información que, el obispo correspondiente..."
Como le decía a otro comentarista, la Iglesia es un cuerpo y todo está conectado. Si la autoridad suprema se ejercer arbitrariamente, las autoridades inferiores tenderán a hacer lo mismo, desgraciadamente.
Es decir, nos desprendimos de lo bueno de la reacción y nos quedamos con lo malo. Menos mal que tenemos la promesa del Señor. Si no, es como para salir corriendo y no parar.
Claro pero cortarla desde dentro lo más cerca del tronco, la traición es siempre interna, cercana.
Donde está la "costumbre" Roma no compra traidores (pero que los tiene los tiene).
A todo esto que estamos viendo se le suele llamar persecución. También existe, aunque no te quiten la vida; porque te pueden quitar otras cosas. Por cierto, se me ha ocurrido ponerme a leer la Declaración Universal de Derechos Humanos (ya que a los actuales clérigos les gusta tanto la democracia liberal y tal) y, en fin... qué quieren que les diga. ¡Qué cosas tengo...! ¿Verdad?
Antes de Bergoglio como Papa mis obispos se pronunciaban sin temor contra el aborto, la ideología de género y el matrimonio gay.
Hoy a los obispos de mi tierra solo les interesa el inmigracionismo, el ecologismo y oponerse a las penas duras contra el crimen. Tal parece que revivió la teología de la liberación que tanto daño hizo en los años 70s.
Y de paso hoy el catolicismo ha pasado de ser la principal religión a ocupar un segundo lugar. Crece el protestantismo asi como la indiferencia religiosa y el ateísmo.
¿Hay conversión al catolicismo hoy? Pues me cuesta creerlo.
Hoy tenemos muchos clérigos, frutos de aquella época e ideología, ocupando altos cargos, en la Iglesia, y son más arbitrarios y despiadados que aquellos a quienes criticaron. Aquellos se apegaban a los procedimientos establecidos por la Disciplina de la Iglesia, pero los de hoy, según vemos, sólo se amparan en el poder que tienen y en el odio que los anima, hacia todo lo que huele a Tradición.
Lo primero es incompatible con el dogma católico que establece el Primado de jurisdicción e inmediato del Papa sobre toda la Iglesia. Por eso no existe en toda la Iglesia ninguna institución o organismo encargado de controlar al Papa.
Obviamente que el Papa está sujeto a la ley natural y a la Palabra de Dios, pero en la Iglesia Católica no hay ninguna instancia jurídicamente autorizada para juzgar, deponer, sancionar o controlar al Papa.
El conciliarismo, por ejemplo, ha sido condenado por la Iglesia.
No es cuestión solamente de espíritus. Es que efectivamente, lo más parecido (y muy poco) a la Iglesia que hay en el mundo político es una monarquía no constitucional.
No porque en la Iglesia no haya una “constitución”, que es nada menos que todo el depósito de la doctrina y el derecho canónico, sino porque no hay un poder capacitadp para imponerle esa “constitución” al Papa.
Porque el Papa es el vicario de Cristo, y efectivamente, en el grupo de los Apóstoles lo que se hacía era escuchar al Señor ( o traicionarlo, como en el caso de Judas, o negarlo, como en el de Pedro).
Esto no es cuestión de nominalismos ni de voluntarismos ni de Vaticanos primeros ni segundos, sino de lógica: o existe esa instancia en cierto modo “suprapapal”, o no, y es claro que no.
El asunto no es tanto que el sistema funciona si los Papas son buenos, sino que cuando esto último no sucede, la culpa no es del sistema.
En general no existe el sistema a prueba de todo.
Saludos cordiales.
Saludos cordiales.
Comparto totalmente lo dicho en tu articulo.
Basta para convencerse de ello con leer las posiciones maximalistas de quienes entonces defendían que el Papa era infalible en todo, hasta cuando tomaba la merienda.
En cambio la definición dogmática de 1870 se acotó en términos extremadamente precisos y limitados.
Una bendición oportunísima para los tiempos que sufrimos desde la hecatombe posterior al Vaticano II, hoy agudizada con Francisco.
Lo no sólo inoportuno sino enteramente equivocado fue la exaltación sentimental de los papas como ídolos o estrellas de multitudes: desde los papas víctimas de la Revolución (a partir de Pío VI), pasando por los papas prisioneros en el Vaticano (a partir de Pío IX) y "el Pastor Angélico" (título de una película en alabanza de Pío XII), hasta llegar al paroxismo del "¡Juan Pablo Segundo, te quiere todo el mundo!".
Pero, de nuevo, la definición dogmática de 1870 fue oportunísima, si es que, de nuevo, cabe hablar de la oportunidad de una definición dogmática.
«San Ignacio de Loyola invita a sostener que es negro lo que nosotros vemos blanco si la Iglesia jerárquica así lo determina.
Pero San Ignacio no nos invita a creer, fiados en el Magisterio, que es blanco lo que el Magisterio mismo nos dijo antes, y de forma definitiva, que era negro».
Muy cierto y de enorme importancia. Por eso siempre, caso de contradicción entre enseñanzas de la jerarquía, hay que adherir a las antiguas y constantes (verdaderamente magisteriales) y rechazar las innovadoras (aparentemente magisteriales).
“Si la Iglesia antigua hubiese estado en el error, la Iglesia habría dejado de ser.
Si lo estuviera hoy, no ocurriría lo mismo: ya que tiene siempre la máxima superior de la tradición, del crédito de la Iglesia antigua; y así esta sumisión y esta conformidad a la Iglesia antigua prevalecen y todo lo corrigen.”
Blaise Pascal, Pensées, nº 867 de la edición Brunschvicg, en Oeuvres complètes, ed. Gallimard, La Pléiade, 1954, p. 1336.
"sino porque no hay un poder capacitadp para imponerle esa “constitución” al Papa"
Esto, en la realidad y al margen de teorías, sucede en todos los ordenamientos jurídicos. Lo cierto es que siempre hay alguien que tiene más poder que los demás y puede imponerse a ellos si quiere y está dispuesto a hacerlo. Por ejemplo, Estados Unidos tiene una constitución y teóricamente el Ejecutivo tiene que cumplir lo dictaminado por el Tribunal supremo, pero cuando el Tribunal Supremo tomó una decisión que no le gustaba, el presidente Jackson dijo: "“Bueno, John Marshall [el presidente del Tribunal Supremo] ha tomado una decisión, ahora que la haga cumplir él" y no hizo nada por ejecutarla, con lo que se quedó sin cumplir. Se podrían dar mil ejemplos más.
"En general no existe el sistema a prueba de todo"
O dicho de otra forma, el pecado original ataca de nuevo.
«A lo cuarto hay que decir que al súbdito no le corresponde juzgar sobre el precepto del prelado, sino sobre el cumplimiento de ese precepto en cuanto que se refiere a él. Cada uno está obligado a examinar sus actos según el conocimiento que tiene recibido de Dios, ya sea natural, adquirido o infuso, pues todo hombre debe actuar según la razón» De veritate 17, 5 ad 4.
Me parece que cuando algunos reyes españoles, como dijiste en alguna respuesta, se opusieron a decisiones canónicas injustas de algunos Pontífices tenían de fondo esa idea: según lo que ellos sabían no podían colaborar en la ejecución de una decisión injusta. Francisco de Vitoria dijo algo semejante cuando estableció que, supuesto un mandato conciliar aprobado por el Pontífice que obligara a la residencia de los obispos, si un Pontífice Romano dispensara de esa residencia, y nombrara un obispo con manifiesta voluntad de no residir y simplemente cobrar las rentas, los príncipes cristianos deberían impedir, incluso con la fuerza, su entrada (De potestate Papae et Concilii n.23). Vitoria recordaba que cualquier poder, civil o eclesiástico, está limitado por la misma justicia. Obviamente tal cosa se podía prestar a su vez a abusos e injerencias, pues está el pecado original como bien has dicho; sin embargo se daba cierto sistema de contrapesos entre unos y otros.
Que se lo digan a los pobres curas de La Sacristía de La Vandee y a todos los que queríamos escucharles.
A saber con qué les amenazaron.
Cuando salió la 'Fiducia supplicans' creí que no iba a saber lo que estaba pensando, pero en la hojilla parroquial escribió un artículo en el cual decía que, con todo el respeto del mundo, él no iba a bendecir parejas irregulares. No sé si eso le costó problemas con su obispo.
Basta consultar las hemerotecas para descubrir que ha habido multitud de casos lamentables".
Casos lamentables de corrupción papal. Otro título adecuado.
Necesitamos volver a las peleas entre parroquias y conventos, obispos y cabildos, papas y obispos, porque a primera vista puede suponer un retroceso y un escándalo, pero eran la prueba de que nadie del clero podía imponer su voluntad a su gusto. Y también habría que volver a hacer del papado una institución "aburrida" que solo se encargara de tomar las decisiones últimas y más delicadas al actuar como tribunal de última instancia, pero que no deje a toda la Iglesia paralizada hasta que no salga el último documento papal para empezar a hacer algo.
Parece que San Pedro no tenía demasiadas dudas sobre que el resto de los Apóstoles, como él, predicaban la Palabra de Cristo y, desde luego, no llevaba control directo. Tampoco hay evidencias de que nadie le fuera con la noticia de que cualquiera de los otros once estuviera predicando otra cosa.
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