La bananerización del derecho en la Iglesia
En la época del posconcilio, se extendió como la pólvora la idea progresista de que el Derecho Canónico era opresivo, poco pastoral y, en general, una reliquia del pasado. Lo importante era el espíritu y la misericordia, que aparentemente se acababan de descubrir y no habían existido en los diecinueve siglos anteriores.
Como consecuencia de ese optimismo ingenuo, cayeron en el olvido la realidad del pecado original y el hecho de que sin justicia no existe auténtica misericordia. Lejos de ser algo opresivo y caduco, el derecho es lo que nos defiende de los abusos. Una de las funciones principales del derecho canónico, elaborado poco a poco a lo largo de los siglos por la Iglesia, es defender a los débiles, poniendo límites a una autoridad que, de otro modo, correría el peligro de hacerse arbitraria y tiránica.
En ese sentido, resulta extremadamente preocupante observar el abandono práctico del derecho que se ha producido en la Iglesia en la última década y que deja abierta la puerta a ese ejercicio arbitrario de la autoridad. Por desgracia, desde el principio de este pontificado, el Papa Francisco se ha caracterizado por actuar al margen del derecho de forma habitual.
Los ejemplos son numerosísimos y varían desde detalles casi anecdóticos hasta cuestiones muy graves. Recordemos, por ejemplo, las llamadas telefónicas en las que el Papa ha dicho a personas concretas, sin conocerlas, que actuasen contra el derecho canónico. Un caso más grave es el del Sínodo de la Familia, en el que, por decisión personal del Papa, se alteró el reglamento sinodal sobre la marcha para favorecer las tesis que no habían alcanzado la mayoría necesaria. En el ámbito litúrgico, el Papa no solo ha prescindido de normas litúrgicas, sino que, al menos en una ocasión, vulneró públicamente una norma, después la cambió y, a continuación, asombrosamente, vulneró la nueva norma que él acababa de establecer. También ha aconsejado a otros que prescindieran de las normas canónicas sobre la comunión. ¿Y quién no recuerda la ocasión en que casó sobre la marcha a un azafato y una azafata en un avión?
En el ámbito penal, las actuaciones al margen del derecho resultan aún más preocupantes. Varios sucesores de los Apóstoles han sido destituidos u obligados a renunciar puramente por voluntad del Papa, sin ningún tipo de proceso canónico y sin que ni siquiera se les concediera una audiencia. No solo las normas canónicas, sino también los principios jurídicos más básicos, como el de cosa juzgada o el de irretroactividad, parecen haberse tirado por la ventana, en ocasiones explícitamente. Los seglares no están libres de ello, como hemos visto en los últimos días. En contraste, otros casos correspondientes a personas cercanas al Pontífice o a sus colaboradores, como Mons. Zanchetta, el P. Rupnik o el P. Principi, parecen tratarse de forma muy distinta. La tendencia señalada no se limita al Papa, sino que parece estar siendo imitada por algunos obispos, como podrían indicar, por ejemplo, los dos casos recientes de sacerdotes madrileños absueltos por el Vaticano, pero disciplinados extracanónicamente por su arzobispo.
Este abandono del derecho no es solo práctico, sino que también se ha oficializado en varias ocasiones. La primera, por supuesto, con Amoris Laetitia y los pronunciamientos subsiguientes sobre el tema. A ellos se sumó, hace nueve años, el motu proprio Mitis ludex Dominus Iesus, que permitió a los obispos conceder las nulidades al margen del proceso judicial y, cuando los dos esposos estuvieran de acuerdo, por medio de una especie de “nulidad express” en tan solo un mes, algo que apenas se diferencia un divorcio y que sustituye la realidad objetiva de si hubo o no matrimonio por la opinión y voluntad subjetivas de los esposos.
Por supuesto, es razonable pensar que algunos de estos casos (y de tantos otros que ha habido) estarán justificados o habrán sido deformados por los medios. Sin embargo, en conjunto, parece una situación insostenible y que propicia los abusos y la indefensión de los débiles. Hasta el punto de que no sería exagerado decir que la Iglesia corre el peligro de convertirse en una república bananera en el ámbito jurídico. Al menos en apariencia, en el mejor de los casos. Resulta tristemente irónico que esta bananerización del derecho se haya producido en el pontificado del primer papa hispanoamericano.
9 comentarios
¿No dijo alguien algo con respecto a enterrar a Montesquieu? Pues el Derecho Canónico, el Derecho Civil, y todos los derechos que en el mundo han sido, han fenecido.
Si eres laico y no perteneces a un sodalicio, al Camino Carecumenal, al Opus, o a cualquier otra clase de organización católica, siempre queda la excomunión. Biden, por ejemplo, es perfectamente excomulgable por ser el jefe de los sicarios, Francisco dixit, pero no caerá esa banana.
Cualquier similitud es mera coincidencia.
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