Tienen derecho a que seamos santos

Al traducir el libro San Juan Bosco, el santo alegre, me llamaron la atención muchas cosas, pero estas últimas semanas no he dejado de pensar especialmente en el papel de la madre del santo en la vida de su hijo.

Las palabras y sobre todo la santidad personal de Margarita, o “Mamá Margarita”, como la llamaban los niños de la calle a los que cuidaba, fueron determinantes para que su hijo consagrara su vida a Dios:

“era una educadora nata y el principio y el final de todo lo que enseñaba era Dios. Por la mañana y por la noche, todos los miembros de la familia se arrodillaban juntos y pedían el pan de cada día tanto para el alma como para el cuerpo, el valor necesario para actuar bien y el perdón por lo que no hubieran hecho tan bien”.

El joven Juan Bosco recordaría toda su vida las enseñanzas de su madre: el catecismo, a cantar himnos a nuestra Señora, a saber que Dios siempre nos ve y a darle gracias por todo, y tantas otras cosas. Junto a esas enseñanzas, se le quedó grabado el ejemplo de fe y caridad de su madre al ejercer la caridad heroica con los pobres, al atender a los enfermos del pueblo o al esforzarse tenazmente para que su hijo pudiera estudiar y así llegara a ser sacerdote un día. Cuando, una vez ordenado, don Bosco se dedicó a educar y a catequizar a los niños de la calle, su madre tomó sus escasas posesiones, vendió su vestido de novia que era lo más preciado que tenía y se fue con él sin dudarlo, sabiendo que pasaría el final de su vida trabajando como una esclava.

Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que Juan Bosco fue San Juan Bosco en buena parte gracias a su madre y lo mismo podríamos decir de otros santos. San Agustín (véase Santa Mónica, las lágrimas de una madre) se convirtió y se santificó gracias a las incansables oraciones de su madre durante muchos años. Santa Teresita de Lisieux recordó toda su vida cómo rezaba su padre (“así rezan los santos”, pensaba, y no se equivocaba).

Ningún ejemplo de santidad es tan poderoso para los hijos como el de sus padres. Las enseñanzas que reciben de pequeños, de palabra y especialmente de obra, dejan huella para toda la vida. Incluso cuando los hijos, en (mal) uso de su libertad, se apartan después de la fe, esas enseñanzas siguen ahí, en lo profundo de su corazón, como un ancla que puede hacer que vuelvan a Dios cuando pasen las tormentas.

Los padres sabemos perfectamente que tenemos el deber de poner los medios para que nuestros hijos estén bien alimentados y sanos o para que estudien y puedan desarrollar sus capacidades intelectuales y profesionales. En cambio, no solemos darnos cuenta de que tenemos un deber especial de ser santos, para guiar así a nuestros hijos hacia el cumplimiento de su propia vocación a la santidad. Tienen derecho a ello, porque Dios nos los ha encomendado. Tienen derecho a ver al mismo Jesucristo en nosotros, para que puedan creer. Tienen derecho a que no solo de palabra, sino también de obra, les mostremos que es posible ser santos y que merece la pena. Nuestros hijos tienen derecho a que seamos santos. Es parte de nuestra vocación de padres.

Soy muy consciente de que es una tarea imposible para las fuerzas humanas, pero la buena noticia es que Dios ya sabe cómo somos. Quiso que fuéramos padres de nuestros hijos aun conociendo nuestra debilidad, nuestra inconstancia y nuestros pecados. Por eso mismo, será Dios el que nos haga santos, si nosotros nos dejamos. Por amor a Dios, pero también por amor a nuestros hijos, pongámonos a tiro y dejemos actuar a la gracia, convirtámonos, abandonemos la tibieza, tengamos la “determinada determinación” (como decía Santa Teresa) de ser fieles a Dios cueste lo que cueste, formémonos en la fe, acudamos frecuentemente a los sacramentos, hablemos de las cosas de Dios con nuestros hijos, leamos la Escritura y la vida de los santos, recemos, recemos y recemos.

No importa la edad que tengamos, si somos padres novatos o ancianos ya. Nunca es tarde para dar ejemplo de santidad a nuestros hijos (o nuestros nietos, porque la abuela de Santa Maravillas de Jesús fue quien influyó mucho en ella para bien). Siempre podemos rezar y el ejemplo de una santa ancianidad y una buena muerte son también poderosísimos.

Nuestros hijos tienen derecho a que seamos santos y Dios nos regalará serlo si le dejamos actuar. Termino con una breve jaculatoria, para que se lo pidamos todos los días a Dios:

Haz, Señor, que mis hijos tengan

el padre que tú quieres que tengan.

16 comentarios

  
anawim
Los niños son como las esponjas, se llenan de todo lo que hay a su alrededor. Los padres y el colegio; el colegio también es muy importante, ambos juegan un papel fundamental en la educación de los niños. Yo creo que todos los padres educan lo mejor que pueden o que saben, luego el trabajo, la preocupación de sacar a su familia adelante, sólo Dios sabe cuántas fatigas pasan los pobres padres. De esto se dio cuenta el Santo Cura de Ars cuando hablaba de las pobres almas del Purgatorio de tantos padres que por el afán de sacar a sus familias adelante descuidaron sus almas. Menos mal que Dios es Padre.... Menos mal. Debemos pedir mucho por las familias, no es fácil ser padres, para ser padres no hay Universidad. No sé la familia de mi querido San Juan Bosco, yo estudié en colegio salesiano, pero la familia de Santa Teresa del Niño Jesús era una familia adinerada y con estudios universitarios, que era mucho en todas las épocas pero en aquella época era más porque había menos universitarios. De hecho, el tío de la santa carmelita era farmacéutico, digo esto porque no es igual tener una buena economía que no tenerla, la educación de los hijos no va a ser la misma. Ocupémonos de los pobres, especialmente de las familias pobres. Muy importante ocuparnos de las familias con bajos recursos económicos.
25/11/24 1:09 PM
  
Pbro. Lucas Javier
Excelente
25/11/24 1:47 PM
  
África Marteache
Bruno: Ese titular: "Tienen derecho a que seamos santos" suena a modernista, en el momento que aparece la palabra "derechos" me echo a temblar. Una cosa es el deber de los padres de ser santos, como el de cualquier católico, y otra que eso constituya un "derecho" de los hijos.
25/11/24 4:47 PM
  
Ángel
Bonito artículo. Gracias, Bruno.
25/11/24 4:52 PM
  
Haddock.
Yo corregiría el titular: Tenemos la OBLIGACIÖN de ser santos, en justa correspondencia no sólo a nuestros padres, sino al sacrificio de la Cruz.
Leon Bloy dijo la frase terrible de que toda nuestra tristeza es la de no ser santos. Gran verdad, porque si no respondemos a lo que hemos sido llamados, todo será deambular entre polígonos de prostitución o despachos aparentemente rentables, pero que apagan la luz que nos orientó al principio.
Yo quiero ser santo, pero sin la ayuda de Dios es imposible.

25/11/24 6:03 PM
  
Bruno
Haddock:

"Yo corregiría el titular: Tenemos la OBLIGACIÖN de ser santos, en justa correspondencia no sólo a nuestros padres, sino al sacrificio de la Cruz"

Los hijos, como todo el mundo, tienen la obligación/vocación de ser santos. Pero también tienen derecho a que sus padres sean santos y les alimenten y les den una educación y un hogar, etc. Los hijos tienen obligaciones para con los padres, pero también derecho a que sus padres cumplan sus propias obligaciones para con ellos.

"Leon Bloy dijo la frase terrible de que toda nuestra tristeza es la de no ser santos"

Siempre me ha parecido la frase más consoladora de Bloy.

"Yo quiero ser santo, pero sin la ayuda de Dios es imposible"

Amén. Frase igualmente consoladora, porque, si es imposible para nosotros, entonces será Dios quien se encargue.
25/11/24 7:05 PM
  
Bruno
África Marteache:

"Ese titular: "Tienen derecho a que seamos santos" suena a modernista, en el momento que aparece la palabra "derechos" me echo a temblar. Una cosa es el deber de los padres de ser santos, como el de cualquier católico, y otra que eso constituya un "derecho" de los hijos"

Buen instinto, pero tú estás pensando en los derechos modernos y secularizados, que vienen de la Revolución Francesa. Ya antes de ella, sin embargo, en la Edad Media, a un deber le corresponde el derecho del beneficiario a reclamarlo. Si yo tengo el deber de alimentar a mis hijos, entonces mis hijos tienen derecho a reclamar que les alimente, por ejemplo.
25/11/24 7:12 PM
  
Feri del Carpio Marek
"tú estás pensando en los derechos modernos y secularizados, que vienen de la Revolución Francesa"

¿Cuál es el error de esos derechos? No es retórica, realmente deseo aprender sobre el tema.

"Si yo tengo el deber de alimentar a mis hijos, entonces mis hijos tienen derecho a reclamar que les alimente"

¿Entonces los derechos se fundan en los deberes, y estos vienen dados por la ley natural o la ley divina? ¿O cuál es sino el fundamento de los derechos, y cuál el de los deberes?
25/11/24 7:39 PM
  
Federico Ma.
Amén, Bruno. Piadoso y jugoso post. Muchas gracias.

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Claro que los deberes y los derechos son correlativos, y estos últimos se fundan en los primeros, pues en la persona moral creada es primero el deber que el derecho. Pero ontológicamente hablando, es primero el derecho y no el deber: pues todas las obligaciones se fundan últimamente en la ley eterna y en el derecho de Dios. Así lo sostiene el Card. Zigliara, O.P., quien hace una exposición sumamente interesante de la cuestión en el vol. III de su Summa Philosophica. Cito algo: «Derecho objetivamente considerado y subjetivamente considerado. De aquí nace esta primera división del derecho. En efecto, lo que es debido a otro es el derecho objetivamente considerado. Mas nada es debido a alguien sino presupuesta en el mismo la facultad de exigirlo: esta facultad moral, que corresponde a la persona, para poseer o hacer algo justamente, cuya violación constituye una injuria, es el derecho subjetivamente considerado; y en este último sentido decimos que alguien “usa su derecho”. Mas porque nadie tiene la facultad de exigir algo como suyo sino por alguna ley, sea esta natural, sea positiva, de aquí que “derecho” no raramente se tome también por ley, y que las colecciones de leyes se denominen “derecho”, porque, en verdad, la ley es medida y regla del derecho» (Summa Philosophica, vol. III, pars I (Jus naturae), lib. I, cap. 1, n. 3).

Entonces, si se "toca" lo que hace a la fe, a la sagrada Teología, a la Metafísica, a la ley..., pues de ahí surgirán, lógicamente, "problemas" en lo que hace al derecho... Algo de eso ocurrió con la impía Revolución francesa, dicho sucintamente.
26/11/24 2:03 AM
  
Federico Ma.
Anda, ya me parecía que este mismo tema había salido en IC, pero no recordaba que en este mismo blog...

Vuelvo a citar dos pasajes de Encíclicas que cité en ese entonces y que ilustran la correlación entre los deberes y los derechos:

1. "Conexión necesaria entre derechos y deberes

Los derechos naturales que hasta aquí hemos recordado están unidos en el hombre que los posee con otros tantos deberes, y unos y otros tienen en la ley natural, que los confiere o los impone, su origen, mantenimiento y vigor indestructible.

Por ello, para poner algún ejemplo, al derecho del hombre a la existencia corresponde el deber de conservarla; al derecho a un decoroso nivel de vida, el deber de vivir con decoro; al derecho de buscar libremente la verdad, el deber de buscarla cada día con mayor profundidad y amplitud".

San Juan XXIII, Pacem in terris, nn. 28-29.

2. "Sin duda alguna, el valor intrínseco de la vida y el deber de amarse a sí mismo no menos que a los demás son la base de un verdadero derecho a la propia defensa".

San Juan Pablo II, Evangelium vitae, n. 55.
26/11/24 2:21 AM
  
claudio
Estimado Bruno.
Si hiciéramos un ejercicio sobre el cumplimiento de determinados deberes y derechos en concreto, en la realidad cotidiana, la que conocemos de todos los días y que podemos tapar pero no negar, qué pasaría ?...

Viendo en los documentos encuentro que existe una obligación concreta y exigible de formación "mediante la palabra y el ejemplo":

774 § 2. Antes que nadie, los padres están obligados a formar a sus hijos en la fe y en la práctica de la vida cristiana, mediante la palabra y el ejemplo...

Asimismo se requiere "esforzarse...en llevar una vida santa y de promoverla":

210 Todos los fieles deben esforzarse según su propia condición, por llevar una vida santa, así como por incrementar la Iglesia y promover su continua santificación.

Consecuentemente hay un "gravísimo deber y derecho" de de los padres, por su propia condición, de educar en la santidad.

226 § 1. Quienes, según su propia vocación, viven en el estado matrimonial, tienen el peculiar deber de trabajar en la edificación del pueblo de Dios a través del matrimonio y de la familia.
§ 2. Por haber transmitido la vida a sus hijos, los padres tienen el gravísimo deber y el derecho de educarlos; por tanto, corresponde a los padres cristianos en primer lugar procurar la educación cristiana de sus hijos según la doctrina enseñada por la Iglesia.

Cómo la ves...
26/11/24 7:52 PM
  
Camino Iriarte
Es asi. Nuestros hijos, físicos o espirituales, nuestros ahijados, nuestros alumnos, las personas que el Señor pone de uno y otro modo a nuestro cargo o bajo nuestra influencia, tienen derecho a que seamos santos. Y la buena noticia es que, ejemplares o no, podemos, por la gracia de Dios, ser santos. Muchas gracias por este grandioso recordatorio tan bella y acertadamente explicado, Bruno Dios te conceda crecer en santidad y a tus hijos tenerte santo.
27/11/24 7:59 AM
  
Luis K
Si nuestros hijos tienen derecho a que los padres seamos santos es que nosotros tenemos derecho a serlo. Y no conozco ningún derecho a la santidad.
27/11/24 5:32 PM
  
Bruno
Luis K:

"Si nuestros hijos tienen derecho a que los padres seamos santos es que nosotros tenemos derecho a serlo"

Me temo que esa conclusión no es lógica. Del derecho de los hijos a que sus padres seamos santos no se deduce que nosotros tengamos derecho a serlo. Lo que se deduce es que nosotros tenemos el deber de serlo, que es otra cosa muy distinta.

(Estrictamente hablando, habría que decir que los padres tenemos un deber especial de ser santos, porque la vocación a la santidad es de todos)
27/11/24 9:28 PM
  
LuisK
Si tenemos el deber de ser algo, tenemos el derecho a recibir la posibilidad de serlo.

En todo caso, si existe el deber especial de ser santos, apañados vamos. No sé usted, pero yo no conozco personalmente ningún santo.
28/11/24 10:14 PM
  
Bruno
LuisK:

"Si tenemos el deber de ser algo, tenemos el derecho a recibir la posibilidad de serlo"

Ah, creo que ya entiendo dónde está lo que le preocupa.

No, esa conclusión, de nuevo, no se sigue de las premisas. Si tenemos el deber de ser algo, tenemos el derecho a recibir la posibilidad de serlo... a no ser que esa posibilidad sea, precisamente, el don que ha originado el deber (y no a la inversa).

Pongamos un ejemplo muy claro: un sacerdote. Es obvio que el sacerdote tiene una serie de deberes que no tienen otras personas, muchos de los cuales solo puede cumplir un sacerdote. Eso no implica que ese hombre tuviera derecho a ser sacerdote en ningún sentido. Ser sacerdote es una gracia de Dios y, como tal, nadie podría merecerla. Sin embargo, con esa gracia, ese regalo de Dios, vienen aparejados algunos deberes. Obviamente, quien tiene esos deberes tiene que haber recibido la posibilidad de cumplirlos, porque lo contrario, como usted dice, sería absurdo o injusto, pero eso no implica en ningún sentido que nadie tenga "derecho" a poder ser sacerdote.

Del mismo modo, nosotros no tenemos derecho a ser santos. La salvación y la santificación son gracias de Dios y, como tales, no tenemos derecho a ellas. Pero Dios ha querido salvarnos y santificarnos y, con ese don del ofrecimiento de la salvación y de su propia santidad, viene aparejado un deber de no dejar que el don se desperdicie, un deber de ser santos.

Es muy sencillo. ¿Dios quiere que seamos santos? Sí, luego debemos ser santos.

La segunda parte de su comentario es tan interesante que voy a dedicarle, Deo volente, un artículo completo.
01/12/24 8:58 AM

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