Las galletas y el pecado original
Mi hija menor, que es una magnífica repostera, horneó galletas caseras hace unos días. Esas galletas en particular se preparaban en dos fases, así que tuvo que dejarlas reposar varias horas en la encimera de la cocina mientras se enfriaban, antes de poder aplicar el recubrimiento de naranja. Para que nadie se “equivocase” sin querer queriendo y se comiese las galletas inacabadas durante esas horas en que estarían desvalidas y sin protección, mi hija puso junto a ellas un papel que decía “NO TOCAR”.
Hasta ahí, una escena cotidiana y repetida muchas veces en nuestro hogar y en innumerables otros, pero, al pasar junto a las galletas, me di cuenta de un detalle especial, que hizo que me riera con ganas. En una esquina del papel, había escrito también, escuetamente, “22”. Conocedora por amargas experiencias de lo que suele suceder en estos casos, la repostera se había asegurado de dejar claro que sabía exactamente cuántas galletas había en el plato, de modo que (esto se sobreentendía), su justa ira caería como arcángel vengador sobre cualquier miembro de la familia que pensara que, si se comía solo una o dos, nadie lo iba a notar.
Siento tener que decir que sus precauciones no fueron todo lo eficaces que habría deseado, porque, como decía algún antiguo sabio amigo de las galletas ajenas, el futuro es incierto y quizá ya me haya muerto. A pesar de ello, me gustó la idea del número de galletas porque mostraba que conocía bien uno de los dogmas más olvidados hoy, el pecado original. Como si hubiera pensado: quiero mucho a mis hermanos y padres, y ellos me quieren a mí, pero el pecado original es el pecado original y la tentación es la tentación, así que una saludable advertencia sobre las consecuencias de incumplir el séptimo mandamiento nunca viene mal.
En ese sentido, me atrevería a decir que mi hija aventaja ya a gran número de teólogos y clérigos actuales. En efecto, uno de los problemas más claros que tiene la Iglesia hoy es un marcado contagio de la ingenuidad y el optimismo tontorrón de los años sesenta del siglo pasado. ¿De dónde viene, si no, esa extrañísima manía por afirmar que todo lo que alguien llame “amor” tiene que ser, por ese mismo hecho, bueno y querido por Dios, por muy desordenado y ajeno a la ley divina que sea? ¿O la llamativísima omisión de hablar únicamente de lo que hay de bueno en las religiones no cristianas y no mencionar sus, literalmente, infinitas carencias y su insuficiencia radical para salvar? ¿O la moda de “acompañar” el pecado en vez de llamar a la conversión, como si el pecado no fuese lo más dañino y destructor que existe? ¿O la cándida convicción de que lo moderno es superior a lo antiguo, que requiere ser ciego de nacimiento para mantenerla? ¿O esas protestas de que vamos a “escuchar al Espíritu” cuando lo que estamos oyendo no es más que el eco de nuestros propios deseos de capitular ante el Mundo anticristiano para vivir más cómodamente? La lista sería interminable.
Chesterton se asombraba de que algunos nuevos teólogos, ya en su época, no creyeran en el pecado original, que es la única parte de la teología católica que uno puede ver con solo mirar a su alrededor. Y, sin embargo, innumerables católicos, muchos de ellos clérigos, deben de vivir con los ojos cerrados e inmersos en un mundo fantástico, en el que una pizca de buena voluntad y un chorrito generoso de progresismo bastarían para crear un mundo feliz y justo para todos, donde el pecado solo fuera un mal recuerdo.
En fin, el catolicismo necesita muchas cosas para salir de la crisis en la que nos hemos metido voluntariamente, pero quizá podríamos empezar por algo tan sencillo como abrir los ojos, mirar a nuestro alrededor y redescubrir el pecado original, sin el cual nuestra fe no tiene ningún sentido. No entendemos la necesidad de la gracia, que fuera de la Iglesia no hay salvación, la muerte redentora de Cristo, la inmutabilidad de la ley moral, la existencia del demonio, el principio de que el fin no justifica los medios, la importancia de la castidad, la indisolubilidad del matrimonio, la necesidad del arrepentimiento y la conversión y un larguísimo etcétera de enseñanzas de la fe católica porque hemos olvidado algo tan básico como el pecado original y el edificio de la fe católica se ha quedado cojo.
¡Contemos las galletas!
36 comentarios
Es mucho peor, nos hemos olvidado que el pecado original fue reparado con un sacrificio, nos hemos olvidado del precio pagado, nos hemos olvidado que el Señor viene cotidianamente en la Eucaristía.
Nos hemos olvidado que la tentación sigue vigente, más allá de la primera vez y la trampa es la misma "ser como dioses", eso demuestra que el primero de "original" no tuvo nada, es siempre lo mismo.
Lo que también hemos olvidado es que tenemos una ventaja con relación a la tentación, el tentador no sabe el resultado, no tiene garantizado nada, pero continúa. Es la voluntad nuestra la que roba las galletas y cuando sabemos que están contadas no hay error que nos haga no imputables...
Una niña muy inteligente. Se conoce que ha salido a la madre.
:D :D :D
(Es broma).
(Eva y Adán) de que las manzanas del árbol del Paraíso estaban contadas, otro gallo nos habría cantado...
Ay, Bruno, ahí le has dado. Nos dan la matraca de que el amor y el amor es amor y bla bla bla... Pero nadie define AMOR. Curioso, en ese sentido, que la palabra caridad haya desaparecido. Entonces la gente en general y los católicos en particular, nos acostumbramos a esos sucedáneos de sentimientos, afecto, arraigo y vínculos que tienen poco que ver con el Amor de Verdad. Al final terminamos pensando que eso es amor.
La Caridad de verdad es entrega, sacrificio hasta el olvido de uno mismo, estar en las buenas y a las malas, conocer a la otra persona y estar con ella siempre hasta el final... Por mucho que digan, eso SI que es Caridad el resto son paparruchas
Abro el ordenador y veo tu artículo, que explica el tema de. un forma transparente, pero bastante completa. Así que voy a mandar el artículo a mis alumnos y mañana en clase lo vamos a comentar.
Un abrazo
Y si se atreven con el pecado original, ¿por qué no también con la naturaleza divina de Jesús?
“En la primera de las vacilaciones, tal vez la más punzante por lo que tiene de vergonzoso sentir miedo, es la noticia de la ejecución del Bautista lo que motiva a Jesús a emprender una retirada. Tal vez sea táctica, para tomar fuerzas. Tal vez era algo menos digno pero no menos profundo: duda sobre sus propias fuerzas para ocupar el lugar público que ha dejado vacío Juan”.
“El hombre de acción que es Jesús de Nazaret cuida su interior en horas de contemplación; cuida su afectividad considerándose parte de una comunidad y ocupándose con esmero de que así se sientan todos sus integrantes; cuida, en fin, de su visión positiva y gratificante –que es necesaria… Su palabra y su presencia eran curativas porque lo era también su intención, el fin de su vida. Pero el cuidado de sí mismo permitía que las formas y los tiempos no traicionaran la intención”.
“ Y Jesús, para que nuestra fe crezca, como ahora crece la suya en su interior a la sombra del olivo y ante las sombras acechantes de los que vienen a prenderlo, nos invita a sentir a su Padre como nuestro Padre”.
O contra la doctrina:
“Deja que me palpe y compruebe a qué me comprometo si te digo «sí, creo en Ti», porque no me vas a pedir una conformidad doctrinal o de ideas, sino que te siga, que vaya por donde Tú vas y a donde Tú vas”.
“Y creer en Ti ya no podrá ser sólo un amén al final de credo, o una aceptación intelectual de la doctrina, sino la comunión de vida contigo y en Ti, con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, que no son ideas sino –como dijera Gregorio de Nisa– relación y comunicación”.
Francisco Javier Avilés Jiménez "Dulce al paladar y fuego en las entrañas 20 meditaciones bíblicas", publicado en Albacete en 2013
-Está permanentemente pensando en Dios.
-Tiene una mirada transversal.
Sin querer enorgullecer a Bruno, ¡líbreme Dios!, ese tipo de mirada la tienen Chesterton y Castellani y por eso también sirven para enseñar sin necesidad de demasiados "apuntes densos y recargados", como le ha pasado a Tomás Salas. A quién se lo dio, San Pedro se lo bendiga.
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Comentarios también muy interesantes. Nada que añadir. Saludos.
Saludos cordiales.
Cuanto antes reconozcamos TODOS como Iglesia, clero y laicado, esta lamentable realidad, más pronto podremos resolver los graves problemas que nos aquejan. Por ahora, estimo que solo una "iluminación de las conciencias" por parte del Espíritu Santo puede lograr ese milagro.
Pecado Original y Comunión de los Santos son dos caras de la misma moneda: la trascendencia de nuestras acciones.
Tú ves detrás del olvido o la negación del pecado original, que ha desaparecido de la predicación de los clérigos, ingenuidad y optimismo tontorrón, moda de “acompañar” el pecado, cándida convicción de que lo moderno es superior a lo antiguo, excusas de “escuchar al Espíritu” vivir con los ojos cerrados, inmersión en un mundo fantástico, una pizca de buena voluntad, chorreón de progresismo, creación de un mundo feliz y justo para todos, y el pecado como un mal recuerdo.
No deberíamos olvidar nosotros quién estuvo con Adán y Eva el día del primer pecado. Aquí también está? ¿O no? ¡Aaaah! A ellos les movió la soberbia. No la ingenuidad, ni la candidez, ni la buena voluntad, ni un mundo feliz y justo. También los comunistas hablan de libertad, justicia, igualdad, un mundo justo y feliz y ya ves lo que son. No digo que haya algún clérigo tontorrón, pero la mayoría de estos progresistas son ateos que quieren crear unas nuevas religión y teología demoliendo las de Cristo. Lobos.
"Francisco Javier Avilés Jiménez "Dulce al paladar y fuego en las entrañas 20 meditaciones bíblicas", publicado en Albacete en 2013"
Tremendo. Y veo que hace unos años los otros curas de la zona le nombraron arcipreste. Así nos va.
Como me dijo un día un profesor mío: "El que tontamente peca, tontamente se condena. Y por tonto que pueda ser el pecado proviene del Pecado Original y no de otra cosa.
¿Acaso la niña piensa que su familia es una cueva de ladrones? No tal, piensa, prudentemente, que todo el mundo está inclinado a la tentación que unas galletas de dulce olorcillo provocan.
Mi abuela solía decir que no debía haber ama de cura menor de 50 años por la misma razón y que ella a una hija suya veinteañera no la mandaba a casa de un cura, porque las galletas y las veinteañeras se parecen bastante.
Como ya decía Pascal, sin el misterio pecado original el hombre (y lo humano) se torna mucho más misterioso de lo misterioso que es en sí mismo el misterio del pecado original (que no es poco).
Únicamente aclararía que lo de "incumplir el séptimo mandamiento", en el caso de marras, dentro de una familia, es, claro está, algo hiperbólico. Más bien hubiera sido (y fue, según entiendo) tan sólo una travesura.
En fin, vale lo de hacerse como niños, sencillos y puros en su fe.
Era la Virtud de la Prudencia y la forma de no bajar la guardia que aconsejaba en todas las circunstancias porque la tentación iba a surgir en el momento más inesperado a la mejor de las personas, formulada con su lengua chapucera pero, a la vez, de una sorprendente claridad. Tenía fama de ser muy lista y tener "tantas puertas, tantas tarabillas", según su propia expresión, es decir, era de contestaciones rápidas e inteligentes dichas de aquella manera, lo que hacía de ella alguien irrepetible. Bendita sea tu familia, Bruno, porque con los años que tengo la riqueza mayor que he conseguido siempre fue la mía.
"Como ya decía Pascal, sin el misterio pecado original el hombre (y lo humano) se torna mucho más misterioso de lo misterioso que es en sí mismo el misterio del pecado original (que no es poco)"
Muy bueno.
"Únicamente aclararía que lo de "incumplir el séptimo mandamiento", en el caso de marras, dentro de una familia, es, claro está, algo hiperbólico. Más bien hubiera sido (y fue, según entiendo) tan sólo una travesura"
Claro. Yo, por lo menos, no pienso confesarme de ello.
"La lectura de "Yo fui secretario de León XIV" me está recordando a mi abuela, lo mismo que el secretario-lego recordaba a su madre"
Uno de los mejores elogios que ha recibido la novela.
"su famoso "nunca fiando""
Como el "contar las galletas", pero dicho con más gracia y salero.
"Bendita sea tu familia, Bruno, porque con los años que tengo la riqueza mayor que he conseguido siempre fue la mía"
Pues sí, y muchas gracias.
"Pecado Original y Comunión de los Santos son dos caras de la misma moneda: la trascendencia de nuestras acciones"
¡Bien dicho! Como tantas veces ha pasado, los comentarios son mejores que el artículo que los ocasiona.
Para este hecho la Teología ha encontrado la palabra, seguramente mal comprendida e imprecisa, de Pecado original. ¿Qué importancia tiene?
Pues NADA nos parece hoy más EXTRAÑO ni ciertamente más ABSURDO que denominarlo pecado original -HEREDITARIO- porque la culpa, según nuestra concepción, no es sino precisamente lo más personal e intransferible;
Y porque Dios no domina sobre un campo de concentración en el que exista una RESPONSABILIDAD COLECTIVA sino que es el Dios libre del amor, que llama A CADA UNO por su nombre.
Así pues,¿qué significa pecado original interpretándolo de una manera correcta?
Creación y Pecado (1981) Cardenal Ratzinger
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La teología clásica del pecado original dice que el hombre perdió todo tipo de dones sobrenaturales y preternaturales, además del obscurecimiento de los naturales, por el pecado de Adán.
Por el contrario, Satanás, aun habiendo sido maldecido por Dios por el Pecado Original, no perdió ni un solo don, ni menos aún la condición filial de hijo de Dios, como se infiere de la lectura del libro de Job.
Pero los tataranientos del culpable Adán lo perdimos todo.
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Bruno hace una trampa en su artículo. Nos pide que redescubramos el pecado original, cuando en realidad lo que nos está pidiendo es que redescubramos el pecado PERSONAL en nuestras vidas.
La realidad es que la teología del pecado original ha envejecido muy mal.
A medida que se ha desarrollado la civilización, la doctrina de una responsabilidad colectiva - algo propio de las sociedades primitivas y arcaicas - de un pecado original colectivo, nos parece - tal como dice el Cardenal Ratzinger, más propio de un Tirano que de un Dios misericordioso.
Y por otra parte, ahora que se ha desatado la guerra definitiva contra la familia cristiana, y nacen tantos hijos fuera del matrimonio sin conocer a su padre ¿dejan de ser hijos del padre porque este meramente no les reconoce y no quiere saber nada de ellos?
Pues eso es precisamente lo que afirma la doctrina del pecado original. Que Adán y Eva, hijos de Dios, no lo fueron más, por cometer el pecado original, y tampoco su "culpable" descendencia.
Eso que le aceptamos a Dios, según esa doctrina, no lo aceptaríamos jamás de un padre humano.
Podríamos llegar a aceptar que ese padre humano desherede a sus hijos de la herencia paterna porque no se comportan como sus hijos pues le son rebeldes, pero no aceptaríamos de ningún modo, que esos hijos desheredados, dejen por ello de ser sus hijos biológicos.
Eso es precisamente lo que le pasa a Satán. Es un hijo de Dios como el resto de los ángeles que se rebelaron. Por el pecado original está maldito y desheredado, por lo que no pueden regresar a la Casa del Padre a disfrutar de la herencia, pero esos rebeldes hijos de Dios no por eso dejan de ser sus hijos (Libro de Job 1.6).
Por eso el pecado original es tan misterioso. Porque los tataranietos de Adán - hijos de la ira - en pecado son concebidos, y vienen a este mundo de muerte sin ser hijos de Dios, a pesar de que el autor máximo de aquella fechoría y sus rebeldes acólitos sigan siéndolo y disfrutando de todo su poder angélico demoniaco.
Cuando uno pretende poner objeciones a la doctrina católica, primero debe conocerla, al menos en sus rudimentos. Adán y Eva no eran hijos de Dios y no perdieron esa filiación con el pecado. Somos hechos hijos de Dios por adopción por el bautismo en Jesucristo, algo que no tienen los ángeles (ni los demonios, claro). Dios, lejos de ser injusto, ha respondido a nuestros pecados con un acto de amor tan asombroso que ha partido la historia humana en dos.
Es decir, toda su objeción se basa en algo que se ha inventado usted. Al principio pensé que quizá se estuviera refiriendo al mero hecho de ser criaturas de Dios, que a veces se denomina, en sentido amplio, ser hijo de Dios, pero eso tampoco tendría ningún sentido, porque esa filiación natural no la perdieron Adán y Eva, sino que es intrínseca a la naturaleza humana.
A eso se suma que ha puesto usted, maliciosamente, un fragmento del texto de Ratzinger en el que solo plantea el problema: que a nuestra época le parece raro el pecado original, algo evidente y causado fundamentalmente porque es una época apóstata que ha perdido la fe. En cambio, omite la parte en la que el cardenal responde a esa objeción y defiende la fe católica y apostólica en el pecado original.
Es decir, parte usted de la ignorancia, continúa por la malicia y desemboca en la soberbia de insultar al mismo Dios. Con alguien que se comporta de esta manera no se puede discutir racionalmente.
Repase la Genealogía de Jesús.
Lucas 3:38
....hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios.
Y le pido por favor que sea comedido en sus adjetivos y no haga de mi un hombre de paja.
Yo no acuso a Dios de nada. Digo que la teología HUMANA LATINA del pecado original ha envejecido MAL.
Ni he sido ignorante, ni he obrado con malicia, ni he insultado a Dios. Tampoco lo hizo Santo Tomás de Aquino respecto a la Santísima Virgen cuando negaba la Inmaculada Concepción. Simplemente era una cuestión discutida en su tiempo, como la explicacion latina del pecado original lo sigue siendo a día de hoy.
Yo no niego el pecado original. Señalo los déficits y contradicciones con los que la teologia latina acostumbra a explicarlo, y me asombro del desconocimiento que muchos católicos tienen de las Sagradas Escrituras y de la Sagrada Tradicion, a pesar del Concilio Vaticano II y su retorno a las fuentes.
Usted debe partir del dato de la Sagrada Escritura. Ya se lo di. Ahora reflexionelo. Piénselo. Meditelo. Ayunelo.
Y luego deberia estudiar la católica Tradición oriental relativa a la natura humana prelapsaria. A lo mejor se lleva usted una sorpresa si lee a los doctores católicos orientales.
Y luego deberia repasarse el Magisterio infalible sobre el Pecado Original, y ya verá como hay muy poco, y que la cuestión sigue abierta
Usted vive en el oeste latino, pero no en el salvaje oeste. No sea tan rápido desenfundando.
Contra lo que la experiencia me aconseja, le voy a dar otra oportunidad, explicándole más despacito dónde están los problemas de sus comentarios.
Primero, le he mostrado que ha obrado ilegítimamente pretendiendo utilizar a Ratzinger como apoyo de su tesis, citando únicamente el párrafo en el que Ratzinger plantea la objeción moderna contra el pecado original y silenciando su respuesta a esa objeción. Es como si citara como pensamiento de Santo Tomás el videtur, pero no su respuesta a la cuestión. O como si atribuyera a la Escritura la idea de que Cristo "expulsaba a los demonios con el poder de Satanás", silenciando que en esa frase se hablaba de lo que decían sus adversarios. Esa forma de actuar es completamente inaceptable y o bien muestra incapacidad para la discusión teológica o deseo intencionado de confundir o ambas cosas.
Cuando uno hace algo así y se lo muestran, la única respuesta posible es humillarse reconociéndolo públicamente y no volver a hacerlo. De otro modo, se hace imposible la discusión racional.
Segundo, le he mostrado que no entiende lo que está criticando, por ignorancia de la distinción más básica al respecto. Se puede ser "hijo de Dios" en dos sentidos. En sentido amplio, de seres creados a imagen de Dios, y en sentido propio, de aquellos que han recibido la filiación divina por adopción en Jesucristo por el bautismo. Son dos cosas diferentes. La primera, el ser hijo de Dios en sentido amplio, es propio de la naturaleza humana, creada por Dios a su imagen, y no se perdió por el pecado de Adán porque no se puede perder e incluso siguen teniéndola los condenados en el infierno, igual que los demonios mantienen su naturaleza angélica. A eso se refiere el versículo que cita de que Adán era "hijo de Dios", a que había sido creado a imagen de Dios. En el mismo sentido lo fue Caín y lo han sido todos los humanos posteriores, antes y después de Cristo.
En cambio, la filiación divina en sentido propio o por adopción no es parte de la naturaleza, sino de la gracia. Y se nos da por el bautismo y la unión a Cristo en su muerte y resurrección. Es el germen de la theosis, porque nos injerta en la vida de la misma Trinidad. Por lo tanto, no se perdió por el pecado de Adán, ya que Adán no la tenía.
Todas sus objeciones se basan en no haber entendido esa distinción básica ("Por el contrario, Satanás, aun habiendo sido maldecido por Dios por el Pecado Original, no perdió ni un solo don, ni menos aún la condición filial de hijo de Dios", "pero esos rebeldes hijos de Dios no por eso dejan de ser sus hijos", "Porque los tataranietos de Adán - hijos de la ira - en pecado son concebidos, y vienen a este mundo de muerte sin ser hijos de Dios"). Es decir, muestra que no ha entendido absolutamente nada del asunto y se permite el lujo de acusar a los demás y ¡a la "teología latina" en pleno! de no entender.
Si no ha entendido esta segunda respuesta, entonces no puedo ayudarle porque es incapaz de entender lo que necesita para esta discusión. Pero si lo entiende, entonces, de nuevo, lo apropiado en una discusión racional entre adultos es decir "he metido la pata hasta el fondo y he dicho una barbaridad, muchas gracias por mostrármelo" y estudiar un poquito más o preguntar para aprender. Y no pasa nada por reconocer una metedura de pata, porque somos adultos y cristianos y Cristo nuestro Señor es la Verdad.
Tercero, sí que ha acusado a Dios, porque es la misma Escritura la que dice que "Dios encerró a todos en el pecado" y que "en Adán todos pecaron". Mientras que, según usted,"A medida que se ha desarrollado la civilización, la doctrina de una responsabilidad colectiva - algo propio de las sociedades primitivas y arcaicas - de un pecado original colectivo, nos parece - [...] más propio de un Tirano que de un Dios misericordioso" y por eso la "teología humana latina" ha "envejecido mal". ¡A quien acusa usted con eso que ha dicho es a la Palabra de Dios, no a la "teología humana latina"!
Cuarto, parece usted pensar que mi tradición es únicamente la latina, como si el Crisóstomo, el Confesor o el Nacianceno y los demás no fueran tan míos como suyos o del Patriarca Bartolomé. Soy hijo de la Iglesia y mías son todas sus riquezas, a oriente y a occidente, al septentrión o al mediodía, por derecho de herencia.
Quinto, evidentemente, el que debería repasarse el Magisterio infalible sobre el Pecado original es usted, porque lo desconoce por completo. Basta leer, por ejemplo, lo que definió Trento sobre el asunto, para ver que es precisamente lo que yo he dicho.
El tema de las distinciones entre la visión oriental y occidental de algunos puntos de la fe es interesantísimo y se puede discutir con fruto, me parece a mí. Por ejemplo, ¿son distintas la idea latina de purgatorio y la idea oriental de "una temporada en el infierno" o son una distinción sin diferencia? Y lo mismo con la asunción y la dormición o la inmaculada concepción y la panhagia, por ejemplo. Sin embargo, venir aquí armado con la ignorancia, las malas artes dialécticas y, sobre todo, la obstinación de no reconocer los propios errores no lleva a ningún sitio ni puede dar ningún fruto bueno. Discuta usted como se debe, con la humildad y el deseo de conocer la verdad que se precisan, y todo irá bien. De otro modo, es mejor que acuda a otro sitio donde resulte aceptable simplemente reñir y desahogarse.
Dios le bendiga abundantemente.
¿Será por eso por lo que muchos sacerdotes ya no confiesan o lo hacen colectivamente con vagas acusaciones que no se sabe a qué se refieren? "Perdóname, Señor, que algo he debido de hacer mal, pero no sé qué es"
A mi me parece muy sencillo de entender. Siempre, eso sí, que prescindamos de las categoría temporales con que inevitablemente medimos la secuenciación de cualquier acontecimiento terrenal.
En el principio, Dios creó al hombre (Adán y Eva) como criaturas suyas. Y criaturas digamos "privilegiadas", en tanto en cuanto puso todo lo creado bajo sus pies y dominio. Pero no, no los creó como hijos Suyos. Sabemos que Adán y Eva cayeron en la tentación y desobedecieron a Dios, motivo por el que fueron expulsados del Paraíso. La doctrina de la Iglesia y la patrística coinciden en que ya desde ese mismo momento -e incluso antes- Dios tenía pensado su plan de Salvación para ellos y para todo el género humano- que es un plan de Salvación que tiene el poder de restaurar o reparar toda la genealogía del hombre, de principio a fin.
Lo más asombroso de ese plan de Dios, al menos para mí, no es que se haga hombre (porque se hace verdaderamente hombre), sino que abajándose todo un Dios todopoderoso a la mierdecica que somos nosotros, nos haya elevado con ello nuestro rango/categoría hasta el infinito, pues, por pura gracia Suya, dejamos de ser simples criaturas privilegiadas, para convertirnos nada más y nada menos que en hijos de Dios, por la gracia del bautismo. No es sólo que haya venido a salvarnos, no; es que además lo hace a lo grande, convirtiéndonos en sus herederos (¿"la medida del amor es el amor sin medida"?).
Pues bien, del mismo modo que aceptamos que, con la Encarnación del Hijo de Dios en María Santísima y su posterior Pasión y muerte en la Cruz, se hizo biológica y materialmente posible que Jesús pudiese nacer de una Mujer concebida sin pecado original (pese a ser cronológicamente posterior en el tiempo a Ella), no veo cuál es la dificultad para aceptar que Jesús no sólo restauró la naturaleza herida de su Madre desde antes incluso de su concepción, sino la de nuestros primeros padres, convirtiéndolos asimismo en hijos de Dios.
Siempre igual, una sarta de chorradas leídas por ahí, medio digeridas, interpretadas de forma absurda y mezcladas con errores de bulto. Siempre pontificando, con intención de escandalizar y sin la menor intención de escuchar a los que saben algo del asunto. Y siempre con la treta ridícula de escribirlas en un post anterior, para intentar volar bajo el radar.
Deje de perder el tiempo, hombre, y de hacérnoslo perder a los demás. Si quiere aprender, venga y pregunte y aprenda. Si no quiere aprender, dedíquese a jugar al dominó o algo, pero no aquí.
Dios le bendiga.
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