Subirse al carro de la humildad
“Dadme dos carros, uno tirado por la justicia y la soberbia y otro por la humildad y el pecado, y veréis cómo el del pecado adelanta al de la justicia, no por sus propias fuerzas, sino por las de la humildad unidas a él; mientras que veréis al otro vencido, no por la fragilidad de la justicia, sino por el peso y la hinchazón de la soberbia.
[…] Si la humildad unida al pecado corre tan veloz que deja atrás a la justicia unida a la soberbia, ¿hasta dónde llegará si se une a la justicia?”
San Juan Crisóstomo, Comentario al Evangelio de San Lucas (citado por Santo Tomás, en la Summa, II-IIae, q. 161)
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Las homilías y los comentarios de San Juan Crisóstomo siempre son una delicia. Por algo los fieles le llamaban “boca de oro”, con esa certeza casi infalible que tiene a veces la gente llana para los motes. Además de su indudable habilidad oratoria, sin embargo, lo que hacía que sus palabras fueran auténtico oro era la capacidad de explicar la Escritura a sus oyentes con sencillez, pero a la vez con una gran profundidad. Estas líneas del Crisóstomo recordadas por Santo Tomás (que se nutría de la Escritura y de los santos padres más que de ninguna otra fuente, incluido Aristóteles) son quizá la mejor explicación breve que he leído en mi vida de la parábola del fariseo y el publicano.
Los pecados del publicano, que estaban a la vista de todos, eran sin duda mucho mayores que los del fariseo y no eran pecadillos de mentira, como a veces pensamos, sino verdaderos pecados: feos, injustos, asquerosos e injustificables. Los publicanos generalmente eran extorsionadores, corruptos y miserables, que se enriquecían a costa de los demás, incluidos especialmente los pobres y los pequeños. Por otro lado, el fariseo muy probablemente haría multitud de obras buenas reales, ayudaría a los pobres y se comportaría como un tipo decente, cumplidor y piadoso. La diferencia entre ambos era real, no una invención del fariseo: el publicano se había subido al carro tirado por el buey del pecado y el fariseo al carro tirado por el buey de la justicia.
Cada uno de sus carros, sin embargo, estaba ocultamente tirado por un segundo buey, por un vicio o una virtud que no era visible. Junto a la justicia, del carro del fariseo tiraba también una soberbia invisible (tan invisible que él mismo no la veía) y, como sugiere San Juan Crisóstomo, la soberbia siempre está lastrada por el tremendo peso de la exagerada importancia que el soberbio se atribuye a sí mismo y se va hinchando con las adulaciones, la arrogancia y la autosuficiencia. Ese vicio invisible es tan pesado que toda la justicia del mundo, todas las buenas obras y todos los actos de piedad no pueden moverlo. El olor de la soberbia, además, atrae a los demonios como la miel (o algo peor) a las moscas y esos demonios se agarran obstinadamente al carro e impiden que avance hacia el cielo.
El buey de la humildad uncido al carro del publicano era igualmente invisible, también para el propio publicano, que solo veía sus pecados. En cambio, era ligero porque el humilde se tiene a sí mismo en poca cosa y no hay orgullo que lo ancle. Dispone, además, de fuerzas inagotables, ya que no confía en sus propias fuerzas, sino en las que vienen de lo alto, es decir, en la gracia de Dios. La gracia no tiene fin y puede hacerlo todo, también perdonar los pecados más graves, como los del publicano. Por eso, la humildad repele a los demonios más aún que el agua bendita y atrae al Espíritu Santo, como un viento favorable que hace ligero el camino hacia el cielo.
Solo esto bastaría para que la explicación que hace San Juan Crisóstomo de la parábola fuera magnífica, pero nuestro Boca de Oro no se quedó ahí y ahondó aún más, haciéndonos pensar en cómo sería un carro en que la humildad se uniera a la justicia, en vez de al pecado. Es esencial pensar en eso, porque ese carro, más veloz que ningún otro, es precisamente el que tiene planeado Dios para nosotros.
En efecto, la escena del publicano y el fariseo no es un final, sino un comienzo. La humildad es el inicio de la santidad y la virtud, del mismo modo que la soberbia, como muy bien saben los demonios, lleva de forma inexorable a la rebelión contra Dios y a todos los vicios. El buey visible y el invisible están en lucha: uno tira del carro hacia el cielo y el otro lo retrasa o lo detiene. Por eso, antes o después uno tiene que prevalecer sobre el otro. A Dios no le da igual que pequemos o no. Él nos ha creado para el cielo y no para que permanezcamos cómodamente hundidos en nuestros pecados mientras nos damos golpes de pecho y proclamamos de boquilla lo malísimos que somos.
La auténtica humildad lleva a la virtud, al igual que la soberbia, por su propia naturaleza, lleva al vicio: al final, el buey invisible prevalece sobre el visible y lo expulsa del carro para encontrar otro semejante a sí mismo. La soberbia vicia todas las virtudes y las destruye desde dentro, hasta que no son más que cáscaras huecas y podridas. La humildad deja que entre la gracia de Dios para sanar todos los vicios y sustituirlos por santidad y auténticas virtudes. El soberbio termina negando a Dios para afirmarse a sí mismo, mientras que el humilde dice, como nuestra Señora, “hágase en mí según tu palabra” y esa Palabra lo perdona, lo transforma y lo santifica de verdad.
Eso es lo que vemos al final de la parábola: los dos salieron del templo, no se quedaron en él, porque estamos ante un comienzo y no ante un final. Y el comienzo fue muy diferente para los dos personajes. Uno salió del templo justificado (que, en lenguaje bíblico, quiere decir santificado) y otro no. El publicano salió del templo perdonado y con la gracia necesaria para emprender, en compañía de los santos y de los ángeles, el camino estrecho que lleva hacia el cielo y que requiere la virtud. El fariseo salió del templo reafirmado en su soberbia, rodeado por demonios y con los pies en el camino ancho que lleva a la perdición, por el que poco a poco se van abandonando las virtudes.
En eso se nota que la humildad era verdadera y la soberbia no era solo una habladuría: una puso en marcha el carro para que marchara ligero hacia su destino y la otra lo detuvo atrapándolo en el fango. Así se responde a la pregunta que nos hacía el Crisóstomo. ¿Hasta dónde llegará la humildad si se une a la justicia? Hasta el mismo cielo.
Pidamos a Dios, por intercesión de San Juan Crisóstomo, que nos dé el don de subirnos al carro de la humildad. O al menos, de darnos cuenta de que estamos subidos al otro carro.
79 comentarios
(S. Josemaria, Forja pto 599)
Mal asunto si ya habremos sido juzgados antes de que nuestro se enfríe ;) Que Dios nos humille en vida.
Quiero felicitarlo por lo que ha escrito, porque deja muchas enseñanzas.
Pero hay algo que me llena de desconcierto.
¿Cómo es posible que usted, siendo un laico, se haya expresado como si fuera sacerdote?
Actualmente de los seminarios salen muchos sacerdotes que dejan mucho que desear, a causa de la mala o nula formación.
¿Por qué los laicos hablan como sacerdotes? ¿No debiera ser al revés?
"Las homilías son esto; no literatura"
Siempre he pensado que debería ser obligatorio que, al preparar una homilía, los sacerdotes leyeran lo que decían los Padres de la Iglesia sobre esas lecturas. O al menos que leyeran cualquier texto de los Padres durante media hora, para que se les pegara algo.
Al fin y al cabo San Juan Crisóstomo es patrimonio de todos, yo tengo un viacrucis de los Padres de la Iglesia que profundiza más en la Pasión de Cristo que los improvisados y rutinarios viacrucis de mi párroco porque no se molesta en buscar los textos adecuados.
"¿Cómo es posible que usted, siendo un laico, se haya expresado como si fuera sacerdote?"
Yo creo, como dice África, que el problema es que todos nos hemos secularizado, sacerdotes y laicos. Como es lógico, en los sacerdotes se nota más, pero esta época incrédula y pagana en que vivimos nos afecta a todos.
Tenemos que volver a las raíces de la fe y entonces encontraremos a Dios en todas las cosas y no nos cansaremos de hablar de Él.
Además, porque, sabiéndonos indignos de la merced de Dios, de su perdón, no cesamos de pedir perdón a Dios por nuestros pecados, por si acaso Él quiera apiadarse, nos perdone y quiera llevarnos al cielo; así el buen ladrón, que ni se atrevía a mirar al Señor, tan solo pidio que su causa sea recordada por el Justo Juez, considerándose indigno de más alto beneficio. Y así también ni el mismísimo san Pablo, cuya alma estaba llena de dones y carismas del Espíritu Santo, se atrevía sin revelación divina a considerarse justificado, aunque su conciencia de nada le acusaba, y por eso confesaba: mi Juez es el Señor.
Dado que Bruno en su sabia respuesta a Claudio ha practicado la Humildad que nos propone en este post, sin su permiso (De Bruno) voy a complementar su respuesta.
Bruno se ha formado cristianamente en uno de los mejores grupos que tiene hoy en día la Iglesia (a pesar de las injustas y malvadas críticas que vierten los envidiosos). Además posee una formación teológica que para mí la quisiera yo. Por eso cada post que escribe es un regalo para los católicos que deseamos seguir aprendiendo.
Y lo más importante para mí: Transmite un amor a Dios y a Su Iglesia que es ejemplo de perfección para todos.
¡Gracias Bruno!
¡Feliz y provechoso fin de semana para todos!
Esta parábola queda abierta porque sabemos lo que va a hacer el fariseo que se encuentra tan maravilloso, lógicamente los dos bueyes seguirán tirando de la misma manera; pero no sabemos lo que va a hacer el publicano..."
¡Excelente reflexión!
El fariseo no contaba con que la vanidad, la soberbia y el desprecio al prójimo también son graves pecados que niegan el mérito de Dios y de la acción de Su Gracia en nosotros para nuestra santificación.
El publicano (quien no contaba como nosotros con la fortuna del Sacramento de la Reconciliación, que nos da la certeza del perdón divino recibido), "salió justificado" como sale justificado hoy el fiel católico que con sincero corazón se confiesa cumpliendo con las condiciones requeridas por la Iglesia.
Contamos con que el publicano salió con la mejor disposición para evitar el pecado y enmendar su vida en adelante. Sería inaudito pensar que el Señor aprobara que el hombre pecador patentemente arrepentido, llamado a ser transformado por el Evangelio y habiendo encontrado el 'Tesoro Escondido' del Reino de Dios, siguiera cómodamente pecando sin el mínimo dolor de sus faltas, propósito firme de enmienda y ni siquiera vergüenza ante Dios. En palabras de San Pedro: "el perro vuelve a su vómito" y "la puerca recién bañada vuelve a revolcarse en el lodo". 2 Pe 2,22
Una de las pruebas del Amor de Dios hacia nosotros, es cuando en esta vida no alcanzamos lo que queremos, si fuera asi, seguro que no habria quien nos tosiera.
Hay que tener cuidado hasta con los actos humildes, la soberbia es tan puñetera, que a veces hasta se disfraza de humildad.
El Señor no nos ha querido regalar un detector de soberbia, asi que no nos queda otro remedio, que estar en guardia, cuesta mucho reconocer que todo, absolutamente todo lo bueno que sabemos y hacemos es gracias a Dios.
Comenzamos el mes de la humildad, hoy S. Teresita, camino de infancia, el lunes S. Francisco de Asis, S. Teresa de Jesus, el 15, y sobre todo la gran humilde por excelencia, mes de la Virgen Maria.
En efecto, creo que debemos orar a María por esta virtud fundamental: la humildad.
Y, todos y toda la Iglesia hemos faltado, consintiendo que el orgullo prevalezca en nuestros actos, hasta haber quedados envueltos en la gran oscuridad de la actual confusión.
Así, se me ocurre pensar sería oportuno, la Iglesia nos invitara a participar de un Mea Culpa solemne y universal en reparación de todos los actos de soberbia habidos durante los siglos del vida de la Iglesia.
Por otra parte la lectura de los Padres de la Iglesia es altamente recomendable para todos nosotros y más en estos tiempos.
Quizás hayamos pasado de largo ante esta afirmación:
Pueblo de reyes, asamblea santa
Pueblo sacerdotal, pueblo de Dios
Bendice a tu Señor.
Debido a que los judíos parecen dar mucha importancia al concepto de justo (tzadik) quise averiguar si los Evangelios recogían ese concepto también y, usando la Nácar-Colunga que es mi Biblia de cabecera, encontré que en el Evangelio de San Mateo se empleó bastante, en el de San Marcos menos, en el de San Lucas un par de veces y en el de San Juan desaparece. Cotejando con Biblias más modernas veo que, tanto sustantivo como adjetivo, han sido sustituidos por sinónimos.
Tengo el número exacto del empleo de justo y Justicia en cada uno de los Evangelios, pero, desgraciadamente, no en el lugar donde me encuentro lo que me obliga a ser inexacta.
Es sorprendente que diga que uno de bueyes que tiraban del fariseo se llamaba Justicia, entiendo que no pueda llamarlo Misericordia pero era el buey que tiraba de las obras del fariseo, pero no de las del publicano.
Entonces, ¿qué sentido tiene aquí la palabra Justicia? Para nosotros la Justicia es una virtud cardinal, es decir moral, pero no era ese el significado que tenía para los judíos.
El Justo por antonomasia es Jesucristo, pero llamarlo justo no implica que fuera bueno o que diera a cada cual lo que era suyo, sino mucho más.
Creo recordar vagamente las personas a las que los Evangelios llaman justos, desde luego uno es San José y los otros creo que Zacarías, San Juan Bautista, José de Arimatea y en los Hechos solo hay uno: el Centurión Cornelio.
"No nos avergoncemos de confesar al Crucificado. En cualquier ocasión, con fe, tracemos con los dedos una señal de la cruz: cuando comemos el pan o bebamos, cuando entremos o salimos, antes de dormirnos, cuando estamos acostados o nos levantamos. Tanto si estamos en movimiento como si permanecemos en nuestro sitio. Es una ayuda eficaz: gratuita para los pobres y, para quién es débil, no requiere ningún esfuerzo. Efectivamente, se trata de una gracia de Dios: contraseña de los fieles y terror de los demonios...Por esto, no despreciar aquel signo, solo porque es un don; al contrario, honra por esto todavía más a tu bienhechor."
Todo lo que no es tradición, es plagio.
Actualmente el término tzadik en el Judaismo es más amplio porque cubre, no solo a los judíos, sino a todos aquellos que cumplen la Ley Natural, lo que es un interpretación talmúdica posterior. Según el Talmud los Tzadikim Nistarim pueden ser de cualquier pueblo o religión, lo que está en contradicción con la Biblia que llama justo al que sigue la Ley Mosaica, ya que a estos se les exige solo seguir la Ley Noáquica o Ley Natural.
En mis investigaciones sobre los salvadores de judíos observé que los llamaban tzadikim, incluso los mismos judíos salvados decían a su salvador: "eres un tzadik" en el sentido que, según el Talmud los "36 Justos", que existen en todas las generaciones, en la época de la Gran Desolación se levantan del anonimato, cumplen su acción salvadora y desaparecen otra vez en el anonimato. Pero esta interpretación de tzadik pertenece a la mística judía y no existía como tal en el Siglo I. Por eso, si alguien ha oído hablar al Yad Vashem de "Justos entre las naciones, entienda a qué se están refiriendo.
El cumplimiento de la Ley de Dios para nosotros no es por si mismo camino de salvación si no va acompañado, como dice Crisóstomo, de la Humildad o reconocimiento de que todo es Gracia. Si los dos bueyes que tiran son la Humildad y la Justicia entonces se alcanza la Santidad.
El orgullo campea por el mundo, y naturalmente su príncipe usa de él contra la Humilde María.
Que la Iglesia reconozca su orgullo, desde el Santo Padre hasta nosotros los fieles, y ofrezca a Dios un MEA CULPA solemne y universal.
El acto de orgullo más grave que afecta a la Iglesia actualmente es el rechazo a la Virgen, no confesado abiertamente, sino disimulado, bajo argucias. Tales como las que pretenden afirmar un cristo-centrismo sin María; u oponer la devoción a Cristo contra la de Su Madre, como si fueran divergentes o excluyentes entre sí; o advertir contra el supuesto riesgo de hacer de la Virgen una divinidad, “una diosa”, infundio dicho en la homilía de la Misa por un sacerdote que se dice mariano. Tales disparates, debilitan la adhesión de la Iglesia a la Misión extraordinaria que cumple María de parte de Su Hijo.
María es la excelencia de la más absoluta humildad, lo que le ha permitido desaparecer de Sí misma hasta ser “toda transformada en Dios por la gracia y la gloria, que transforma a todos los santos en Él” (S. L. de Montfort, Trat. de la Verd. Devoción, 27). Sólo María posee la inmensidad necesaria para que el océano de Dios habite en Ella: “¡Oh altura incomprensible! ¡Oh anchura inefable! ¡Oh grandeza desmedida! ¡Oh abismo impenetrable!” (id. 7). “El signo más infalible y más indubitable para distinguir a un hereje, a un hombre de mala doctrina, a un réprobo, de un predestinado, es que el hereje y el réprobo no tienen sino desprecio o indiferencia para la Santísima Virgen, tratando, por sus palabras y ejemplos, de disminuirle el culto y el amor, abierta u ocultamente, a veces con pretextos especiosos” (Id 30).
Que algo hemos podido hacer desde entonces, sobre todo, a partir de Cristo que sembró su Reino entre nosotros.
Pero, al Reino lo tenemos más que abandonado; hemos permitido que el enemigo se apodere bastante de él. Nos hemos rendido al mundo, a sus prodigios, a las astucias del demonio, que nos ha hecho bajar la guardia.
Entonces, nos consideramos incapaces de hacer que el Reino se extienda hasta los confines de la tierra. Porque el orgullo nos hace creer que todo depende de nuestra buena voluntad, y vemos que fracasamos a pesar de ella.
No entendemos, el orgullo nos lo impide, que no podemos hacer nada por nosotros mismos frente al demonio que nos supera. Debemos apelar a la Señora Vestida de Sol, la Virgen, que tiene la Misión de pisar la cabeza del dragón.
Si nos unimos a María y a su ejército de la milicia celestial, de bienaventurados y de hijos fieles de la tierra, podremos empeñarnos en la gran tarea de la CONVERSIÓN del mundo.
En vez de llorisquear, protestar, acusar, tomemos las armas de la milicia cristiana y avancemos de las Manos de María hacia la conquista de la tierra para edificar en ella el Reino de Dios hasta que Cristo Venga y lo instaure en su Plenitud.
No hay poder eclesiástico, ni político, ni militar que nos pueda impedir que Evangelicemos a nuestros hermanos del mundo entero.
Pongamos en las Manos de María los méritos de nuestros esfuerzos, trabajos, oraciones, sacrificios y buenas obras, a fin de que Ella los perfeccione, colme y distribuya a dónde Ella decida. Veremos, entonces, cómo prospera el Evangelio, cómo la Conversión avanza más allá de toda frontera ideológica, política, física, espiritual, o militar.
Sólo contando con la Aurora de María obtendremos la conciencia de auténticos Evangelizadores, para quienes no hay obstáculos que los detengan.
"Ha venido el Día ¿Y no lo ven? Ha venido la Misericordia ¿Y no la aceptan?"..."Id y Evangelizad; no os fijéis donde. En el lugar donde estéis, Evangelizad a vuestros hermanos que nada conocen de la Palabra de Dios. No lo olvidéis, Evangelizad" (Mens. de Jesús en San Nicolás).
¡No confiemos en nosotros, confiemos en María!
Estamos demasiado agobiados en recoger los escombros que el demonio arroja diariamente en el camino. No nos dejemos embarullar por su astucia. Con esos escombros nos detiene en la marcha y desgasta nuestras fuerzas y tiempo.
Además, es más fácil y ocioso criticar, quejarse, murmurar, que ponerse de pie y avanzar.
No nos distraigamos en cosas de un pasado que no volverá. El tiempo del “hombre viejo del pecado” termina, para dar lugar al tiempo del “hombre nuevo” nacido en Cristo por el Bautismo. Tengamos la humildad de renunciar al “hombre viejo” que nos limita y paraliza.
En tierras de conquista, cuentan poco las eruditas bibliotecas y los egregios palacios. Lo atestiguan los trabajos de los Apóstoles, En el Nuevo Mundo, aún nos abrimos paso a fuerza de machetes. En el Mundo Nuevo que trae María, esto es, la Transfiguración del mundo del “hombre viejo”, debemos marchar aliviados de antiguos pertrechos, y vestirnos con las armas de la Luz. “¡Marta, Marta, te afanas por muchas cosas! Una sola es necesaria. María eligió la mejor parte” (Lic 10, 41-42).
Escribe, Madre, el Evangelio en las puertas de las casas, en los frontispicios de los palacios de gobierno, en el cielo matutino, y en el nocturno, escríbelo con las estrellas.
Que tus Mensajes lleguen a los pueblos, naciones y culturas mediante los medios de comunicación, radio, TV, móviles, etc.
Lluevan volantes impresos con tus Palabras sobre ciudades, campos, desiertos, montañas, polos y mares, como llovieron el maná y las codornices en el desierto.
Ningún camino Te es vedado.
¡Oh, Primera Evangelizadora!, haz los prodigios que el mundo necesita. Suple la inercia que aqueja a tu Iglesia postrada, a nuestra mente oscurecida y corazones entumecidos por el frío de la apostasía, que caminamos bajo el peso del “hombre viejo del pecado”.
¡Oh, Aurora que resplandeces en la Luz de la Gloria de Cristo que se manifiesta en el horizonte de la Iglesia, de la humanidad y del universo todo! Haz que se manifieste nuestro “hombre nuevo”, nacido en Cristo por el Bautismo.
Entonces, trabajando bajo tu Conducción, lograremos la Conversión del mundo, y con ella estableceremos la unidad de la gran familia de los hijos de Dios.
Sólo la humanidad unida en Cristo por la Conversión, podrá realizar aquellas obras inmensas propias del todo, que ninguna de las partes puede realizar por sí sola.
Sólo los estúpidos rechazan ser humildes.
Con lo que llegamos a que, tanto la una como la otra van, más allá de la mera percepción porque están en el interior del corazón del hombre.
Confundir la aspereza con soberbia y la untuosidad con humildad es bastante frecuente.
La admiración por la conducta de otros no se lleva bien con la soberbia; el soberbio, por su propia esencia, jamás reconocerá tal cosa.
El no medirse con los demás parece una buena medida, pero también es una forma de evadir darle a otro el primer puesto. El puesto, como advirtió Jesús a la madre de los Zebedeos, lo dará Dios, pero eso no es óbice para que uno crea que el otro tiene más merecimientos. Ponerse mentalmente en el último puesto y conformarse con él implica falta de soberbia.
Digamos una vez más que los santos son una alabanza al Espíritu Santo, porque nadie puede ser santo sin la gracia del Espíritu. Él, con su gracia, nos hace parecidos a Jesús. Eso está muy claro en San Francisco de Asís, a quien recordamos hoy.
El pobre de Asís es uno de los santos que mejor reflejan la pobreza, la alegría y el amor fraterno de Jesús. Pero la hermosura de su corazón podría expresarse sintéticamente como apertura. Todo lo existente era objeto de su amor, de su admiración o de su compasión fraterna, y por eso le cantaba a Dios por la "hermana luna", el "hermano fuego", la "hermana hierba". Así vemos cómo el Espíritu Santo no nos encierra en nosotros mismos, sino que nos pone en comunión fraterna con la realidad.
Su corazón pacificado no se resistía ni se llenaba de tensiones ante las contrariedades de la vida o de la naturaleza, sino que reaccionaba con un espíritu de feliz aceptación. Eso lo convertía en un modelo de permanente alegría.
Su mirada de amor cautivaba y exhortaba a vivir de otra manera. No necesitaba insistir ni presionar a los demás para obtener una respuesta generosa. Servía con sencillez el banquete del Evangelio que atrae por sí mismo, por su propia hermosura. Movido por el Espíritu Santo, Francisco salía permanentemente de sí mismo para adorar, para reconocer la belleza de las cosas, para servir con humildad a quien lo necesitara, para perdonar a quien lo ofendía. Su pequeña existencia, por estar completamente apoyada en el "altísimo y buen Señor", era una inestimable combinación de ternura y de vigor.
Su mensaje y la belleza de su testimonio provocaban conversión y reconciliación fraterna por donde pasaba. El beso que dio a un leproso refleja su capacidad de mirar a los demás con la mirada de Dios. Y el Espíritu Santo lo identificó tanto con Cristo, que le regaló las llagas que recibió en las manos, en el maravilloso encuentro con Jesús que vivió en el monte Alvernia. Es bello dejarse transformar por el Espíritu Santo de esa manera, porque mientras más nos parecemos a Jesús, más alegría podemos experimentar en la vida. Invoquemos al Espíritu Santo para que podamos vivir esa transformación.
Sin humildad no hay "aire", porque no se permite la entrada de la gracia.
Para mirar con alientos que impidan retraerse ante la mole descomunal de un mundo por evangelizar, se requiere humildad. Es decir, despreocuparse de nuestra mísera y enjuta condición, y confiar ciegamente en la Omnipotencia Suplicante de María, que intercede por nosotros, Primera Evangelizadora, Madre del Evangelio, Trono de la Gracia.
El humilde mueve las montañas, porque sabe que él no lo puede hacer.
El que no reconoce su nada, realiza cosas efímeras, surgidas de una mente y corazón necios.
La Iglesia debe reconocerse impotente humanamente, en un acto confeso explicito, solemne y público, en el que clame humilde la ayuda de su Madre y Reina, la Señora Vestida de Sol. la que pisará la cabeza del dragón.
Su lo hace, recibirá la sabiduría y poder necesarios para el cumplimiento de su misión eminente.
A S. Antonio de Padua para probar su humildad, le envió a predicar a la plaza del pueblo en pelota picada, como S. Antonio reaccionó muy bien, aceptando lo mandado, al final no le mandó.
Esa idea de S. Francisco todo dulzura no es la verdadera, también era muy firme en lo que el creia que era su carisma, quera vivir la pobreza en grado sumo. No queria ni que sus hermanos tuvieran una biblia, porque pensaba que si la tenian se iban a creer alguien importante.
Es aparte de santo un personaje muy original, por sus contrastes.
Dios mandó a Abraham sacrificar a su primogénito para probar su fidelidad. En ninguna parte leo: Cuán original es Dios.
Las monjas de Iessu Communio cosen sus hábitos con tela vaquera, porque ese material es más barato que el habitual de las clarisas. Hay quién las critica por eso, pero ellas no han renunciado al carisma fundacional de Sta. Clara, discípula de S. Francisco de Asís.
Si no hay argia todo está iluna: Argirik ez badago ilunpean gaude. Yo no me metería en idiomas que no conozco para hacer gracietas porque lo más normal es que la pifies.
Rezo un Padrenuestro por tu corrección idiomática.
Si practicaras con el ejemplo serías modelo para mí.
Y parlamenta con el gobierno autonosuyo vasco que es quién por unificar todas las variedades del vascuencuence ha creado un bodrio de idioma: aeropuerto=aeroportua.
¡Me troncho!
Es el Origen de todo lo conocido y desconocido.
Tiene la cualidad del ser en Sí Mismo.
Oscuridad en Español es un concepto abstracto.
¡Dios te bendiga!
Te los pongo en el tubo de escape de la egazkina.
Me da igual su nick. Lo que no me gusta es el tenor de su comentario.
Y oscuridad es sustantivo abstracto. Yo no cobro por enseñar.
Yo estoy acostumbrada al catalán, pero no tanto como para jugar con él, tiene significados ocultos que a mí se me escapan y eso que es un idioma romance.
Cuando mentaron a tu familia injustamente te perjudicó mucho.
Imagínate que hubieran insinuado un insulto contra tu madre ya fallecida.
Respeto tu opinión sobre el euskera o cualquier otro idioma, pero te recuerdo que aquí quién modera, recorta o veta es el blogger.
No tengo nada contra ti y siempre te he respetado, pero no por eso voy a callarme si te arrogas el papel de Sta. Rita de Casia.
¡Buenas noches y Feliz descanso!
La humildad acepta los primeros, el orgullo los rechaza.
Porque el orgullo se opone a toda realidad sobrehumana. Acepta ingenuo las inventivas humanas de la ciencia, de la técnica, de la política, del arte, etc. Pero se escandaliza ante las obras de Dios, o inspiradas por Dios, que superan a las obras de los hombres, y muchas veces se oponen a ellas.
“Yo anuncio el final desde el comienzo, y desde mucho antes, lo que aún no ha sucedido; Yo digo: “Mi designio se cumplirá y haré todo lo que me agrade…tracé un plan y lo voy a ejecutar”… “Por eso, Yo seguiré haciendo prodigios, prodigios estupendos, en medio de este pueblo: Desaparecerá la sabiduría de los sabios y se eclipsará la inteligencia de los inteligentes”. (Cita dada por la Virgen en San Nicolás: Is 46, 10-11; 29, 14).
¿Que tiene eso que ver con la familia de nadie? ¿No ves los desproporcionado del asunto?
El euskera es un idioma minoritario que es normal no conocerlo, tiene menos hablantes que el húngaro, que es otro idioma no indoeuropeo. Mejor es dejarlo en paz, a no ser que a uno le guste tanto que se proponga estudiarlo, pero no son muchas las personas que lo hacen y lo entiendo.
Te he respondido en qué me faltó esa, si no lo leíste en su día, antes de que lo borrara Bruno, otros sí lo leímos.
Tú siendo profesora metes pifiazos en Español, todos lo hacemos, y yo no te corrijo.y ahora qué te pones ¿a llorar por un idioma inventado?
Es que vas de guay por la vida y luego tienes la piel muy fina. Espabila qué ya tienes edad.
Anda vete a la cama qué ya es hora.
Argia solo ha dicho que era original, y lo era, San Francisco de Asís es único. La originalidad de los santos es una teoría de C.S.Lewis que afirma que todos tienen personalidades muy acusadas y que no se parecen entre sí y en eso consiste la originalidad. Los santos no pregonan la igualdad sino todo lo contrario. Incluso el tipo de humildad puede ser diferente.
Que una persona humilde tenga que ser descolorida no es de recibo, puede serlo sin perder entidad por ello. La virtud de la Humildad y la de la Fortaleza no son opuestas porque las virtudes no se oponen entre sí.
La ofensa de esa contra mi madre, fallecida por desgracia, se produjo en el anterior post de Bruno, yo la contesté como merecía y Bruno nos recortó con toda justicia, los comentarios a ambos.
En este post, justo después de insertar yo un comentario en que se elogia la humildad de S. Francisco, ha escrito ella un comentario de doble intención, si no lo ves: no tienes ojos.
Claro que no hay ni un solo santo igual como no hay un solo hombre/mujer que sea igual. Porque Dios nos crea únicos e iirrepetibles.
P.ero en lo que sí son iguales todos los aantos es en su inmenso amor a Dios.
Algo que tú deberías saber.
Espero que esta expresión no moleste a nadie.
Pablo
Es que no me lo puedo creer, de verdad, que pienses que yo me he metido con tu madre, a la que no conozco de nada, mira que te lo puse detrás de la expresión, de que no te enfadaras, porque solo era una frase hecha, que el único significado que tenía es que no me habia hecho gracia que dijeras que mi planteamiento sobre tener Fe, era luterano.
Y la expresión que se suele utilizar es : "eso será tu abuela", no se utiliza a la madre.
Es solo una expresión, como si te dicen: vete a Burgos y contestas: va a ir tu abuela, que significa que no te apetece nada ir a Burgos.
Yo a veces encuentro algunas formas en los comentarios de desprecio, que me parecen impresentables, esta claro que no todos nos movemos en los mismos ambientes.
A mi no me interesa ofender a nadie, ni tampoco maltratarle.
A partir de ahora procuraré, que mis comentarios sean más prosaicos
.
Me has ofendido con la conclusión que has sacado de mi comentario sobre S. Francisco. Es un santo al que tengo gran admiración.
Por último, si te caigo mal, pasa de mi, s
Error: Yo no personalicé en ti algo que nos enseña Santiago: La Fé sin obras no puede probarse.
Pero tú, maja, cuando te acordaste de mi familia muerta sí que escribiste mi nombre.
Eso de Madrid al Sur está muy feo, muy feo.
Me alegro mucho de que te agrade S. Francisco de Asís, a mí también. Que tu comentario fuera detrás del mío fue pura casualidad. Una lástima que yo no crea en casualidades.
Yo soy católico y no tengo malquereres ni fobias, ni tan siquiera me cae mal nadie per se. Simplemente contesto a los comentarios que me interpelan, a la mentalidad, no a la persona.
Practica con el ejemplo el pasar de mí. Yo haré lo mismo.
¡Qué Dios te bendiga!
Tu puedes ensalzar unas cualidades de S. Francisco y yo otras. Aparte que lo que yo cuento sobre todo son anecdotas porque me he leido su vida y casi todo lo que se conoce del él segun la BAC, y otros autores.
Si pones atención, hay dos sacerdotes que tienen blog en Infocatolica, y que comentan, que la imagen de S. Francisco, hoy en dia está muy distorsionada de la realidad.
Y eso es lo que comento yo.
Paz y Bien como dicen los franciscanos.
Aparte de Bruno y el padre Jorge González Guadalix que está de merecido deacanso, no leo más artículos en infocatólica.
Es muy posible que haya malinterpretado tu comentario, si es así: Mi más sincera disculpa.
Errare humanun est.
¡Dios te bendiga, Argia!
La soberbia saca a nuestra persona del quicio de la realidad: la hace girar en torno a nuestro yo estrafalario y contradictorio, en vez de centrarla en torno a la Verdad que nos trasciende, al Infinito que nos envuelve con su sabiduría, amor y poder.
La humildad allana los caminos, aproxima los horizontes. Nos muestra el mundo como nuestra morada familiar, amable y gobernable; no como la selva inhóspita y traicionera.
Por eso, la Virgen nos dice: “El enemigo ha sido ya atacado, Yo lo venceré, ya he comenzado a vencerlo…La Madre de Cristo, triunfará sobre satanás, porque junto a Ella estarán los humildes de Su Hijo” (San Nicolás, 17-2-1989).
La Victoria de María es la conversión del mundo. Éste es el grande y único objetivo que debe proponerse la Iglesia: “Quiero que trabajen en mi causa” (San Nicolás 1-12-1983), “El Señor tenga misericordia con el mundo entero, y que el mundo entero responda a su llamado de conversión” (San Nicolás 14-12-1983).
Si no se atreve a encarar la conversión del mundo, la Iglesia demostraría una gravísima anemia espiritual, acidia es el término que la designa. La Virgen no propone cosas irreales, o imposibles.
La conversión de nuestros casi ocho mil millones de hermanos, configurará una tierra, y hasta un universo diferentes de los que dejó la caída original. La conciencia de esta vocación y la responsabilidad que implica para cada miembro de la Iglesia, nos arrojará fuera de la pocilga en que discurrimos, sin atinar a empeñarnos en la tarea magna de edificar la Nueva Edad del Reino.
Desde la humildad de nuestra impotencia, abordemos la reconquista del mundo para Cristo, bajo la Conducción de nuestra Madre. De Ella y de nosotros será la Victoria
SAN BRUNO
FUNDADOR DE LA
ORDEN DE LOS CARTUJOS
6 de Octubre.
La humildad no se opone a la defensa de la Verdad, sino que la acrecienta.
El ángel de la guarda le dijo a María Valtorta: "En el espíritu del justo, y especialmente en el del instrumento extraordinario, debe anidar siempre la convicción de que, al ser Dios para él la fuente, él es, en consecuencia, cauce.
Así pues, lejos siempre de pronunciar la demoníaca frase: ‘Yo Soy’, que es la causa perenne de todo mal. Dios únicamente es. Sólo Él puede decir: “Yo Soy. Soy por Mí mismo”. Todos los demás son porque Él los hace ser. Los instrumentos son porque Él los hace tales. Por su propia virtud nada son y nada serían jamás."
El mundo del "hombre viejo del pecado" ha agotado sus posibilidades de supervivencia, está naturalmente, a causa de la caída original, sometido a la ley de la muerte.
La virtud, o el pecado, tienen su resonancia en las cosas materiales a causa de la relación sustancial, óntica, del hombre con ellas. Es decir, influyen para bien o para mal en el orden que las rige.
Por eso, la conversión de la humanidad traerá un renacer del orden en la tierra y en el universo.
Debemos trabajar con urgencia en favor de la conversión del mundo. En ella están los frutos de la Redención.
Tarea magna que debemos abordar bajo la Conducción de la Virgen, bajo el resplandor de la Luz de la Gloria de Cristo, que ya alborea sobre la Iglesia, la humanidad y la Creación toda.
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