Historias de santidad en Chile
A veces pienso que, si fuéramos capaces de ver las cosas como realmente son, nuestros libros de historia cambiarían por completo. Multitud de acontecimientos, tendencias y personajes que parecen ser fundamentales para entender el devenir histórico apenas merecerían una nota al pie, mientras que otros que no se estudian en las universidades necesitarían un curso entero para ellos solos. A fin de cuentas, el acontecimiento central de la historia de la humanidad pasó completamente inadvertido para los historiadores de la época, en un pueblecillo de una provincia remota del Imperio romano.
“La gloria de un país son sus santos” y quizá se podría escribir la historia de cada país, la auténtica historia de un pueblo, al hilo de sus santos. Sería una historia políticamente incorrecta, eso sí, porque de inmediato cuestionaría las modas y falsos dogmas del presente, algo que ningún historiador de prestigio osaría hacer. Sin embargo, merecería sin duda la pena, porque los santos son los únicos que se toman en serio la realidad y, en medio de la penumbra característica de nuestra naturaleza caída, disponen de una luz especial para verla y comprenderla.
En ese sentido, en los años que pasé en Chile, una de las cosas que más me impresionaron fue enterarme de que el país solo tiene dos santos canonizados: Santa Teresa de Los Andes y San Alberto Hurtado SJ. Para un español, acostumbrado a los cientos y cientos de santos de su propio país, algo así resulta difícil de imaginar e incluso causa una cierta tristeza. Por supuesto, cuando uno piensa en ello, lo entiende enseguida, porque Chile apenas tiene cinco siglos de historia cristiana y, además, su lejanía de Roma dificultó mucho los procesos de canonización antes de la época actual.
Eso no quiere decir, sin embargo, que Dios no haya derramado sus gracias abundantemente al oeste de los Andes. Hay numerosos católicos que vivieron y murieron “en olor de santidad” en tierras chilenas. Algunos de ellos están en proceso de beatificación y ya son venerables, siervos de Dios o beatos, mientras que otros simplemente suscitaron la devoción popular o incluso permanecieron ocultos en el silencio de Dios. Sobre ellos trata un nuevo libro: Historias de santidad en Chile, publicado por Vita Brevis.
En este libro, en el que han colaborado chilenos y españoles (entre ellos, yo), se cuentan veinte de esas “historias de santidad”, que revelan que Dios sigue llamando a hombres y mujeres para que sean santos como Él es Santo. Algunos de los protagonistas eran españoles que vivieron y murieron santamente en lo que entonces se llamaba el Reyno de Chile, otros chilenos nacidos después de la independencia y también aparecen en el libro chilenos de adopción (como el capuchino alemán que pasó casi toda su vida en la Araucanía chilena y llegó a ser obispo), de familia o de corazón: todos son gloria de Chile y de la Iglesia universal, que quizá un día los canonice y cuyo juicio, por supuesto, no pretendemos suplantar.
La gracia de Dios nunca se repite y las historias que se cuentan en el libro no podrían ser más variadas: desde el hijo de un caudillo indígena mapuche al primer cardenal chileno; mártires jesuitas de los tiempos de la conquista española y un mártir asesinado en la guerra civil de España; un médico que se dedicó a curar a los pobres hasta su ancianidad y una muchachita, poco más que una niña, que dio la vida por amor a su madre y a la pureza; un antiguo esclavo negro y un joven de familia rica; un fraile portero y dos obispos evangelizadores; jesuitas, franciscanos, capuchinos, una carmelita, un religioso de los Sagrados Corazones, un agustino y un claretiano; el Apóstol del Corazón de Jesús, que recorrió el mundo entero, y una humilde beatita que se desvivió por su pueblo de Quillota… Una variedad que ya la querrían para sí los modernos promotores de la diversidad y el multiculturalismo.
Al hilo de los relatos, se va recorriendo la historia de Chile, desde tiempos de Pedro de Valdivia hasta casi el presente y, aunque la historia secular no es el tema del libro, resulta bonito descubrir cómo Dios va suscitando ejemplos de santidad en épocas muy diferentes y en medio de guerras, revoluciones y tensiones sociales o en un claustro escondido y reservado para Dios. También produce admiración y cierta nostalgia leer los capítulos correspondientes a la primera evangelización del país, en los que se percibe claramente una fe que tan pronto atravesaba montañas como redactaba algunas de las primeras gramáticas de lenguas modernas o marchaba al fin del mundo, lo que hiciera falta.
“La gloria de un país son sus santos”, dice el libro, y confieso que me alegro mucho de haber dado gloria a Dios contribuyendo a dar a conocer estos relatos de santidad e hitos de la verdadera historia de Chile (y de España), que es historia de salvación. Así agradezco a aquel querido país austral la buena acogida que nos dio a mi familia y a mí durante algunos años. Y es un honor, además, que el prólogo lo haya escrito uno de los mejores obispos del país, Mons. Francisco Javier Stegmeier, a quien pude conocer personalmente y cuya labor callada en las inmensas regiones del sur de Chile está dando grandes frutos de vida eterna.
………………………..
Para comprar el libro:
Formato papel: 9,99 euros
Editorial Vita Brevis, Amazon.es, Amazon.com
Formato electrónico: 3,99 euros
Editorial Vita Brevis, Amazon.es, Amazon.com, Amazon.mx, Apple, Kobo, Barnes&Noble, Scribd, etc.
Los chilenos también pueden conseguir el libro, a un precio más económico, en Santiago (llamando al +56 9 4615 0918, calle Campanil 1032) o en el obispado de Villarrica (llamando al 45 220 2600, calle Gerónimo de Alderete 939).
36 comentarios
Cuando me dediqué a estudiar a los franciscanos californianos encontré dos, ambos españoles pero que murieron allí, que van a correr esa suerte. Se trata de Fray Magí Catalá (o Magín Catalán en español) y Fray Vicente de Sarría. La vida y muerte de esos dos franciscanos apunta a la santidad, pero la causa abierta por el Obispado de los Ángeles en favor del primero no avanza ni avanzará por falta de testimonios orales - los que lo conocieron están muertos - o escritos -él no escribió y los demás tampoco- ambos se han quedado en la memoria como posibles santos pero nada más.
España, en cambio, tiene cantidad de mártires desconocidos incluso para los propios españoles. Conocemos la mayoría de aquellos que murieron en las persecuciones romanas pero ignoramos los que martirizaron los árabes. En el Congreso de Cultura Mozárabe de todos los que citaron solo conocía a San Eulogio de Córdoba y a Santa Benilde, porque la esposa de un amigo se llamaba así, el resto jamás los había oído citar.
Gracias y mil gracias.
El libro ya está disponible. Se puede conseguir en Amazon y otros distribuidores, o, para los chilenos, te explican cómo conseguirlo en los números de teléfono chilenos que se indican al final del artículo.
En efecto, en el libro no están todos los que se podrían haber incluido. Hay unos cuantos más que no dio tiempo a incluir, entre ellos la Madre María de San Agustín y algún otro jesuita. Quizá en una futura edición.
Por cierto, en un capítulo que redacté yo, utilicé los escritos del prestigioso historiador Vicuña Mackenna. ¿Es familia?
"Historias como estas, especialmente de compatriotas, son muy motivadoras para seguir dando el buen combate de la fe donde a cada uno nos toca"
Sí, pocas cosas ayudan tanto a buscar la santidad como las vidas de santos (o posibles santos). Hacen ver que es posible y deseable ser santo. De hecho, esa es la idea del libro; lo hemos escrito y publicado para eso.
"Aparte nos ayuda a conocer a quienes nos ayudan con su intercesión desde el cielo"
Amén.
"aquellos que nunca llegaran a formar parte del santoral y me temo que aquellos que vivieron y murieron en cualquier lugar de la América Española están entre ellos"
Sí, me llamó la atención al documentarme para el libro. Durante la época española, varios rincones del continente eran literalmente el fin del mundo y llevar a cabo una causa de canonización era dificilísimo y larguísimo. En la primera época de la independencia pasaba lo mismo, porque hubo un lío con los obispos y el derecho de patronato del Rey de España, que causó una gran desorganización eclesiástica.
Ahora los problemas son otros. Varios candidatos que clarísimamente fueron santos (algunos mártires) son ahora políticamente incorrectos para las órdenes religiosas de las que formaban parte, por preconciliares y por haberse atrevido a anunciar el evangelio a los indígenas, como si no todas las religiones fueran iguales, así que sus procesos de beatificación en la práctica se han abandonado.
"Cuando le llegue el turno a la Argentina..."
Al principio, teníamos planes de publicar un libro similar para la Argentina, pero no creo que lleguemos a hacerlo.
¡qué alegría que encontrarme un post en este blog! ¡ y más sabiendo que detrás de él hay tantas manos de Dios! Enhorabuena por vuestras contribuciones a mostrar la belleza de la fe, que marca nuestra historia (en Chile, en España, en cada rincón...) No es fácil difundir esta belleza
¡Una gran alegría pascual!
Sin duda... será un gusto saborear la vida de tantos que saben a Dios
A mayor Gloria de Él
Múltiples misiones vascos partieron para todos los continentes pero de esa época solo hay dos mártires canonizados: San Martín de la Ascensión O.F.M, uno de los famosos de la Colina de Nagasaki (1567) y San Valentín de Berrriochoa O. P. (Hải Dương, Vietnam, 1861). No conozco a ninguno de los miles que fueron a América que fuera mártir, todos ellos murieron de muerte natural.
En el S. XVI o XVII los lugares donde más mártires hubo fueron dos islas, a Oriente y a Occidente: Japón e Inglaterra. Muchas personas lo ignoran pero corría mucho menos peligro de perder la vida un jesuita en las Reducciones de los guaraníes que en Londres.
Su madre había nacido en Chile, pero él nació y vivió hasta los 17 años en Argentina. A esa edad fue enviado a Italia por su salud y allí falleció a los 18 años. Sus restos están sepultados en Argentina
Ceferino, ruega por nosotros
Gracias a Dios, a los santos no les piden el pasaporte para entrar en el cielo y, tradicionalmente, es normal que varios países consideren "suyo" a un mismo santo. Por ejemplo, San Antonio de Padua en realidad nació en Portugal (y, de hecho, en Portugal se le conoce como San Antonio de Lisboa), pero si uno les dijera a los italianos que no es un santo italiano se levantarían en armas, porque predicó durante mucho tiempo en Padua y el norte de Italia y murió allí. Lo mismo se podría decir de muchos otros santos, porque la fe es un vínculo mayor que la sangre.
El beato Ceferino Namuncurá nació en la Argentina, pero de madre chilena, algo que incluso hoy bastaría para que Ceferino tuviera la doble nacionalidad chileno argentina. Además, en aquella época, los mapuches pasaban a un lado y a otro de la frontera sin problema, porque aún no se consideraban propiamente parte de ninguno de los dos Estados. Su propio padre, aunque se le considera argentino porque vivió la mayor parte de su vida en Argentina, en realidad nació en lo que hoy es Chile.
En resumen: el beato Ceferino tenía vínculos con ambos países y nada impide que los dos lo consideren suyo y que aparezca tanto en este libro como en otro posible de "Historias de santidad en la Argentina". Algo similar pasa con otros personajes del libro, como el P. Mateo Crawley, que nació en el Perú, de padre inglés y se mudó a Chile siendo niño, o el P. Horacio Vecchi, que nació en Italia pero murió mártir en Chile, o Fray Pedro de Bardeci, que nació en la Península pero marchó a Chile y vivió allí el resto de su vida, o la beata Laura Vicuña, que nació en Chile y vivió en Argentina, etc.
También hay que tener en cuenta que no todos los pueblos indígenas son iguales. En Chile vivían (y viven) los mapuches, unos indígenas muy fieros que fueron los únicos que lograron mantener en cierta medida a raya a los españoles (cf. La Araucana, de Ercilla). Los tres primeros personajes del libro fueron jesuitas martirizados por los mapuches.
Y, cuánto desearía que tu pluma conociera algunos queridos santos colombianos que están en la memoria de gentes buenas, pero que no esperamos llegue Roma a subirlos a la gloria de Vernini... ¡Tal vez! como fueron: Omayra, la niña que murió en ARMERO, una población que fue sepultada por la lava de un volcán nevado, que nos ha dado ya dos santos con el padre Pedro María Ramírez Ramos. En Arauca, también un Sacerdote quien fue sacrificado por la guerrilla. El padre Rafael García-Herreros Unda, nacido en Cúcuta, ciudad fronteriza con Venezuela, y quien dejó la bella obra del Minuto más largo de la T.V. colombiana, El Minuto de Dios, que todavía se emite por un sacerdote de su comunidad... y creo que sigue la cuenta, pero que son desconocidos. Gracias, Bruno! y Felicitaciones!
"Pedimos la intercesión de todos estos Santos, Beatos, Venerables y Siervos de Dios, por la conversión de gran parte de nuestro país"
Amén.
"que deseo leer solicitándote humildemente me lo hagas llegar"
Te enviaremos un correo.
"Soy ávida lectora, gracias a Dios es mi mejor entretenimiento"
Muy buen entretenimiento es ese, sobre todo si son buenas lecturas.
"Y, cuánto desearía que tu pluma conociera algunos queridos santos colombianos que están en la memoria de gentes buenas"
Sería estupendo que surgieran este tipo de libros en todos los países, porque pueden animarnos a todos a ser santos como Dios es santo, que es nuestra vocacion.
"Omayra ... el padre Pedro María Ramírez Ramos... padre Rafael García-Herreros Unda ... y creo que sigue la cuenta"
Dios no deja de llamar y de derramar sus gracias, aunque no nos demos cuenta de ello. En el cielo descubriremos cuántos milagros ha hecho Dios en gente de nuestro alrededor y nos maravillaremos.
"... porque Chile apenas tiene cinco siglos de historia cristiana y, además, su lejanía de Roma dificultó mucho los procesos de canonización antes de la época actual."
"aquellos que nunca llegaran a formar parte del santoral y me temo que aquellos que vivieron y murieron en cualquier lugar de la América Española están entre ellos"
"Ahora los problemas son otros. Varios candidatos que clarísimamente fueron santos (algunos mártires) son ahora políticamente incorrectos ..."
Entonces, quién hace a los santos, Dios o los hombres?
Si fuera el mismo Dios, sobraría toda contingencia y discusión; si son los hombres, como todo indica, ¿ es la católica una religión que gobierna las cosas celestiales por decreto ?
"Entonces, quién hace a los santos, Dios o los hombres? Si fuera el mismo Dios, sobraría toda contingencia y discusión; si son los hombres, como todo indica, ¿ es la católica una religión que gobierna las cosas celestiales por decreto ?"
Existe una tercera posibilidad: que usted no entienda bien el tema del que está hablando.
Confunde usted el hecho de que alguien sea santo con el hecho de que esté canonizado. Lo primero lo hace la gracia de Dios, lo segundo es solo una certificación de la Iglesia de que ha sucedido lo primero. La Iglesia no hace santos, solo reconoce que algunas personas lo son y los pone como ejemplo para todos los cristianos.
Es una diferencia análoga a la que hay entre poseer una casa e inscribirla en el Registro de la Propiedad. Lo segundo no le da a usted una casa ni le hace poseedor de ella, simplemente certifica oficialmente que es suya.
Saludos.
Muchas gracias, me ha hecho bien.
Me alegro mucho. Esa es la finalidad de todos los libros de Vita Brevis y es un gusto saber que, al menos de vez en cuando, cumplen su objetivo.
Además, es un gusto publicar vidas de santos (y similares), porque son una fuente inagotable de esperanza. Al menos para mí.
Lo envía la editorial. Ya debería de haberlo recibido. ¿Ha comprobado la carpeta de spam?
Ya empecé por el prólogo, y como dice, esas historias dignas de ser conocidas, nos fortalecen e inspiran.
Un saludo desde Perú, tierra que también dio fruto de Santos y mártires, muchos de ellos anónimos pero no invisibles a los ojos del Creador.
Reitero mi agradecimiento.
Dejar un comentario