La curiosa paradoja argentina
Si alguna vez Chesterton y Castellani, dos de los grandes maestros católicos del siglo XX, recibieran un título al estilo de los antiguos doctores escolásticos, sería sin duda el de Doctores paradoxorum, los maestros de las paradojas. Ambos recurrían frecuentemente a la paradoja para que su extrañeza despertara a un mundo aletargado por el aburrimiento, la rutina y el pecado. A fin de cuentas, nada suscita más el interés que un enigma que parece imposible de resolver. Como explicaba Chesterton, una paradoja es una contradicción, pero solo aparente, que tiene la capacidad de revelar una verdad más profunda a quien la descifra.
En honor de ambos ilustres pensadores, el británico y el argentino, me gustaría señalar a la atención de los lectores una curiosa paradoja observada estos días en la Argentina, para ver si nos ayuda a encontrar esa verdad profunda que quizá se nos escapa.