Decir las Misas cosas
Hay errores que le alegran a uno el día. Verbigracia, algo que escribió hace poco D. Jorge González en su blog: “es que me escucho año tras año decir las misas cosas”. Obviamente, quería decir las “mismas cosas”, pero escribió misas en vez de mismas y me alegró el día. Este tipo de errores son lo que los sofisticados llaman un desliz freudiano y los sencillos saben reconocer, más bien, como un feliz eco de las profundidades de la fe.
D. Jorge se lamentaba en su artículo de hacer siempre las mismas cosas en su parroquia cada adviento, pero el lamento se le estropeó un poco al escribir sin darse cuenta “misas”. Fue, sin embargo, un error feliz y muy profundo, porque no hay nada que se repita más que la Misa. De hecho, viene repitiéndose todos los días desde hace casi dos mil años, que se dice pronto. Incluso las variaciones que caben en ella se repiten también. Es lo menos novedoso y cambiante que existe en nuestro mundo, y en eso precisamente reside su valor: el sacrificio de Cristo, realizado de una vez para siempre. La eternidad hecha gracia.
Es más, esto, que es cierto de la Misa, se puede decir de todos los tesoros de la Iglesia. Valen porque son siempre los mismos, porque la Iglesia los ha recibido y no se los inventa, porque vienen del mismo Cristo, encarnado, muerto y resucitado para nuestra salvación cuando llegó la plenitud de los tiempos. La mismidad de la Misa y los demás sacramentos, de Cristo, de la Palabra de Dios y de la fe católica es garantía de su verdad, porque la verdad no cambia con el tiempo: Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y siempre. Solo algo que no cambia puede ser roca firme en la que construir nuestra vida, solo algo cuyo valor permanece merece la pena como herencia para nuestros hijos, solo algo que no se mueve con los tiempos puede juzgar a esos tiempos sin ser juzgado por ellos. Como recuerdan los cartujos, el mundo gira, pero la Cruz permanece firme.
Una vez que entendemos esto, podemos descubrir con agradecimiento que lo que más vale de los cuarenta años largos de sacerdocio de D. Jorge es precisamente su testaruda constancia en repetir una y otra vez las mismas cosas: los maravillosos e inagotables misterios de la Misa; esas palabras literalmente divinas susurradas en la penumbra del confesionario, “yo te absuelvo de tus pecados”; el evangelio leído una y otra vez; el rosario y las oraciones tradicionales; la catequesis de la fe católica de niños, novios y cualquiera que se ponga a tiro; y, en resumen, la predicación constante, repetida, incansable y a tiempo y a destiempo de Jesucristo, porque no se nos ha dado otro nombre bajo el cielo que pueda salvarnos. Ningún otro, ¡ninguno!, así que un buen sacerdote no puede hacer más que hablar una y otra y otra vez de Cristo. Como recomendaba San Benito a sus monjes: “no anteponer nada al amor de Cristo”. Las preocupaciones ecológicas y reciclar los periódicos están muy bien, la política es apasionante, las cuestiones sociales resultan urgentes y absorbentes… pero volvamos otra vez a lo único importante: Cristo, Cristo y más Cristo.
Gracias a Dios, D. Jorge puede decir orgullosamente, con San Pablo, os transmito lo que a mi vez recibí. En esas décadas de esfuerzo, sudor y lágrimas sacerdotales ha conseguido con la ayuda del cielo no decir nada nuevo, sino solo lo que Dios reveló al mundo para nuestra salvación: he luchado el gran combate, he corrido la carrera, he mantenido la fe. En ese sentido, se trata de un ministerio sumamente humilde, pues consiste en hacer, con más o menos torpeza, de mensajero de palabras que vienen de arriba y no surgen dentro de la propia cabezota, en ser vaso de barro con un tesoro dentro que resalta la tosquedad del envoltorio y en ser tan poco original que a veces ni siquiera actúa uno mismo por sí mismo, sino en persona de otro, in persona Christi.
Cuando esto está claro y uno es fiel a lo que verdaderamente importa, a lo que permanece siempre igual, paradójicamente, por gracia de Dios, la vida se convierte en una aventura, porque es Cristo y no nosotros quien puede decir con verdad: todo lo hago nuevo. Guiados por la gracia del Espíritu Santo, en vez del tedio machacón y rutinario del pecado, nos espera una vida rebosante de milagros (unos callados y otros espectaculares) y andanzas caballerescas que ya querría para sí el buen Alonso Quijano.
¿Quién le iba a decir, por ejemplo, a D. Jorge que seguiría los pasos inquietos de San Agustín o que a pesar de ser “algo feudal y algo bruto” sería ordenado sacerdote del Dios eterno como Melquisedec, fundaría economatos para alimentar en ellos sin darse cuenta al mismo Jesús, escribiría libros desternillantes, eruditos y piadosos, mantendría un blog con un tesón y una contundencia doncamilianos, perdonaría más pecados de los que caben en el Santiago Bernabéu y tendría la santa desfachatez de crear una capilla de adoración perpetua en una época en la que aparentemente, eso de rezar está pasado de moda? Y, además, pour épater le bourgois y hacer rabiar al demonio, renunciaría a ser párroco cómodamente en Madrid capital para irse tan contento a la peor pesadilla de muchos curas: unas parroquias rurales de la sierra madrileña con menos parroquianos que casas, donde ser, una vez más, ese cura poco original y nada moderno que sigue predicando, a tiempo y a destiempo, lo de siempre. Y paseando a su perro Socio, claro, que lo sacerdotal no quita lo paseante.
En fin, termino ya para no distraer demasiado a los lectores de sus deberes y labores, consciente de que las venturas y desventuras de un cura urbanorrural superarían con mucho la mejor de las novelas, pero no quiero dejar de pedir a Dios que le conceda a D. Jorge la inmensa gracia y la santa testarudez de seguir diciendo siempre las Misas cosas, porque sin duda todo lo demás se le dará por añadidura.
33 comentarios
Venía perfecto desayunar siempre lo mismo, recitar "Con cien cañones por banda" hecha una pesada, viajar poco y tener costumbres fijas y pocas sorpresas porque se quedan en la memoria como abrojos.
No creo que las hijas de mis sobrinas, que son las reinonas de la casa, todo el día de aquí para allí - el coronavirus las ha parado - y con sorpresas diarias puedan fijar los recuerdos.
Ayer mismo recordaba "el cuarto azul" de mi infancia y adolescencia cuyos muebles había hecho mi tatarabuelo, que era carpintero, y luego alguien pintó de azul. Ni la tataranieta de Soros, la infeliz, puede tener algo igual, empezando porque Soros no hace muebles como el abuelo Mateo, aitxajauna, para mi madre, que con todo respeto le llamaba "Señor abuelo". El aitxajauna Mateo murió cuando yo tenía cuatro años pero nos dejó muebles hechos por él de una tosquedad maravillosa. Mateo era rico, Soros es pobre.
Era una cosa muy bonita, que se llamaba menestral en aquellos tiempos, y su mujer, la abuela Jesusa sabía hacer lengua en escarlata, que aprendió mi abuela de su madre y que comíamos en Navidad. Cada vez me está dando más pena la biznieta de Soros sea quién sea.
Y, como siempre cada vez que leo un retazo de la vida de África (qué sorpresa el adios a Palas), se me ha hecho un nudo en la garganta. Claro que da pena la biznieta de Soros.
"Nos espera una vida rebosante de milagros"
"No una copia, una repetición o un recuerdo, sino la misma realidad"
Eso es. Y yo aún diría más: la Realidad de las realidades, la única realidad que verdaderamente importa.
"a mi bloguero de obligada lectura"
Buena definición. No solo su blog es bueno, sino además claro, breve y siempre ameno. De mayor quiero escribir como él.
"Y adaptarse es mantener lo necesario para vivir"
Sí, el problema siempre ha sido el mismo: Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; solo una es necesaria.
Muchas gracias por la historia del bisabuelo menestral (preciosa palabra) y la lengua escarlata (nunca lo había oído, pero he visto fotos en Internet y tiene un aspecto estupendo).
Coincido en que las prisas y la falta de permanencia son una de las plagas modernas. No es extraño que, como dices, haya un claro anhelo de permanencia en la gente, aunque no sepan expresarlo con claridad.
La dichosa lengua en escarlata me traumatizó, ya no puedo comer lengua porque me parece sosa.
Es que en el tiempo de la "Misa cosa" la "cosa" no solo era repetitiva sino además los procesos eran largos: misas largas, comidas hechas despacito, tardes largas de invierno...y por eso la memoria, que necesita asentar los procesos, podía asentar lo vivido. Me temo que ahora que la "Misa no es cosa" estamos condenados al olvido. Tengo miedo a la venganza de la memoria, la hemos desechado y eso tendrá consecuencias. Las que cuentan anécdotas de su niñez ya no estarán para hacer de Abuelo Cebolleta. El P. Jorge, aunque es más joven que yo, es serrano así que por eso le gusta el puchero de tres vuelcos, o sea la "Misa cosa".
Esto que escribes:
*los sencillos saben reconocer, más bien, como un feliz eco de las profundidades de la fe.*
Así seres tu. En muchos de tus escritos se ve .
Africa Marteache
Tu comentario de la lengua en escarlata me ha recordado a mi madre y sus menús fuera de lo corriente, por este y otros detalles que escribes me parece que somos contemporáneas.
Felicidades por tu buena familia y buena vida para siempre
Cuando mi madre y yo nos encontramos con el antiguo miembro de la Acción Católica que se sorprendió porque rezáramos el rosario comprendí que otros, sin demasiada reflexión, habían abrazado la modernidad y se avergonzaban de la "Misa cosa", querían que la cosa no fuera Misa sin plantearse por qué. El "ya no se lleva" era el argumento único. Tampoco les podías preguntar qué tipo de catolicidad moderna practicaban o por qué otra cosa habían sustituido al rosario porque era evidente que no había habido sustitución sino dejación.
Puedo entender que si en el Medievo las prácticas religiosas eran distintas y luego éstas evolucionaron y en vez de otros rezos apareció el del Santo Rosario lo nuevo pudo ser bueno; lo que no puedo entender es que alguien que se diga católico deje la "Misa cosa" por la nada más absoluta.
Lo que sí ha variado son otras cosas como el concepto de pobre y la sustitución de Dios por esa figura: Dios es el pobre; las preocupaciones medioambientales, las políticas - como en el caso de la inmigración - y los grandes retos bioéticos.
Así que, aunque los católicos de mi edad que fueron contemporáneos del gran cambio, no se hayan planteado nada y se hayan ido adaptando a lo nuevo la consecuencia es que el Primer Mandamiento expresado por Jesús en la Shemá: "Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Escucha, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es.
30 Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento". (Marcos 12:29-30) ha ido quedando atrás siendo sustituido enteramente por el segundo: "Amarás al prójimo como a ti mismo" (Marcos 12: 31) insistiendo continuamente en que Dios y el pobre son la "Misa cosa", pero no es así.
La cuestión es si se tiene en cuenta lo material sin lo espiritual, los pobres de espíritu son hermanos, los necesitados son prójimo, hay que ayudar en todo a los hermanos y compartir con el prójimo también las riquezas espirituales, por aquello de que dar pan a amigo ajeno pierdes pan y pierdes amigo, en el sermón de la montaña y en todos los milagros, Jesús les alivia ambas necesidades, espirituales y corporales, la iglesia actual atiende más a lo material que a lo espiritual.
Las Bienaventuranzas empiezan por los "pobres de espíritu", que es algo que no podía entender y tuve que consultar, y en otras partes pone "pobres en espíritu", que ya parece más claro. La interpretación más generalizada que he encontrado sobre ese tipo de pobres es "aquellos que no anhelan la riqueza". El desasimiento de la riqueza no es fácil pero la promesa es el Reino de los Cielos.
El que alguien no viva pendiente de atesorar es una cosa y la propiedad privada otra, aunque el Papa Francisco no lo distinga. Leyendo la Biblia me encontré con la parábola que el profeta Natán le contó al Rey David sobre la oveja del pobre. Indudablemente existía una propiedad del pobre sobre la oveja o la parábola no tendría sentido (lo mismo que la mujer de Urías era de Urías y no de David). En toda la Biblia existe propiedad privada y ésta es una cosa muy seria, sea poco o mucho. Hubo un genocidio perpetrado por eso: el Holodomor. Después de todo el estado se comprometía a dar de comer a todos y los campesinos se negaron a eso y por eso les quitaron las tierras. Pero resulta que algunas de aquellas campesinas desposeídas y enviadas al GULAG se negaron a trabajar en Pascua en Kolimá, y ya no tenían nada, razón por la cual hay que pensar que eran pobres de espíritu. Lo cuenta Eugenia Ginzburg en su autobiografía "El Vértigo" y ella no era creyente, así que la reacción de las pobres campesinas le dejó bastante atónita. No eran personas que se olvidaran de Dios porque ya no tenían nada pero" ¡ay! de Stalin que se llevó su oveja, oráculo de Yavhé (que diría un profeta).
Jesucristo ha Resucitado ¿Puede haber algo tan antinguo y tan nuevo? Jesucristo es ni novedad de cada día.
Hace años que encontré al respecto un párrafo que señala el matiz sobre esto que comentas:
*Las Bienaventuranzas empiezan por los "pobres de espíritu", que es algo que no podía entender y tuve que consultar, y en otras partes pone "pobres en espíritu", que ya parece más claro. La interpretación más generalizada que he encontrado sobre ese tipo de pobres es "aquellos que no anhelan la riqueza*.
El párrafo es este:
*María es prototipo de los anawim, palabra que originó en el Antiguo Testamento una importante corriente de espiritualidad. Se traduce como “los pobres de Yahve” Con esta palabra hebrea se indicaba inicialmente la actitud de dependencia que mantenía el siervo ante su señor. Por eso, los pobres de Yahve desde el punto de vista religioso son aquellas personas que acogen con decisión a Dios como Señor de sus vidas y aceptan, confiados, su voluntad.*
Cuando algo no queda muy claro es bueno consultar otras explicaciones, a veces un párrafo no capta el matiz exacto de la cultura de los tiempos de Jesucristo. Dios tiene predilección por la sencillez, pobres siempre tendremos y ricos siempre habrá, pero no habla de riqueza o pobreza material, sino de una aptitud de desapego de las riquezas de este mundo, podemos usarlas pero no poner nuestro corazón en ellas, sino en servir a Dios y amarle sobre todas las cosas. Los patriarcas no eran unos vagabundos, poseían familia, terrenos, ganados, autoridad, pero vivían pendientes de Dios para todo. Jesús no poseía nada. Cada cual tiene una misión y cumplirla fielmente es ser pobres bienaventurados.
Hebreos, 13 - 8.
Esta bien que las homilias se centren en explicar las lecturas de la misa y el evangelio. La liturgia de la misa es la que es. La realidad concreta de cada uno debemos ponerla en oración ante el Señor y pedir al Espíritu Santo que nos ayude a vivirla de acuerdo a sus enseñanzas. Los laicos debemos leer y conocer bien todo el Nuevo Testamento y la doctrina católica para tener claro que hacer como Cristianos. Tenemos la confesión para pedir consejo espiritual sobre lo particular, quedar con el párroco para las consultas, o preguntar a alguien de la Iglesia que tenga formación suficiente. Además, con el móvil, por internet, encontramos explicaciones de todo en múltiples páginas católicas. En las homilias dar opiniones y consejos sobre temas candentes de los que cada cual tiene formada opinión no suele resultar bien, luego se critica sobre que dijo el cura, lo mejor es hacer cursos de formación para adultos en la parroquia.
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