Elogio de la ineficiencia
En la historia, los proyectos centralizadores, reformadores y renovadores han perseguido casi siempre lo mismo: una mayor eficiencia del gobierno para que este, de una manera u otra, nos “solucione la vida”. Es un fin comprensible, acompañado en general por buenas intenciones, pero, como también nos dice la historia, las buenas intenciones son más peligrosas que un cajón de dinamita en manos del Coyote.
Las cosas buenas de la vida, las que mejor y durante más tiempo han funcionado y mayores frutos han ofrecido al ser humano, son completamente ineficientes y desorganizadas. Por ejemplo, la familia basada en el matrimonio indisoluble. ¿Cabe alguna duda de que sería mucho más racional, moderno y eficiente criar a los niños en las comunas de Platón? ¿O centralizar, organizar, estandarizar, y sujetar a control de calidad el cuidado de los niños, sustituyendo las obsoletas familias por unidades de crianza científica y socioeducativa? Sin embargo, siendo sinceros, ¿acaso no somos conscientes de que casi todo lo bueno que hay en nosotros se debe a esa familia radical y gloriosamente ineficiente en la que crecimos?
Los gobernantes modernos suelen considerar que tienen la misión de cambiarlo y reorganizarlo todo, aunque sea a costa de acabar con esas ineficiencias tan profundamente humanas como la familia, las tradiciones, la Iglesia o la moral, que astutamente reconocen como lo que son: obstáculos para el progreso (¡benditos obstáculos!). Incluso es costumbre que los políticos hagan solemnes promesas electorales a ese respecto, que, después, gracias al cielo, suelen incumplir. No puedo evitar pensar que, hoy por hoy, la mejor promesa electoral sería la de asegurarnos que van a hacer lo menos posible.
Quizá, en lugar de considerarse grandes planificadores e innovadores, sería preferible que nuestros gobernantes se contentasen con el modesto e ineficiente oficio de jardineros, cuya tarea no consiste en rehacer todo a su imagen, sino en aguardar, preservar, abonar, ayudar pacientemente a crecer y, en particular, admirarse ante una belleza y una vida que ellos mismos no han creado y que supera todo lo que podrían inventar.
Los filósofos dan a esta ineficiencia el grandilocuente nombre de subsidiariedad, pero a la postre no es más que una de las hijas de la tradicional, cristiana y siempre fecunda humildad.
28 comentarios
"El camino del infierno está empedrado de buenas intenciones". Así que no solo la historia, sino la moral también. Alguna vez el párroco nos explico que a nombre del "amor" se cometen los peores pecados.
Aprender a tomar el alimento, a las horas debidas y con las características nutricionales apropiadas, forma parte del ordenamiento existencial del ser humano; y vaya que aún se niega a asimilar las lecciones...
Hay que ver que es lo que entendemos en el término eficiencia y otro relacionado, la eficacia. Si la eficacia está relacionada con alcanzar la meta y la eficiencia el uso de los recursos para alcanzar esa meta, diría que la familia es una institución eficiente y además eficaz.
La meta entiendo es llegar al cielo, no llegar es simplemente fracasar al 100% en la misión de la vida.
Las instituciones sucedáneas a la familia necesitarían recursos casi ilimitados para asegurar cumplir la meta para todos, así por ejemplo no contarían con los recursos necesarios para dar la atención que merecen los más distraídos y finalmente quedarían abandonados en cambio en la familia los padres saben, por gracia, dar a cada hijo el tiempo que merece y si se equivocan tienen, más gracia, para hacer lo que sea necesario para enmendarse... cosa imposible fuera de la familia, la cual te toma el tiempo que haga falta para salvar hasta último, por eso las familias van a la velocidad del más lento de sus miembros (por eso a veces llego [o llegaba] tarde a misa).
De ahí, a mi humilde entender, es que la subsidiariedad es la mejor forma (la más eficiente y eficaz) de afrontar ciertas cosas, ya que ese principio establece [grosso modo] que las cosas las resuelven quien las tenga más cerca.
Pero "tengo un amigo" que en la tranquilidad y confort que da la sala de autopsias, me habla de su sorpresa cuando examina el recorrido de su vida. En su juventud como buen pelagiano, pensaba que a base de inteligencia y músculo podría desarrollar de forma satisfactoria su propia vida. Cuál no fue su sorpresa al entender que lo mejor de su vida le fue dado; que Dios estableció como piedras miliares la travesía de su vida sin pedirle permiso. Yo, como pedante insoportable que soy le hablé del "Hecho extraordinario" del profesor García Morente y él empezó a bostezar.
Limitado soy, y vivo de la caridad; pero el reconocer el fulgor que disfrazado de modesta penumbra es quien dirige mi vida, es el mayor tesoro que tengo, y no me lo arrebatará nadie.
Todo tiene una causa eficiente y conseguir eficiencia en principio debería ser llegar a desarrollar esta causa. El problema es que también tiene una causa formal, que prima sobre ésta y sin la cual no puede llegar a desarrollarse. O dicho sencillamente: comprender qué es verdaderamente algo es el paso previo y necesario para obtener su verdadera utilidad.
Pero como nuestro mundo es ajeno a la Verdad de las cosas, la eficiencia ha perdido toda eficacia y se ha vuelto inútil. Y así, la paradoja del utilitarismo nos explota sin que queramos ver el problema: que la utilidad por la utilidad es ineficaz y nos vuelve a todos inútiles.
Un elogio al amor puede ser algo muy recomendable, si el objeto de ese amor es bueno, bello y verdadero, pero elogiar el amor al dinero, a la ambición sin límite o al amor "libre" para justificar la lujuria más desencadenada, no parece que sea lo más adecuado. Y ateniéndonos a los sujetos de la acción, cuando éstos son incapaces de rendir un servicio al bien, pues sus intereses van por otro lado, es deseable que en todo lo que acometan fracasen sin paliativos. Y así se lo deseo, por ejemplo, a un Soros; pero también a un Pablo Iglesias o a un Pedro Sánchez. Por ello, parece de lo más pertinente intentar echar cuanto antes del poder, del gobierno de la nación a estos dos nefandos y nefastos personajes. Y por ello me parece de lo más oportuno desear el mayor de los éxitos a la moción de censura que presentará en septiembre Santiago Abascal, alguien que pretende con sincero corazón rendir un buen servicio al país. Y el primero sería éste. Ojalá que, aún perdiendo la moción, Abascal sea muy eficiente en la consecución de sus objetivos.
Después de aclarado el sujeto y el objeto de las ineficiencias, acepto la licencia poética de tu elogio. En efecto, las cosas más importantes de la vida no pueden medirse con criterios de eficiencia.
Nope. Lo cambian y reorganizan todo para colocar a los suyos en los nuevos órganos creados. La reestructuración no es por cuestiones idealistas, sino ideológicas relacionadas con la imposición de determinados dogmas, que tiene como misión consolidarlos como casta dominantes para detraer cantidades ingentes de dinero.
Otra cosa: para quienes no comprendan bien el sentido de este artículo, se sugiere la lectura de esos textos deliciosos de R. L. Stevenson reunidos con el título de "Virginibus puerisque y otros ensayos". Inteligencia, sensibilidad, nada de ñoñería para apostar por la gran ventaja del mundo "desarreglado": una maravilla para aprender y vivir sin alicates aplicables a la persona. El poeta Aleixandre expresó, entre otras, la oposición entre "el regulador y el naciente" en el poema "Para quién escribo".
"Nope. Lo cambian y reorganizan todo para colocar a los suyos en los nuevos órganos creados"
Ojalá. Los sinvergüenzas y corruptos suelen dejar en paz a los demás con tal de que ellos puedan y sus amigos sacar su dinerito. En ese sentido, son terriblemente ineficientes y relativamente inofensivos.
Los más peligrosos son los que creen que tienen la misión de cambiar el país hasta que, por usar una frase grosera pero famosa, "no lo conozca ni la madre que lo parió". Como sus utopías son completamente irrealizables, nunca quedan satisfechos y siempre quieren meterse más y más en la vida de la gente.
Cierto orden, es beneficioso. Es lo que forma una sociedad. Pero abusar de ello es horrible.
Lo que pasa que cuando el ser humano juega a ser Dios... Sale lo que sale.
Y hoy, que ya nos ordenan muchas cosas, también se decide quien nace y quien muere. Y así nos va.
Solo el cristianismo entiende que la felicidad viene de Dios. Y el resto son añadidos imperfectos.
Los planes y proyectos de los corruptos se quedan en eso, son pura pantalla o cortina de humo.
Hay gente constructiva, la minoría, y gente destructiva, la mayoría; estos últimos basan su política en el "parche" continuo hasta la debacle final, que no se da en cuatro días; muchos, cuando llega la debacle definitiva, ya hace veinte años que crían malvas y el problema se lo tienen que comer las nuevas generaciones que ninguna culpa tienen.
"Confiarse a la eficacia de la acción humana es cerrarse a la acción de la gracia divina"
A primera vista, no hay nada más eficiente que el pelagianismo... hasta que se pone de manifiesto que, en tareas imposibles para las fuerzas humanas, la eficiencia no es ni puede ser nunca la solución.
"Lo que pasa que cuando el ser humano juega a ser Dios... Sale lo que sale"
Esto es lo fundamental. Más o menos desde la época de los absolutismos, los gobiernos han dejado de lado a Dios (al principio en la práctica y luego también en la teoría) e, inevitablemente, han terminado por creer que el Estado es Dios.
"No hay nada más pelagiano, en idea y ejecución, Bruno, que un plan quinquenal..."
Me siento tentado de señalar que quizá su sobrino nieto, el plan pastoral, haya superado al tío abuelo, pero haré un esfuerzo heroico y no lo señalaré.
"san Juan Casiano, os ilumine"
Amén. Y a ver si consigue también que lo canonicen oficialmente de una vez.
"La meta entiendo es llegar al cielo"
En cuanto entendemos eso, nos damos cuenta de que la "estrategia" de Dios no es la eficiencia (entendida como lograr los objetivos con el menor gasto posible), sino en cierto modo la contraria: el derroche.
Dios podría habernos salvado chasqueando los dedos, pero quiso salvarnos entregando a su único Hijo por nosotros. Su amor no es lo necesario y nada más, sino sobreabundante. La gracia es un verdadero derroche, como todo lo bueno en la vida, incluida la familia.
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