El consuelo de las riquezas
¿Las riquezas consuelan? Por supuesto que sí. De ahí su atractivo y su peligro, porque podemos terminar prefiriendo ese consuelo, real pero efímero y superficial, al único que realmente puede consolar nuestro corazón, que es Jesucristo.
¿Qué podemos hacer para evitar ese peligro? De eso nos habla José Alberto Ferrari en esta segunda parte de su artículo “Desventura del hombre de negocios —entre el consuelo y la dispersión—”. Si el otro día hablábamos del riesgo de ser como Judas en la administración del dinero, hoy consideramos una de sus dos causas: el consuelo de las riquezas.
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Para quienes tienen mucho dinero o les ha tocado enredarse en los negocios de este mundo administrando o comercializando bienes (propios o ajenos, da igual), quisiera reflexionar sobre dos peligros inminentes: el consuelo y la dispersión. Y aunque, las más de las veces, tener bienes y hacer negocios se conjugan en las mismas personas, creo oportuna la distinción porque el peligro del consuelo es más propio del que posee y el de la dispersión más propio del que negocia. Veamos.
Respecto al consuelo que proporcionan las riquezas es algo que el mismo Newman nos aconseja considerar detenidamente. Cuando el Señor habla de los pobres bienaventurados, se lamenta de los ricos por haber recibido ya su consuelo (“Mas, ¡ay de vosotros, ricos! Porque ya recibisteis vuestro consuelo”, Luc, VI, 24). Lo mismo le dice Abrahán a Epulón desde el Cielo: “acuérdate, hijo, que tú recibiste tus bienes durante tu vida, y así también Lázaro los males. Ahora él es consolado aquí, y tú sufres” (cf. Lc VI, 24 y XVI, 25). ¿Y cuándo consuelan las riquezas? Cuando ocupan el lugar de Dios y, antes que eso, cuando empiezan a sentirse como propias. La desventaja del rico es ésta: que puede descuidarse y pensar que lo que tiene es suyo, constituirse en su guardián y echar mano de ello para consolarse en la adversidad. Ese descuido puede ser fatal; porque es descuido de bienes espirituales y descuido del prójimo, cosa que padeció el rico Epulón: rico en bienes ajenos (son eso los temporales y caducos), pobre de sus bienes propios e incorruptibles.
“El rico de la parábola –nos enseña Gregorio Magno– no es reprendido por haber robado lo ajeno, sino por no haber dado de lo suyo (…) No fue condenado por robar sino porque hizo mal al guardarse para sí los bienes que había recibido” (Gregorio Magno, Homilías sobre el Evangelio). Esto pone de relieve una verdad honda y definitiva que los Padres repetirán una y otra vez en sus homilías: que la riqueza no es propiedad de los ricos, que la tienen en depósito y, en consecuencia, tienen lo que pertenece al pobre, como le pasó a Epulón. Esta realidad, no sólo puede iluminar a quienes poseen muchos bienes o les toca administrar empresas y negocios. Nos ayudará, también, a juzgar más cristianamente, descubriendo la carga del rico y la libertad del pobre. Por eso, en orden a la conquista de esa libertad, escribe San Juan Crisóstomo:
“Persigamos, pues, la pobreza, que es, para quienes serenamente piensan, el mayor de los bienes. Acaso algunos de los que me oyen la abominen. No me sorprende, pues esta dolencia es muy grande entre la mayoría de las gentes, y es tal la tiranía del dinero, que ni por pensamiento renunciarían a ella, y abominan en cambio de la pobreza. ¡Lejos todo eso del alma del cristiano!” (San Juan Crisóstomo, Ricos y pobres –sermones sobre la cuestión social–).
Estas palabras pueden resultar inquietantes; no obstante, si viviéramos en la libertad de los hijos de Dios tal vez no nos alarmen en exceso. Precisemos la cuestión: en primer lugar, la reflexión es puramente moral y no correspondería hacer conjeturas de orden social o político. En segundo lugar –es consejo de varios–, hay que distinguir entre pobreza y miseria; entendiendo al pobre como aquel que no recibió bienes superfluos y vive al día con el trabajo de sus manos. Una pobreza digna que fue desdibujándose con la era industrial y demás avatares modernos. Por último: el Evangelio no le exige al rico hacerse pobre (es un consejo evangélico, “vende lo que tienes y dadlo a los pobres…”, pero no estamos obligados, ni es necesario para nuestra perfección seguir el consejo; cf. ST, II-II, q. 184, a. 3), sino comprender que es mero administrador y, en consecuencia, su riqueza será carga en vez de consuelo y, atento a los bienes del Cielo, procurará servir con aquella a los demás.
En el fondo, se trata de vivir según el Espíritu sin sujeciones a la tierra; se trata de ser liberados. El problema es que “la liberación –escribe Leclerc– es difícil cuando se vive en medio de estos bienes, cuando en cada momento se nos hacen presentes por los goces que permiten, los cuidados que exigen, las satisfacciones que dan a nuestro amor propio, convirtiéndonos en los dichosos de la tierra”. Por eso, continúa Leclerc, aunque “hay pobres con espíritu de riqueza y ricos pobres de espíritu; sin embargo, esto no es lo corriente, especialmente lo segundo. Parece más fácil lograr que el pobre acepte la pobreza, que inspirar el espíritu de pobreza en el rico” (Jacques Leclerc, El cristiano ante el dinero).
Para prevenirnos de este engaño oculto, entonces, lo que se nos exige a priori, es deshacernos de todo lo superfluo, de lo que nos sobra… ese sobrante es lo que pertenece al prójimo, lo que no quiso dar Epulón, la riqueza de la iniquidad de la que habla el Evangelio, la riqueza del consuelo que reservamos para nosotros y que se nos ha concedido para satisfacer a nuestros hermanos. Querer despojarse de ella es elegir la pobreza; y esa elección interior (se tenga mucho o poco) es la que nos hace bienaventurados. Porque, en definitiva, es el desprecio a las riquezas el que nos hace pobres en el espíritu.
La clave cristiana parece estar en el consejo del Apóstol Pablo a Timoteo de contentarse con lo necesario (Tim I, VI, 7-8). Pero se requiere una gran virtud para encarnar dicho axioma. Primero, para saber qué cosas son verdaderamente necesarias; porque hay muchos caprichos burgueses que han tomado el nombre de necesidad, los ejemplos abundan. Segundo, por lo difícil que resulta ponerse contento sólo con lo necesario; ni más, ni menos. Y para alcanzar este orden afectivo respecto de los bienes de este mundo, es preciso despreocuparnos de ellos, como las aves del cielo y los lirios del campo. Quien ha obtenido esta libertad sabrá cuál es la medida de la necesidad, porque es la medida del amor. No existen fórmulas matemáticas para juzgar la necesidad de cada uno. Quienes tienen dinero, a menudo confunden los gastos superfluos con los necesarios y ¿quién les dará el conocimiento verdadero? El amor, la vida del espíritu.
Hay, además, un indicador que puede ayudarnos a descubrir esta medida y lo trae San Basilio en el comentario al versículo de Lucas que anotamos al inicio del texto. Dice así:
“para no confundirnos con los enemigos del Señor, debemos aceptar todas las cosas cuando las circunstancias así lo exigen, para dar a entender que todo es puro para los que tienen su corazón limpio; usando así de las cosas que son necesarias para la vida, y absteniéndonos en absoluto de todo aquello que incita a la complacencia. No todos pueden prescribirse la misma hora, ni el mismo modo, ni la misma cantidad; pero todos deben tener la misma intención de no llegar a la saciedad”.
Magnífica lección que propone un principio vital: no hartarse de los bienes mundanos. Precisamente allí, en ese hartazgo (o en la búsqueda del mismo), es donde sucumben los pudientes; porque esa saciedad es su consuelo.
La justeza del consejo paulino, el contento de lo necesario, es el pedido de Agur en los Proverbios: “…no me des ni pobreza ni riqueza; dame solamente el pan que necesito” (Prov XXX, 8-9). Es el pedido del hombre sabio que sabe que la miseria puede conducirlo al hurto o la blasfemia, y la riqueza a renegar de Dios. Por ello, dicha medida espiritual es la que otorga “unidad de visión” –de nuevo Knox–, pues tener más o tener menos de lo que se ajusta a nuestras necesidades comportará peligros continuamente.
¿No tienes lo que necesitas para vivir? Pídelo al Señor con humildad de corazón. ¿Lo tienes? Agradece Sus dones. ¿Tienes más de lo necesario? Considéralo una carga sobre tus hombros, pues te ha tocado ser distribuidor de los bienes de Dios. Porque no siempre nos será concedida la gracia de disponer de lo necesario, pero es menester atender la lección del Apóstol para ser solícitos en su consecución.
Concebir de este modo las riquezas nos evitará el consuelo, haciéndonos hombres desprendidos y generosos. Y como “no se afectan de igual modo los que tienen poco que los que tienen mucho” (San Juan Crisóstomo, en Catena Aurea) –según hemos visto–, estas líneas seguramente perturben o aturdan más a los hombres de buena posesión y posición, puesto que en ellos radica la mayor dificultad (por eso son tan dignos de elogio los ricos que no ponen la esperanza en sus tesoros. Cf. Ecli XXXI, 8-11).
José Alberto Ferrari (continuará)
39 comentarios
Planteas muchas preguntas, pero no das ninguna respuesta. Quizá porqué no la haya.
Yo creo que sí da respuestas, lo que no da es recetas o fórmulas matemáticas, porque, como dices, no las hay.
Me parece que es clave lo que decías en tu comentario el otro día: "Sinceramente, sigo en mi lucha para tratar de sacar lo que llena mi corazón (el deseo de dinero, aunque no lo tenga, y por eso sé que la pobreza material no es necesariamente ninguna virtud ) y dejar que Dios lo ocupe".
Necesitamos el dinero y los bienes materiales, pero nuestro corazón herido por el pecado tiende a agarrarse a ellos como lo más importante. La consecuencia es que, en este valle de lágrimas, la relación con las riquezas tiene que ser eso, una lucha (quizá excepto en gente muy santa). Una lucha para contrarrestar el apego y la idolatría de las riquezas que sufre el hombre caído y dedicarlas, como Dios quiso, al verdadero bien del hombre.
Y la lucha solo se acabará en el cielo. Si nos parece que ya no tenemos que luchar puede que ya seamos muy santos, pero me temo que es mucho más probable que nos hayamos rendido en la lucha. Por eso la Iglesia nos regala la Cuaresma, para nos probemos de nuevo (y cuánto cuesta dar la limosna de la viuda aquella del templo) y volvamos a la batalla si caímos en la tentación de tirar las armas y acomodarnos en las riquezas de este mundo.
La última crisis económica acaecida en España ha dado una lección al egoísmo y al individualismo llevando a gente que tiraba bocadillos a la papelera creyéndose ricos para siempre jamás (y menospreciando a los de más abajo) a hacer cola en Cáritas para que se los dieran con el dinero oficial y el de las viudas pobres. El mismo que pasaba por la carretera con un todoterreno de alta gama riéndose de un agricultor con un tractor de más de treinta años, luego le exigía ayuda con sus pequeños ahorros bancarios por si le iba mal la cosecha.para que le pagara la hipoteca inmobiliaria millonaria que había suscrito y las vacaciones aún debidas de lujo que había desfrutado a todo tren en la Riviera Maya, Punta Cana y lugares de lo más exóticos.
Lo malo de las crisis económicas es que también afectan a los pobres, pero pueden parar el golpe con más defensas, aunque las sufren por igual..
Porque como dices es muy dificil no autoengañarse con lo que es lo necesario.
"¿No tienes lo que necesitas para vivir? Pídelo al Señor con humildad de corazón. ¿Lo tienes? Agradece Sus dones. ¿Tienes más de lo necesario? Considéralo una carga sobre tus hombros, pues te ha tocado ser distribuidor de los bienes de Dios. Porque no siempre nos será concedida la gracia de disponer de lo necesario, pero es menester atender la lección del Apóstol para ser solícitos en su consecución."
Es menester distinguir la mentira marxista de la "igualdad social" con la católica justicia social o bien común. Basta recordar la conclusión de la parábola de los talentos Mateo 25, 29-30
29 Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
30 Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.
Ese tipo de personas, entre las que me encuentro, tienen que aquilatar muy bien si tienen excedentes o no porque pudiera ser ambas cosas dependiendo de lo que se entienda por excedente. Si suprimes viajes, coche-puesto que ya no tienes necesidad de él por razones laborales-gastas menos en ropa, etc...puedes llegar a tener cierta cantidad que variará en razón de la salud o la enfermedad, de manera que lo que te quede hoy puede que te falte cuando cambien tus circunstancias.
Tengo la impresión de que aquí entrarán pocas personas que puedan ser conceptuadas como ricos porque los ricos no tienen por costumbre visitar este tipo de webs.
«Abrahán era muy rico» nos dice la Escritura (Gn 13,2)... Abrahán, hermanos míos, no fue rico para sí mismo, sino para los pobres: más que reservarse su fortuna, se propuso compartirla... Este hombre, extranjero él, no cesó nunca de hacer todo lo que estaba en su mano para que el extranjero no se sintiera ya más extranjero. Viviendo en su tienda, no podía soportar que cualquiera que pasara se quedara sin ser acogido. Perpetuo viajero, acogía a todos los huéspedes que se presentaban... Lejos de acomodarse sobre los dones de Dios, se sabía llamado a difundirlos: los empleaba para defender a los oprimidos, liberar a los prisioneros, ver sacados de su suerte a los hombres que iban a morir (Gn 14,14)... Delante del extranjero que recibe en su tienda (Gn 18,1s) Abrahán no se sienta sino que se queda de pie. No es el convidado de su huésped, se hace su servidor; olvida que es señor en su propia casa, y trae la comida y se preocupa que tenga una cuidadosa preparación, llama a su mujer. Para las cosas propias cuenta enteramente con sus sirvientes, pero para el extranjero que recibe piensa que sólo lo puede confiar a la habilidad de su esposa.
¿Qué más diré, hermanos míos? Hay en él una delicadeza tan perfecta... que Abrahán atrajo al mismo Dios, quien le obligó a ser su huésped. Así Abrahán llegó a ser descanso para los pobres, refugio de los extranjeros, el mismo que, más adelante, se diría acogido en la persona del pobre y del extranjero: «Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis» (Mt 25,35).
"No digas que das limosna al pobre; di que le devuelves lo que le robaste".
Esa frase, en boca de un demagogo, es una falacia; pero mirada en profundidad, viendo la injusticia estructural del mundo donde unos poseen mucho y otros no tienen para vivir, empieza a cobrar sentido.
¿Que es lo justo?¿lo necesario?.
Los extremos son evidentes, pero parece que la situación ideal para un cristiano es tener un buen puesto de funcionario con un sueldo que no falte nunca. El resto, que nunca sabe como estará el mes que viene (y no digamos el año que viene) ¿si ahorramos(el que pueda)...estamos acumulando?.
Darse un viaje, o ir a la playa...necesario no es. Ni comer a veces en un restaurante, ni ir al cine, ni tener un tercer par de zapatos (y si me ponen, ni el segundo)... etc hasta llegar a la pobreza franciscana.
Como dije, yo estoy tieso. Pero eso no quita que desee caprichos. Ni yo ni mis hijos nos hemos quedado sin comer ni un día (por ahora, nunca se sabe) pero viven con lo justo, con muy pocos caprichos, pero yo deseo vivir mejor.
Perdonad el rollo, pero como ya dije...no encuentro respuestas a este tema.
Otros muchos pecados, la respuesta si es "matemática". Pero en este...siendo el dinero lo más matemático, no lo es.
Pero no solo eso. Te meten en una guerra ¿y ahora qué? Te da mañana un ictus ¿y qué has disfrutado?
¿Te compras el coche más económico, el más justito, el que "necesitas"...? ¿Te lo compras sin aire acondicionado, porque cuando éramos niños no existía y tampoco nos morimos? Le pones el aire, ¿verdad?
¿Tenemos un móvil "necesario" de llamar y que te llamen, o ya lo buscamos smartphone porque cómo va a ser lo mismo hoy en día tener que no tener whatsapp?
Desde luego que el ánimo de lucro tendrá su parte de vicio, pero son innegables sus beneficios, propios y ajenos. Mi afán de lucro puede alimentar familias, y no solo a la mía. ¿Pero de qué sirve el ánimo de suficiencia, de conformismo, de no aspirar a nada? Eso al final no termina siendo más que miseria. Y es hasta triste que en eso termine como el comunismo.
Y ahora podemos empezar a decir que somos pobres todos los que frecuentamos este blog. Pero no: no somos pobres. Es posible que, en este tema ,el pecado no sea tan nítido como en otros, pero se me ocurre una prueba para nuestro país: pobre es el que tiene que recurrir a la beneficencia para los consumos mínimos: alimentación, vivienda, ropa, transporte y energía. Quien no puede sostener por sí mismo ni eso, y tiene que recurrir a Servicios Socisles, Cáritas, familiares... ese es pobre.
Aquí no entrarán ricoos riquísimos. Pero pobres menos.
Yolanda: Ni ricos, riquísimos ni medio ricos. El pobre que tú describes es una persona en un caso extremo, pero, incluso así, no todos ellos son iguales: hay jóvenes pidiendo limosna cuyos padres pueden ser ricos, cigarras que se lo gastaron todo, etc...El pobre también admite circunstancias.
A los pobres les pasa como a las prostitutas, tienen carácter sagrado, y por esa razón se supone que toda mujer que se dedica a la prostitución lo hace forzada o que todo el que es pobre no tiene otra opción. En los años 60 vi tocar la guitarra en muchas calles a muchachos que habían tenido las mismas, o más, oportunidades que yo pero despreciaban el tipo de vida del currante.
La Didaché (s. II) ya dice que tú dinero sude en tu mano antes de darlo, y las normas de los primeros cristianos establecían que aquel que se mudara de ciudad y se alojara en casa de otro cristiano no estuviera más que tres días porque era muy tentador ir de ciudad en ciudad diciendo que eras cristiano y sin dar un palo al agua, por eso San Pablo, cuando podía, hacía tiendas de lona.
Hoy en día hay comerciantes que no encuentran trabajadores porque no les satisfacen los horarios: quieren media jornada o jornada que no sea partida. Es decir, en lugar de poner las condiciones el dueño las ponen ellos.
Hace un par de años visité a una prima que también había tenido una vida movidita y estaba hecha polvo, cuando me vio me dijo: "Tú eres la de siempre, te veo y recuerdo a tus padres y a tus abuelos". La rutina refuerza la tradición, el sentido del deber y libera a la persona del movimiento continuo como incentivo de su vida. La persona que ha estado sometida a un horario fijo en una misma empresa desde los 16 años tiene que mantener viva su imaginación, apreciar las pequeñas cosas y aprender a torear a sus jefes. No es una vida atractiva pero fortalece mucho, permite la lealtad, porque siempre estás en el mismo sitio y puedes echar una mano, y no queda más remedio que leer mucho, pensar mucho y darle un sentido a tu vida que siempre encuentra como obstáculo la misma pregunta: ¿Y esto para qué?
Si con la ayuda de Dios te das cuenta, como dice Chesterton, de la enorme importancia del hogar, de los tuyos y de tu entorno (por más que esté formado por personas mediocres) e incentivas tu imaginación ese tipo de vida tiene más posibilidades que la del saltimbanqui, en mi opinión. Pues hoy en día entre los jóvenes sin trabajo hay mucho saltimbanqui.
La búsqueda de la libertad es tan atractiva como la búsqueda del dinero o del poder según el tipo de persona que seas. Y a veces, en el colmo de la locura, se pretenden las dos cosas.
El problema es cuando permitimos que el amor al dinero o el deseo de lo que no necesitamos nos domine: el consumismo y el marxismo es una constante invitación de envidiar a los demás, son un distractor que nos impide ver nuestra soledad y necesidad de Dios.
En cambio, cuando nos metemos en temas de dineros, parece que todo es mas complejo, matizable, depende de circunstancias y situaciones; se puede ser rico y no tener el corazón en el dinero ¿y qué es ser rico? ¿y qué es ser pobre? Todo parecen atenuantes, condicionantes, etc, etc, etc..........cuando Jesús fue tremendamente radical en este campo; de temas sexuales no habló mucho; y el "no se puede servir a Dios y al dinero"; "qué difícil es que un rico entre en el Reino de los cielos"; la parábola del pobre Lázaro y el rico Epulón............todo lapidario y bastante claro; menos cuando tenemos que concretarlo.
Creo quue releerlo ayuda porque da criterios y argumentos esclarecedores.
Gracias al autor y a Bruno.
Saludos!!
A.
San Francisco de Asís es un modelo muy parecido al evangélico pero no todos los santos son iguales. Evidentemente la preocupación por los hijos y los padres ancianos es diferente que la vida de un eremita o de un misionero, totalmente entregadas a Dios, pero nunca se ha puesto en cuestión. Con el dinero pasa un poco lo mismo.
"3 Y aunque repartiera todos mis bienes, y entregara mi cuerpo para dejarme quemar, si no tengo caridad, de nada me aprovecharía".
Supuestamente si entregas todos tus bienes ya has cumplido para con los pobres, entonces ¿por qué puedes hacer esto y no tener Caridad?
Acciones por los pobres y desprecio a los ricos se dieron ya en el Medievo y algunas fueron heréticas, como la de los dulcinistas o Hermanos Apostólicos fundada por Fray Dolcino da Novara y que, en cierta manera anticipa el comunismo y es muy, pero que muy progre: pobreza, vida en comunidad y sexo libre. Nada hay nuevo bajo el sol. ¿Un admirador de Dolcino? Mira por dónde Nietzsche. Dolcino da Novara podía ponerse al lado de los pobres pero si Nierzsche le admiraba es porque tenía una soberbia luciferina ¿qué otra cosa es el superhombre?
Se ha fijado usted en quién tira del carro, ¿no?
No sé si es una actitud un poco de cara a la galería, ni tampoco si se da cuenta de ello o no, pero, en caso de que sea genuino, ese cinismo que traslucen sus palabras tiene que ser terriblemente destructor. No se deje destruir, hombre, que usted vale muchísimo más que eso. Somos ciudadanos del cielo y Dios nos tiene planeadas cosas incomparablemente mejores que "pillar cacho" en la vida.
Y no se lo digo en absoluto por criticarle, sino con auténtica preocupación.
"No deja de ser paradójico que por ejemplo en temas de moral sexual y familiar todo parece estar muy claro, lo que es inmoral y no, lo que es pecaminoso y no lo es. En cambio, cuando nos metemos en temas de dineros, parece que todo es mas complejo, matizable, depende de circunstancias y situaciones"
Es que no es así. No está usted comparando temas de moral sexual y de dinero, sino temas de males intrínsecos y temas de en que no hay esos males intrínsecos. Ambos tipos de casos morales se dan en temas de dinero y en temas de moral sexual.
Por ejemplo, está muy claro que robar, defraudar a Hacienda o falsificar moneda son acciones inmorales. En cambio, puede no estar claro si esa mirada que alguien le dedica a una mujer tiene o no algo de pecado.
En todos los ámbitos de la moral hay cosas que siempre están mal y cosas matizables y que dependen. Nada tiene de raro eso, porque la moral cristiana no es de mínimos (simplemente evitar los comportamientos intrínsecamente malos), sino de máximos (sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto).
A cambio del desprecio social los publicanos recaudaban los impuestos para los romanos, eran a la vez ricos y malditos. Se supone que los fariseos ricos obtenían sus riquezas de otro modo: posesión de terrenos, viñas, etc...pero eso no estaba mal considerado si no que, según el pensamiento judío, era una bendición de Dios.
Naturalmente el gravamen que los publicanos pusieran a los impuestos para su propio beneficio podría ser distinto según la codicia de cada cual porque ellos pensaban que, de cualquier forma, ya estaban marcados. Zaqueo pudo rectificar en justicia, es decir quedarse con lo que cobra un funcionario de Hacienda hoy en día. Y si pudiendo cobrar más cobró menos ya no adoraba a Mammón porque había encontrado algo mejor.
"Los fariseos, que eran amigos del dinero, escuchaban todo esto y se burlaban de Jesús."
Al igual que los modernistas en la actualidad, que usan términos católicos en un sentido no católico, los fariseos dieron un sentido espurio a la religión de Moisés, donde el Mesías serviría para dar bienestar material solamente y ni siquiera a todo el mundo, sino a los seguidores de sus falsas enseñanzas.
"No sé si es una actitud un poco de cara a la galería, ni tampoco si se da cuenta de ello o no, pero, en caso de que sea genuino, ese cinismo que traslucen sus palabras tiene que ser terriblemente destructor. No se deje destruir, hombre, que usted vale muchísimo más que eso. Somos ciudadanos del cielo y Dios nos tiene planeadas cosas incomparablemente mejores que "pillar cacho" en la vida".
- Yo, qué quiere que le diga, de lo que me he terminado dando cuenta, como ciudadano del cielo y de la tierra, es que a lo que precisa y exclusivamente no hemos venido a este mundo es a "hacer tiempo" para el siguiente. Méritos, vale. Pero trámite, con su correspondiente "burocracia", desde luego que no. Llámelo "cinismo" (qué manía de restregarme que miento sabiendo que miento, ¿de verdad me cree tan retorcido?), pero si de algo me voy cuidando muy mucho es de no dejarme destruir, puede estar tranquilo por ese particular.
Se puede perfectamente "pillar cacho" para esta vida y para la siguiente. Es más, es justo agradecérselo al Señor, si su voluntad es darnos una de cal y otra de arena. Ya se preocupó mi señora abuela de inculcarme que los ratos buenos hay que ir a buscarlos, que los malos ya vendrán solos. Era evidente por qué pensaba así, no le quedó otra.
"Y no se lo digo en absoluto por criticarle, sino con auténtica preocupación".
- Yo se lo agradezco, máxime en el tiempo litúrgico, y le correspondo y encomiendo también de corazón.
Pero no me niegue(n), porque no me lo puedo creer, que no le(s) gusta "otra de gambas". Que tampoco yo se lo critico, todo lo contrario, ¡LAUS DEO!
Y como digo siempre, sálvese el que pueda. "Y lo sabes", como se dice ahora.
"Nadie puede servir a dos amos. Pues odiará a uno y amará al otro; será leal a uno y despreciará al otro. No se puede servir a Dios y al dinero."
Los fariseos y los hedonistas siempre han tendido la tentación de justificarse. Es válido usar el dinero, no es válido hacerlo nuestro señor ya que es "Buen servidor y mal amo".
Chesterton, un hombre al que no se le puede reprochar que no amara la vida, no hablaba así. Su manera de hablar es la de un cínico, si lo es o no usted lo sabrá, pero si alguien le hiciera caso desde luego no se marcharía a un lazareto, situación perfectamente evitable si uno no es leproso, de lo que se deduce que su opinión sobre San Damián de Molokai debe ser pésima.
"Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz y me siga."
Quien busca el dinero, el mundo o los placeres se excluye el mismo del seguimiento a Cristo.
Quisiera insistir en un punto: hay que sentir bien respecto de las riquezas, y son las mismas riquezas las que nos embotan el sentido. Por eso, ellas mismas, per se, son un obstáculo para la Caridad. Desde el momento en que las veo y siento así, comienza un itinerario de purificación.
La solución no consiste en estar atentos al límite estricto de lo necesario, a la constante preocupación de no saciarse. No. Se trata, más bien, de hallarle sentido a lo supramaterial, con ojos sobrenaturales descubrir la inconsistencia del dinero y el Rostro del pobre... sentimientos de los que carecemos a menudo, yo el primero.
Como en todo, La Divina Escritura sabrá conducirnos por el sendero de la Sabiduría.
Cordialmente,
J.A.F.
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