Caravana de bicicletas
Con su generosidad característica, SS. MM. los Reyes Magos trajeron este año sendas bicicletas para mis tres hijos. Esos mismos Reyes Magos, sin embargo, desoyeron mi propia petición de un robot inteligente, indestructible e infatigable que pudiera cuidar a los niños mientras usaban las bicicletas. Así pues, a quien le toca acompañarlos por las tardes es a mí, que por desgracia no soy indestructible, ni infatigable ni, aparentemente, demasiado inteligente.
Como los Reyes llevan más de dos milenios en el negocio de los regalos y son bastante sabios, se preocupan poco de los dictados de lo políticamente correcto. En consecuencia, las bicicletas no son unisex, sino que se adaptan a los gustos de sus respectivos propietarios, aunque esos gustos sean sexistas y discriminatorio-cavernícolas.
Así pues, la bici de mi hijo mediano es amarilla y negra, con aspecto de bicicleta de montaña para deportes extremos, aunque los ruedines estropean un poco el efecto. Por supuesto, en las bicicletas de las dos niñas abundan los ponis, las hadas y las cintas brillantes, pero lo más llamativo es que son de color rosa. Cuando digo rosa, no me estoy refiriendo a una simple tonalidad. Se trata más bien de una cualidad indescriptible utilizando meras palabras humanas y cercana a la roseidad absoluta: un rosa tan intenso que sólo se puede contemplar con gafas de sol si uno no quiere perder la vista para siempre. Tengo la sospecha fundada de que, para asegurar el equilibrio cósmico del universo, en alguna lejana galaxia hay planetas enteros en los que el color rosa es desconocido, como una forma de compensar el exceso de densidad rosística de las bicicletas de mis hijas.
El proceso de ir con las bicicletas hasta algún parque o un aparcamiento vacío se parece bastante a una caravana dirigida al antiguo Oeste americano. Primero, hay que prepararse para el viaje y comprobar antes de salir que todos llevan zapatos en los dos pies (algo que a menudo no sucede). También es fundamental llevar agua, pues, según la ley externalización umbralística de Hoppenschlager, el paso en dirección de salida por el umbral de la puerta de casa tiene un efecto agudizador característico de la sensación hipohídrica, que hace que la sed de los menores de diez años pase del 0% a un 127,38% en cuestión de segundos. Es fácil hacer la prueba: basta preguntar si alguien tiene sed antes de salir de casa (nadie) y treinta segundos después (todos, con enconadas peleas por ver quién bebe primero de la botella).
Por supuesto, el proceso de acompañar y aprovisionar la caravana es mucho más sencillo para las madres, gracias al maravilloso invento de los bolsos sin fondo. El bolso de mi mujer tiene la llamativa capacidad de contener, como mínimo, el quíntuplo de su propio volumen en los objetos más diversos, desde loción antimosquitos (muy útil si uno va en bicicleta a los pantanos infestados de malaria del Camerún) hasta pegamento, pasando por la merienda, un cuadernito para hacer la lista de la compra, innumerables gomas para el pelo de las niñas, tiritas para el niño, colonia para desinfectar heridas y múltiples objetos enigmáticos cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos y cuya utilidad ya nadie recuerda.
Aunque vivimos en un barrio residencial, con poco tráfico, la marcha de la caravana es muy laboriosa. El padre, oséase yo, aprovecha los ojos que le crecen en la nuca en el momento en que su primer hijo aprende a andar y actúa como vigía y centinela. Cuando divisa un coche acercándose, da el grito de alarma y las bicicletas corren desorganizadamente hacia la acera (inevitablemente, cada una a una acera distinta), hasta que pasa el peligro. Como es lógico, a los niños les encanta el caos que se produce y entran enseguida en el espíritu del juego. “¡Un cocheeeee!”, gritan entusiasmados ellos mismos unas cinco veces por minuto, aunque el coche en cuestión vaya por otra calle, se aleje de nosotros o incluso esté aparcado y no tenga ruedas. Lo que sea con tal de aumentar el número de canas en la ya bien provista testa de su progenitor.
Al llegar al parque o aparcamiento desierto, comienzan las gráciles curvas y ochos propios de ciclistas expertos y también los zigzageos vacilantes y temblorosos, según los casos. En general, yo me muestro más a favor de los primeros que de los segundos, que, además de ser artísticamente menos atractivos, suelen terminar en una competición de resistencia entre la frente de los niños y el asfalto del suelo.
A pesar de ser hermanos, cada uno de mis hijos tiene un estilo de ciclismo totalmente diferente. La mayor debió de aprender a ir en bicicleta observando antiguas películas de los años veinte, en las que los caballeros y las damas montaban en sus velocípedos de forma pausada, digna e inmensamente respetable. Nunca acelera, ni hace quiebros repentinos y su obsesión es que la dejen en paz, con un buen espacio alrededor. Esa pretensión choca (metafórica y literalmente) con el deseo irrefrenable de la pequeña de seguirla a dondequiera que va y acercarse lo más posible a ella en todo momento. La manera de montar en bicicleta del niño, en cambio, me recuerda siempre a la película Ben-Hur, porque los ruedines de su bicicleta actúan como los pinchos de las cuádrigas romanas, segando todo lo que se le ponga por delante, ya sean otras bicicletas o las piernas de incautos peatones.
Lo que más temo de las salidas con bicicleta es el momento inevitable en que a uno de los niños se le ocurre decir que estaría bien hacer una carrera. No soy de esos padres que piensan que competir es malo o que las carreras siempre deben terminar con “todos habéis ganado”. Pero sí conviene que haya una ligera posibilidad de que el ganador no sea siempre el mismo. Y eso, cuando compiten una niña de ocho años que monta bien en bicicleta, uno de seis que todavía lleva ruedines y otra de cuatro que ni siquiera tiene pedales en su bici, resulta bastante complicado. Es necesario combinar un “¡Ya!” en el momento en que la mayor está desprevenida, con un buen empujón discreto a la más pequeña y elegir el itinerario más adecuado para que los ruedines del mediano no supongan una desventaja insuperable ni tampoco una amenaza para la integridad física de los participantes. Me río yo del encaje de bolillos.
A veces pienso que la Providencia divina debe de parecerse mucho a un padre que lleva a sus hijos a montar en bicicleta: contemplándonos con un inmenso cariño, conociendo nuestras fuerzas y nuestras debilidades, empujándonos gentilmente en la dirección correcta sin forzarnos, compartiendo nuestros sufrimientos, protegiéndonos de lo que nos amenaza, buscando lo mejor para nosotros y, ¿por qué no? disfrutando enormemente en el proceso.
16 comentarios
Y casi casi me dan ganas de iniciarme en la narrativa, pero temo que el producto final no sea tan bueno.
Mientras me conformaré con leer...
El cierre estuvo providencial.
saludos
Sin duda alguna, Bruno, Dios actúa así..de la forma que lo planteas.
Bendiciones!
Gracias por hacerme volver por éste túnel del tiempo y plasmar en mi cara una gran y evocativa sonrisa.
Dios te guarde. Os guarde.
Pues créetelo. En TCM+1
Y sobre el final, me pregunto si hay una manera que los niños entiendan que no deben asustarse por los yonkis que tomaron el parque como residencia. Porque este niño, de verdad, preferiría estar en casa.
¡Qué diferente esta concepción de Dios; esta concepción eminentemente cristiana que nos reveló Jesús, de la concepción fría de los filósofos: Dios simplemente como razón de ser del mundo!
Es esa característica de Padre amoroso la que se pierden de conocer los ateos y agnósticos, cuando intentan abordar el "problema de Dios" como suele llamarse. No pueden entender que Dios no es solo el Creador, sino es eminentemente el Padre y es una lástima.
Buen post. Saludos
"And take upon us the mystery of things,
As if we were God’s spies"
Espía de Dios en ambos sentido. Espías para Dios y espías a Dios.
Además, Dios los protegía con sus Angeles Guardianes.
Gracias Bruno.
Jesús nos invita a imitar la misericordia del Padre que hace que brille el sol lo mismo para buenos que para malos -porque quiere la conversión y no la muerte del pecador.
Los ateos tal vez no ven esa imagen de Dios Padre porque muchos cristianos muestran otra muy distinta.
Para mí no existe posibilidad de comparación porque un padre que va de excursión con sus hijos no sufre, sino que vigila y se preocupa, pero no participa del drama del pecado, de la guerra, de los muertos de hambre, de los niños asesinados antes de nacer… Dios lleva milenios sintiendo el sufrimiento de la humanidad y haciéndolo suyo.
Los ateos vemos la imagen de Dios Padre que ofreceis.
A cuenta de que una diputada valenciana ha pedido que quiten un crucifijo de un hospital un comentarista ha dicho: "esto es invocar el castigo divino para toda la nación".
¿Perdón? ah, vaya. Entonces si ahora me quedo en paro y mis hijas pasan hambre igual es un castigo divino. O si salgo a la calle con mi hija y su bici y la atropella un coche pues también puede ser un castigo divino.
Igual ahora vamos a sufrir paro, terrorismo, desastres naturales, etc, porque Dios ha decidido castigar a un país de 47 millones por la opinión de una señora.
Mira, que Dios castiga ya vengo yo diciéndolo desde hace mucho tiempo (en contra de la opinión de muchos que al final le han dado la razón a los blogueros que sostienen lo mismo), pero como muy bien ha apuntado otro eso no significa que todo lo malo venga de Dios como castigo.
Creo que con demasiada facilidad y con cierto placer sádico algunos apuntan a un castigo divino cuando ven que lo que no les gusta resulta dañado.
Les molesta la libertad individual, les desagrada la democracia y al final Dios nos tiene que castigar por ejercerlas, no solo con la spenas del Infierno sino con castigos en esta vida.
Le haceis un flaco favor a Dios cada vez que os empeñais en que España merece un castigo colectivo.
Esa manía de pasar del Dios amoroso y edulcorado que nos ama tanto al Dios que es capaz de arrasar con todo y castigar incluso a los que no participan directamente en algo, hace que los ateos nunca os podamos tomar en serio.
No tengo demasiado claro lo que quieres decir ni a donde quieres ir a parar.
Yo ya he dicho que en muchos casos puede que un ateo lo sea porque no conoce el verdadero rostro del Padre y que puede ser que no lo conozca porque nadie le haya hablado de él.
Por otra parte, entre los ateos habrá de todo, y lo que vean no sólo depende de lo que se les ofrece, pues en muchos casos se selecciona lo que uno quiere ver.
Parece que te ha hecho feliz que un comentarista haya dicho, en algún lugar, que Dios nos va a castigar porque una diputada valenciana ha mandado quitar un crucifijo de un hospital, porque tú lo venías diciendo desde hace mucho tiempo en contra de la opinión de otros que, según tú, han cambiado de opinión.
Pues estupendo, ya hay un comentarista que te da la razón.
Yo en cambio sólo le puedo dar la razón a ese comentarista en que es más que probable que desterrar a Dios de nuestras vidas naturalmente nos traiga pésimas consecuencias, aunque la responsabilidad de esas consecuencias sería nuestra, que somos los que elegimos apartar de nuestras vidas el amor de Dios; pero no sé hasta que punto se puede deducir eso del hecho de que alguien quite un crucifijo de un lugar concreto. No conozco el caso, puede que sea antidemocrático quitarlo y no democrático, como tú aseguras.
En todo caso, lo que diga un comentarista no tiene por qué importarme y menos afectarme, aunque comprendo que tú lo aplaudas y selecciones para alimentar tu caricatura concreta de Dios.
No sé quién te habrá dicho que si estás en paro (o si te toca la lotería) es Dios que te está castigando. Al parecer eres tú mismo quien te lo dices, pues eso, tú mismo.
Ni siquiera quien te asegure que Dios castiga te puede asegurar que algo sea castigo de Dios.
Y desde luego, nadie te puede decir que Dios castiga a los inocentes, como tú aseguras.
Los injustos castigos que tú planteas no son compatibles con la figura de Dios como un Padre, pero el hecho de "castigar", por el bien del hijo, no disminuiría para nada el amor del padre, sino todo lo contrario.
Por tanto, aunque yo no creo que Dios propiamente castigue, puedo admitir que se diga que Dios castiga, siempre que la explicación demuestre que lo que hace Dios es avisar y reprender y respetar nuestras malas elecciones con sus malas consecuencias.
Nos dice cuál es el camino que conduce a la vida, aunque no nos obligue a tomarlo. Si me empeño en verlo como un empalagoso caprichoso e injusto en vez de como un padre que me quiere y elijo apartarme para siempre de él, el que me castigo soy yo.
Pero todo esto lo hemos discutido ya y no veo necesidad de repetirlo.
Yo sólo te puedo decir que todo es para bien de quien ama y se sabe amado por Dios.
Pero tú dejas también claro que para ti el amor de Dios es "edulcorado", tú mismo y tus gafas de mirar la vida y a Dios.
En cuanto a quien quiera llamar castigo a lo que le pasa, pues él mismo.
Y hay que modificar un poquito el final de tu comentario:
Te hace -quien sea, pero a mí no me incluyas- un flaco favor a TI -no a Dios- cada vez que quien sea habla de un castigo colectivo a España.
Esa manía que tenéis algunos de pasar de vuestra caricatura de dios edulcorado a la caricatura del dios que es capaz de arrasar con todo y castigar incluso a los que no participan directamente en algo, hace que A ciertos ateos nunca os podamos tomar en serio. Y si hay creyentes que alimentan vuestras caricaturas, allá ellos.
Y eso es todo.
No quiero desviar el tema del post ni iniciar un diálogo sin término.
Así que eso es lo que pienso y mis más cordiales saludos y buenas noches.
Pensar que Dios no castiga parte de la idea errada de que todos somos 'buenitos' (incluido los ateos, que solamente son ateos, pero buenas personas). Sin embargo, todos somos malos, en virtud del pecado original y del personal, que se sanan mediante la docilidad a la Gracia y que nos convierte en santos. Si bien es cierto que somos 'buenas personas' (incluido los ateos), esto es solo por el hecho de que no estamos radicalmente corrompidos, como los demonios y condenados (si los hay) que están en el infierno y separados completa y definitivamente del Bien. Pero este ser 'buenas personas' es necesario, pero no suficiente para evitar el castigo (sobre todo el definitivo), es necesario la conformación a la Gracia y la identificación con Cristo que dicha conformación conlleva.
Creer que el Dios Padre bondadoso se opone al Dios severo castigador es absurdo, porque se piensa que, cuando Dios es severo y castiga, está siendo malo. Pero no es así, el castigo viene por justicia y como remedio extremo.
Hay un castigo objetivo, dado por Dios positivamente. Hay además un castigo que resulta de alejarnos del Bien, que es Dios.
Saludos
Expresas un punto de vista muy distinto del de Gringo y no sé que te contestarán, pero creo que te puedo dar mi curiosa opinión sobre este asunto:
YO NO ENTIENDO ESTA POLÉMICA, porque no sirve para nada ni tiene ningún sentido. Veo que hay dos puntos diferentes
- El castigo eterno:
Quizás es natural que se hable de castigo en el caso del infierno, aunque es tan adecuado o más decir que nos castigamos nosotros mismos que decir que nos castiga Dios, depende del punto de vista.
Cierto que al final de la vida nos examinarán de amor.
Puede que suspendamos el examen, pero somos nosotros los que suspendemos, el juez nos dijo lo que había que hacer para que el juicio fuera positivo. Claro que los alumnos insisten en que el profesor los ha suspendido, puesto que el juicio lo emite él, pero la realidad es que los que suspenden son ellos.
Y si hemos rechazado el amor hasta el final, pues nosotros mismos nos hemos situado en el infierno que supone el apartamiento de Dios.
Le puedes llamar castigo de Dios, pero propiamente somos nosotros mismos los que nos hemos autocastigado con nuestra libre elección.
Por otra parte si bien el infierno es dogma de fe, si está lleno o está vacío es algo que no me consta.
- El castigo en esta vida.
Me parece bien que digas que Dios PUEDE castigar, pero ignoras si castiga a alguien tanto en general como en cada caso concreto, por lo cual lo sensato es no ir por el mundo haciendo de amigos de Job porque Dios nos va a mandar callar y le va a dar a él la razón.
Es decir, no tiene sentido que se le diga a nadie: castigo de Dios, o Dios te va a castigar, puesto que no tenemos ni idea del por qué de las cosas que ocurren, simplemente confiamos en Dios, que las permite.
Lo que un cristiano debe proclamar a tiempo y a destiempo es junto al hecho de que "nos examinarán del amor" que en esta vida TODO ES PARA BIEN DE LOS QUE AMAN AL SEÑOR Y SE SABEN AMADOS POR EL, que nos amó primero.
Eso sí, el tema está tratado extensamente en otros posts de otros blogs en los que se puede uno ilustrar exhaustivamente sobre citas bíblicas y magisteriales.
He llegado a la conclusión de que los que dicen que no castiga y en el sentido en el que lo dicen, no están en realidad en contra de las enseñanzas magisteriales que hablan de castigos.
Son muy interesante y recomiendo a todo el mundo que se lean los posts de J.M.Arraiz y Nestor M, y también las ideas originales de A Bermudez
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