Llamados a ser magnánimos
Desde su elección, el Papa Francisco ha hablado varias veces de la magnanimidad. A mí, en particular, me ha causado una gran alegría que lo haga, porque la magnanimidad de los santos es una de las cosas que me resultan más atractivas de la historia de la Iglesia.
La mayoría de los cristianos sabemos que debemos ser humildes, incluso los que no tenemos mucho éxito en ese empeño. ¿Quién no desearía poseer la santa humildad de Cristo? Mucha menos conocida para la mayoría, sin embargo, es la virtud de la magnanimidad, hasta el punto de que no solo no la practicamos, sino que ni siquiera la deseamos. Y esta virtud, esta joya como decía Santo Tomás, nos es particularmente necesaria, porque sin ella corremos el riesgo de convertir la humildad en pusilanimidad o mezquindad.
Joseph Pieper, en su maravilloso libro Las virtudes fundamentales, explica así la magnanimidad:
“La magnanimidad, una virtud frecuentemente olvidada, es la aspiración del espíritu hacia cosas grandes, la extensio ad magna. Una persona es magnánima si tiene el valor de buscar la grandeza y se hace merecedora de ella. Esta virtud tiene sus raíces en una firme confianza en las más altas posibilidades de la naturaleza humana que Dios “creó admirablemente y redimió de forma más admirable aún” (Misal Romano). Así, la magnanimidad incorpora en sí misma la aspiración de la esperanza natural y la sella según la verdad de la naturaleza del hombre. La magnanimidad, como nos dicen tanto Santo Tomás como Aristóteles, es la “joya de todas las virtudes”, puesto que siempre, y especialmente en asuntos éticos, decide en favor de lo que es, en cualquier momento, la posibilidad de mayor potencialidad de ser para el hombre”.
La magnanimidad es la mirada que se eleva por encima de tonterías, frivolidades, rencores, avaricias, enemistades o partidismos, hacia cosas más importantes. Es la virtud propia de los antiguos caballeros (y damas, por supuesto), que conjuga la generosidad, la cortesía con nobles y pequeños, amigos o enemigos, la audacia y el deseo de realizar grandes hazañas. Por ejemplo, fueron magnánimos (aunque tuvieran otros muchos defectos) los conquistadores españoles que, con un puñado de hombres, se lanzaron a explorar y conquistar todo un continente, como los trece de la fama.
La magnanimidad cristiana es aún más magnánima, por decirlo de alguna manera, porque el cristiano sabe que, con Cristo, todo es posible. San Pablo está ejerciendo la magnanimidad cuando dice: Todo lo puedo en aquel que me conforta. Es, sobre todo, la virtud de Nuestra Señora: Hágase en mí, según tu palabra. Al pensar en la magnanimidad, yo siempre me acuerdo de San Francisco Javier, que quería evangelizar el mundo entero y, tras llevar el Evangelio a Goa, las islas Molucas, Amborio, Ternate, la India o al mismo Japón, cuando se le cansaba el brazo de tanto bautizar, aún quería más, y murió a las puertas de China, ansiando conquistar ese gran imperio para Cristo.
El Papa Francisco, en su homilía del 25 de abril en Santa Marta, nos recordó la unidad intrínseca entre magnanimidad y evangelización: “El Señor trabaja con todos los que predican el evangelio. Esta es la magnanimidad que los cristianos deben tener. A un cristiano pusilánime no se le entiende. Es proprio de la vocación cristiana esta magnanimidad: cada vez más, cada vez más y más, siempre hacia adelante”.
Como sucede con todas las virtudes, hay que tener cuidado para no desviarse de la magnanimidad por exceso ni por defecto. Los vicios por exceso de la magnanimidad, según santo Tomás son la ambición, la presunción y la vanagloria. La ambición es el deseo desordenado de bienes materiales, fama o gloria. Contra ella (y no contra la magnanimidad) nos previene el Salmista: Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros. No pretendo grandezas que superan mi capacidad, sino que acallo y modero mis deseos como un niño en brazos de su madre. La presunción consiste en la confianza excesiva en las propias fuerzas y, sobre todo, en la propia virtud: es el pecado de los fariseos, que se creían buenos y pensaban que se habían ganado la aprobación de Dios por su cumplimiento de la ley. La vanagloria, finalmente, es el deseo de recibir una gloria que no merecemos o, más frecuentemente, de arrebatar la gloria que sólo pertenece a Dios. Por ejemplo, cuando buscamos ser alabados por nuestro buen comportamiento, mientras que en realidad deberíamos reconocer los milagros que ha hecho la gracia de Dios en nosotros, sin que lo mereciéramos.
La magnanimidad cristiana conjuga perfectamente el deseo de hacer cosas grandes para la gloria de Dios con la humildad de saber que nada podemos sin Cristo. Por eso, junto con San Francisco Javier, es patrona de las misiones Santa Teresa de Lisieux, que sólo salió de su país una vez para ir a Roma y cuya fuerza estaba en el caminito de la infancia espiritual. Como sucede con las demás virtudes cristianas, en la magnanimidad cristiana se realiza el milagro de conjugar actitudes que humanamente parecen opuestas, como el reconocimiento de las propias limitaciones y pecados y la búsqueda de grandes hazañas, para la gloria de Dios. Es la virtud de Frodo, el pequeño hobbit, que se levanta y dice: “yo llevaré el anillo a Mordor… aunque no conozco el camino”. En lugar de la confianza voluntarista en las propias fuerzas del “Yes, we can” de Obama, es la actitud del que sabe que no tiene fuerzas para realizar su misión, pero sabe también que Dios hará milagros.
Ha habido épocas en la historia en las que la magnanimidad era una virtud deseada y a menudo practicada de forma natural. Consecuencia de la magnanimidad, en los vencedores, es la clemencia con el vencido. Un ejemplo magnífico de esa magnanimidad en la victoria es el cuadro La rendición de Breda, en la que los españoles tratan a los vencidos con una cortesía que el mundo, tristemente, parece haber olvidado.
En efecto, nuestro tiempo parece sufrir el predominio de los vicios por defecto de la magnanimidad: la pusilanimidad y la mezquindad. Esta mezquindad se puede ver por doquier. Por ejemplo, en la forma de actuar de los políticos, que deberían ser los mayores ejemplos de magnanimidad por su vocación de servir al bien común, pero en cambio conceden una importancia absoluta que conceden a obtener votos y se muestran incapaces de reconocer lo bueno que han hecho sus contrincantes o los errores propios… Pero también se ve en nuestros libros de Historia, que tienden cada vez más a reducir los procesos históricos a la economía, como si no hubiera nada más importante que el dinero. O en las universidades, donde títulos, notas, cargos y publicaciones parecen ser lo único importante para tantos alumnos y profesores, olvidando la noble vocación universitaria de buscar la Verdad. Y así podríamos repasar cada aspecto de nuestra sociedad, buscando con una linterna, al estilo de Diógenes, un hombre magnánimo.
También los cristianos, desgraciadamente, nos dejamos llevar por la pusilanimidad y la mezquindad. Caemos a menudo en pensar que ante los males del mundo no se puede hacer nada, que la descristianización, las leyes inmorales, el hambre, el abandono de los ancianos, la mentira, la decadencia de la clase política y un largo etcétera son males inevitables. Nuestra pusilanimidad se muestra en nuestro deporte de sillón más practicado: la queja sempiterna. Nuestra mezquindad se revela en la preocupación cicatera por el dinero como lo más importante, aunque sea con buena intención y para darlo a otros, en vez de poner los ojos en las cosas del cielo y no en las de la tierra.
Estamos llamados a ser magnánimos. Hemos recibido una vocación a ser santos y no podemos contentarnos con ninguna otra cosa. Los caballeros de Cristo no pierden su tiempo en quejas, sino que parten a la conquista del mundo para Dios. Si las leyes anticristianas son gigantes, hagámonos Quijotes y luchemos contra ellas. Si los medios de comunicación difunden ideologías contrarias a la fe, fundemos infocatólicas, radios María, religiones en libertad, blogs, portales, periódicos y emisoras, aunque sea sin dinero. Si nuestra sociedad es un desastre, creemos economatos, partidos politicos católicos, capillas de adoración perpetua, revistas de pensamiento o colegios que le den la vida que necesita. Si una diócesis no tiene suficientes sacerdotes, que envíe al fin del mundo en misión algunos de los pocos que tiene y ya se encargará Dios de responder con el ciento por uno. Si el mundo moderno ha perdido la fe, alegrémonos de que el cielo nos ha regalado un Nuevo Mundo por evangelizar. Si nos quitan el manto, demos también la túnica. Si nos abofetean en la mejilla derecha, pongamos también la otra.
62 comentarios
Pero sin envolver en vanagloria y en presuncion.
En Occidente se llamó nobleza.
Los griegos lo llamaron BuenoBello.
Ese es el punto justo del magnánimo.
Bruno:
¿Me puedes decir al menos una ley anticristiana?
Entiendase por anticristiana aquella que impide a los cristianos actuar de acuerdo a su fe. No aquella que permite a los que no son cristianos actuar de acuerdo a principios que no son cristianos.
De igual manera, ¿Me puedes citar un artículo de un medio generalista donde se haga apología de una cierta creencia?
Saludos.
(huy... este Paco busca bronca. Mira que está fácil la respuesta, pero como supongo que detrás de Paco están los nicks habituales, dejo el reto al blogger.)
Entonces, una ley que mandase de vuelta a los judíos a las cámaras de gas, no sería anticristiana. Los cristianos no tendríamos derecho a protestar...curioso argumento. Pues nada, que promulguen una ley autorizando la pedofilia, mientras no sea obligatorio ser pedófilo no tiene nada de anticristiana.
La magnanimidad es también, como todas las virtudes que me vienen a la cabeza, una virtud de fuertes, que tienen muy claro por dónde van. Que si Dios les pone en el camino una oportunidad para dar algo de Dios a alguien(y ahí Dios se da todo, a la medida del que recibe), no Le van a decir que no, aunque les cueste, aunque la comodidad o lo que sea tire para otra parte.
La grandeza de alma, por supuesto que incluye ver con los ojos de Dios todas las situaciones y personas :todos somos imágenes en la Imagen de Dios. Esto no sirve más que recordarnos que la magnanimidad empieza con un vaciarse de la paja para dar paso a los sentimientos del Magnánimo. El rechazo final de lo que nos ofrece La Magnanimidad personificada, que siempre, no obstante, espera respuesta, como toda magnanimidad que se da, no como joya para echar a los puercos, sino como Verdad que ilumina, Camino visible junto a desiertoa y pedregales inhóspitos, curación de heridas del alma, alivio de saberse amado.
Como dice luis, si la magnanimidad es una constelación de virtudes, la pusilanimidad y la mezquindad parece una constelación de vicios.
No veo la virtud de la magnanimidad por ninguna parte en esos casos. Así que la magnanimidad parece ser una virtud muy fácil de falsificar para encubrir otra constelación de vicios recubiertos de hipocresía.
Otra cosa es lo de San Francisco Javier, eso está claro, puesto que hay motivos para pensar que no busca para nada su propio interés sino el de Dios y el prójimo.
Lo de la cortesía y la caballerosidad como síntoma de la magnanimidad me parece ingenuo. La magnanimidad habla del interior de la persona (grandeza del alma) La "cortesía" habla del exterior, de la apariencia, y puede quedarse simplemente en máscara que cualquier pagado de sí mismo se ponga porque queda bonito a su entender, sin que el prójimo le importe en realidad absolutamente nada. (en la línea de coche grande, ande o no ande etc -pura apariencia)
Si te fijas, al mencionar a los conquistadores, estaba hablando de la virtud natural de la magnanimidad y dije expresamente que eso no excluía otros vicios. Me cuesta creer que pienses que lanzarse con una docena de compañeros a la conquista de un imperio al otro lado del mundo no tiene nada de "aspiración hacia cosas grandes".
Por otra parte, lo que dices sobre la cortesía y la caballerosidad como algo puramente exterior muestra, a mi entender, un concepto muy pobre de lo que es la cortesía (por cierto, tengo un post a medio escribir sobre el tema, así que podremos hablar de ello).
Saludos.
Es la fortaleza de los abnegados,que no tienen otro animo,que servir a Dios,cueste lo que cueste. Regida por el Don de fortaleza,es una virtud martirial; "No tengo miedo a nada,porque TU estas conmigo"(Salmo;23).
Es magnanimo aquel que incendiado en la Caridad;"que cada uno ame a los demas,mas que a si mismo"(Romanos;12;10),se anonada.El que da mas de lo que debe,como Zaqueo,cuatro veces mas,por Amor al Rey y al Reino.El que acepta de buen grado el castigo divino,y sabedor de que sus culpas merecen muchisimo mas,da las gracias a Dios por SU misericordia,reconociendo que;"Dios al que ama disciplina,y castiga a todo el que recibe como hijo"(Provervios;3;12 ,Hebreos;12;6).
El que esta animado grandemente por el Amor de Dios,sera magnanimo,segun la logica de Dios.
La Paz de Cristo.
pd;el que se deja vencer por el amor propio,no puede ser magnanimo en aquella situacion en la que ha sido vencido.
hagámonos Quijotes y luchemos contra ellas.
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-Entonces los caballeros de Cristo: destruyamos el mundo antes que el mundo nos destruya a nosotros.
-Y conquistemos un nuevo mundo, de nuevo cielo y nueva Tierra para Dios, y... para el hombre resucitado.
Yo creo que lo bonito, lo atractivo si se quiere de la cortesía que alguien ha llamado perifollo, es lo bonito del respeto verdadero, con un algo -no necesario- de bagage "cultural" del entorno.
Al niño que le enseñan respeto le enseñan tambien un poco a refrenarse y a perder un poco de sí para estar atento a los derechos dirá alguien, las necesidades de la situación ( el asiento al enfermo o el anciano) el deseo de que los demás estén cómodos , satisfechos, alegres, positivos, etc.. Y es rico y positivo porque, el niño cuando lo hace recibe el premio por su comportamiento primeramente de la persona objeto de su cortesía y después, se tercie o no, de sus padres, pero el premio que más le va a formar es el de los demás.Eso tambien le servirá para aprender a vivir bajo la máxima bíblica, no hagas a los demás lo que a ti no te gustar´´ia que te hicieran; eso en plan ley, o legalista si se quiere ante la total libertad cristriana que no manda en negativo, sino en positivo.
Pensaba que la cortesía bien entendida que se aprende desde la cuna, bien entendida por el que enseña cortesía máS QUE POR EL QUE LA APRENDE, QUE PUEDE, MUY TIBIAMENTE APRENDERLA, pero se la "han metido" , como a otros les meten cosas malas y también pueden manifestar, diré "ramalazos" en su edad adulta de esa mala educación ,sin que necesariamente haya sido muy asimilada por el sujeto siendo niño.
José Antonio comulgaba los domingos, no a diario, prefería las señoras a las chuletas, como en el chiste que no contaré, pero su padre, que fué un señor le educó como un señor. Algo similar se puede decir en esencia de María Antonieta.
En el fondo pues, más o menos asimilada, la cORTESÍA LA CABALLEROSIDAD, viene siempre de aprender respeto, y, aunque uno no preste mucha atención si ve muchas veces lo bueno repetido para que lo aprenda, o lo malo, siempre salen o "ramalazos" o verdaderas virtudes.
Por otra parte, al leer la discusión sobre la cortesía, he recordado una frase de San Francisco: La cortesía es hermana de la caridad, que apaga el odio y fomenta el amor.
Que el Señor nos conceda magnanimidad.
1. cuando el que la emplea está en una situación de superioridad respecto de la persona con la que emplea la cortesía (la rendición de Breda; Luis XIV descubriéndose siempre ante las sirvientas que cruzaba; San Luis mandando que le traigan escribientes a Santo Tomás porque acaba de tener una idea y ha golpeado la mesa real; y, en un orden divino, el mismo Cristo ante la Samaritana; la Virgen yendo a ayudar a Santa Isabel).
2. cuando el que la emplea está en una situación de extrema vulnerabilidad y no tiene nada que ganar(Santo Tomás Moro bromeando en el cadalso; en el orden divino, Cristo contestándole a Dimas).
Es el cortés y el magnánimo por excelencia.
A Cristo por Maria y con el Papa.
La ambición normalmente se supone que va dirigida hacia uno mismo, los propios logros, las propias posesiones etc y no es este el caso.
La magnanimidad se propone metas grandes en favor de otros; pero no pretende apropiarse de los logros (que no son en su provecho) sino fomentar el mismo espíritu en los demás. No busca protagonismo, tiene la sencillez del olvido de uno mismo.
Saludos cordiales
Si mezclamos la espada y la cruz, acabamos como siempre.
Igual Cortés más que magnánimo era megalómano, digamos "el lado oscuro" de la magnanimidad.
Porque la "ambición positiva" de Colón, Cortés, Pizarro et alii, no nos engañemos no era salvar almas de los pobres indios, sino el oro.
La conversión de los indios tras las guerras y tras encerrarlos en encomiendas y reducciones, vino después como efecto colateral e inevitable pues para ser súbditos de la corona forzosamente debían ser católicos.
Motivante, iluminador,lleno de esperanza.
Para hablar bien de algún conquistador español, mencionaré a Pedro de Valdivia, extremeño que conquistó Chile y fundó nuestra capital, Santiago. Él vino a sabiendas (Almagro había venido antes) de que en Chile no había oro ni riquezas, sino muchos indios pobres y guerreros.
Trajo misioneros, fundó ciudades, y fué muerto en una batalla.
Era valiente, generoso y no parecía tener codicia.
De verdad, Bruno, hoy ha sido reconfortante leerte.
En cuanto a la cortesía, mencionada por varios comentaristas, creo que se debería diferenciar entre ésta, y su "lado oscuro", la diplomacia. La cortesía se refiere al trato respetuoso hacia los demás, aún con el enemigo. La diplomacia, en cambio, como dijo alguien, "es el arte de saber lo que no se debe decir". Podríamos decir que sólo busca no ofender, aparentar buena intención, es políticamente correcta.
Esa es la versión Disney de la historia.
La otra es esta:
"El primer auge de la minería del oro corresponde al período que se inicia con la expedición de Diego de Almagro a Chile en 1535 y concluye aproximadamente con el fin de la Conquista...".
"El territorio de Chile fue conquistado hasta el Maule por el imperio incaico hacia 1460 (...). Los quechuas enseñaron a los aborígenes a lavar el oro y los españoles encontraron huellas de esta faena en Andacollo, Punitaqui, Choapa..."
"Diego de Almagro, un acaudalado varón de 56 años, en 1535 organizó en el Cuzco una costosa expedición para conquistar el Cola. Se cree que tuvo dos razones para hacerlo: su conflicto con Pizarro por la autoridad territorial y las tendenciosas informaciones sobre la gran riqueza de esta parte del Imperio...".
"Según un cronista Almagro partió tierra adentro desde Copiapó y envió mineros a hacer catas, hallando minas de oro en quebradas y nacimientos de ellas...".
("Historia de la minería del oro en Chile". Augusto Millán. Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 2001).
La cortesía, la buena educación, yo no tengo otra forma de verla más que en forma de respeto verdadero (querer/hacer para los demás no lo que no quieras/hagas para tí, sino lo que a ti te gustaría que te harían en la misma circunstancia).
Es que soy así de magnánimo.
¿Qué es lo que te produce tanta amargura? Me entristece verlo, la verdad. Sea cual sea el tema, siempre hay algo que te enfada.
Por supuesto que Cortés y San Francisco Javier fueron muy diferentes. Por eso, uno lleva el "San" delante del nombre y el otro no. Y evidentemente, los conquistadores no fueron santos, pero eso no quita que tuvieran cualidades admirables, que las tuvieron. Una vision ingénua de la historia es tan errónea como una visión cínica, que sólo ve podredumbre y egoismo. El hombre es un ser fantástico, que mezcla, en proporciones desiguales según los casos, grandeza y vileza. Esa mezcla, precisamente, es lo que nos abre a Dios.
Saludos.
Caballeros españoles estuvieron a la cabeza de la empresa que, tuvo, como todas las humanas, puntos negros también.
Se ha muerto Mandela y los católicos andan criticándole por patrocinar el aborto en su país.¿Estais amargados vosotros? también veis siempre algo malo.
Obama es malo, la democracia es mala, los anticonceptivos son malos, el socialismo es malo, el liberalismo es malo, la monarquía española es mala, el ecologismo es malo, los sindicatos son malos, la televisión es mala, la ONU es mala, la evolución es mala, la teología progre es mala,hasta decir que la Tierra gira alrededor del Sol es malo.
Ingenuidad es lo que demuestra una comentarista cuando nos pinta la conquista como algo desinteresado y motivado solo por la conversion de las almas.
Ni amargado ni ingenuo simplemente me gusta poner las cosas en su sitio y la verdad histórica.
A mí Cortés me parece más megalómano que magnánimo.
Si no se quiere admitir, pues vale, pero fue así por mucho que se quiera maquillar.
Sí, tiendo a ver siempre el vaso medio lleno, y soy, con un montón de responsabilidades encima, tremendamente alegre y optimista.
Es que ¿sabes? Pienso todos los días en el cielo, en la vida eterna, en mi santidad y la de mis prójimos. Amo más que a nadie y me estremece pensar en Nuestro Señor.
Creo en la Resurrección. Él de verdad vive, nos ve, nos oye y está constantemente a nuestro lado, porque nos ama, nos ama y nos ama. Y es la Persona más dulce, tierna y gentil que se pueda conocer jamás, que con una suave delicadeza nos hace regalos todos los días.
Tal vez por eso tiendo a pensar bien de todo el mundo y a excusar las intenciones de las personas.
Y por eso mismo es que, sí, debe haber habido más de un defecto en varios de los conquistadores. También los tengo yo, y seguramente los llevas tú, pero, con todo lo miserable, sucio, mezquino, egoísta, etc., etc., etc. que hayan sido tuvieron los suficientes valores y virtudes para que Nuestro Señor les permitiera a ellos pasar a la posteridad como los que entregarían a todo un continente la fe por Él regalada y desde Él emanada.
Gracias a esos hombres españoles es que hoy día soy católica, amo a mi Señor y tengo la alegría y fortuna de pensar, soñar y vivir con la esperanza de la vida eterna al lado de Aquel en cuya Presencia vivo y por cuya causa soy feliz.
Pido a mi Señor que te regale una fe, una esperanza y una caridad aún mayores que las mías.
Que Dios te bendiga.
No eran ni mejores ni peores que todos los conquistadores que en el mundo han sido.
Y como tengo sangre extremeña y azteca en las venas, pues me siento muy reconciliada con todos ellos; pero magnánimos no eran ni Cortés ni Moctezuma -como ya dije antes.
La respuesta de Bruno sobre los conquistadores no me convenció, aunque no dijera nada.
El asunto de la cortesía sí me ha hecho reflexionar y supongo que me seguirá haciendo reflexionar cuando ponga Bruno su post.
Puede que tenga razón Franco diferenciando entre diplomacia y cortesía, pero yo hablaba además de otra cortesía con "recochineo" que tiene más de ataque sutil (a veces claramente irónico) que de diplomacia.
Me parece muy bien que seas católica, pero no hay que ser ingenuo.
Somos producto del pasado, cada nación ha tenido sus guerras y genocidios, el pasado hay que conocerlo y asumirlo, es necesario, pero no edulcorarlo ni olvidarlo ni manipularlo.
Date cuenta de que aunque fuera verdad lo que dijiste sobre los conquistadores igualmente sería algo reprobable.
Si lo que los motivaba era la evangelización, ¿qué derecho tenían ellos a llegar a un lugar extraño, matar a unos cuantos indios, arrasar aldeas y a los supervivientes bautizarlos y convertirlos a la "religión del amor"?.
A mí me parece una forma muy extraña de evangelización.
Lo cierto es que la evangelización de los nativos se llevó a cabo mediante el "requerimiento" y la "encomienda".
El requerimiento era un documento redactado en castellano y que se leía a los indígenas en castellano, por el cual se les requería a aceptar pacíficamente la dominación española, porque el papa había determinado conceder a España las tierras americanas (¿y quién era el papa para trazar arbitrariamente las fronteras del mundo sin contar con la opinión de los habitantes nativos? pues nadie pero como eran paganos para qué vamos a preguntar).
Si los nativos no aceptaban por las buenas la voluntad papal, los españoles tenían derecho a someterles por la fuerza. Lógicamente como los indígenas no hablaban español (pequeño detalle que ni su santidad ni sus majestades tuvieron en cuenta) no daban su consentimiento, con lo cual los españoles los sometían a la fuerza.
Una vez sometidos los indios quedaban bajo la encomienda, a cada español se le encomendaba la evangelización de unos indios, los cuales a cambio de ese "favor" debían trabajar para él en régiemn de servidumbre feudal en las tierras que eran suyas pero pasaban a ser del español.
La evangelización de los esclavos era aún más sencilla, los negreros españoles y portugueses los capturaban en Guinea o Angola y antes de subir al barco rumbo a América los frailes capuchinos o jesuitas los bautizaban.
Todo eso demuestra la realidad que se vive en América Latina, que los negros practican un sicretismo entre el cristianismo y las religiones africanas y que entre los indígenas hay un retorno al paganismo.
Tedosio I hizo obligatorio el cristianismo para todos sus súbditos del imperio romano, el paganismo fue prohibido,los templos cerrdos, se castigaba a los que practicaban las antiguas religion$es incluso dentro de sus hogares.
Estas personas y sus cultos sobrevivieron un tiempo aislados en las zonas rurales, los pagos de donde viene el nombre de paganismo.
Más tarde lo reinos cristianos con la excusa de ganar territorios paa Dios combatieon a los pueblos paganos del este de Europa, y así conquistaron a los sajones, los prusianos, los pomeranos (polacos), los moravis (eslovacos), los bohemios(chchos), los húngaros, los daneses, los fineses.
Contra los lituanos lucharon auténticos monjes-guerreros los caballeros teutónicos, en guerras que fueron auténticas cruzadas con bula papal.
Por cierto que quedaron sectores marginales y periféricos, contrarios al impulso de la nueva religión, pero fueron culturalmente sobrepasados.
En los pueblos bárbaros la suerte fue diversa, porque al ser el cristianismo ortodoxo la religión oficial su adopción coincidía con la alineación con Roma primero y con Constantinopla después. No había guerras santas, eran guerras para preservar el orden romano, la conversión corría por cuerda separada. No olvidemos que muchos pueblos bárbaros incluso adoptaban versiones heterodoxas de la religión cristina, como el arrianismo.
Normalmente acaecía la conversión cuando se convertía el Jefe. Esto no era para la época algo coercitivo, porque todo el pueblo se bautizaba con él. Es lo que pasó con Clodoveo en Francia o con San Vladimir en la Rus de Kiev.
Pero en términos generales, el cristianismo no fue impuesto por la fuerza, a diferencia del Islam.
Y en cuanto pudieron rompieron su juramento y dieron a escoger a los judíos y mudéjares de toda España entre el bautismo o el exilio.
Pero no pasa nada, nunca se ha obligado a nadie a convertirse.
Y habrá mil y una excusas para lo que hicieron Isabel y Fernando.
Aquí en Europa todos han sido católicos de buen grado, judíos, mudéjares, griegos, egipcios, sajones, prusianos, pomeranos, húngaros, checos, eslovacos, pomeranos, daneses, fineses, estonios, livonios, cátaros, husitas...
Hasta hace poco coincidía con Gringo en gran parte de lo que decía -de hecho protesté antes que él de la supuesta magnanimidad de los conquistadores. Pero mi sangre azteca no me impide reconocer que en su religión se hacían sacrificios humanos sin ningún problema -cosa que no gustaría nada a los sacrificados- y que los indios de los alrededores estaban ya un poco hartos de Moctezuma.
Lo cual no quita para que los conquistadores fueran a lo suyo.
Sin embargo el balance es positivo. Y no creo que la religión católica sea distinta en America que aquí. La Virgen de Guadalupe es patrona de Méjico como lo es de Extremadura -aunque las imágenes de aquí y allá no tengan nada que ver y sus orígenes sean distintos.
Es cierto que se ha puesto de moda la pachamama pero eso es cuestión del gnosticismo postmoderno: Gea, Gaia...y Pachamama.
Respecto a las herejías que nombras, está claro que toda la vida ha habido gente pá tó y que para unos los herejes son los otros. Los visigodos también pretendieron en principio imponer-vender el arrianismo a los hispanos, pero no lo consiguieron.
Pero no, no pondría a los conquistadores como modelo de magnanimidad. Yo puse a Mandela -podría haber puesto a Ghandhi lo mismo.
Antonio1,
Haces bien en diferenciarte porque algunas veces estaba en la duda de si un comentario era tuyo o no lo era. Me alegra que compartas mi punto de vista en el otro post.
Buenas noches a todos.
"Los reyes católicos juraron sobre los santos evangelios cumplir los tratados de paz con el Reino de Granada y respetar la religión y costumbres de los granadinos judios y musulmanes.
Y en cuanto pudieron rompieron su juramento y dieron a escoger a los judíos y mudéjares de toda España entre el bautismo o el exilio."
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Esto sería gracioso aplicarlo hoy en día, fustigando a los franceses por expulsar de malas maneras a los nazis invasores ...
-"Qué falta de caridad, llevamos ya varios años en este país y nos encanta". Le llamamos "Reino Germanofranco" al trozo que gusten y hala, a la ONU a prostestar si te echan.
Expulsar a moros fue una gloria nuestra de la Historia. "Liberación" le llamó Juan Pablo II.
La de los judíos es otra cosa, triste, pero realizada por eso mismo, por magananimidad, mirando la unidad necesaria de unos reinos cristianos. Estaban aquí acogidos.
¡Jesús! y luego cuando se critica a la Iglesia se dice que hay que entender las cosas en su contexto...
Unidad querido catholicus no es lo mismo que uniformidad.
Los españoles no necesitamos ser fotocopias unos de otros ni tener todos la misma raza, la misma religión, la misma ideología política.
Pero entiendo que tú eres de esos que van repartiendo carnés de buen español.
Cuando a los cristianos por las mismas fechas se les perseguía en tierras sarracenas, o en Japón, o en China, o cualquier otro rincón del mundo no eran válidas esas excusas sobre la unidad nacional.
Pero muchos estais ya acostumbrados a la doble vara de medir, a pedir tolerancia cuando no se manda y a ser intolerantes cuando mandais.
Matar o expulsar a una persona de un país porque tiene una religión disitnta a la de su soberano o a la de la mayoría es un crimen, en cualquier época y lugar, sin importar si la religión de esta persona es la cristiana o cualquier otra. Parece mentira que haya que recordar esto.
Y desde luego vuelvo a repetir que los llamados reyes "católicos" cometieron perjurio y como buenos españoles fueron más papistas que el papa, pues muchos judíos sefardíes buscaron refugio en Roma donde fueron acogidos por los papas, los cuales no vieron inconveniente en que en sus Estados Pontificos hubiera judíos conviviendo con cristianos.
Y desde luego es que hay que tener cara para decir que los judíos estaban aquí "acogidos".
Pero si probablemente el judaismo en la Hispania romana fuera anterior al propio cristianismo.
De verdad es que cualquier judío que pueda leer estas cosas se echaría las manos a la cabeza.
A mí me suelen preguntar que qué hago por estos blogs si no soy cristiano.
Y yo te preguntaría lo mismo, si parece que tampoco lo eres, de tan duro que tienes el corazón y el odio que destilas.
(...)
Francisco es Pedro y sobre esa piedra edifica Jesucristo su Iglesia.
Y la verdad de Jesucristo es la que nos hace libres frente a tantos intereses ideológicos y ególatras que se predican a sí mismos.
¿Esta bien mi respuesta?
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