Cuando pases por aquí
Hoy, que es viernes, me he acordado de Tudela. Este verano, camino de Pamplona, pasamos cerca y decidimos parar allí a comer unos bocadillos en un parque. Poco hicimos aparte de comer, pero algún ángel nos guió hasta una ermita a las afueras de la ciudad. Es fácil de encontrar: basta intentar llegar al monumento al Sagrado Corazón que hay en lo más alto de Tudela y perderse. Cuando uno nota que ha llegado al final de la ciudad, se da cuenta de que no va por buen camino y empieza a buscar un lugar donde dar la vuelta, justo allí está la ermita de la Santa Cruz.
La ermita tiene una historia agitada. Originalmente era del siglo XII, pero fue destruida por los franceses durante la invasión napoleónica. Reconstruida, se quemó unas décadas después. La actual, construida un poco más lejos para dejar sitio al ferrocarril, es de la segunda mitad del siglo XIX y poco llamativa como edificio, lo cual es una bendición, pues permite que la atención se centre en el tesoro que alberga en su interior: un Cristo y un letrero.
Supongo que el Cristo será también del siglo XIX, pero recuerda a la imaginería barroca española. Es un Cristo ya muerto por tus pecados, con la cabeza caída bajo el peso del yugo de la muerte, arrancado de tus hombros y puesto sobre los suyos. El pelo ensortijado se confunde con la corona de espinas y deja caer un rizo ante los ojos, que debió de conmover más de una vez el corazón de su Madre. Pequeñas gotas de sangre, como rocío del Espíritu Santo, se reflejan en las casullas rojas de pasión del mundo entero. Del costado rasgado han manado ya la sangre y el agua que son la vida de la Iglesia, pero permanece abierto para que puedas refugiarte en él.
El letrero que hay a la entrada contiene unos versos sencillísimos, en forma de cuarteta y puestos en boca del Cristo. Su sencillez es la del cuchillo que penetra hondo y frío hasta partir el corazón:
Cuando pases por aquí,
Ven y contempla mis llagas
Y verás que mal me pagas
Lo que he sufrido por ti.
¿Qué cristiano puede ver esa imagen y leer esos versos sin caer de rodillas para llorar amargamente sus pecados? ¿Quién tendrá el corazón tan duro como para no cubrir de besos esas benditas llagas que tan cara compraron su salvación? ¿Podrá alguien alzar con soberbia su mirada cuando la cabeza de su Señor se ha inclinado por la muerte? Santa Teresa se convirtió al contemplar una imagen de Cristo en su pasión. ¿Por qué tu no? ¿Por qué yo no?
Ay, Cristo mío, rasga mi corazón de piedra para que se parezca al tuyo y pueda dar la vida por amigos y enemigos. Dame el don de lágrimas que riegue mi tierra seca, porque no doy más que abrojos y espinos. Borra mis pecados con una sola gota de tu sangre. Déjame estar siempre a tus pies, siempre a tus pies…
22 comentarios
¿Qué cristiano puede ver esa imagen y leer esos versos sin caer de rodillas para llorar amargamente sus pecados?
LF:
Pues los millones engañados por el iconoclasmo del protestantismo.
No saben lo que se pierden.
Por ejemplo, en la iglesia de Nuestra Señora de Belén, de Córdoba, junto al Cristo de los Milagros, se pueden leer los versos:
“Tú que pasas mírame,
contempla un poco mis llagas
y verás qué mal me pagas
la sangre que derramé”.
En Totana (Murcia), los versos dicen:
"Tú que pasas, mírame
contempla bien en mis llagas
y verás qué mal me pagas
la sangre que derramé".
Junto al Santo Cristo de la Agonía de Limpias (Cantabria):
"Tú que pasas, mírame,
Detente un poco en mis llagas,
Y verás cuán mal
Me pagas la sangre que derramé".
Pregunta cargada de sentido en este día...
Gracias por el post. Dios te bendiga Bruno
En Valencia tenemos la dicha de poder contemplar una réplica exacta de la sábana santa de Turín. Está expuesta en la sede del Centro español de sindonología (Calle Barcelonina 3-2-4 (46002) Valencia, España). Su página web, preciosa, es www.linteum.com
Sin entrar en discusiones estériles sobre su origen, es evidente que la imagen muestra cada una de las heridas que los Evangelios refieren de la Pasión de Cristo. Los latigazos que desgarran su cuerpo, las heridas de los clavos en muñecas y tobillos, la cabeza ensangrentada por las espinas que, a modo de casco, se clavaron en todo el cuero cabelludo. El costado atravesado del cual -se observa- surgió un reguero de sangre y otro de un líquido mucho más claro (“sangre y agua”) La nariz y el pómulo rotos…
A mí me sobrecoge.
¡Oh, Jesús mío, cuánto me has amado!!!
José Manuel Genovés
"Cuando pases por aquí,
Ven y contempla mis llagas
Y verás cual es la paga
que yo he entregado por ti"
"Cuando pases, mírame,
contempla mis cinco llagas
y verás qué mal me pagas
la sangre que derramé".
recuerda mi sufrimiento,
y ya a cada momento,
pues despues me verás más allá.
"Cuando pases por acá,
recuerda mi sufrimiento,
y ya a cada momento,
pues despues verme podrás más allá"
"Cristiano, si tienes fe,
detente y mira mis llagas
y verás cuan mal me pagas
la sangre que derramé".
(50 días de indulgencias)
Me gusta la llamada a la fe. Es posible mirar las imágenes o cuadros de Cristo sin fe, como meras obras de arte o piezas culturales, y no sacar nada de esa contemplación. Así lo hacemos muchas veces los mismos cristianos, para nuestra vergüenza. En cambio, un grano de mostaza de fe puede convertir esa mirada en un momento de conversión, que cambie la vida entera.
No serían necesarias las imágenes, para estar conscientes de la presencia constante de Dios en nuestras vidas. ¡Qué alienante es vivir en este mundo 'moderno'! Con qué poca frecuencia nos sintonizamos a la realidad espiritual. Como que fuese secundaria.
Cristo cargó también con nuestros pecados de olvido.
Era aquella bella estampa (húmeda, sucia y rota), de Nuestro Padre Jesús de las Mercedes, que coronado de espinas y con la cruz a cuestas, te mira y te pregunta. Quedé mudo al contemplarla y advertir lo que el Señor me decía, dando vuelta al papelito y leyendo lo que en el ponía:
"¡Vosotros todos los que
pasáis por el camino,
atended y mirad si
hay dolor que pueda
compararse con el mío!"
(Thren,1,12)
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