El último estilita
Uno de mis santos favoritos siempre ha sido San Simeón. No me refiero a San Simeón Metafraste (como habrán pensado muchos lectores), sino a San Simeón el Estilita. La razón de mi preferencia por este santo de Cilicia del siglo IV radica en su sobrenombre, “Estilita”, que hace referencia a su peculiar vocación.
Los estilitas eran monjes de la Iglesia de Oriente que, buscando una mayor soledad en zonas en las que había otros monjes casi detrás de cada árbol y donde los fieles acudían constantemente a pedir consejo, se subían a una columna (στήλη o stile, en griego, significa “columna") para vivir encima de ella como ermitaños, dedicándose a la oración y a la meditación. San Simeón, uno de los padres del desierto, permaneció casi cuarenta años en sucesivas columnas, cada vez más altas, huyendo de las multitudes que acudían a él por su fama de santidad.
Lógicamente, siempre me ha gustado la vida de San Simeón como ejemplo perfecto de vida no imitable. Es decir, como un santo que uno admira pero no pensaría nunca en imitar. La suya fue una de esas vocaciones casi irrepetibles por lo peculiares. O no tanto, porque, en realidad, San Simeón es San Simeón el Estilita el Viejo, y luego hubo otro San Simeón el Estilita llamado el Joven para distinguirlos, así que la vocación de estilita ha dado a la Iglesia al menos otro santo. Por otra parte, cuando un hijo pequeño pide que le acompañes al baño, mientras otro ha trepado como un mono hasta tu cuello y el tercero llora porque quiere una galleta aunque acaba de merendar, uno piensa con cierta nostalgia en una buena columna de cuarenta metros de altura.
Con estos antecedentes, los lectores comprenderán que me haya gustado enterarme de que en Georgia sigue existiendo un estilita. Quizá el último estilita. Se trata de un monje oriental llamado Máximo Qavtaradze, que encontró hace veinte años su vocación de estilita. Una vocación difícil. Según cuenta un periodista neozelandés, el monje señala con gran sencillez: “Los dos primeros años no había nada encima del pilar, así que dormía dentro de una vieja nevera para protegerme de las inclemencias del tiempo”. Posteriormente, un grupo de fieles renovó una antigua capilla y construyó un pequeño refugio para él en lo alto del pilar.
Las fotos del pilar han confirmado una sospecha que tenía hace mucho tiempo. La columna a la que se subían los estilitas no era, al menos en origen, una columna hecha de bloques de piedra esculpida, como la de un edificio, sino más bien algún tipo de columna natural rocosa. Es decir, no se trataba de gente extravagante que quisiera hacer algo raro y se le ocurriera subirse a una columna para llamar la atención, sino de ermitaños que buscaban en su zona el picacho rocoso más inaccesible que pudieran encontrar, donde estar por fin a solas con Dios. Es posible que, luego, por imitación de esos picachos rocosos, se construyesen pilares artificiales similares en lugares donde no hubiera formaciones geológicas apropiadas.
La columna de este simpático monje es una de esas torres naturales de roca. Su vocación, lejos de ser algo incomprensible, parece más fácil de entender cuando uno escucha su historia: “Aquí arriba, en el silencio, uno puede sentir la presencia de Dios”. “Cuando era joven, bebía, vendía drogas, todo. Al acabar en la cárcel, me di cuenta de que era hora de cambiar. Solía beber con mis amigos en las colinas de esta zona y contemplaba este lugar, donde la tierra y el cielo se encuentran. Sabíamos que había habido monjes aquí y yo sentía un gran respeto por ellos”. Hace dos décadas, Máximo hizo sus votos de monje y subió a su columna. La comida se la envían desde abajo y, dos veces a la semana, el monje baja para ir a rezar a un monasterio. Tarda casi veinte minutos en bajar, por una peligrosa escala a lo largo de la pared rocosa vertical.
Hasta que llegó Máximo, en el pilar no había habido monjes desde hacía siglos. Unos escaladores que subieron al mismo en los años cuarenta encontraron en lo alto el esqueleto del último ocupante. El monje georgiano continúa así una larguísima tradición y es un testimonio para nosotros de que Dios es, de verdad, lo único que puede llenar al ser humano. Un testimonio de fe colocado, literalmente, en lo alto de un monte para que podamos verlo bien. Que los santos estilitas recen por nosotros.
21 comentarios
Aunque no vivas en lo alto de un picacho o una columna, tampoco es manco lo que haces de vivir todos los días sobre una "Espada de doble filo".
En vez de estilita, eres un espadista, a mayor gloria de Dios.
-¿Porque has tomado como símbolo de movida erudición la espada de doble filo: "La Colada". Y la Tizona aquí no pinta?
-¿Es acaso porque éstas de doble filo, la del Cid y sus mandobles, tanto eran para moros como para cristianos?
-Y puestos así: Esta espada, la de doble filo; la aguda: ¿hasta dónde, en su profundo verbo, el tuyo, llega a herir el sentimiento del alma ajena?
Gracias.
Ya comáis, ya bebáis o hagáis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios (1Co 10,31)
Siempre he tenido ganas de visitar esos monasterios. Supongo que es la misma idea, aunque creo que habitualmente albergan a una comunidad de monjes, en vez de a un monje solitario, ¿no?
A mí me sucedía algo parecido, por eso me ha gustado ver que la realidad era mucho más normal (dentro de lo excepcional de esa vocación a la soledad extrema).
Me gusta lo de "tanto para moros como para cristianos", porque es verdad que la Palabra de Dios es una espada de doble filo que corta a todos hasta llegar al corazón.
En cuanto a lo de herir, supongo que, en el sentido adecuado del término, tampoco es malo, porque eso es precisamente lo que dice el Apocalipsis de Cristo:
"De su boca sale una espada afilada para herir con ella a las naciones" Ap 19,15
Me encantan estos ermitaños especiales, debe ser un regalo no solo conocerlos ,sino imitarlos, siempre me imagine que están en una especie de montaña rocosa subida hacia el cielo como la escalera de Jacob ,cuanto más subes más se eleva tu espíritu hacia Dios, el estar en contacto con la naturaleza en silencio debe ser una pasada. Una vez fui a visitar a un amigo sacerdote que había decidido ser ermitaño, había un camino con un cruce de un pequeño puente donde pasaba un rio que de antiguo fue caudaloso ,a lo lejos se veía unas imponentes rocas unas tras otras en subida, en lo alto se veía una pequeña ermita de piedra, donde él vivía ,cuando subí se me quedo gravado el imponente paisaje de la sierra, se veía el cielo y la naturaleza ,se veía tu pequeñez y la inmensidad y subí confesarme.
Por cierto hoy es domingo pero también no olvidemos que es 8 de setiembre día del nacimiento de María Nuestra Señora y Reina,besos para ella.
Si alguien se anima, se podría fundar una Orden, si la Jerarquía lo aprueba, para este tipo de vida austera y puramente contemplativa, al estilo de la que por mucho tiempo llevó San Juan Bautista.
El mismo Bruno, si estuviese soltero, podría animarse, pues su mismo nombre de "Bruno" tiene hondas resonancias monacales contemplativas del fundador de la Cartuja.
Lo que más me ha gustado de su entrada es que cuando alguna vez oí hablar de los estilitas siempre me pareció una historia muy ridícula, algo así como una arcaica leyenda piadosa. ¿Un tipo viviendo chopocientos años encima de una columna? Vamos, por favor. Y, sorprendentemente, nunca se me ocurrió relacionarlo con Meteora. Hasta ahora. Y ahora, entendido correctamente, es sublime, una enorme muestra de amor a Dios. Dicen que de lo sublime a lo ridículo sólo hay un paso. Se ve que al revés también es cierto.
¿Sabe Vd. si acaso es que ha ido una temporada a hacer austera vida de estilita en alguno de los impresionantes riscos o mallos que hay por tierras oscenses o navarras?
www.youtube.com/watch?v=I5JQ1m3mxKw
:D.
Cordiales saludos.
Creo que la verdad es que nuestro estimado Director LF tiene motivos de sobra para estar harto de todos nosotros, al menos de algunos, y me incluyo.
Le pido perdón por si he sido causa de su más que justo hartazgo.
Al igual que los griegos no eran lo mismo sin Aquiles, Cor a cor loquitur no es lo mismo sin los jugosos comentarios de LF.
Pero respetemos su decisión de permanecer en silencio el tiempo que considere oportuno y tomemóslo como merecida penitencia por nuestros abusos.
El quiz en todo caso estaría en encontrar a Dios en los demás, en medio del bullicio y el ajetreo, con todos los problemas cotidianos y sinsabores, y en un entorno gris (las ciudades). ¡Eso sí que es difícil!.
Un cordial saludo.
Un cordial saludo.
Pues sí, lo difícil "es encontrar a Dios en los demás, en medio del bullicio y el ajetreo, con todos los problemas cotidianos y sinsabores, y en el entorno gris de las ciudades."
Cierto, para ello es preciso, a mi juicio, hacer al menos un buen rato de oración cada día y tratar de no perder en el resto del día el contacto contemplativo y amoroso con Dios, teniéndole presente de algún modo aún en medio del ajetreo y el bullicio.
Por eso la oración constante y asidua es tan importante y quien no ora dificilmente persevera en el amor a Dios y al prójimo.
Los laicos deberíamos ser de algún modo contemplativos y orantes aún en medio de la acción para que ésta sea realmente amorosa, y esto es difícil.
Magnífico tu post de los dificilmente imitables "estilitas". No todo lo que hacen los santos es imitable, aunque es admirable y debemos por ellos y a traves de ellos dar gloria a Dios que tales maravillas hace en ellos, frágiles vasijas de barro mortal y caduco.
En mi juventud pensé en ser Cartujo e incluso hice una prueba de unos seis meses, pero tuve que renunciar por que comprendí que no era la clase de vida a la que Dios me llamaba, aunque nunca es una pérdida de tiempo haber estado una temporada haciendo oración y conociéndose mejor a uno mismo.
No consideré mi salida de la Cartuja como un fracaso, sino como una experiencia fuerte de Dios por la que tenía que pasar y que me permitió conocerme mejor a mí mismo y discernir mi verdadera vocación
Todos, aunque no tengamos vocación de ermitaños o cartujos, deberíamos hacer de vez cuando algún retiro algo más severo del mundo para buscar a Dios con todas nuestras fuerzas en el silencio del desierto.
Deberíamos imitar en esto a Cristo, que aunque no tenía vocación específica de ermitaño o cartujo, se retiraba de vez en vez al desierto o a lugares solitarios para hacer más intensa oración al Padre y cobrar fuerzas renovadas para la misión de hacer la Voluntad de Dios.
Si no me equivoco ha habido también algunos santos "raros" que lograron santificarse haciéndose el loco literalmente hablando.
Se hacían pasar por dementes y hacían cosas de locos de remate ante la gente y se las apañaban así para darles siempre algún ejemplo y enseñanza que les llevaba a Dios.
Creo que un loco de esos fué San Simón o San Simeón llamado precisamente "el loco". Tal vez en algún post se podría tratar de esta rara especie de santos raros que se hacían los locos y así se santificaban y santificaban a los demás.
Por último, espero que nuestro Director Luis Fernando no se haya molestado por mi comentario sobre si se había ido o no a hacer vida austera de estilita. Lo dije en un sentido humorístico sin afán de ofender, sino todo lo contrario, como una muestra de que algunos infocatólicos le hechamos de menos o en falta.
Más bien sería ofender a LF si nos diese lo mismo que apareciese o no en su blogg. Como no nos da lo mismo y le hechamos de menos, por eso nos preguntamos por su ignorado paradero.
De todas formas pido mil perdones a LF si he podido ofenderle en algún modo con mi citado comentario.
Cuando era niña lo que me tenía intrigada de las pinturas de los estilitas es cómo hacían para dormir. Me imaginaba que para comer les subirían la comida con pértigas o algo así.
Un saludo.
Dejar un comentario