Libros, un cura y tortilla en Guadalix de la Sierra
El sábado tuvo lugar una presentación del libro De profesión, cura, de D. Jorge González, en el pueblo de Guadalix de la Sierra, antigua parroquia del autor. Tengo que reconocer que no iba yo tranquilo del todo. Teniendo en cuenta las meteduras de pata que un cura normal acumula durante nueve años (aproximadamente dos meteduras de pata por día en el mejor de los casos, así que calculen ustedes), tenía temores fundados de que nos recibieran con piedras. De hecho, llevé a mi esposa y a mis hijos para poder guarecerme detrás de ellos en caso de necesidad.
Sorprendentemente, los guadalixeños parecían contentos de ver a D. Jorge, vaya usted a saber por qué. Hasta nos prestaron la joya de la corona del pueblo para la presentación: la sala polivalente. Se trata de una sala noble, usada tanto para plenos del Ayuntamiento como para bodas por lo civil, y recordé al verla los viejos y castizos versos de Quevedo (1):
Tus grandes dones son tales
Y es tu ser tan excelente,
Que por lo mucho que vales
Te llaman polivalente.
D. Ángel Luis García, el Excelentísimo Señor Alcalde en persona quiso presentar a D. Jorge con unas amables palabras, subrayando su gran labor de constructor, pues en los años que estuvo en Guadalix construyó o reconstruyó la Ermita de la Virgen del Espinar y el Retablo del altar mayor. También ponderó la amenidad y sencillez de su libro y el hecho de que el autor lleve en su segundo apellido el nombre del pueblo: Guadalix.
A este respecto, se cuenta entre los más ancianos del lugar que los vecinos de Guadalix de la Sierra, encantados con su cura y deseosos de emular al famoso pueblo vecino de San Agustín de Guadalix, enviaron hace años una petición a la Santa Sede. En ella, solicitaban permiso para cambiar el nombre del pueblo por San Jorge de Guadalix, en honor a su amado presbítero. Desde la Santa Sede, después de asegurarse de que no era una broma, les explicaron que, para canonizar a D. Jorge, tenía que morirse antes.
Al recibir la respuesta en el pueblo, y después de rechazar una moción de acelerar de algún modo la muerte de D. Jorge y canonizarlo después, decidieron guiarse por el viejo refrán guadalixeño: Si la perdiz no va a la cazuela, habrá que darle un cacerolazo (2). Así pues, con nocturnidad, alevosía y la colaboración del Juez de Paz, cambiaron el segundo apellido de D. Jorge, para que se llevase un recuerdo imborrable del pueblo, de modo que, al despertarse a la mañana siguiente, se encontró sorprendido con que en su carné de identidad ponía Jorge González Guadalix. Por si a alguien le interesa, anteriormente se llamaba Jorge González Castelldefels.
A la presentación del Alcalde, siguió la de D. Ángel (alias D. Vicente Álvarez), feligrés de la parroquia actual de D. Jorge en Tres Olivos y Catedrático de Historia Medieval. El ilustre catedrático, fiel a su vocación, contó detalladamente la historia de la parroquia Beata María Ana Mogas desde que llegó a ella D. Jorge como párroco.
Explicó que no tenía de qué quejarse porque, aunque al principio la parroquia consistía en un barracón de obra, o mejor dicho una ruina de barracón de obra, era una ruina de barracón de obra con aire acondicionado. Bien es verdad que el aire acondicionado no funcionaba casi nunca, pero tampoco vamos a ponernos quisquillosos. El caso es que el aparato estaba allí y, si bien no funcionaba, al menos hacía un ruido endiablado y todo el barrio se enteraba de que se trataba de una parroquia de categoría, con aire acondicionado y todo.
En verano, la temperatura habitual era de casi cincuenta grados, pero el generoso y desprendido sacerdote nunca quiso cobrar a los feligreses por el servicio gratuito de sauna y los kilos que adelgazaban durante las misas. Además, cualquier calor excesivo se compensaba por el hecho de que, en invierno, el termómetro en el prefabricado solía descender por debajo de cero y los asistentes podían entretenerse contando pingüinos.
Todo eso se solucionó merced a las habilidades de constructor de D. Jorge y a la módica cantidad de tres millones de euros que aún adeuda la parroquia al banco. Con ocasión de la visita del Cardenal Rouco a la parroquia, los feligreses le dijeron que podía llevarse a D. Jorge a otra parroquia cuando quisiera… siempre que hubiera dejado ya pagada la deuda, claro. Las previsiones más optimistas calculan que eso ocurrirá para el siglo XXIII, a condición de que las colectas aumenten y las reservas de dinares costarricenses de la parroquia se aprecien frente al yen.
En cuanto al libro, el presentador fue muy moderado, sin elogiar apenas al autor, diciendo sólo que D. Jorge era “parte Valle-Inclán y parte Pío Baroja”. Señaló también la coherencia interna de un libro escrito por alguien que piensa que ser cura no es una profesión sino una vocación y elige como título “De profesión, cura”. Del mismo modo que dice en el libro que nunca hay que volver a la parroquia que se dejó… y estaba presentando el libro precisamente en su antigua parroquia.
Al llegar su turno, D. Jorge, conmovido por estar de nuevo en Guadalix, dijo solemnemente: “Este libro, De profesión, cura, debe mucho a este pueblo, porque aquí es donde aprendí a ser cura” (Nota: No hemos conseguido contactar con las tres parroquias en las que estuvo destinado D. Jorge antes de aprender a ser cura, pero nos imaginamos que esperan que las devuelvan el dinero). También señaló que un cura se casa con su parroquia e incluso cuando tiene que dejarla está obligado a seguir rezando por ella (en ese momento, algún anticlerical oculto entre los presentes dijo algo así como “ahora entiendo lo del pedrisco que hemos venido sufriendo últimamente).
Llegaron después las habituales colas de lectores deseosos de que el autor les firmara el libro, especialmente aquellos que salían en él, porque muchas de las anécdotas del libro tuvieron lugar en Guadalix. Fue un momento emotivo, porque los parroquianos estaban deseando saludar a D. Jorge, olvidando aquella famosa ocasión en que quisieron tirarle al pilón por haber cambiado de lugar la imagen de Santa Rita.
Finalmente, los parroquianos de Guadalix demostraron que, en efecto, conocían muy bien a su antiguo cura, preparando unas mesas repletas de manjares generosos y abundantes, para deleite de todos los asistentes. Algunos se quejarán de que todas las presentaciones de libros de la Editorial Vita Brevis terminan igual, comiendo. Pues sí, así es, porque como decía Shakespeare, bien está lo que con manduca acaba (3).
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(1) Versos en honor del Marqués del Pan Pringáo, 1724
(2) Recogido en Proverbios, dichos y tonterías varias de la comarca del Penedés madrileño, 1999, VV. AA., Ed. Vita Brevis
(3) Obra del dramaturgo inglés Don’t go if there are no sandwiches, 1532, Ed. Brief Life
14 comentarios
No sé, no sé, para mí que todo esto ha sido un apaño para hacer propaganda al libro...
Ahora bien, lo del piscolabis al final... eso me lo creo de todas todas.
Y todo esto lo digo sin haber visto, no puedo ahora, la crónica en el facebook de marras.
http://goo.gl/29IFS
Un abrazo para los dos, Luis Fernando y Jorge...
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