Heterodoxia, humildad y la fe de los sencillos
Hay cosas de las que no conviene hablar en domingo. En lo posible, el día del Señor debería estar dedicado a bendecir a Dios y a disfrutar de sus maravillas. Por eso no comenté la noticia sobre el tristemente famoso sacerdote de Entrevías cuando fue publicada en InfoCatólica, el pasado domingo.
No creo que haga falta comentar las tonterías que el pobre D. Enrique decía sobre el aborto, el “matrimonio” gay, la Iglesia o el celibato sacerdotal, porque se trataba de una heterodoxia de un nivel tan bajo que movía a la pena más que a otra cosa, a la vez que emitía claros efluvios sesentayochistas y trasnochados. Hay algo, sin embargo, que no me gustaría dejar pasar sin realizar un breve análisis: las palabras que dedicaba a su madre.
Lo que decía el sacerdote sobre su madre era, en mi opinión, lo más significativo de la noticia. Eran palabras terribles, pero el interesado las relataba con una suficiencia insufrible: «Mi madre me decía muchas veces que le parecía mentira que fuera cura, porque le quitaba su fe». Confieso que la frase me dejó helado cuando la leí y aun ahora me asombra que un ser humano pueda ser tan insensible como para jactarse de algo así.
A mi juicio, el desprecio por la fe de los sencillos es una de las cualidades más habituales de la heterodoxia. No es algo exclusivo de la heterodoxia, ciertamente, pero sí característico de la misma. Desde el mirar por encima del hombro a la “fe del carbonero” hasta las palabras terribles del sacerdote de Entrevías, la heterodoxia suele reírse de los sencillos mientras se llena la boca hablando de democracia dentro de la Iglesia, de la participación de los laicos y de acabar con el clericalismo. Por eso, los que han hecho el “descubrimiento” del reiki, de resurrecciones “en el corazón de los discípulos” o de una moral más “al día” que la de la Iglesia se ríen de procesiones, rosarios, novenas, jaculatorias, la intercesión de los santos y devociones marianas. Igual que este pobre sacerdote, Dios le perdone, cree que sus tonterías son más elevadas que la fe sencilla y firme de su madre.
A fin de cuentas, la gran diferencia entre la fe ortodoxa y las deformaciones heterodoxas está en la humildad. No hablo del grado en que una persona concreta tiene la virtud de la humildad, porque eso es algo que sólo Dios puede juzgar. Más bien, me refiero a una humildad básica y previa a la virtud del mismo nombre, que viene dada por la fe. Al igual que el temor de Dios es el principio de la sabiduría, la fe es el principio de la humildad.
La fe católica es un regalo totalmente inmerecido y pocas cosas hacen más humilde al hombre que darse cuenta de que no se merece su posesión más valiosa y, en realidad, sólo la tiene en depósito, como custodio de algo que no le pertenece. Por eso, en realidad, la diferencia entre un gran teólogo y una persona con la fe del carbonero es mínima. Santo Tomás de Aquino y una cristiana analfabeta del Congo son hermanos en la fe y, en comparación con el Misterio que los une, lo que uno y otra puedan explicar sobre esa fe es como paja que se lleva el viento. Bendita sea la teología del Aquinate, que tanta luz ha dado a la Iglesia, pero mucho más bendita sea la fe común del Santo de Aquino y de la congoleña analfabeta, porque lo que salva es la fe y no la teología.
La heterodoxia, en cambio, es creación humana. Por eso alimenta la suficiencia y la vanidad, como tienden a hacer todos los “logros” humanos, por eso parece moderna en cada época (aunque enseguida pase de moda), por eso conlleva el desprecio de las generaciones pasadas, por eso proporciona esa cálida sensación de ser uno de los que están en la onda, de los que saben, de los listos…
Por supuesto, eso no quiere decir que todos los que tienen una fe ortodoxa sean humildes como San Martín de Porres o San Francisco. La fe es el principio de la humildad, no su consumación. La vida del cristiano se pasa en la lucha entre nuestra soberbia autosuficiente y dejarnos transformar humildemente por Dios, y en esa lucha seguiremos hasta que muramos. Además, es posible profesar la fe ortodoxa como si fuera una heterodoxia humana más y también equivocarse por ignorancia pero con un corazón humilde que ama la verdad.
Nada de eso contradice, sin embargo, un hecho fundamental: la fe católica lleva de por sí a la humildad y la heterodoxia tiende por su propia naturaleza a la soberbia. La fe católica es la contemplación de Cristo, mientras que la heterodoxia consiste, a la postre, en contemplarse a uno mismo en un espejo. La heterodoxia es falsa ciencia que hincha, en cambio la fe católica revela la propia pequeñez y, precisamente por ello, une a los hombres más allá de conocimientos y saberes humanos. Quien se sabe indigno de recibir la fe católica, más valiosa que el oro, ¿cómo despreciará a otro que ha recibido esa misma fe, sean cuales sean sus conocimientos teológicos?
La fe de los sencillos que aman a Dios y a su Iglesia es la fe de la pobre viuda que dio los dos céntimos en la colecta y, dichosa ella, mereció por eso el elogio del mismo Cristo. Estoy convencido de que una de las mejores cosas del cielo será contemplar, asombrados y empequeñecidos, el resplandor glorioso de la señora de la limpieza que, al subir con la fregona cada escalón, ofrecía su dolor de espalda por su familia, de la viuda del tercero que no hacía más que musitar el rosario día y noche o del barrendero que apenas sabía leer pero barría para la gloria de Dios. Allí nos veremos como somos en realidad, como seres insignificantes al lado de esos santos y, por la gracia de Dios, seremos capaces de alegrarnos de nuestra insignificancia y de la grandeza de Cristo reflejada en el más pequeño de sus hermanos.
51 comentarios
Una vez leído el párrafo anterior, haz algo de penitencia para que no te "ensoberbezcas", :D
El cuadro entero:
http://www.bbc.co.uk/arts/yourpaintings/paintings/old-lady-with-a-rosary-108104
Qué pena que la soberbia no le haya dado posibilidad a este pobre sacerdote de descubrir la tremenda tragedia -sobre todo para él- que se desprende de las sencillas palabras de su madre.
Pues sí, "sobernorancia". Si la soberbia, como pecado capital que es, nos aleja de Dios, que es la Sabiduría perfecta, lo que hace es conducirnos a la ignorancia, aunque ilustrada.
Por eso el humilde es el más cercano a Dios. Por eso los heterodoxos contemporáneos son tan autosuficientes y soberbios... les cegó la erudición (no lo digo por el cura de Entrevías, cuya pobreza teológica y argumental es obscenamente evidente). Se han ufanado tanto del esfuerzo y saber adquirido que han olvidado que todo, todo (su inteligencia, su esfuerzo, el propio saber que han adquirido), les viene de Dios.
En efecto, pocos hombres más sabios que Santo Tomás de Aquino han existido, y sin embargo no goza de la presencia eterna ante Dios por su sabiduría, sino por su santidad... cuya base es la humillación ante Dios.
La humildad es camino. Cuántas veces no somos los propios católicos, pese a conocer todas estas cosas, las que nos ponemos por encima de los demás e intentamos emular a Dios. Que Él nos perdone.
La de la viuda de los dos céntimos, sea ortodoxa o heterodoxa ignorante a juicio del Torquemada de turno -o del Calvino o el atriero de turno.
¡Qué radical descalificación de su madre hacia el hijo; y qué obstinación del hijo en hacerse cura!
Me parece que ni la madre es una venerable señora de fe sencilla como la que aparece en el cuadro; ni el hijo, como todos ya sabemos, un modelo de fe y de obediencia sacedotales. ¡Mira que si se metió a cura para quitarle la fe a su madre! ¡Mira que si la fe de la madre es otra cosa muy distinta a una virtud teologal!
En fin, aquí habría mucha tela que cortar...
Duele tanto darme cuenta que la falta de humildad que me caracteriza pueda provocar efectos tan desagradables en gente que me supera con creces ante Dios.
Alguna vez pedí, y quiera Dios concedérmelo, que si llego al cielo sea en calidad del último de los santos, el más torpe, el más inhábil, el de menos mérito, el que apenas se salvó por la divina misericordia y no por ninguna cualidad personal.
Y no creo estar lejos. Porque esta soberbia que me provoca "saber" es la cruz que me tocó cargar, la que me impide alcanzar el corazón del humilde y del sencillo. Triste mi caso. Pídanle a Dios por mí, porque solo y amparado en mi "sabiduría" no voy a poder salvarme.
Y para que el hijo, Sacerdote de Cristo, lo refiera con la misma naturalidad con que comenta un partido de fútbol.
Es ciertamente tremendo hasta qué punto Satanás desea devorar las almas de los Sacedotes. Y cómo en tantos casos lo consigue.
Que haya sacerdotes herejes no es inverosímil. Que, a conciencia, se deje a los fieles en sus manos, sí lo es. No había pasado antes en la historia de la Iglesia. Al menos que yo haya leído.
El soberbio no suele ser un tipo que sepa demasiado, por el contrario, ocurre que es sólo sabe de sí mismo y de sus trillados prejuicios.
Este tipo, que cita Bruno es un profundo ignorante, no es "soberbio" porque sepa mucho, por el contrario, la soberbia le impide estudiar, saber, saborear, la verdadera sabiduría, que no es otro que el conocimiento cordial de la realidad. Santo Tomás es santo no sólo por la humildad de su vida, sino por la humildad de su inteligencia, que consistía en saber, es decir, someter la inteligencia a la realidad cognoscible.
No hay dicotomía entre saber y humildad, porque el saber es forma, la más depurada, de humildad.
Pero lo que superó su conocimiento anterior fue también conocimiento.
Ambos impregnados de amor, cabe agregar.
- "Saber mucho" y "creer que se sabe mucho". Lo segundo tiende hacia la soberbia, lo primero hacia la humildad.
- "Tener sabiduría" y "tener conocimientos". Es posible acumular conocimientos innumerables sin tener nada de sabiduría.
Sería bueno distinguir, pero el Enemigo es muy hábil para confundir. ¿Cómo puedo yo saber si "sé" o "creo que sé", si las apariencias me dicen que "sé"? ¿Y cómo puedo saber si sé más o menos, si el conocimiento total es imposible y sólo accesible por la fe, que también (¡ay!) presumo de poseer? ¿Debo acaso negar mi fe y decir que soy ignorante (mentira) cuando veo a alguien que ignora y un poco de conocimiento podría salvarle (falta de caridad)?
La cruz del conocimiento es mucho más pesada que la de la ignorancia, porque exige someterla a cada minuto al dictado del Magisterio y discernir, discernir, discernir equivocándose diez veces de cada nueve.
Así pues, Satanás me pone a un paso de Don Enrique, solo me falta la soberbia de decir "ya entendí el aborto" para decir disparates iguales o peores; con la bendición que nadie me escucha, gracias a Dios.
Sólo mi abandono inquebrantable en la bondad de la Virgen me impide "cortar la mano que me es ocasión de pecado" (en este caso, la "mano" es el cerebro), aunque mil veces al día me muerdo la lengua para no decir lo que sé (o creo saber).
Tampoco hace falta pedirle al Magisterio que te de la fórmula de la limonada cada dos minutos, tenemos la tradición, las Escrituras y al Doctor Universal, santo Tomás, y los demás grandes doctores. Y ante la duda, ahí sí buscar confirmación en el magisterio, que para eso está.
No es lo mismo sabiduría que conocimiento, y ese es precisamente el problema. Sabios son los ignorantes, que por no saber creen. Necios somos los que creemos que con leer más vamos a entender más.
¿Qué pasa con don Enrique -y un servidor-? Que estudiamos, pensamos y creemos tener la solución. Y en teniéndola, nos parece un desperdicio no aplicarla. Hace falta un pastor sabio, bueno y prudente que nos diga "¡cállate imbécil!", con cariño o sin el, para que no desbarranquemos y nos llevemos a cincuenta con nosotros. Sin ese pastor, ¿a quien recurrimos? No siendo la Virgen y los santos, que por tantos años callan y dejan hacer, sólo tenemos a los hermanos y a los sucesores de los apóstoles.
Por eso siempre he dicho que de los tres votos, el más difícil es el de la obediencia. Porque entre más "buenos" creemos ser, más nos cuesta obedecer.
Tampoco se debe obviar la responsabilidad de su obispo diocesano en todo este proceso de degradación de la comunidad parroquial: a mi me parece imposible que un arzobispado tan importante como Madrid, no haya encontrado una manera de evitar todo lo ocurrido en Entrevías. A veces hay que echar coraje a las cosas para ponerlas en su sitio, y defender las prácticas religiosas de los sencillos o feligreses, como a mi me gusta llamarnos, y en muchas partes ésta es una asignatura pendiente en la Iglesia, y a la comunidad que le toque un párroco así es muy difícil que la jerarquía reaccione a favor de los agraviados por ese corporativismo mal entendido, y porque no saben que hacer con el que se ha puesto la doctrina por montera, y en Asturias algún caso hay también.
"Yo no desconfiaría tanto de la inteligencia..."
Totalmente de acuerdo. La idea de que sólo la fe lleva a Dios y la razón extravía es luterana. La razón bien utilizada lleva hacia Dios.
Lo que sí sucede es que nuestra razón, como toda cualidad humana, tiene que ser redimida y purificada, porque está dañada por el pecado original.
P.D. Felicidades por el artículo, a todos los de infocatólica los invito a pasarse por mi blog, soy nuevo en esto y sus comentarios y consejos me harían mucho bien. Gracias.
"Dañada negativamente por la ignorancia"
No sé si entiendo bien. ¿Qué quieres decir con ignorancia? Porque, en su sentido habitual, la ignorancia es una consecuencia necesaria de la limitación de las inteligencias creadas, que no lo pueden saber todo. ¿Te refieres a la ignorancia de cosas que deberíamos conocer? ¿A un grado mayor de ignorancia?
De suyo, el pecado original no corrompió la razón, solamente afectó a lo que está bajo razon de virtud, en el orden de lo especulativo, a la prudencia, por ser virtud de lo especulativo-práctico (conocimiento para obrar). Eso acarrea "ignorancia", no la ignorancia puramente negativa sino ignorancia de lo que se debe saber y hacer. En este sentido, Platón, que cargaba la culpa de nuestros pecados a la "ignorancia", estaba en lo correcto.
Lo explica Tom en I IIae, questio 85
"Por la justicia original, la razón controlaba perfectamente las fuerzas inferiores del alma; y la razón misma, sujeta a Dios, se perfeccionaba. Pero esta justicia original nos fue arrebatada por el pecado del primer padre, según hemos dicho ya (q.81 a.2). Y por ello todas las fuerzas del alma quedan como destituidas de su propio orden, con el que se ordenan naturalmente a la virtud: la misma destitución se llama herida de la naturaleza. Mas son cuatro las potencias del alma que pueden ser sujeto de las virtudes, como dijimos más arriba (q.61 a.2); a saber: la razón, en la cual reside la prudencia; la voluntad, en la cual reside la justicia; la irascible, en la cual reside la fortaleza; y la concupiscible, en la cual reside la templanza. Pues en cuanto la razón está destituida de su orden a lo verdadero, está la herida de la ignorancia; en cuanto la voluntad está destituida de su orden al bien, está la herida de la malicia; en cuanto la irascible esté destituida de su orden a lo arduo, está la herida de la debilidad; en cuanto la concupiscible está destituida de su orden a lo deleitable, moderado por la razón, está la herida de la concupiscencia.
Así, pues, éstas son las cuatro heridas infligidas a toda la naturaleza humana por el pecado del primer padre. Mas, puesto que la inclinación al bien de la virtud disminuye en cada uno por el pecado actual, como es claro por lo dicho (a.1 y 2), éstas son también cuatro heridas consiguientes a otros pecados: a saber, en cuanto que por el pecado la razón se embota, especialmente en las cosas que debemos practicar; y la voluntad se endurece respecto del bien; y aumenta la dificultad de obrar bien; y la concupiscencia se enciende más"
Por lo que dices ahora, entiendo que con "ignorancia" te referías a la "ignorancia de cosas que deberíamos conocer".
Sin embargo, de la explicación del Aquinate yo veo algo mucho más profundo que la simple ignorancia, ya sea en el sentido habitual del término o en el sentido de ignorancia de conocimientos debidos.
Dice: "la razón está destituida de su orden a lo verdadero". Eso es mucho más grave que la simple ignorancia material de verdades concretas. Es problema formal, semejante al de la voluntad. Si la voluntad se aparta de su ordenación al bien, la razón se aparta de su ordenación a la verdad.
Después, por el pecado actual "la razón se embota, especialmente en las cosas que debemos practicar", igual que la voluntad se endurece respecto del bien. No es simplemente una razón que ignora cosas, sino una razón embotada.
De todo ello, deduzco que la "herida de la ignorancia" es algo mucho más grave que lo que habitualmente conocemos como ignorancia.
Y además es lógico que así sea, porque la Redención de Cristo fue necesaria para el hombre entero. Hemos sido redimidos por entero. En cambio, si el problema de la razón fuera la mera ignorancia de verdades concretas, ese problema se hubiera solucionado por mera enseñanza y no hubiera precisado redención, lo cual se aproxima mucho al pelagianismo.
Quid tibi videtur?
Tom, en la misma q.85, en un artículo anterior, se cuestiona en qué medida el pecado original afectó la naturaleza, y dice que la naturaleza en sí,sustancialmente, tanto en sus principios como en sus potencias, no ha sido ni suprimida ni disminuida. Es decir, no hay corrupción de la razón en sí, como sostienen los agustinistas, Lutero a la cabeza. Tampoco hay corrupción de la voluntad, aunque es innegable que la afectación que sufre es más positiva, está inclinada de algún modo a preferir bienes inferiores. No está corrompida, está inclinada por la malicia en forma no fatal pero sí muy real.
Pero cuando decimos naturaleza decimos también obviamente operación perfectiva (la naturaleza es la sustancia teleológicamente considerada) y aquí el Aquinate establece que ha sido afectada "en cuanto a inclinación natural a la virtud", es decir a la perfección de la operación. Pero esta afectación es extrinseca a la inteligencia, procede más de un desenfoque (hamartía) del objeto, de una distracción que la voluntad opera en la razón, un querer no saber, un embotarse en objetos triviales y dejar de lado las verdades más nobles, una cierta dejadez en la consideración de lo que hay concretamente que hacer y pensar, es decir, lo que propiamente llamamos imprudencia, falta de la virtud especulativo-práctica de la prudencia.
La distinción es sutil, pero si caes en Scylla vas hacia el fideismo antirracionalista muy típico en la neoconía moderna, lo único que te salva es tragar todo lo que la autoridad te pone adelante, porque tu inteligencia está podrida; si hacia Caribdis, en un pelagianismo mimetizado con el pensamiento políticamente correcto propio de los progres, porque la inteligencia moderna no puede estar equivocada, somos todos hombres de buena fe pensando en el bien común de la Humanidad.
Tema sutil si los hay.
Copiar y pegar en youtube
Seria muy interesante escucharles que tienen que decir sobre esta predicacion.
Un abrazo en Cristo al propietario y lectores de este magnifico blog.
La entrada de hoy,ciertamente edificante,pra gloria del Señor.
Paz.
En mi país hay mucha desnutrición. Gran parte de la población no desarrolla su cerebro por falta de nutrientes esenciales en la etapa de crecimiento. Entre estos se suman legiones de ignorantes, no porque deseen serlo ni porque rehuyan del conocimiento. Simplemente porque su capacidad intelectual es limitada por la naturaleza, o más bien, por lo que forzamos a la naturaleza a hacer por ellos. Es en estas personas donde generalmente la infusión de la fe obra milagros impresionantes, pues la mayoría entiende mucho mejor las cuestiones fundamentales de la fe -aunque no puedan explicarlas- que los que hemos estudiado durante años esas mismas cuestiones.
He conocido en mi vida muy poca ignorancia culposa. Quizás en el ámbito profesional sí, porque abundan personas que no quieren ver la realidad y prefieren quedarse con sus prejuicios antes que expandir sus horizontes, cuando se trata de negocios. Pero en cuestiones de fe, más bien lo que hay es hambre de conocimiento. Lamentablemente falta la capacidad intelectual, pero el deseo abunda.
Por contraste, las palabras de San Josemaría sobre las madres de los sacerdotes:
En 1941 tuvo que viajar a Lérida para predicar unos ejercicios espirituales a los sacerdotes de la diócesis. Había tenido que dejar en Madrid a su madre algo enferma, pero los médicos le habían tranquilizado; parecía que no era grave y en pocos días estaría repuesta.
Al despedirse de ella, le pidió que ofreciera las molestias de su enfermedad por los frutos de los ejercicios que iba a predicar. Doña Dolores asintió, y al despedirse, se le escapó un suspiro:
—¡Este hijo...!
Se había quedado preocupado por ella, pero hizo lo que acostumbraba: abandonarse en las manos de Dios. “Señor —oró junto al Sagrario, al llegar a Lérida—, cuida de mi madre, puesto que estoy ocupándome de tus sacerdotes”.
Dos días después, predicó acerca de la labor sobrenatural, inigualable, que realiza la madre junto a su hijo sacerdote. “Y se me ocurrió decir: "Las madres de los sacerdotes —yo estaba con la pena de mi madre— se debían morir sólo al día siguiente de que muriese su hijo". En aquel momento vinieron a llamar al Obispo; se marchó, y yo acabé”.
Al finalizar se quedó rezando en la capilla, hasta que el Obispo, que regresaba con la cara demudada, le avisó por detrás: Álvaro del Portillo le llamaba desde Madrid. Se puso al teléfono: su madre había fallecido.
Volvió de nuevo a la capilla. Hizo junto al Sagrario un acto pleno y rendido de aceptación de la Voluntad de Dios. “Siempre he pensado —decía años después— que el Señor quiso de mí ese sacrificio como muestra externa de mi cariño a los sacerdotes diocesanos, y que mi madre, especialmente, continúa intercediendo por esta labor”.
Sobre el vídeo en cuestión, yo diría que Spurgeon era un hombre sinceramente deseoso de seguir a Cristo y que hablaba muy bien, animando a todos volverse hacia Dios.
Sin embargo, le sucedía lo que sucede siempre a los protestantes: al carecer de la Tradición y del Magisterio, introducía sus propias ideas en la Escritura. Ese sermón, por ejemplo, está dedicado entre otras cosas a negar la eficacia sobrenatural del sacramento del bautismo, contra la voluntad de Cristo, la práctica de la Iglesia primitiva y las palabras de la propia Escritura. Lo mismo podría decirse de la idea luterano-calvinista de la depravación total del hombre.
Debido al síndrome de Babel que aqueja al protestantismo, a Spurgeon le sucedió lo que siempre sucede: aunque todo el mundo reconocía que era un gran orador, no podía ponerse de acuerdo con nadie y, después de pelearse con su propia confesión, terminó por crear su propia iglesia.
Saludos.
Yo creo que, más bien, sucede que no se habla de ello y por eso no estamos adiestrados para detectar esa ignorancia culpable.
Un ejemplo: Por cada persona que conoce bien la Palabra de Dios, la Liturgia de la Iglesia o la vida de los santos, podríamos encontrar a diez mil que se saben con pelos y señales la vida de los famosos o los puntos débiles y fuertes de los distintos equipos de fútbol. Yo diría que esa ignorancia de lo importante y necesario para la salvación, sustituido por lo trivial, es ignorancia culpable (en diversos grados, según los casos).
Comentaba -algo así-, que le dijo su madre: "Tú que eres muy inteligente; mira la lección que nos da el manzano, que está enfrente de casa: Cuanto más cargado, más agachado; así has de ser tú; cuanto más inteligente, más humilde..."
Un saludo.
(Jajaja) Lo que dices es cierto, pero tiene un matiz. No es lo mismo tratar de comprender la transubstanciación que por qué Villa puede o no meterle un gol a Casillas. Cuando hablamos de liturgia las cosas son como son y no tienen vuelta de hoja. Las estadísticas deportivas son prácticamente un horóscopo.
Apenas ayer un amigo me contaba que suele divertirse con sus amigos haciéndose pasar por experto en deportes. Para lograrlo, sólo le pide a su mensajero que le pase dos o tres datos sobre el equipo del que va a hablar por mensaje de texto, y deja a todos boquiabiertos... y no sabe nada del deporte! A cambio una persona puede pasarse tres años estudiando el capítulo uno del Génesis y no terminar de entenderlo, menos de explicarlo.
¿Es culpable de no estudiar liturgia el que se sabe al dedillo los marcadores del fin de semana -y mañana ya los olvidó-? No creo. Los cronistas deportivos han hecho un esfuerzo consistente por años en madurar, masticar y digerir esos datos que los pueden pasar por enema y nadie lo nota. A cambio, ¡ponte tu a leer el Catecismo!
Si ellos lo hacen, pues yo también: www.padreray.com
Una destitución total o "simpliciter" del orden a lo verdadero llevaría a la ignorancia absoluta, porque representaría el aniquilamiento de la misma inteligencia, que está esencialmente ordenada a la verdad.
Y no existe la ignorancia absoluta tampoco después del pecado original. El principio de no contradicción y las demás primeras verdades evidentes iluminan todo intelecto venido a este mundo, y algunas de ellas son verdades eternas.
En cuanto a la supuesta herejía de los neoconianos, no la encuentro condenada por la Iglesia Católica.
Saludos cordiales.
A tu articulo solo le falta la otra cara de la moneda: el fundamentalismo disfrazado de ortodoxia, nunca le regalo el nombre de ortodoxia al fundamentalismo. La heterodoxia y el fundamentalismo son hermanos y si se los mira bien pecan de los mismos vicios. Tengo que confesar que los fundamentalistas suelen alabar la fe y las devociones de los sencillos, aunque no todos: hay que escucharlos hablar de la piedad popular en América latina!, pero bueno en general las practicas, como el rosario, son alabadas por los mismos pero mucho mas como una practica de alienación y no como lo fundamental que es en nuestra vida, camino de encuentro y sostén con Maria y con Jesús.
Igual esto daría para otro articulo tan bueno como este.
Gran pintura... mas es lo que dice que lo que captamos con los sentidos, lleva mas tiempo verla que leerte.
"En cuanto a la supuesta herejía de los neoconianos, no la encuentro condenada por la Iglesia Católica"
¿Desde cuando la estulticia es herejía? Puede ser, en algunos casos, pecado, como enseña el Angélico (cf. Summa Th., II-IIae, q. 46, art. 2), pero herejía difícil. Los heresiarcas suelen ser inteligentes.
Toto corde
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