La Presentación del Señor: una antigua costumbre familiar, la bendición de los hijos
Hoy, día 2 de febrero, la Presentación del Señor en el Templo, aprovecho para publicar en el blog lo que me ha enviado un amable lector sacerdote para esta fiesta. La espiritualidad de los católicos siempre tiene que estar unida al año litúrgico, porque la vida misma de la Iglesia se desarrolla en torno a él.
Me ha gustado especialmente lo referente a la bendición de los niños.
Fiesta de la Presentación del Niño Jesús en el Templo
En esta fiesta recordamos el día en que María y José acuden con el Niño Jesús al templo a cumplir con los preceptos de la purificación de la Madre y la presentación del Niño.
Texto evangélico
Leamos lo que nos cuenta en el Evangelio de esta fiesta San Lucas, cap.2:
“Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la Ley de Moisés, lo llevaron a Jerusalén para ofrecerlo al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor (Ex 13, 2-2) y para ofrecer el sacrificio según lo ordenado en la Ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones (Lev 5,7; 12,8).
Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que esperaba la liberación de Israel; el Espíritu Santo estaba en él y le había anunciado que no moriría sin ver al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y, al entrar los padres con el niño Jesús para cumplir lo establecido por la Ley acerca de él, lo recibió en sus brazos y bendijo a Dios diciendo:
Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador (Is 52,10),
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones (Is 42,6; 49,6)
y gloria de tu pueblo Israel (Is 43,13)Su padre y su madre estaban admirados de las cosas que decían de él. Simeón los bendijo, y dijo a María, su madre:
- Este niño está destinado en Israel para que unos caigan y otros se levanten; será signo de contradicción para que sean descubiertos los pensamientos de todos; y a ti una espada te atravesará el corazón.Estaba también la profetisa Ana, hija de Fanuel de la tribu de Aser, de edad muy avanzada. Se había casado muy joven, y a los siete años de matrimonio había enviudado. Tenía ochenta y cuatro años. Estaba siempre en el templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en aquel mismo momento, y daba gloria a Dios hablando del niño a todos los que esperaban la liberación de Israel”.
También nosotros acudimos al Templo a presentar a nuestros hijos
Sin duda éste es un pasaje evangélico muy rico en contenido. Este texto tiene mucho, mucho que decirnos hoy a cada uno de nosotros, a través de la situación, del perfil de los protagonistas, del diálogo. Sin embargo en esta ocasión tan sólo queremos centrarnos en el contenido central de la celebración que nos convoca, esto es, la Presentación del Niño Jesús en el Templo: María y José acuden al Templo, a cumplir con los preceptos del Señor, vienen a ofrecer a su Hijo a Dios.
Hoy nosotros también queremos presentar a nuestros hijos a Dios. Y lo queremos hacer con plena conciencia.
Al presentar hoy a nuestros hijos, reconocemos ante Dios que a El pertenecen. Que nosotros somos sus ángeles custodios aquí en la tierra y nos corresponde velar por cada uno de sus pasos.
Reconocemos también con profundo respeto que cada uno de nuestros hijos es un pensamiento de Dios, un plan de Dios. Dios los ha creado con unas capacidades y límites concretos, en una familia, tiempo y país concretos. Con un físico y una forma de ser particular, única, original. Todo ello se lo ha regalado por algo, porque con ello nuestro hijo tiene que hacer su propia historia. Y de ello depende su felicidad. Y pedimos la gracia, la fuerza, la sabiduría y el amor para conducir a nuestros hijos hacia esa plenitud que Dios tiene prevista para ellos.
Pedimos que la bendición de Dios descienda sobre ellos. Y sobre nosotros. Porque la impotencia y el desvalimiento ante la tarea son grandes. Porque muchas veces no sabemos cómo hacerlo. Porque somos tan terriblemente limitados y nos falta la paciencia, el tiempo, el desinterés.
Una antigua costumbre familiar: la bendición de los hijos
Os queremos también plantear una idea bonita. En muchas familias existe esta costumbre. Es la costumbre de bendecir a los hijos. Es un derecho –y un privilegio- propio de los padres. Ya en el Antiguo Testamento lo descubrimos como costumbre arraigada en la cultura. Bendecir significa santificar, consagrar. Es muy sencillo, pero muy profundo. El padre, o la madre se inclina sobre su hijo y marca una crucecita con su mano en la frente del hijo. Con este gesto están implorando la presencia de Dios en su alma, en su corazón. Y con este gesto de alguna manera se obligan a inclinarse ante el templo de Dios que es su propio hijo. Dejad que estos pensamientos se adentren en el alma.
No hay recetas de cómo se tiene que hacer, podéis hablarlo y crear vuestra propia costumbre según la originalidad de cada familia, llenándolo de contenido. Hay familias donde es el padre el que bendice, otras, la madre. Otras, los dos. Familias con niños pequeños y familias cuyos hijos ya están casados y siguen acudiendo a buscar la bendición en determinados momentos. En ocasiones es el hijo el que toma la iniciativa, en otras, el padre. Puede ser por la noche, cuando los niños no se acuestan nunca sin haber acudido antes a recibir la bendición, o junto con el beso de las buenas noches. Puede ser por la mañana. Hay padres que no dejan partir de viaje a sus hijos sin su bendición. Y familias donde toda discusión no está superada sin haber terminado con una bendición.
Este gesto, si está lleno de vida, de contenido y se usa con el tono debido, puede ser una fuente de gracias, de unidad, de respeto muy importante en una familia. Os deseamos lo mejor.
Que tengáis una muy bendecida Fiesta de la presentación del Niño Jesús en el Templo.
3 comentarios
Lo vuelvo a subir y pido disculpas por las molestias.
Tenemos por buena costumbre bendecir a nuestros hijos y viceversa, todos los días.
Es hermoso encomendarlos al Señor, por lo menos a nosotros nos da seguridad.
Gracias Bruno por esta publicación!
Bendiciones!
Un cordial saludo desde Pozuelo de Alarcón
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