La herencia que me dejó mi madre

TestamentoHace tiempo, pedí a una lectora, Yolanda, que explicara un poco más un comentario que había dejado en el blog sobre la herencia de su madre y la oración por los difuntos.

Han pasado dos años, pero, como decía Santa Teresa, la paciencia todo lo alcanza, así que tengo el gusto de traer al blog esta preciosa historia verídica. Con el valor añadido de que se refiere a la oración por los difuntos, un tema del que apenas se habla entre católicos hoy, por la mera y tristísima razón de que no está de moda.

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Mi abuelo materno tenía una empresa de transportes situada en la Puerta de Toledo de Madrid. Desde antes de la guerra, traía pescado de La Coruña a Madrid y enviaba manufacturas de Madrid a la Coruña. Enrique, el hombre sobre el que escribo estas líneas, trabajaba como mozo de carga para mi abuelo, y a finales de los 40 entabló una cierta amistad con una de las hijas de su jefe, mi madre, una adolescente con sus recién acabados estudios en la escuela de Comercio de la Coruña, que acudía a diario a la agencia de su padre y se familiarizaba con los pormenores del negocio.

Enrique era en aquel tiempo un hombre que entraba en la madurez completamente solo: huérfano desde siempre, sin hermanos, sin esposa, sin nadie. Ocasionalmente se sinceraba con mi joven madre en ratos de descanso. Enrique le contó cómo se había enamorado de una mujer a la que conoció en el mercado de la Plaza de la Cebada y cómo esta ilusión alegraba su soledad por primera vez en la vida. Animado por el entusiasmo del enamoramiento, y por la ingenuidad de mi madre, educada en la creencia añeja de que el amor romántico vence todo obstáculo, Enrique se lanzó a la conquista de una esposa y una familia… y recibió calabazas.

Pero la racha de intensos lamentos a que dio lugar este fracaso, y el regreso a una soledad que Enrique sentía como definitiva, no se centraron, curiosamente, en el desengaño amoroso. Enrique, a pesar de ser aún joven y saludable, pensaba en la muerte: “Nadie rezará por mí cuando haya muerto. ¿Rezará usted por mí?”, pedía Enrique a mi madre. Ella respondía que sí pero que, siendo como era un hombre joven y sano, no debía dar por supuesto que fuera a morir sin familia. Y, sin embargo, ocurrió. Una rapidísima enfermedad se lo llevó a principios de los años 50, sin que se llegase a saber la dolencia fulminante por la que murió joven y completamente solo.

No hará falta ponderar la conmoción de mi joven madre. Se entiende, creo, por el hecho de que yo esté sesenta años después narrando esta historia, que ella recontaba a sus hijos cada 13 de julio, san Enrique, fecha en la que desde entonces hasta hoy mi familia reza por aquel hombre. Ella no podía olvidar aquel tristísimo “nadie rezará por mí cuando haya muerto” e incorporó años después a sus hijos a esa oración. Cuando mi madre falleció, nos dejó esa herencia. No hay un solo 13 de julio que mis hermanos y yo no nos mandemos un mensaje en que brevemente recordemos: “13 de julio: Enrique”. Por pocos difuntos con familia y amigos se habrá rezado tanto.

Yo no sé cómo es el más allá pero sí sé que el tiempo es una noción útil en nuestro peregrinaje, que ya no afecta a Enrique, ni a mi madre, ni a mis más amados difuntos, como mi esposo y, muy recientemente, mi padre. La eternidad divina es, por definición, ajena al tiempo, y 60 años no son relevantes en una oración que se eleva a la eternidad. Sin embargo, el racionalismo o el idealismo un tanto iracundos que periódicamente prenden como en raptos ardorosos a la reflexión teológica cristiana, en las últimas décadas insiste de nuevo en la inutilidad de la plegaria por los difuntos. Entiendo perfectamente los motivos de estos teólogos porque yo he sido ávida lectora y víctima de ese desenfoque que, aspirando a conciliar la modernidad con nuestra fe, a hacer comprensible y vivible hoy –dicen- la fe cristiana, la convierte en una especie de idealismo sin acontecimiento empírico.

Pero aun en los tiempos en que mis libros de cabecera eran los de estos teólogos heterodoxos, llegado el momento de la escatología, ésta, en su pensamiento, se me figuraba chata y hasta cruel –a pesar de que dice pretender, precisamente, acabar con la caricatura de un Dios cruel cuya indiferencia despiadada hubiera que aplacar con plegarias-. Tan chata y cruel que no era posible que el buen Dios nos otorgara, benigno, el regalo del Tiempo desde su Eternidad, para luego disolver el realismo de la Encarnación, la Muerte y la Resurrección, y el Amor que ama desde este tiempo y el espacio hasta más allá de la muerte. Y eso me conducía a interrogar, de nuevo, al Magisterio.

Sesenta años, ¿qué son? Una plegaria por, o a; una plegaria de o con los difuntos, ¿qué es? ¿Qué es sino la doctrina de la Comunión de los Santos que, en definitiva, es la que conforma la alegría y la esperanza de la que damos razón los católicos? “No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos” (Ap 22, 3-5): con Enrique, con mis padres, con mi esposo y con todos los santos en “un recíproco dar y recibir, en el que estamos unidos unos con otros con vínculos de afecto más allá del confín de la muerte” (Spe Salvi, 48)

20 comentarios

  
asun
Muchísimas gracias, Yolanda, por este precioso testimonio de lo que es la comunión de los santos.
Respecto a tu "conversión antimodernista" creo que, a diferencia de la de otros que gustan más de los caminos de la inquisición y se dedican a cortar cizaña (y trigo), sigue por el camino de la moderación, la razonabilidad que te llevó a ti a ese punto -no fueron las excomuniones de los ultraortodoxos, estoy segura.
Yo creo que la comunión de los santos es un tesoro de nuestra fe que nunca podremos agradecer a Dios suficientemente.
A mí mi padrino, que murió cuando tenía cuatro años, me dejó en herencia una oración que venía en su recordatorio:
"Señor, por tu infinita bondad ten misericordia del alma de tu siervo... y le lleves a la eterna mansión de los bienaventurados. Amén"
Es lo primero que me viene a la mente cuando me dicen que alguien ha muerto. Dios hará lo que quiera con mis oraciones.
Saludos cordiales
16/07/12 10:58 AM
  
Amfortas
Es tan precioso que no cabe añadir, al menos por mi parte, ningún comentario. Si lo hago es por corresponderle la cortesía a la propia autora que me ha invitado a leerlo. Enhorabuena.
16/07/12 12:39 PM
  
Ano-nimo
Digo lo mismo que Amfortas; tampoco yo puedo añadir nada, pues la verdad es que es tan precioso y tan... que tiene la capacidad de enmudecer.

Un cordial saludo.
16/07/12 1:34 PM
  
Eduardo Jariod
Muy bello testimonio, Yolanda. Y muy bien escrito.

Y magnífica la forma que tu madre elaboró una culpa inducida por la muerte prematura de Enrique. Ella quiso ayudarle animándole a que él se acercara a esa muchacha de la que se sentía enamorado. Su enfermedad, probablemente una somatización ante la percepción de Enrique de que su soledad y su desarraigo serían ya para siempre después de aquel fracaso, y posterior fallecimiento propició en tu madre una vivencia psicológica de cierta responsabilidad por la suerte de aquel chico. Lo elaboró muy bien, aunque nunca pudo olvidarle.

En honor a la memoria de tu madre este poema de Umberto Saba:


CONFINE

Parla lungo con me la mia compagna
di cose tristi, gravi, che sul cuore
pesano come una pietra; viluppo
di mali inestricabile, che alcuna
mano, e la mia, non può sciogliere.
Un passero
della casa di faccia sulla gronda
posa un attimo, al sol brilla, ritorna
al cielo azzurro che gli è sopra.
O lui
tra i beati beato! Ha l'ali, ignora
la mia pena secreta, il mio dolore
d'uomo giunto a un confine: alla certezza
di non poter socorrere chi s'ama.


[Traducción:

LÍMITE

Mi compañera me habla un largo rato
de cosas tristes, graves, que pesan sobre el corazón
como una piedra; madeja
inextricable de males, que ninguna
mano, ni la mía, puede desatar.
Un pájaro
de la casa vecina, sobre el alero
se posa un instante, brilla al sol, regresa
al cielo azul que lo cobija.
¡Dichoso él,
entre los dichosos! Tiene alas, ignora
mi dolor secreto, mi dolor
de hombre que ha llegado a un límite: la certeza
de no poder socorrer a quien se ama.]
16/07/12 1:36 PM
  
Olimán
Bravo, Yolanda! Muy hermoso y reconfortador. Un saludo.
16/07/12 1:48 PM
  
Carmen
Vengo animada por Yolanda a leer su post. Y como me sospechaba perdemos una bloguer interesantísima. Le vuelvo a animar para que escriba. Lo hace muy bien.
Respecto al tema que tratamos, no se puede decir otra cosa, que su madre supo ver lo importante que es la comunión de los santos.
Me pasa que tengo familia no creyente, y no ceso de rezar por su conversión. Pero también sucede lo mismo con tantas personas que conoces y están alejadas de la fe. A quienes quieres y deseas lo mejor. Para ellos nuestras oraciones son las únicas que puedan alzarse por ellos. Así que doblemente me parece imprescindible orar y rogar por todos aquellos que nos acompañan en nuestra vida.
16/07/12 2:03 PM
  
Norberto
"Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque hayas escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y lo hayas revelado a los niños (sencillos)."

Es lo primero que me vino a la mente, al leer el memento de Yolanda, pues no se trata solo de la sencillez de su señora madre, sino de los hijos continuadores de tan cristiana práctica.

El texto llevará a algunos a calificarlo de sentimentaloide y poco "autentico"; sí, en efecto, es que algunos se autoconceden la prerrogativa de expedir esos certificados, sin embargo, quienes creemos en la otra vida, nos quedamos con la práctica sencilla, el Señor dixit.
16/07/12 2:06 PM
  
asun
Bueno, dejo claro que a mí no me ha animado Yolanda a leer nada, sino que he llegado aquí por casualidad. Mi contacto con casi todos vosotros, Yolanda incluida, se perdió por algún camino, lo mismo que el autobús de la parroquia virtual.
Todos parece que caminamos por la senda de la endocomunicación, retroalimentando el pensamiento con el de los que piensan igual y rechazando cualquier diferencia por mínima que sea (la posibilidad de que sea enriquecedora ni siquiera se contempla. Mundos diferentes, dentro de poco incomunicados totalmente.
Al menos coincidimos en dar la enhorabuena a Yolanda por "la herencia que le dejó su madre"
16/07/12 3:31 PM
  
Guillermo Juan Morado
Muy bonito testimonio.
16/07/12 4:26 PM
  
rastri


con Enrique, con mis padres, con mi esposo y con todos los santos en “un recíproco dar y recibir, en el que estamos unidos unos con otros con vínculos de afecto más allá del confín de la muerte” (Spe Salvi, 48)
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-Muy bonito sí. Desde aquí.

-Solo que todo lo que aquí, en estos nuestros días fuere y la vida condicionare, para allá, será borrado; En aquella ciudad Nueva Jerusalem será todo nuevo; como si nunca lo viejo hubiere existido. (Ap.21,22-27)

-Pues allí, donde las limitación del tiempo no existen: No habrá castas selectas para servir o ser servidos; Ni habá familias unas diferentes de las otras. Ni padres ni hermanos; "ni mujer que se de en casamiento; ni hijos de estas que multipliquen la creación. Pues todo será como una única familia, cada cual en su morada, morando en una única morada.


- Ni allí habrá el "fagoticidio" del mineral que alimenta al vegetal; Ni el de éste, acumulado, que alimenta al animal irracional; Ni el de éste, acumulado, que alimenta al racional no existirán porque allí las limitaciones de este nuestro tiempo Mundo de oscuridad y de muerte no existen.

-Allí no existirá el egocéntrico suicidio de aquel quien menospreciando el alimento divino se come y se traga a sí mismo en su propia muerte; Y desaparece en la orcura dimensión del no ser ni existir.

-Donde todos los que allí, en aquella Ciudad Nueva Jerusalem, llegaren, en comunión de santos siendo diferentes en jerarquía, serán iguales en su principio progen genético los unos a los otros; Donde todos, como partes del infinito Dios Espíritu Santo en su infinita morada, siempre creciendo y multiplicándose, serán alimentados por la misma luz que del infinito Dios Padre (gloria de) y del infinito Dios Hijo (lumbrera de) procede.


-
16/07/12 6:46 PM
  
clara
Vaya que si tuvo familia Enrique...
Precioso, Yolanda.
16/07/12 7:57 PM
  
Sonia S
Con Yolanda recuerdo haber tenido alquna bronquita, y como no-creyente ciertamente nada tendria que hacer aqui en este posteo. Como no he podido resistir la tentacion de leer, una a pesar de no creer, no es de piedra.

Y si, emociona ver que una persona digamos anonima, no ha pasado por el mundo asi como asi, y pervive en la memoria de los que han conocido sus penas y alegrias.

(claro, yo lo observo desde la posicion no-creyente, ojala exista para esa persona ese sitio? para su alma. O su cuerpo. O su conciencia, lo que sea.)

Yo algunas veces lo pienso, porque tiene que terminarse todo al morir? y reconozco que es super super super atractivo creer en la religion porque ante todo garantiza esa vida ultra, y aunque no es poco (no es poco!) seria "solo" eso? es consecuente creer por agarrarse a la vida? No seria solo egoismo (por muy bien que te portes y observes una buena conducta moral y ames y defiendas la vida y su dignigad) no seria egoismo puro y duro?

Bueno, en fin no se, seria rayarse y aqui si no tengo derecho a ello empañando el posteo. La verdad es que emociona.
16/07/12 9:06 PM
  
filotea
En respuesta al interrogante que plantea Sonia S:
¿se puede ser creyente por egoísmo? Por supuesto que sí.
Somos muchos los que nos hemos acercado a Dios por puro interés, para que nos ayude, etc. Luego, el ver el amor de Jesucristo actuando en tu vida es lo que hace que dejes de buscarte a ti mismo y busques algo más.
Con respecto al texto de Yolanda, me ha encantado. Gracias a ella por compartirlo y a Bruno por hacérnoslo llegar.
16/07/12 9:27 PM
  
Martin Ellingham
Felicitaciones a Yolanda por el relato.

Saludos.
16/07/12 11:35 PM
  
Luis Fernando
Estaba pensando si rezar por Enrique, pero luego he llegado a la conclusión de que con todas las oraciones que ya se han elevado por él, seguramente estará ya en la presencia del Padre. Aun así, por si acaso, esta misma noche contará con la mía.

Y si Enrique está ya arriba disfrutando de la visión divina, le ruego que pida al Padre por la conversión de algún cristiano protestante que no cree en esta maravillosa doctrina de la comunión de los santos.
16/07/12 11:37 PM
  
Carolina
Gracias Yolanda por hacernos partícipes de esa bella historia.Yo también tengo mi testimonio. Siempre me había aterrado pensar cómo reaccionaría ante el fallecimiento de mi abuela, una persona muy importante en mi vida. Pues bien, falleció un cinco de enero y lo percibí como el mejor regalo de Reyes que Dios me podía haber hecho.Su muerte provocó en mí un profundo acercamiento a la Virgen. Todos los días la tengo presente en la Santa Misa. Desde el primer día de su fallecimiento me propuse que mis hijos deberían hacer lo mismo por esa persona tan importante en la vida de su madre; estoy orgullosa de haberlo conseguido en cada uno de ellos según su edad, por supuesto.El mayor a través de la oración y la pequeña a través de sencillas palabras-"María cuida mucho de la bisa"-.
Yolanda, recuerdo que la primera conversación que mantuvimos entre nosotras giraba en torno a tu marido, recientemente fallecido; percibí que me querías comunicar lo mucho que supuso él en tu vida y en la de tus hijos. No es un comentario teológico, simplemente un testimonio humano.
La "comunión de los santos" constituye una realidad consoladora."Creemos en la comunión de todos los fieles cristianos, es decir, de los que peregrinan en la tierra, de los que se purifican después de muertos y de los que gozan de la bienaventuranza celeste, y que todos se unen en una sola Iglesia; y creemos igualmente que en esa comunión está a nuestra disposición el amor misericordioso de Dios y de sus santos, que siempre ofrecen oídos atentos a nuestras oraciones."Credo del Pueblo de Dios, Pablo VI
17/07/12 12:56 AM
  
Ángeles
Qué bendita Madre le dio Dios a Yolanda, siempre me han gustado sus comentarios, pero de ahora en adelante cuando lea su nombre, pensaré inmediatamente en esa adolescente de Corazón tierno y Alma tejida en el cielo, que siempre rezó por Enrique...y yo rezaré por ambos.
17/07/12 4:24 AM
  
Yolanda
Muchas gracias a todos.

Bellísimo poema de Umberto Saba, Eduardo, muchas gracias.

Lo importante es que recemos juntos, dondequiera que estemos.

17/07/12 11:29 AM
  
maria-a
Gracias Yolanda, por tu valiosísimo testimonio!
Y a ti Bruno, por "desvelar" esta historia real!
Mis predilectas, desde que era niña, son las Santas Almas del Purgatorio!

Bendiciones!!
17/07/12 6:27 PM
  
susi
Hola Yolanda: un testimonio precioso y lleno de verdadera fe católica, pues dentro de nuestro credo está el vivir la comunión de los santos.
Después de la misa por los difuntos, el cura de mi iglesia suele rezar el responso y dice:
-No tengas en cuenta mis pecados cuando me llames a tu presencia.
-Acuérdate de que me redimiste con tu Sangre, cuando me llames a tu presencia.
Esa es nuestra fe. La que tu madre tenía, la misma que Enrique y millomes de cristianos que han sido son y serán.
18/07/12 8:48 AM

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