Otra historia de Setteville
Quizá recuerden los lectores la entrañable historia de la parroquia de Setteville, en los suburbios de Roma, que contamos en este blog en el post Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. Hoy, Óscar me envía otro relato de aquella pequeña parroquia, la historia de su suegro: hijo de familia humilde, reparador de antenas, doctor en Matemáticas, padre de familia, abuelo, viudo y, finalmente, sacerdote. También reaparece en la historia nuestro viejo conocido de Setteville: el sacerdote Don Gino.
Es fantástico pensar que cada pequeña parroquia, de las incontables que existen en la Iglesia Católica, tendrá sus historias como éstas, cuajadas de milagros y de la gracia de Dios. Qué grande es Dios y qué maravillosas son sus obras.
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Pompeo nace en una pequeña población de la región italiana de Puglia. Eran unos años en los que la necesidad empujaba a muchos hombres a tratar de hacer las Américas, a emigrar para conseguir algunos dineros con los que sacar adelante a una familia que, a efectos prácticos del día a día, se encontraba en manos de las mujeres. Esas famosas madres italianas que a fuerza de coraje y Fe, con las cuatro liras que les enviaban sus maridos, sacaban adelante una recua de churumbeles.
La provincia de Foggia en Puglia es una zona pobre, es una especie de Extremadura a la italiana, con mucho calor en verano y mucho frío en invierno y allí Pompeo junto con sus hermanos irá creciendo, aprendiendo que vivir es esforzarse, privarse y compartir lo poco que se posee.
Fue ya de niño, en su Rocchetta natal donde su abuela le profetizó que terminaría siendo sacerdote.
Vuelto su padre de la odisea americana (Argentina y Venezuela) y con los pocos ahorros conseguidos la familia Santese da el salto a la Urbe Milenaria y abren un negocio en Roma en el que el padre de Pompeo ejerce de zapatero remendón.
¡Cuántas veces se ha lamentado mi suegro de que el peor presidente de la historia de España tuviera de nombre la profesión de su padre!
Los primeros años en Roma son duros, de posguerra y la familia vive, trabaja y duerme en el taller. Pompeo junto con sus hermanas va recibiendo la mejor educación que le pueden proporcionar sus padres y crece, como todos en la Italia de aquellos años, viviendo una Fe católica colectiva y natural.
Y así, van pasando los años, el trabajo va trayendo frutos, una hermana se casa con un hombre de mejor posición social, la otra consigue entrar a trabajar en banca y Pompeo va formándose como cualquier joven de su época.
Sin trabajo se va ganando la vida reparando antenas por Roma. Solía comprar los componentes necesarios en una tienda en la que le atendía siempre una chica muy guapa, María Gabriella. Un viernes apostó con un amigo que sería capaz de llevarla a bailar aquel fin de semana. Años después terminarían casándose y formando una familia.
En aquel tiempo se estaba construyendo una nueva zona en la periferia de Roma, Setteville di Guidonia, lugar donde, por sorpresa, Pompeo compra allí un buen piso, con buena altura para poder ver todas las mañanas la luz del amanecer sobre el caótico skyline de la Ciudad Eterna.
Vienen los hijos, Paolo, Cristina y Antonella; los cambios de trabajo y el continuo esfuerzo por mejorar su posición en la vida, por poder darles lo mejor a los suyos. Trabaja todo el día, en puestos de creciente responsabilidad, desarrollando proyectos de computación y viajando por Europa y Norte de África. Por las noches, apenas cena, se sienta a estudiar para tratar de consolidar la posición que va adquiriendo, obteniendo finalmente y con mucho esfuerzo el Doctorado en Matemáticas.
Nunca abandonan ni él ni su mujer la misa dominical y la asistencia a la parroquia, si bien es cierto que, poco a poco, se va enfriando la Fe en su interior y descubre, como tantas personas en algún momento de su vida, que en el fondo, a pesar de su asistencia semanal a la iglesia, se está separando lentamente de Dios.
Una fecha que siempre destaca es el año 1978, en el que se anuncian unas catequesis del Camino Neocatecumenal en la parroquia de Santa Maria a Setteville (en aquellos años una parroquia que no pasaba de ser un garaje). A ellas acude el matrimonio y comienzan a caminar en la primera comunidad de Setteville.
Un año después el párroco, en parte por las presiones de algunos feligreses y en parte por su propio escepticismo decide cerrar el Camino Neocatecumenal en la parroquia. Ellos continuarán participando de la vida parroquial, pero Pompeo siente que necesita algo mas, comprometerse más a fondo con su vida de Fe y se vinculará al Opus Dei, el cual conoce a través de algunos amigos.
En el año 1997 y tras un cambio de párroco, el Camino Neocatecumenal vuelve a hacer aparición en Santa Maria a Setteville y nuevamente Pompeo y Gabriella, esta vez junto con sus dos hijas, comienzan a caminar en la nueva primera comunidad de Setteville di Guidonia, guiados por su equipo de catequistas y bajo la supervisión del Párroco, Don Gino. Hombre que realiza una encomiable labor por devolver la dignidad a las gentes de este suburbio.
No obstante su incorporación a una Comunidad Neocatecumenal, Pompeo ya nunca abandonará el Opus Dei viviendo su Fe en las dos realidades.
Todo cambia a partir del año 1999. A Gabriella le diagnostican un cáncer de mama que provocará múltiples metástasis y se extenderá a huesos y cerebro. Siete años y medio de lucha contra la enfermedad y contra la desesperación. Siete años y medio en los que la familia Santese, gracias a la Fe que reciben en la Iglesia por medio del Camino Neocatecumenal, se abrazan, no sin sufrimiento, a la cruz de Cristo, para ir viendo cómo la historia de sufrimiento, en la que no es fácil no rebelarse, se va transformando en historia de Salvación y Vida Eterna.
No se borrará jamás de mis recuerdos la imagen, en el funeral de Gabriella (a la que no pude conocer en vida), de la familia unida, serena y conforme con la Voluntad de Dios. La primera homilía que le oí a Don Gino fue una homilía seria, potente, en la que alababa la Fe de Gabriella, no como un cura ñoño (como ya os conté, Don Gino es de todo menos ñoño), sino desde la firmeza de un hombre que había visto cómo el Espíritu Santo había sostenido y guiado a esa mujer en la ascensión al Gólgota y cómo lo había hecho a través de la realidad del Camino.
En Marzo de 2006, la enfermedad se agrava y Don Gino llama a Pompeo a su despacho, quiere hablar con él. “Tu mujer se muere, Pompeo, ¿qué piensas hacer? Debes pensar seriamente en el presbiterado”.
Descompuesto reflexiona unos días en los que habla con su esposa y finalmente ella le dice que debe escuchar a Don Gino. Con la bendición de su esposa y sintiendo que el Señor le decía “¡Ven!”, toma la decisión de matricularse, con 65 años, en la Pontificia Universidad Lateranense, Filosofía.
El 11 de Agosto de ese mismo año, estando de vacaciones en su amada Cerdeña, después del rezo de laudes, tras haberse dado la paz con su marido y su hija Antonella, Gabriella nace a la Vida Eterna.
Me permito ahora interrumpir el relato para contar que yo en aquel tiempo empezaba a conocer a Antonella. Tras un fugaz encuentro en Roma en el mes de Junio nos habíamos entregado con fruición al género epistolar intercambiando correos electrónicos eternos en los que desnudábamos nuestra alma. Aquel 11 de Agosto yo estaba en casa esperando a que Antonella se conectara al Messenger para charlar un rato y seguir conociéndonos en la distancia cuando recibí un sms al móvil que me comunicaba la noticia. Pocas horas después estaba, por intercesión de la Virgen, volando hacia Roma al funeral de Gabriella… pero esa es otra historia. Ese mismo Septiembre Pompeo comenzaba las clases de Filosofía.
En Septiembre del año 2007 su hija pequeña Antonella se casa y se va a vivir a España completando la diáspora de la familia Santese que ya había comenzado cuando el hijo mayor se casó y fue a vivir a Pomezia y la mediana, también por motivos matrimoniales, había partido para Parma.
En Octubre de ese año 2007 en la convivencia de inicio de curso de su Comunidad Pompeo manifiesta públicamente la llamada al sacerdocio que le está haciendo el Señor. Prosigue los estudios y en 2008, cuando está a punto de terminar los tres años de la carrera de Filosofía, Don Gino, comienza a hablar con los obispos de la zona para ver cuál de ellos puede acoger a Pompeo en un seminario. La negativa es rotunda. ¡Qué hace un viejo queriendo ser sacerdote!
Finalmente el obispo de Fermo, en la costa adriática decide acogerle en su diócesis. Pompeo, que siempre se ha considerado uno de los trabajadores de la última hora de la parábola evangélica, en el primer encuentro que tiene con Don Luigi Conti (obispo de Fermo) le dice: “Excelencia, tenemos más o menos la misma edad, si usted me quiere, aquí me tiene (eccomi!) en caso contrario, pues… nada. Pero mi Fe me dice que es un camino que puedo recorrer. Por otro lado mi padre ha vivido 95 años por lo que debería tener al menos otros treinta por delante para este servicio.”
Así que Pompeo, aquel año, comienza su última etapa de formación como sacerdote. No en el seminario ya que, con buen criterio, el obispo considera que no pinta nada un hombre de 67 años rodeado de chicos de 20. Se le matricula en la facultad de Teología de Fermo y se le envía a vivir en la parroquia de Monte San Pietrangeli, un pequeño pueblo, en comunidad con el párroco de allí, Don Pietro, que es también una vocación tardía. Así, como Abraham, en la vejez, Pompeo abandona su tierra para seguir la promesa del Señor.
En su última etapa de formación, no hace otra cosa que recibir regalo tras regalo. Tiene que dejar su familia pero se encuentra en medio de todo un pueblo, tiene que dejar su comunidad pero se ve teniendo que ayudar a dos comunidades… el Señor me ha dado no el ciento por uno, ¡el mil por uno!. Repetirá una y otra vez.
Como un guiño del cielo accede al orden sacerdotal a través del diaconado el día 7 de Diciembre de 2010. Aniversario de su matrimonio con Maria Gabriella. Finalmente el 28 de Junio de este año 2011 recibía el Orden Sacerdotal en la catedral de Fermo de manos del Señor Obispo don Luigi Conti.
Matemático, Doctor, esposo, padre de tres hijos, abuelo de siete nietos (de los cuales tres son hijos míos), filósofo, teólogo y sacerdote.
Alguien le preguntó una vez cuál era el objetivo que tenía en la vida antes de todo esto: “Jubilarme y marchar a gastar la pensión, viviendo tranquilo con mi amada esposa, en la casa que con tanto esfuerzo conseguimos construir en Cerdeña”.
Seguro que nunca se imaginó donde le veo ahora, sosteniendo a mi pequeño Michele María delante de la pila bautismal. El primer bautismo para los dos (nieto y abuelo). Con los ojos llenos de lágrimas, sumerge en el agua a mi hijo y proclama triunfante, en un pésimo español: “¡Michele María, yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo!”
Amen.
11 comentarios
Lei,creo que en le blog del Padre Tomás, un caso similar, un abuelo y padre de familia, que al enviudar se ordenó sacerdote.Realmente nunca podemos saber que nos va a pedir Dios, y si vamos a tener la valentía de hacer su voluntad.Bravo por el suegro de Oscar, y por D. Gino, que los sacerdotes con carácter son muy necesarios en estos tiempos.
Que Dios los bendiga.
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