Juguetes, formas, fracasos y éxitos
Aparentemente, se ha puesto otra vez de moda entre los niños uno de esos juguetes que aparecen y desaparecen periódicamente del mercado: la serpiente flexible. Para quien no lo conozca, explicaré que se trata de una serie de piezas de plástico articuladas y dispuestas longitudinalmente (ver foto de la izquierda). Gracias a las articulaciones, se puede ir deformando el juguete a voluntad, torciendo las piezas a derecha y a izquierda, hasta crear todo tipo de figuras y formas curiosas. Por lo visto, fue inventado por Rubick, el creador del famoso cubo, y, de hecho, utiliza un sistema de articulaciones similar al del cubo.
Mis hijos no son inmunes a las modas colegiales y, hace un par de semanas, vinieron a casa diciendo que necesitaban una serpiente de Rubick más que el comer, el amor de sus padres o el ver a Bob Esponja en la televisión. Tras los habituales tira-y-aflojas entre padres e hijos, terminamos por comprar uno de estos juguetes a cada uno (ya que, por suerte, son muy baratos).
Mis dos hijos pequeños quedaron muy contentos con el juguete, sobre todo por su falta de expectativas y porque se contentan con cualquier cosa. Debido a los dedos rechonchos y torpes que han heredado de su padre (y a que sólo tienen dos y cuatro años), son incapaces de crear ninguna figura y se limitan a usar el juguete como serpiente, bastón o, en el peor de los casos, garrote con el que golpearse mutuamente.
En cambio, a mi hija mayor no le bastaba tener el juguete. Quería hacer algo con él. Los primeros días lo llevaba al colegio y siempre volvía con alguna figura curiosa que le había hecho algún niño mayor: un pato, un triángulo, una bola, etc. En la puerta del colegio se podía ver a los niños tomar el juguete en sus manos y, en unos instantes, transformarlo en la figura deseada, con una habilidad pasmosa.
Todo esto, claro, resultaba bastante frustrante para mi hija, que aún no sabía hacer nada con el juguete. Podía desmontar las formas que le hacían otros niños, pero, al intentar montarlas de nuevo, el éxito era más bien escaso, por no decir inexistente. Fue su abuela la que le enseñó, por fin, a hacer una figura. Un día que estuvo en su casa, la niña volvió contentísima con la nueva forma que su abuela le había enseñado a hacer: una cruz. Nos la enseñó, muy orgullosa y nos demostró que sabía montarla y desmontarla.
Al día siguiente, se llevó el juguete al colegio y no sólo les mostró a sus amigos que (por fin) sabía hacer una figura, sino que les enseñó a ellos a hacer la cruz con sus propios juguetes. Volvió, de nuevo, contentísima. Curiosamente, hasta ahora no ha conseguido aprender a hacer ninguna otra figura y es probable que se pase la moda y las serpientes vayan al arcón de los juguetes olvidados sin que mi hija sea capaz de crear otras formas con ellas.
Todo esto me ha hecho pensar. Espero que mis hijos estudien las carreras que les gusten, hablen ocho idiomas, sean grandes profesionales, puedan vivir sin agobios y tengan éxito en todo lo que emprendan… pero, si fracasan en todo y sólo tienen éxito en una cosa, espero que esa única cosa sea ser santos. Está muy bien saber crear muchas formas con la serpiente de Rubick o con los demás materiales que vamos teniendo en la vida, pero, al final, la única forma que de verdad merece la pena conocer y enseñar a los demás es la Cruz. Stat crux, dum volvitur orbis.
15 comentarios
Bruno ya mismo le tendrás que enseñar ésta frase tan querida para mí, Crux Sacra Sit Mihi Lux.
Felicidades, siempre sacas lo más bello de las cosas aparentemente simples.
Gracias, Bruno y a tu hija también.
PD: esperamos algunos anhelantes vuestra tercera contestación a César Vidal.
Para abrir boca http://www.religionconfidencial.com/iglesia-estado/065251/la-profesora-reyes-calderon-demuestra-que-es-falso-el-estudio-que-indica-que-las-sociedades-catolicas-son-mas-corruptas-que-las-protestantes
Ten-
nos,
Se-
ñor
en
vos
y en
pos
de
la
cruz
que es
la
luz.
Dejar un comentario