Contemplando el Misterio

Para celebrar esta fiesta grande de la Asunción de Nuestra Señora, dejo aquí un pequeño vídeo de una antífona clásica de las vísperas de esta fiesta, que puede ayudar a los lectores a contemplar este Misterio:

Assumpta est Maria in caelum.
Gaudent angeli,
laudantes benedicunt Dominum.

Es decir:

María ha sido elevada al cielo.
Se alegran los ángeles,
y, en su alabanza, bendicen al Señor.

Es una antífona muy sencilla, pero de una gran profundidad teológica. En primer lugar, nos recuerda esta verdad de nuestra fe, que proclamó como dogma Pío XII hace sesenta años. Nuestra Señora, librada del pecado original desde su concepción por la Redención de su Hijo Jesucristo, fue también librada de la corrupción de la tumba y llevada en cuerpo y alma al cielo.

Como todos los misterios de nuestra fe, la Asunción de Nuestra Señora supera en última instancia nuestra limitada razón, pero al contemplarla se ilumina nuestra vida. En la Virgen asunta al cielo podemos ver el destino que Dios reserva para toda la Iglesia en el día de la Resurrección. La gloria que el Señor nos ha preparado a cada uno de nosotros. Nuestro cuerpo resucitará glorioso. Este cuerpo limitado, con sus defectos, achacoso quizá, está destinado a ser un cuerpo glorioso. El cielo no es un lugar blanquecino y aburrido, lleno de nubes, sino un banquete eterno, lleno de felicidad y alegría, en el que, si Dios quiere, podremos contemplar al Señor cara a cara y disfrutar de la presencia de la Virgen, que nos ha precedido, de los santos, de nuestros amigos y parientes y de todos los salvados.

Estas breves frases que se cantan nos desvelan también la mejor respuesta a aquellos polemistas protestantes que nos acusan de idolatrar a la Virgen o de dedicarle la gloria que se debe sólo a Dios. Al recordar y festejar la asunción de Nuestra Señora, los ángeles se alegran y nosotros nos alegramos también. Y lo que hacemos, como dice la antífona, es alabar y bendecir al Señor. Al Señor, a quien corresponde todo honor y toda gloria.

La Asunción al Cielo de la Virgen fue un don gratuito, un regalo, pura gracia de Dios para ella y para nosotros que hoy nos alegramos. En la majestuosa Asunción de Nuestra Señora se siguen cumpliendo sus palabras en el Magníficat: “Proclama mi alma la grandeza del Señor… porque ha mirado la humillación de su esclava”. Así se puede ver en los iconos orientales de la Dormición (que es como suele llamarse en Oriente a la Asunción): En curioso contraste con la imagen habitual de la Virgen con el Niñó en brazos, ahora es Cristo quien lleva a su Madre en brazos, como una niña pequeña, llevándola al cielo. La Virgen es elevada por encima de los ángeles porque se hizo pequeña ante Dios, porque su voluntad fue siempre hacer la Voluntad de Dios, porque no buscó para sí la gloria, sino que con su vida glorificó y sigue glorificando siempre al Dios uno y trino, a quien sea toda la gloria por los siglos de los siglos.

.