La Iglesia Oficial
Hay palabras y expresiones que hacen que, al oírlas, se le pongan a uno los pelos de punta y suenen inmediatamente todas las alarmas. Algunas de esas expresiones, para mí, son las de “Iglesia oficial”, “Iglesia institucional” y “doctrina oficial”. En mi experiencia, el uso de estas expresiones indica la presencia de unos prejuicios profundamente arraigados que desnaturalizan totalmente la esencia misma de la Iglesia y de su enseñanza. En general, suelen transmitir la idea de que se puede ser católico sin pensar, actuar ni sentir como católico, porque esas cosas pertenecen a la Iglesia o a la doctrina “oficiales". Es decir, la idea de que se puede ser católico sin molestarse en serlo.
En cuanto escucho a alguien hablar de “Iglesia oficial”, de la “Iglesia institucional” o de la “doctrina oficial”, me resigno a tener que discutir y tomo el resto de lo que se dice con desconfianza. Es más, ya ni espero a que diga la palabra entera. En cuanto escucho “of…”, suenan las alarmas. Lo siento por quien esté hablando de ofrendas, ofertas u Ofelias, pero, como aquella monja del convento de Santa Teresita, el alérgico termina por aborrecer hasta las flores de plástico.
Ese tipo de lenguaje ha sido tomado de la política y, como sucede con casi todo lo que viene de la degenerada forma de política que sufrimos en esta época, está manchado y lleva en su frente la marca de Caín. Lo usan políticos, diplomáticos, portavoces y otros especímenes semejantes para mentir sin necesidad de dar luego la cara. Cuando un portavoz da la “postura oficial” de un gobierno, casi se puede ver como se está lavando las manos al estilo de Pilatos al condenar a Cristo.
No hay una “Iglesia oficial” ni una “Iglesia institucional”, sólo existe la Iglesia. No hay una “doctrina oficial”, sólo la doctrina de la Iglesia, la enseñanza misma de los Apóstoles que nos ha sido transmitida a lo largo de los siglos. Cuando alguien marca una diferencia entre una supuesta “Iglesia oficial” y la Iglesia en general, es señal clara y patente de que tiene ideas sobre la Iglesia que son más políticas (en el peor sentido de la palabra) que católicas. La Iglesia es el Cuerpo de Cristo y no hay un cuerpo oficial y otro cuerpo no-oficial. El cuerpo es el cuerpo y la Iglesia es la Iglesia. Cada parte tiene su función, pero hay un único cuerpo. Y el miembro que se separa del cuerpo, necesariamente se muere.
Los cristianos no somos políticos ni diplomáticos profesionales (de nuevo, en el peor sentido de la palabra). Es decir, no nos ganamos el pan pensando una cosa y diciendo otra. Cuando decimos “doctrina de la Iglesia” estamos diciendo “mi doctrina”, “mi fe” y “mi sabiduría”. Puede que no la entendamos bien del todo. Mejor dicho, es seguro que no la entenderemos bien del todo, pues son grandes Misterios los que encierra. Puede que nos cueste más creer algunos aspectos y que otros estén envueltos en oscuridad para nosotros. Pero es nuestra. Es nuestra herencia, nuestro alimento y nuestra riqueza. Y, si algún día (Dios no lo quiera) abandonamos esa herencia y ya no podemos decir “mi herencia”, “mi Tradición” y “mi doctrina”, sabremos que somos hijos pródigos que ya no están en la Casa del Padre, aunque siempre estén abiertas sus puertas para nosotros.
16 comentarios
Aunque me gustaría que también se deshicieran los prejuicios contra la política y la diplomacia... e incluso la democracia, no es tan sencillo.
Una frase de Pablo VI hablando de Sta. Catalina que habla bien de la "iglesia institucional", de la "iglesia popular" y de la "política de la iglesia":
"¿Fue también política nuestra devotísima virgen?. Ciertamente lo fue, y de una manera excepcional, pero en el sentido espiritual de la palabra. Santa Catalina rechaza indignada la acusación de politizante que le lanzan algunos de su contemporáneos, escribiendo a uno de ellos:"… Mis paisanos creen que, gracias a mí y alas personas que me rodean, se hacen tratados; dicen la verdad, pero no saben de qué se trata, y, sin embargo, aciertan en sus juicios, porque no pretendo otra cosa ni quiero que los que me rodean se ocupen si no es de vencer al demonio y arrebatarle el señorío que ha adquirido sobre el hombre por medio del pecado mortal, en extraer el odio del corazón del hombre y en pacificarlo con Cristo crucificado y con su prójimo".
Muy bien señalado. Por eso he hablado de la política "en el peor sentido de la palabra" o de la "degenerada forma de política" que nos toca sufrir. Es decir, el partidismo o la búsqueda del propio interés que son, precisamente, la antítesis de la verdadera política, que busca el bien común.
La política como tal es una de las más nobles ocupaciones del ser humano.
Saludos.
http://www.elpais.com/articulo/ultima/hay/Iglesias/paralelas/elpepiult/20100803elpepiult_1/Tes
Ironías de la historia.
Guess who?
Pero tú no eres así de taimado, luis.
Un saludo muy cordial.
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