Pero Don José Fernando, no es ésa la verdad católica
Quaestio Quodlibetalis XXV.D. José Fernando Rey Ballesteros escribió ayer un artículo muy interesante sobre los Pastores y los fieles, titulado “No toquéis a mis ungidos”. Sensatamente, D. José Fernando está preocupado por la desobediencia generalizada hacia el magisterio y quiere remediarla. Su tesis fundamental es que no se debe criticar nunca públicamente a sacerdotes ni obispos: “Aún en el caso de que un pastor hubiese pecado gravemente o hubiese errado en materia fundamental, sólo su superior, en uso de su autoridad, puede juzgarlo y reprenderlo pública o privadamente, edificando así al resto del rebaño”.
Es, ciertamente, una tesis bienintencionada y, como decía, intenta responder a una situación actual en la que la autoridad eclesial está muy debilitada. Sin embargo, no es eso lo que enseñan ni la Escritura, ni el Magisterio, ni la Tradición ni el sentido común. Vamos a ir examinando poco a poco la cuestión y las razones que da D. José Fernando.
El preámbulo de la argumentación está basado en que los sacerdotes son “personas sagradas”. Es decir, consagradas a Dios, ungidos del Señor. En ese sentido, la crítica a las acciones u opiniones de los sacerdotes sería una manifestación de la pérdida del sentido de lo sagrado propio de nuestra época. No se puede olvidar, sin embargo, que cuando un ministro sagrado de Cristo habla o actúa contra la fe y la disciplina de la Iglesia no habla “en cuanto ministro sagrado”, porque en esas palabras o acciones ha profanado su sacralidad personal.
Continúa afirmando D. José Fernando de los sacerdotes que, “cuando proclaman la enseñanza, son ‘Cristo Maestro’ presente en medio de sus ovejas. Su palabra debe recibirse como venida del Cielo, y a ellos se les debe escuchar como a ángeles de Dios”. Me ha gustado la bella imagen de escuchar a los sacerdotes como a ángeles o mensajeros de Dios, pero ¿quiere eso decir que tengamos que aceptar cualquier cosa que digan? Escuchemos a San Pablo: “Pero si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciara otro evangelio contrario al que os hemos anunciado, sea anatema” (Gal 1,8). Es difícil ser más claro. Por mucho que los sacerdotes sean “como ángeles de Dios”, si proclaman algo contrario al Evangelio, los fieles deben rechazarlos (y no olvidemos que el anatema era, por su propia naturaleza, algo público).
A lo largo del artículo, se hace una pequeña trampa diciendo todo el tiempo que no se debe “juzgar” a los sacerdotes. Por ejemplo: “cuando las ovejas se atribuyen la potestad de juzgar al pastor, a sí mismas se condenan a morir de hambre, porque se han quedado sin maestros”. La trampa consiste en usar la palabra “juicio”, que tiene evidentes connotaciones negativas para los cristianos, ya que Cristo nos prohibió juzgar. Pero algo muy diferente es el discernimiento cristiano, que lejos de estar prohibido es un deber para nosotros. Dice San Pablo: “Examinadlo todo y quedaos con lo bueno” (1Ts 5,21). Ese discernimiento a la luz de la fe y de la enseñanza de la Iglesia lo incluye todo, también lo que digan y hagan los sacerdotes e incluso los obispos.
Sin pretenderlo, por supuesto, D. José Fernando, por el deseo de defender a los sacerdotes, llega a hacer pagar a justos por pecadores: “Cuando una oveja pone en evidencia, ante las demás, los pecados del pastor, causa en el rebaño una herida difícilmente reparable”. Sinceramente, esta frase me parece sumamente desacertada. Quien causa una herida en ese caso es, ante todo, el pastor que peca contra la fe o tiene una conducta escandalosa. Si un presbítero proclama públicamente una doctrina que no es la de la Iglesia, con sus palabras o con sus actos, está rompiendo la unidad del rebaño que es la Iglesia. Acusar de herir a la Iglesia al pobre seglar que se niega a aceptar esa doctrina errónea o esa conducta escandalosa es totalmente injusto.
Apelando a su propia experiencia, D. José Fernando nos dice: “Soy sacerdote, y jamás he escrito contra un hermano mío”. Como es lógico, me parece muy bien, pero lo que ya no me parece bien es que esa actitud se intente proponer como norma universal. No fue ésa la forma de actuar de San Jerónimo, San Agustín, San Atanasio, San Cirilo, San Ireneo o incontables otros santos que criticaron a sacerdotes y obispos que se apartaron de la enseñanza de la Iglesia. Y el mismo Santo Tomás de Aquino lo dejó muy claro, diciendo que “en el caso de que amenazare un peligro para la fe, los superiores deberían ser reprendidos incluso públicamente por sus súbditos” (S. Th., II-II, 33, 4). La experiencia de D. José Fernando, convertida en norma universal, convertiría a estos santos y muchos otros en malvados, lo cual es un indicio de que su tesis cojea por algún lado.
Sigue hablando el artículo de los males de juzgar o criticar públicamente lo que afirmen sacerdotes u obispos y pregunta, retóricamente: “¿No han comenzado así todas las herejías, y todos los cismas?” No. De hecho, la inmensa mayoría de las herejías y los cismas han comenzado, precisamente, por sacerdotes y obispos que se han separado de la doctrina de la Iglesia. Y, al no haber encontrado una resistencia suficiente en defensores de la Fe, ya fueran obispos, sacerdotes o laicos, obtuvieron seguidores que, en lugar de discernir lo que decían esos sacerdotes u obispos heréticos o cismáticos a la luz de la doctrina de la Iglesia, los siguieron sin rechistar. ¿Debían los fieles seguir a Nestorio, Arrio, Lutero, Apolinar, Prisciliano, Tertuliano o John Knox, sólo por el hecho de que todos ellos eran personas sagradas, clérigos o incluso obispos o Patriarcas? Al contrario, su deber era denunciarlos públicamente como lo que eran, herejes y cismáticos que se habían apartado de la doctrina y la comunión de la Iglesia. Y, en muchos casos, así lo hicieron.
No acierta D. José Fernando con los ejemplos bíblicos que recoge en su artículo. Cita, por ejemplo, la ocasión en la que Pablo reprendió a Pedro por judaizar y dice que lo hizo “personalmente” y que “jamás escribió a sus discípulos una sola línea que les hiciese desconfiar del Pontífice”. Sin embargo, no es eso lo que dice el texto bíblico. Precisamente, la Carta a los Gálatas lo dice muy claramente. San Pablo reprendió en público a San Pedro (que, además, era su superior jerárquico, como él mismo reconoce): “dije a Cefas en presencia de todos…” (Gal 2,14). ¿Por qué públicamente? Porque su conducta había sido públicamente escandalosa y estaba extraviando a los fieles. En cuanto a lo de que San Pablo no escribió a sus discípulos… supongo que todos hemos leído la propia Carta a los Gálatas en las que se cuenta, con un juicio durísimo, cómo Pedro judaizaba.
Hemos visto ya varios argumentos de la Escritura, la Tradición y el sentido común. Veamos qué dice la Iglesia. Podríamos citar muchos textos, pero, como el tema es si existe o no un derecho a la crítica pública en la Iglesia, nos centraremos en el Código de Derecho Canónico (aunque, por supuesto, lo mismo afirman muchos otros documentos).
En primer lugar, ¿qué obediencia es la que se debe a los pastores? Dice el Código de Derecho Canónico 212 § 1 que, “los fieles […] están obligados a seguir, por obediencia cristiana, todo aquello que los Pastores sagrados, en cuanto representantes de Cristo, declaran como maestros de la fe o establecen como rectores de la Iglesia”. Esta frase es muy importante para el asunto que tratamos.
Según lo que dice ese canon, es totalmente necesario un discernimiento (o un juicio) que indique cuándo los sacerdotes y obispos hablan como maestros de la fe y cuándo no. Porque sólo debe obedecérseles en el primer caso. Y el Código nos explica muy bien cuál es el criterio a tener en cuenta, ya que “las funciones de enseñar y regir […] por su misma naturaleza, sólo pueden ser ejercidas en comunión jerárquica con la cabeza y con los miembros del Colegio [episcopal]” (CIC 375 § 2). Por lo tanto, cuando un sacerdote o un obispo se separan en sus afirmaciones de la comunión de fe de la Iglesia, no hablan como maestros de fe. No es cierto, pues, lo que da a entender D. José Fernando de que un sacerdote habla siempre como maestro de la fe y, por lo tanto, un fiel no debe criticar lo que dice. Si contradice la fe de la Iglesia, no está hablando como maestro de la fe, no habla “in nomine Christi”, y lo que dice es susceptible de crítica, porque profana el ministerio sagrado de la Palabra.
Lo mismo podríamos decir de lo referente a los obispos y presbíteros en cuanto que rigen la Iglesia, es decir, cuando mandan aquello que entra dentro del ámbito de su autoridad. Cuando los pastores sagrados rigen al pueblo cristiano contrariando patentemente la disciplina de la iglesia no gobiernan “en nombre de Cristo”, y no deben ser obedecidos, sino resistidos, y en ocasiones denunciados, sobre todo cuando causan grave escándalo y daño al pueblo cristiano.
¿Puede ser pública la crítica? Vamos de nuevo al Código. En el canon 212 § 3 se dice que los fieles “tienen el derecho, y a veces incluso el deber, en razón de su propio conocimiento, competencia y prestigio, de manifestar a los Pastores sagrados su opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia y de manifestar a los demás fieles…”. Por lo tanto, no es cierto que los comentarios o críticas se puedan hacer únicamente al sacerdote en cuestión o a sus superiores, sino que se pueden manifestar a los Pastores en general y también a los demás fieles. Es decir, se puede hacer públicamente. Y esa crítica pública puede incluso ser un deber.
¿Cuáles son los límites? El mismo canon nos lo dice: “…salvando siempre la integridad de la fe y de las costumbres, la reverencia hacia los Pastores y habida cuenta de la utilidad común y de la dignidad de las personas”. El Concilio Vaticano II añade otra condición, además de la reverencia: la “caridad hacia aquellos que, por razón de su sagrado ministerio, personifican a Cristo” (Lumen Gentium 37). Algo parecido dijo Pío XII, hablando de la existencia de una verdadera “opinión pública” dentro de la Iglesia y del papel de los medios católicos de comunicación en su formación: “el publicista católico sabrá evitar tanto un servilismo mudo como una crítica descontrolada” (Discurso del 17.02.1950). Esta frase implica que la “mudez” de no criticar nunca es, en realidad, un “servilismo” rechazable y también que es posible la crítica pública siempre que no sea descontrolada.
Estos límites son los que aseguran que no se cumplan las terribles predicciones de D. José Fernando cuando se critica la forma de actuar o las afirmaciones de los pastores. Y, además, marcan la diferencia entre el periodismo católico y el que no lo es. La integridad de la fe y de las costumbres implica que, entre católicos, no es posible la crítica contra el verdadero magisterio sino que, como dice D. José Fernando, la actitud adecuada es la humildad del que aprende. La utilidad común y la dignidad de las personas indican que no es lícito publicar los pecados de una persona (sea o no sacerdote) sin una razón grave para ello. Una razón grave puede ser, por ejemplo, que esos pecados o herejías resulten públicamente escandalosos o se intenten presentar como algo bueno y correcto a los ojos de los fieles. Finalmente, la reverencia y la caridad a los Pastores deben estar siempre presente en las críticas públicas de un católico, porque la indignación o el hecho de ser periodista no eximen a un católico del necesario respeto y amor por sus pastores que exige el cuarto mandamiento.
En consecuencia, todos los fieles de la Iglesia están obligados a obedecer la enseñanza de la Iglesia, cuando la proclaman los pastores. También deben obedecer lo que estos pastores decidan en cuestiones disciplinarias, según la autoridad de cada uno. Sin embargo, los laicos y aun más los obispos y presbíteros pueden y, en ocasiones, deben criticar las acciones y opiniones de sacerdotes y obispos, ya sea en materias dejadas a la libre discusión de los cristianos o en aquello en lo que los sacerdotes y obispos se aparten públicamente de lo que enseña o manda la Iglesia. Y todo esto es especialmente cierto para los católicos que escriben en medios de comunicación, porque así lo requiere su misión particular.
No dudo que D. José Fernando dice lo que dice porque es una buena persona y porque sinceramente le apena que muchos desobedezcan a la Iglesia. Es muy cierto que, en nuestra época y para nuestra desgracia, hay poca obediencia en la Iglesia y poco aprovechamiento de sus enseñanzas. Sin embargo, el error no se combate con un error contrario, ni tampoco con el silencio, sino con la verdad. Y, cuando el error es público y manifiesto, también debe serlo la defensa de la verdad.
Para terminar, quiero aplicar todo lo anterior a este artículo. Creo sinceramente, en la presencia del Señor, que yo, que soy un laico, escribiendo este artículo en el que, con válidos argumentos de razón y de fe, hago crítica negativa de la enseñanza de un sacerdote (de un excelente sacerdote), no estoy perjudicando a la Iglesia, sino defendiéndola de una doctrina que considero contraria a la Escritura, la Tradición y el Magisterio apostólico.
158 comentarios
Ponderado y prudente artículo, sí señor.
Y necesario, dada la confusión que sembró el que usted critica, en materia que no es grano de anís.
Le felicito y se lo agradezco.
Código de Derecho Canónico (1983) c. 212 § 3:
«[Los fieles] Tienen el derecho, y a veces incluso el deber, en razón de su propio conocimiento, competencia y prestigio, de manifestar a los Pastores sagrados su opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia y de manifestar a los demás fieles, salvando siempre la integridad de la fe y de las costumbres, la reverencia hacia los Pastores y habida cuenta de la utilidad común y de la dignidad de las personas».
Particularmente teniendo en cuenta la imposibilidad de responder a D. J. Fernando en su blog, y más aún teniendo en cuenta que el artículo de D. J. Fernando sale a la luz tras el remolino (¿relación causa-efecto?) organizado por las declaraciones de Monseñor Rouco el otro día en Ávila (en las que ya no sabe uno si escucha al jurista, al teólogo, al obispo o al político novicio).
Gracias mil por este trabajado artículo.
Otra cita, con el mismo sentido, del Concilio Vaticano II:
“Los laicos, al igual que todos los fieles cristianos, tienen el derecho de recibir con abundancia de los sagrados Pastores los auxilios de los bienes espirituales de la Iglesia, en particular la palabra de Dios y les sacramentos. Y manifiéstenles sus necesidades y sus deseos con aquella libertad y confianza que conviene a los hijos de Dios y a los hermanos en Cristo. Conforme a la ciencia, la competencia y el prestigio que poseen, tienen la facultad, más aún, a veces el deber, de exponer su parecer acerca de los asuntos concernientes al bien de la Iglesia. Esto hágase, si las circunstancias lo requieren, a través de instituciones establecidas para ello por la Iglesia, y siempre en veracidad, fortaleza y prudencia, con reverencia y caridad hacia aquellos que, por razón de su sagrado ministerio, personifican a Cristo” (Lumen Gentium 37).
«Hoy vemos que no se trata de amor, cuando se toleran comportamientos indignos de la vida sacerdotal. Como tampoco se trata de amor si se deja proliferar la herejía, la tergiversación y la destrucción de la fe, como si nosotros inventáramos la fe autónomamente»...
Benedicto XVI, Homilía en la Santa Misa con ocasión de la clausura del Año Sacerdotal (11 de junio de 2010)
«“Tu vara y tu cayado me sosiegan”: el pastor necesita la vara contra las bestias salvajes que quieren atacar el rebaño; contra los salteadores que buscan su botín. Junto a la vara está el cayado, que sostiene y ayuda a atravesar los lugares difíciles. Las dos cosas entran dentro del ministerio de la Iglesia, del ministerio del sacerdote. También la Iglesia debe usar la vara del pastor, la vara con la que protege la fe contra los farsantes, contra las orientaciones que son, en realidad, desorientaciones. En efecto, el uso de la vara puede ser un servicio de amor. Hoy vemos que no se trata de amor, cuando se toleran comportamientos indignos de la vida sacerdotal. Como tampoco se trata de amor si se deja proliferar la herejía, la tergiversación y la destrucción de la fe, como si nosotros inventáramos la fe autónomamente. Como si ya no fuese un don de Dios, la perla preciosa que no dejamos que nos arranquen. Al mismo tiempo, sin embargo, la vara continuamente debe transformarse en el cayado del pastor, cayado que ayude a los hombres a poder caminar por senderos difíciles y seguir a Cristo».
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/homilies/2010/documents/hf_ben-xvi_hom_20100611_concl-anno-sac_sp.html
Y eso lo dice alguien que ideó el famoso titular: "Pido perdón a Dios por haber votado al PP". Sólo ese titular valía por muchos artículos.
Más citas: la obra de la “Pontificia Commissio Codici Iuris Canonici Authentice Interpretando”, titulada «Codex Iuris Canonici. Fontium annotatione et indice analytico-alphabetico auctus» (20 de noviembre de 1988), trae como fuentes del can. 212 § 3 (CIC 1983) las siguientes:
Inter Mirifica 8;
Lumen Gentium 37;
Apostolicam Actuositatem 6;
Presbyterorum Ordinis 9;
Gaudium et Spes 92.
Posiblemente, la mejor entrada que llevo leída en Infocatólica. Impresionante. Felicidades Bruno.
Y a Don José Fernando le recomiendo una entrada de hace algún tiempo de D. José María Iraburu donde se denuncia a los que, enseñando la verdad, no denuncian el error. No es una virtud el que D. José Fernando no haya escrito nunca contra otro sacerdote, sino una negligencia que, por su extensión, nos ha conducido adonde estamos.
"en materia que no es grano de anís"
En efecto. En este tema nos jugamos mucho. Por lo pronto, el sentido mismo de la existencia de InfoCatólica y otros muchos medios de comunicación, blogs y páginas web que buscan hacer un discernimiento de las noticias y de la realidad en general desde la fe y la razón. Pero también muchas otras cosas, como si de verdad nos creemos que hay un sensus fidelium, que todos los cristianos son, por el bautismo, profetas, sacerdotes y reyes, que la obediencia no está reñida con la inteligencia, etc.
Saludos.
Cito de memoria algunos casos. A comienzos del XIX la mayoría de los Obispos franceses estaban afectados de un galicanismo nacionalista, que resistía obstinadamente a Roma. Poco antes del concilio Vaticano I, el periodista Louis Veuillot, gran apologista católico, combate con fuerza las tesis cripto-antiromanas difundidas en los escritos del Obispo Dupanloup, acerca de la “inoportunidad” del dogma de la infalibilidad pontificia. Dom Guéranger, monje benedictino, libra el mismo combate, muy unido al Cardenal Pie (un laico, un monje y un Obispo). Dom Guéranger, concretamente, escribe un grueso libro en el que deshace uno por uno los argumentos galicanistas del Obispo de Sura, Mons. Maret. Tanto Veuillot como Guéranger fueron elogiados por el Bto. Pío IX.
Y en las grandes batallas decimonónicas sobre el liberalismo, fueron no pocos los laicos católicos que escribieron contra doctrinas mantenidas por Obispos más o menos liberales, citándolos a veces por sus nombres.
Podríamos recordar en nuestro tiempo los escritos de Weigel, Romano Amerio, Caturelli, Vittorio Messori, Sandro Magister, etc., en los que para defender, p. ej., la doctrina católica de la Humanæ vitæ o ciertas normas de Benedicto XVI ampliamente resistidas, han impugnado la posición pública no solo de altos dignatarios eclesiásticos eminentemente “sagrados” –Cardenal Martini, S. J., p. ej. –, sino incluso de grupos de Obispos de ciertas naciones.
Nunca las más altas Autoridades apostólicas han reprobado el empeño, a veces heroico, de estos escritores laicos, sino que lo han elogiado y aprobado. Esto que digo puede comprobarse en muchos de los documentos publicados en el libro “Del Génesis a Internet. Documentos del Magisterio sobre las comunicaciones sociales”, BAC, Madrid 2005, 1296 pgs.
Me alegro de que te haya gustado.
Yo no me atrevería a decir que la actitud de D. José Fernando sea una negligencia por su parte. Cada uno está llamado por Dios a cosas diferentes y es perfectamente posible que D. José Fernando en concreto, por su historia, sus condiciones, su carácter o mil otras razones que él sabrá no deba criticar a sacerdotes y obispos en público, salvo casos excepcionales. No podemos saber si es así o no en su caso. Lo que es seguro, creo yo, es que no está justificado poner esa actitud como norma universal que otros deben obedecer.
Como norma general, como dice el P. Iraburu, la denuncia del error es parte de la defensa de la verdad.
Háganme caso y LEAN INFOCATÓLICA habitualmente. Recomiéndenla a sus amigos, harán una obra de caridad fraterna muy buena. ¿En dónde encuentran ustedes un artículo como éste de Bruno? Pues de esta altura y urgencia publicamos en InfoCatólica cada dos por tres.
Y otra recomendación, igualmente importante: AYUDEN ECONÓMICAMENTE A INFOCATÓLICA, porque si no, se quedarán ustedes sin ella. ¿Les parece a ustedes "decente" entrar cada día en el espléndido conjunto de noticias y artículos de InfoCatólica, ahí, cómodamente sentados ante el ordenador, sin pagar un centavo de euro, y sabiendo que vivimos fundamentalmente de donativos? ¿Les parece eso decente? No, no lo es. Pues consideren que la conducta que no es decente ES UNA CONDUCTA IN-DE-CEN-TE.
Arrepiéntanse, están a tiempo. Y en el portal de entrada, arriba, a la derecha, entren en CÓMO COLABORAR CON INFOCATÓLICA, y cumplan con su conciencia. Caramba.
D. José Fernando refleja muy bien el clericalismo, conocido y sufrido por mi en 45 años de vida de Iglesia.
Por esta vez, muy acertado, la próxima...ya veremos (:-)
Cuando ayer leí a JFRB supe que estaba firmando con ese admirable artículo su sentencia de "excomunión de Infocatólica". Cuando vi que "tuvo" que cerrar los comentarios del post, me sonreí con tristeza.
Habiendo sabios tan sabios en este medio, sabios que manejan la tecla de lo que vale y de lo que no, la tecla de lo de que es católico y de lo que no lo es...(católico versión Bruno, versión LF, versión AES, versión CTC, versión kika,versión carismática desmayada, versión flagelante -de los demás- , versión nacionalcatolicismo de los 5O, versión filocismática, versión... la que toque esa temporada, que todas vienen a ser, en fin, lo mismo: voluntad de proclamerse la minoría -muy, muy minoría, pero selecta- pura, auténtica y fetén... ¡y fuera todos los demás de SU Iglesia!, porque lo manda Bruno: ¡ar!)...
...¿cómo se atreve un cura de a pie, recién llegado encima, a opinar lo que no puede ser bien recibido en la anticlerical Infocatólica, más anticlerical -que ya era difícil serlo- desde que se ha convertido en la plataforma y altavoz de patidillos polítcos chillones, pequeños por fuerza y malavenidos? Ah, y de filocismáticos disfrazados de ese nombre que se ponen: "tradis" (qué poco pudor).
Como don J-F cerró sus comentarios, no pude presentarle mi adhesión al contenido del post. No pensaba hacerlo, de todos modos, porque , desde que Infocat se ha precipitado, ya sin disimulo alguno, por la peligrosísima pendiente de la propaganda política estridente y del feroz ataque a todo cura -cura, obispo, cardenal ¡y papa!- que no le mole a consejero al que se pille de mal humor ese día o al editor, que rara vez lo tiene bueno, ataque más feroz que los del vergonzoso cigoña, acordé conmigo misma dejar de participar aquí.
Pero este artículo de Bruno (y mira que en estos últimos tiempos se han publicado cosas atroces en este medio, a las que no he dicho ni mu, simplemente me he avergonzado de que se escriban bajo el rótulo de "católicas" y he seguido sin entrar a comentar)este artículo de Bruno, clama al cielo.
Y clama porque no es un ditirambo a AES, CTC, Falnages mil, como ahora se estila en este portal, no porque traspase la delgada línea de la comunión con el Papa o de la comunión con el cisma, como también se estila ahora aquí; no, clama al cielo por ser ad hominem, porque viene, con ese paternalismo melifluo tan del autor, a corregir un post de don JFRB que era impecable, cierto, verdadero en todos sus extremos. Y por la intención que rezuma (¡que son tres años, que nos conocemos!), línea a línea, y entre líneas.
No siempre he estado de acuerdo con los artículos de este sacerdote, don JFRB. Pero con el de ayer me sentí dolorosísimamente identificada. Y aun más dolorosamente irritada me siento con este post de Bruno, uno de los artífices de la decidida caída de Infocatólica en el pozo de la estridencia falaz al servicio de poliqiquillos iluminados que instrumentalizan a la Iglesia y de los delirios para-eclesiales de unos pocos.
Como ves, Bruno, no tengo intención de debatirte una a una las falacias bochornosas con que atacas a don JFRB. Él sabrá qué hacer. Él SÍ es un ungido; tú... NO. Por lo demás, cualquier manual de bachillerato desmonta la "lógica" de tu discurso en página y media Consúltese alguno. Y el Catecismo, claro, bien leído, no con ojos "infocatólicos".
He tenido mucho que agradecer a este medio. Y a veces he sido no muy agradable.
He procurado corresponder a ambas deuda de las pobres maneras en que he sabido y podido hacerlo.
Ya no nos debemos nada.
Esto es doloroso para cualquier católico que quiera unidad, la que vosotros dinamitáis ahora. Pero aún es más doloroso, si cabe, para quienes, como yo, regresaron a la comunión -al menos a la voluntad de comunión- con el Magisterio, en parte gracias a personas de este medio, ahora definitivamente desmoronado y desmoronate de su sentido eclesial.
Por amigos y no tan amigos que he conocido aquí, sigo y seguiré rezando. Más aún ahora.
¿ni pudor les va a que dar ya?
"Recomiéndenla a sus amigos, harán una obra de caridad fraterna muy buena"
A mis amigos los estimo, no les deseo tanto daño. Ni a mí pasar más vergüenza.
Por respeto a su ministerio, no le diré más.
¿Puede señalar alguna?
Lo que es bochornoso es que un cura pretenda que los fieles nos limitemos indistintamente a beber agua pura o a tragar ruedas de molino.
...quien amonesta con caridad a su superior, no por eso se considera mejor, sino que va en auxilio de quien está en un peligro tanto mayor cuanto más alto puesto ocupa, como enseña San Agustín.
...en el caso de que amenazare un peligro para la fe, los superiores deberían ser reprendidos incluso públicamente por sus súbditos.
(Textos tomados de S. Th., II-II, 33, 4 passim)
Con ese clericalismo corporativo, y los que siguen argumentando ante crímenes cometidos por clérigos como si todavía existiera el fuero eclesiástico, vamos pésimo... o tal vez vamos muy bien hacia la Parusía.
Saludos.
Un artículo impecable, muy bueno. Te felicito tanto por el contenido como por el tono.
Un cordial saludo.
Después de leer tu post , me ha surgido una duda y, adelanto mis disculpas si alguien resulta ofendido por mi comentario. En mi opinión (por supuesto falible), la consecuencia lógica de tu planteamiento es el libre examen de las Escrituras y la Tradición.
Si son las personas las que deben "“Examinadlo todo y quedaos con lo bueno”, y tenemos que “Pero si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciara otro evangelio contrario al que os hemos anunciado, sea anatema”.
Resulta bastante razonable que bajo esas premisas esa "inmensa mayoría de las herejías y los cismas han comenzado, precisamente, por sacerdotes y obispos que se han separado de la doctrina de la Iglesia", se pueda sencillamente enmarcar en que esas personas estaban precisamente señalando la desviación de las doctrinas posteriores respecto de las correctas.
Si el propio Pedro (primer papa) fue reprendido públicamente, ¿quién tiene la autoridad "práctica" de definir la doctrina correcta si todos afirmasen (y creyesen) estar iluminados por la fé y, su enseñanza seguir la "verdadera" doctrina de la iglesia?. Imagino que en la época de Pedro la Tradición era algo un poco más, digamos, "limitado". Así que, en la práctica, ¿lo decidían por votación como en los concilios?.
En este medio se observan en los post, debates donde cada interlocutor alude a citas de las escrituras, concilios ... a menudo sin llegar a ningún acuerdo aún cuando frecuentemente se afirma que es doctrina de obligado cumplimiento.
Sacerdotes, obispos, cardenales y laicos se contradicen ( o al menos así me lo parece) con frecuencia, las alusiones a rupturismos con la Tradición, relecturas de encíclicas, enmarcaciones de enseñanzas en épocas para alegar su superación se repiten incesantemente. Las "contradicciones" de interpretaciones de encíclicas actuales con anteriores son aireadas por unas partes mientras otras defienden su legítimo engarzamiento con la Tradición.
En definitiva, lo que creo es observar es que... en la práctica (y me atrevería a decir que en la teoría) no hay autoridad real sino libre examen.
Un saludo atento.
Puede suceder que, en un momento dado, alguien tenga la absoluta convicción de que el pastor se equivoca. Pero, aún en ese caso, la única conducta respetuosa con el carácter sagrado del pastor sería acercarse a él y decírselo en persona; jamás ponerlo en evidencia delante del rebaño, despojándolo así de su autoridad.
De acuerdo en el contexto, pero el problema está, y me ha tocado más de una vez, que tras la infructuosa amonestación privada solo quedaba, para preservar un bien mayor, la amonestación pública: la sacralidad no es el último recurso, sino la caridad.
Por otra parte, la sacralidad es común a todo bautizado, en cuanto Templos del Espíritu Santo, basta leer a Sta. Catalina de Siena corrigiendo al Papa, para colegir que la sacralidad no es soporte válido para lo que se argumenta, aunque no sobra el recordarlo.
Me parece que existe un largo trecho entre el discernimiento en el Espíritu y la descalificación ad hominem, impropia de un cristiano; para mí, habiendo vivido muchísimas situaciones, la regla de oro está en la caridad, y eso significa no solo corrección en las maneras, sino buscar el bien del otro, aunque se trate del mismísimo Papa.
Si se busca el bien del otro, hecha la corrección, a veces dura, el que corrige deja todo en las manos de Dios, que si es por su gloria, resplandecerá la verdad; a veces se paga un precio alto que hay que estar dispuesto a pagar si se pretende el bien del otro y no la vanagloria propia, como tanta veces se observa.
Muchas gracias por las citas. Si no le importa, voy a añadir alguna de ellas al artículo porque son una gran aportación.
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¡Hasta ahí podíamos llegar!
El criterio de un señor que pasaba por ahí es el que decide la jeraquía de bienes (el bien mayor, el mal menor... consúltense a Norberto, claro) y el que decide si "no queda más remedio" que un a amonestaciónçon ¡pública...! a un sacerdote de Cristo.
¡Con un par!, hala, porque así lo juzga don Norberto, claro: Noreberto, el criterio final de certeza!
¿Y si nos fallara Norberto? Ah, bueno, siempre nos quedará Bruno: el Norte de la Verdad.
¿Para qué necesitamos Jerarquía teniendo a Bruno, a LF y a Norberto!
O a cualquier otro, el primero al que le den un teclado y una noche de insomnio...
Exigirle a un seglar que tiene la desgracia de visitar alguna vez, por ejemplo, el blog del padre Juan Masiá, que no conteste públicamente a ese jesuita hereje, es mucho exigir. Cuando las herejías se propagan de manera pública, es insuficiente que un seglar las combata poniéndose en contacto de manera privada con el cura hereje, creo yo. Si el ataque al Magisterio es público, su defensa ha de ser pública también, entiendo. Incluso, aunque ésta proceda de un seglar.
Aparte de esto, ciertamente el Sacramento del Orden Sacerdotal es muy grande y muy importante. Pero yo no subestimaría tampoco la importancia del Bautismo y de la figura del seglar, ni mucho menos. No digo que el padre José Fernando lo haya hecho, pero creo que es algo con lo que hay que tener cuidado.
Excelente trabajo, Bruno. Y muy necesario, me ha ayudado a aclararme bastante.
Si Ud. no es clérigo -no podría serlo- no tiene los graves deberes que están en cabeza de los pastores.
Y si dice algo errado en público -un blog lo es-, pues en público hay que retractarlo. Y eso por caridad social que no es sensiblería.
Saludos.
Pues si Yolanda, muchas noches de insomnio, en vela orante, he tenido que pasar, por no dejar pasar...finalmente, cuando el trago amargo ha pasado muchos se acercan y te dan toquecitos en la espalda, pero el marrón se lo come quien se lo come.
Tengo que decirte que jamás me tomes de referencia en nada, solo el Señor, pero sí te digo que como tengo experiencias que compartir pues las comparto, a veces, como en este caso, con cierto pudor, pero si la Iglesia es de todos los bautizados, y no de los "sacros", lo escrito por mi es una invitación a la responsabilidad, no a "Salsa Rosa".
Por cierto, los "sacros" también necesitan corrección, pues meten la pata como cualquiera, y, que bajen los humos con que abordan ciertos asuntos les viene muy rebién, que diría mi difunta abuela conquense.
Una aclaración, Yolanda, al término público, lo empleo en el sentido de comunidad tal como se da en Mt 18,15-20; por cierto hay un interesante y oportuno comentario en http://www.fluvium.org/textos/lectura/lectura784.htm
Bruno, en efecto, es posible que haya faltado a la caridad con D. José Fernando. Pido disculpas.
Yolanda, esto es de Santo Tomás:
""Habiendo peligro próximo para la fe, los prelados deben ser rebatidos, hasta incluso públicamente por los subditos."
Cuando el malestar te abandone, me gustaría conocer tu opinión al respecto.
15 Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano.
16 Si no te escucha, toma todavía contigo uno o dos, para que todo asunto quede zanjado por la palabra de dos o tres testigos.
17 Si les desoye a ellos, díselo a la comunidad. Y si hasta a la comunidad desoye, sea para ti como el gentil y el publicano.
los dogmas están en el Credo
Tampoco tengo nada que discutir con personas como las que han salido a apaludir y dar inciendo al blogger
Tampoco cabe espoerar otra cosa de estos nicks tan presentes en este medio desde que dio el giro que dio.
No me inetresan sus citas de Castellani, Romano Amerio, ni siquiera de santo Tomás. No he regresado, en un camino lento, y muy currado, al Magisterio de la Iglesia para que me lo cambien por una frase de GK Chesterton, de CS Lewis, de "Monseñor" Fellay o de Éduardo García Serrano y todo ello mezclado al mismo nivel con la Summa o el Apocalipsis.
Este portal y sus nuevos seguidores más entusiastas tienen derecho a existir, faltaría más. De lo que estoy mucho menos segura es de que tengan derecho a hacer figurar la palabra "CATÓLICA" en el nombre del portal.
Norberto: ya te he dicho al respecto más de lo que huebiera querido. Y me reafirmo. Un abrazo.
Muy interesante el comentario. No creo que nadie pueda sentirse ofendido por él, en un blog de discusión como es éste.
Dices: "la consecuencia lógica de tu planteamiento es el libre examen de las Escrituras y la Tradición". Ni mucho menos. Vamos a verlo.
Aquí hay un error de fondo, en la comprensión de lo que es el "libre examen". No se trata de algo general, sino muy específico. El libre examen en general es común a católicos, protestantes y cualquier ser humano. Toda práctica religiosa se basa en la libertad de la persona. Las piedras no tienen libertad y tampoco religión ni fe. El ser humano, desde la libertad que supone tener que construir su vida porque no la recibe hecha ya como los animales, examina ideas, grupos, propuestas, etc. para elegir lo que prefiere. Un católico es alguien que ha descubierto a Jesucristo y la Iglesia fundada por él y, libremente y con la gracia de Dios, ha decidido ajustar su vida a la Revelación que encuentra en esa Iglesia. Algo similar (aunque errado) hacen los ateos, agnósticos, miembros del Betis o protestantes con sus particulares creencias y opciones.
El libre examen protestante es algo mucho más concreto: el libre examen de la Escritura, es decir, la idea de que la interpretación privada que cada fiel hace de la Escritura es el criterio supremo que debe guiar su fe, sin someterlo a nada externo a esa lectura privada.
En cambio, los católicos creemos que la Revelación se plasma no sólo en la Escritura, sino también en la Tradición, que, en esencia, es el ámbito en el que se puede comprender verdaderamente la Escritura. De hecho, en la práctica aunque no en la teoría, los protestantes interpretan también la Escritura a la luz de sus tradiciones, ya que, si esto no sucede, es imposible mantener un grupo con más o menos la misma fe, porque las interpretaciones que hace cada persona de la Escritura son totalmente divergentes.
Además, los católicos creemos en una autoridad regalada por Dios que propone la verdadera interpretación de la Escritura de acuerdo con la Tradición. Por eso, en caso de duda, el Magisterio decide qué es católico y qué no lo es, qué está verdaderamente de acuerdo con la Revelación y qué no. La ventaja de esto está en que el Magisterio puede dar respuesta a problemas específicos que no están recogidos en concreto en la Escritura ni en la Tradición, aplicando éstas a circunstancias particulares nuevas.
En cuanto a lo de "examinadlo todo...", la diferencia con los protestantes es evidente. El católico examinó todo y entró en la Iglesia y, desde que está en la Iglesia, en coherencia con su fe y con esa afirmación de San Pablo, lo examina todo de acuerdo con la fe católica (basada en Escritura, Tradición y Magisterio). Por ejemplo, examina las palabras de un sacerdote o de un libro basándose en si están de acuerdo o no con esa fe católica. El protestante (teóricamente) juzga todo desde su libre examen e interpretación propia de la Escritura.
En cuanto a los herejes que creían que su doctrina era la verdadera, eso simplemente significa que se equivocaban, como puede hacerlo cualquier ser humano. Y es una muestra de la importancia del Magisterio, que estableció específicamente que lo que ellos pensaban no era correcto. En efecto, la Escritura y la Tradición solas cojean, porque a textos y cosas del pasado, si se retuercen lo suficiente, se les puede hacer decir cualquier cosa. Pero el Magisterio responde a personas concretas, con nombre y apellidos, y a afirmaciones concretas exactamente tal como son planteadas.
En cuanto a lo de Pedro, deberías leer el texto atentamente y verás que no se trataba de un asunto de doctrina (pues ya Pedro había definido la doctrina correcta, como puedes ver en los Hechos), sino de conducta personal. Y los católicos nunca hemos creído en la "impecabilidad" papal, sino en su "infalibilidad" (y sólo en casos delimitados, no de forma general).
Con respecto a las discusiones, es lógico que las haya:
- En primer lugar, porque hay muchas cosas que no están definidas por la Escritura, el Magisterio ni la Tradición, sino que los católicos pueden y deben discutir sobre ellas, estudiarlas, etc.
- En segundo lugar, porque es evidente que hay gente que dice que es católica pero no tiene la fe católica. En ese sentido, falta lo más importante para que pueda haber acuerdo. No es una verdadera discusión entre católicos, sino de católicos con gente que habla desde otros presupuestos.
El acuerdo entre católicos es evidente. Tienes, por ejemplo, el Catecismo (si estuviéramos físicamente presentes, lo tiraría sobre la mesa, como golpe de efecto), todos los dogmas de la Iglesia, etc. Es decir, los católicos estamos de acuerdo en lo esencial, aunque, gracias a Dios, eso deje un grandísimo espacio al uso de la razón y el criterio personal. El hecho de que parezca que discutimos sobre muchas cosas no es más que una consecuencia lógica de ir a sitios de discusión: en ellos no vamos a repetir constantemente las cosas en las que estamos de acuerdo, porque se dan por supuestas.
También hay que ser realistas. Al ser humano le cuesta cambiar de opinión. Si un católico defendía por ignorancia una postura equivocada según la fe católica, a menudo necesitará tiempo para reconocer que está equivocado. Esto es normal y nadie debería extrañarse por ello. Los seres humanos somos así.
Finalmente, debes saber que, también de forma muy humana, no todo el Magisterio tiene la misma fuerza ni la misma precisión. Lo que más fuerza tiene y, a la vez es más preciso, son los dogmas. Por eso, exigen del católico una adhesión inmediata y total. Esto permite esa claridad que pides: el que no cree algún dogma no tiene la fe católica. Sin problemas ni dificultades. El Magisterio más amplio y con menos fuerza exige niveles de adhesión menores, con más espacio a la matización, etc.
Los católicos no somos robots con instrucciones estrictas para todo de lo que no podemos salir. La Iglesia es una madre y como tal nos trata.
Saludos.
...Y de lo más chillón y estridente...
En efecto, así resultan tus comentarios hoy, frente a otros bien esclarecidos y esclarecedores, si puedes pasar al 2º nivel será un disfrute.
Norberto: ya te he dicho al respecto más de lo que hubiera querido
Es que no me has dicho, me has dado mas palos que a una estera, pero c´est tout.
Lo que oigo todo el día es a fieles escandalizados por sacerdotes y obispos, al no predicar el Evangelio. Conozco muchos católicos que no van a la Iglesia para protegerse de un clero en que los ateos, por sorprendente que parezca, abundan.
Estoy harto de ver obispos, sacerdotes y monjas que no creen, de verdad en la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Por ejemplo, el obispo Vives suprimió la Adoración al Santísimo cuando era rector del seminario, y cuando le suceció Mn. Cors y la reintrodujo, ello le costó el cargo. ¡Así vamos!
Y sobre los restantes sacramentos, la situación es peor. ¿Cuántos sacedotes hay en España que realmente crean en el sacramento de la confesión? Una pequeña minoría, pues si creyen, no saldrían del confesionario.
A mi me dieron la Unción de los Enfermos y el franciscano que me la dió en el hospital, me dijo que había de confesarme antes, pues, al parecer (no pregunté), no creía que la Unción de los Enfermos perdonase los pecados. Y así...
Por mi experiencia, creo que la confusión en este tema se debe a falta de discernimiento de situaciones distintas:
Noticias o conocimiento de actuaciones a declaraciones procedentes de rumores o fuentes poco fiables. En este caso - no sólo en lo referente a pastores – estamos obligados no solamente a evitar la crítica, sino incluso a evitar la difusión de la supuesta noticia.
Conocimiento de hechos a título personal. Estamos en el caso de la corrección fraterna, leal y comprensiva.
Conocimiento de hechos y declaraciones de carácter público, contrarios al Evangelio y al Magisterio realizados por pastores o miembros de la Iglesia; estamos obligados a rechazarlo y criticarlo según la medida de nuestras fuerzas y lo contrario es complicidad y traición.
(Santa Catalina de Siena)
Y muchas gracias al Padre Iraburu porque siendo sacerdote y siendo tan docto, valiente y avezado en la defensa de la verdad y del Magisterio no le duelen prendas en reconocer que Bruno tiene razón. Me reconforta comprobar como un gran sacerdote como el padre Iraburu no es para nada clerical.
Todos los fieles con mucha caridad estimo tienen derecho a la corrección de sus pastores en materias contingentes y que parezca que no actúan en comunión con la Iglesia. Conforme a las reglas de la corrección fraterna.
Y la unción sacerdotal es diferente a la unción del Bautismo pero ¿los ministros son todo sagrados y nosotros los bautizados no tenemos ninguna sacralidad? Creo que si siguiésemos el razonamiento del artículo de José Fernando habría dos "castas" en la Iglesia : los pastores y los fieles. Los primeros con derecho de corrección, amonestación, enseñanza, reprobación... plenas y los segundos sin derecho a reclamar nada que no sea privadamente aunque públicamente se escarnezca a la fe y a los fieles por parte de los pastores.
Y si un pastor no obedeciera a una amonestación privada habría que dejar que enseñase sus propias doctrinas no en comunión con la Iglesia, que dijera cualquier cosa contraria a la verdad, que cometiera cualquier abuso litúrgico, que difamara a quién fuera sin razón... ¿por qué razón? ¿por no socavar su autoridad? ¿por no escandalizar a los demás? Yo como padre tengo una autoridad sobre mis hijos, pero pierdo esa autoridad en el momento en que la ejerzo mal. Si no sería autoritarismo. ¿Me puede decir alguien porque el sacerdote no pierde su autoridad y/o magisterio cuando empieza a enseñar cosas contrarias a la verdad o cuando realiza abusos autoritarios? ¿Me puede decir alguien si no sería más escandaloso que un pastor así siguiese haciendo lo que le viniese en gana?
LLegaríamos al punto de no poder criticar a ningún pastor cuando vierte opiniones socio-políticas en el ámbito público. Que no son más que eso, opiniones. Pues entiendo que en esos campos su opinión no tiene por qué tener una consideración "superior" a la de los laicos. Ya rallaríamos lo absurdo.
Un gran clericalismo pues. Si no es así y estoy equivocado en lo anterior ¿me puede decir alguien que es lo que propone realmente José Fernando? Clericalismo que lleva a un claro dualismo y contraposición sacerdote-fiel, también a un clara contraposición de lo celeste y lo terreno... Y así podríamos seguir.
No juzgo a la persona de José Fernando, que seguramente será mejor persona que yo y en su ministerio sacerdotal hará un gran bien. Pero esto que decimos no lo hacemos con ánimo de regodearnos ni de denigrarle (cómo algún comentarista parece sugerir) sino de servir a la verdad y, sirviendo a la verdad, también poder ayudar a José Fernando.
http://www.clerus.org/bibliaclerusonline/es/cdr.htm
Algunos comentaristas piensan que si el Magisterio y la doctrina de la Iglesia es traida para argumentar algo de lo que dice un sacerdote es menos Magisterio o menos Doctrina.
Si un laico se pone a confesar o a consagrar sería pura blasfemia, pero si se pone a contraargumentar, con todo el respeto del mundo, un razonamiento expuesto por otra persona, si esa persona es sacerdote u Obispo resulta que es anatema y puro odio anticlerical.Hay gente que no ha entendido nada de nada.
Ayer el Padre, Don José Fernando, con, estoy seguro, buenísima intención, se equivocó en algunas partes de su artículo.
Hay parte de razón en la perdida de conciencia de lo sagrado....pero por parte de todos. Esto no es una cuestión de que los laicos van a misa en traje de baño y no se arrodillan delante del sagrario y a no rechistar si un sacerdote escandaliza con su palabra u obra.
Cuando veo a alguien que me dice que es sacerdote y ni si quiera va vestido con la librea de Cristo,el que primero ha perdido el sentido de la sacralidad es él no yo, dado que sin la sagrada vestimenta de sacerdote de Cristo quién me distingue un cura de un laico para considerarle Alter Christus.
Cuando vemos algunos de esos sacerdotes "futboleros" y sus misas haciendo charlotadas que nos muestra, a veces,D. Isaac García Expósito,(día 15-7-2010 y muchos más) no podemos pedir luego a esos asistentes que tengan conciencia de la sacralidad de la Santa Misa.El que públicamente escandaliza debe atenerse a que públicamente se le diga que escandaliza. Otra cosa son los pecados personales que todos tenemos.Otra cosa es el juicio de Dios.Aquí todos sabemos que "el que esté libre de pecado que tire la primera piedra".
De lo contrario si así fuese,en una caso extremo y siguiendo esa argumentación hasta sus últimas consecuencias, que estoy seguro no es la idea de D.José Fernando, si un sacerdote está abusando de un menor y la denuncia a su Obispo queda en nada, nada podría hacer un laico si no encomendarse a Dios y rezar,o esperar que sea descbuierto por la policia dado que denunciarle sería poco menos que anatema. Pero que barbaridad es esa¡¡¡
Resulta que, según deducen por ahí arriba, Don JMI es una persona sin pudor y que lo único que quiere es "dañar" recomendando esta página.Como diría el torero: "hay gente pa to".
Reitero las felicitaciones por tu excelente artículo.
Norberto: ya te he dicho al respecto más de lo que hubiera querido
Es que no me has dicho, me has dado mas palos que a una estera, pero c´est tout.
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Lo siento si te lo ha pareceido. Pocas veces he estado más convencida de que este post y todos los que vienen marcando la deriva sectario-agresiva del portal son un escándalo, un factor de divisón no menos peligrosos que los chiflados Masiás, Tamayos y compañía, y un daño inmenso al espíritu de comunión.
Me quedo con la Iglesia, con mis pastores naturales, más a mi gusto unos que otros, y con la doctrina milenaria leída en sus documentos y el el Magisterio y la pastoral de sus ministros legítimos. Y con los medios que la porpia Iglesia dispone para la mutua corrección fraterna en la caridad. Que nunca se ha pensado que debiera ser ad maiorem gloriam Bruni amicorumque.
Los demás son un peligro, pero un peligro muy muy peligroso.
Tú y yo, la ventaja que tenemos es que lo podemos discutir y arreglar, si quieres, en privado.
Tanto turíbulo a este despropósito de post me aturde y me da náuseas.
Lo primero es siempre el libre examen.
Con el libre examen uno se da cuenta que en 2000 años hay mucho escrito, y que no tiene por qué acudir a lo que diga alguien de nuestro tiempo. Si no interesa, simplemente se ignora.
La frase "Examinadlo todo y quedaos con lo bueno" creo que no está escrita de forma literal para nuestro tiempo. No tenemos forma de examinar todo, y después de más de 2000 años después de Cristo, lo que más interesa no es lo bueno, es lo mejor.
No sé (de verdad no lo sé, no es retórica) qué habría que haber hecho en un caso así. Yo no hice nada. Nuestros invitados (una familia católica de Noruega) preguntaron luego, a la cena, con algo de miedo: "¿Qué os ha parecido la homilía?" Yo les contesté que contraria a la fe católica. Ellos respiraron aliviados.
Por cierto, Yolanda, me alegro que vuelvas a escribir, pero no seas tan pesimista. Me gustaría más leer a "la otra" Yolanda;-) ¿Volvió bien tu hijo? Espero que todo te vaya perfectamente.Ánimo.
Un saludo muy cordial.
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Gracias pero no "he vuelto" a escribir. Hacía justo hoy un mes que no lo hacía por razones que resultan evidentes leyéndome ahora. "La otra Yolanda" no es más ni menos verdadera que la Yolanda enfadada y escandalizada. Pero "la otra", la alegre, la esperanzada, la feliz de haber regresado a la Iglesia, se quedó en LPD.
Tan pronto como estos episodios de gota-que-colma-el-vaso se diluyan, no me verás de nuevo, no por aquí.
Simplemente me ha irritado la nueva línea de este portal. Y por eso dejé de escribir. Lo de hoy, lo admito, ha sido una gota que ha colmado mi capacidadr de irritarme sin responder.
Soy persona optimista en general, si no, ¿cómo soportar ciertas cosas?
Pero, con respecto a Infocatólica soy definitivamente pesimista.
Gracias, mi peque volvió bien de Londres. Ahora se irá el mayor a Irlanda. Y este invierno, el mayor también, pasará varias temporadas en Alemania, por cierto. Si te veo, te iré contando.
Un abrazo, fredense, me alegra mucho cuando "vceo" a aamigos que llevo tiempo sin ver.
:)
Por desgracia, todos podríamos contar alguna historia parecida. No es nada fácil saber qué hacer. Algunas posibilidades:
- Acudir al final a la sacristía y decírselo al sacerdote (corrección fraterna)
- Levantarse ostentosamente y marcharse en medio de la homilía (signo profético)
- Enviar una carta al obispo o superior (apelar a la Iglesia)
- Hablar luego del tema con las personas a las que conocemos, para desmontar el error (salvar lo que se pueda)
- Rezar por el sacerdote en cuestión y sus feligreses (siempre aconsejable)
- "Votar con los pies", como dicen los americanos; es decir, irse a otra iglesia y esperar a que ésa termine por vaciarse (aprovechar la esterilidad del mal y del error, táctica a largo plazo)
- Defender la verdad atacada en otros lugares: blogs, foros, reuniones, catequesis, etc. (vencer al mal a fuerza de bien)
¿Cuáles son mejores y/o más efectivos? No lo sé. Creo que hay que resignarse a que no existan soluciones fáciles y rápidas para esto.
Saludos.
Está un médico de guardia o en la consulta y recibe a un individuo que tres o cuatro días antes acudió a Urgencias manifestando síntomas evidentes de una enfermedad grave, acerca de la cual a ti no te queda ninguna duda. Resulta que le dieron de alta de Urgencias y tú vas, lees el informe, y ciertamente es una enorme metedura de pata, por falta de prudencia, por falta de conocimiento, por falta de diligencia por no haber preguntado a quien sabe más.
Esta situación me la he encontrado dos veces en un mes.
¿Qué haces? ¡Amonestación pública, cómo no! La negligenicia es muy grave, las dos veces que yo lo he visto en un mes se trataba de condiciones patológicas muy peligrosas que fueron dolosamente pasadas por alto. La muerte súbita existe, y más (o casi exclusivmente, vaya) en algunas especialidades.
¡A por él, a los perros!
Lo que no vale en este ámbito tampoco vale en la Iglesia. Y a pesar de que el artículete del sacerdote de marras tenía un tufo clericalista notable, esto NO es corporativismo ni médico ni clerical. Es simplemente buen hacer.
Tú lo tienes que hacer bien, aunque otros (por error) lo hayan hecho mal.
La "corrección pública" es muy peligrosa, y más tratándose de laicos contra sacerdotes. La Iglesia tiene sus medios de corrección fraterna pero es cierto que no funcionan bien, y no funcionan bien quizá por falta de uso.
En conclusión, y sin que sirva de precedente, estoy de acuerdo con Yolanda.
Yolanda, a tu disposición para lo que necesite tu hijo, si pasa cerca de aquí. Un abrazo.
No veo qué tiene que ver tu ejemplo con lo que estamos tratando.
Si a algo se pareciera, sería a un médico, que, además, es Director General de Sanidad, escribiendo en un artículo de una revista médica que la aspirina es un buen remedio contra el cáncer (por poner un ejemplo exagerado).
No creo que hubiera nada de raro en que otro médico escribiese otro artículo diciendo que eso no era cierto.
Hasta ahora, no veo que nadie haya dado ni un sólo argumento contra lo que he dicho en este post.
Saludos.
Saludos.
Cuánto tarda en morir ese "clericalismo corporativo"...! ¿Morirá alguna vez?
Mientras tanto, los católicos tenemos el deber de seguir formándonos y aplicar el discernimiento que nos mandó el Señor para apartarnos de los lobos con piel de ovejas. No vaya a ser que el Anticristo (que se parece a Cristo) nos lleve a todos de las narices...
Un saludo cordial.
- Acudir al final a la sacristía y decírselo al sacerdote (corrección fraterna)
No vale de nada. Es más si el hecho es tan grave como para determinarse hacer eso, es que el sacerdote sabe perfectamente lo que ha dicho, y "comentar" la jugada con él solo va a ser ocasión de disputa y agravamiento del problema.
- Levantarse ostentosamente y marcharse en medio de la homilía (signo profético)
Con levantarse e irse a secas es suficiente. Alguna vez lo he hecho, por no aguantar tonterías, pero tampoco soluciona ningún problema.
- Enviar una carta al obispo o superior (apelar a la Iglesia)
No vale de nada. Todo el mundo sabe dónde acaban esas cartas.
- Hablar luego del tema con las personas a las que conocemos, para desmontar el error (salvar lo que se pueda)
Si el hecho causa escándalo, hablar con personas puede ser bueno en la medida que causa alivio en el dolor de ver ciertas situaciones, pero no se va a salvar nada haciendo eso. Es más, hay que aprender cuanto antes que la situación es la que es, y evitar en la medida de lo posible que nos haga mal tanto el mal sacerdote como la indignación no controlada.
- Rezar por el sacerdote en cuestión y sus feligreses (siempre aconsejable)
Esto si vale de mucho. Lo mejor con diferencia.
- "Votar con los pies", como dicen los americanos; es decir, irse a otra iglesia y esperar a que ésa termine por vaciarse (aprovechar la esterilidad del mal y del error, táctica a largo plazo)
No vale de nada. Si una Iglesia se llegase a vaciar - cosa muy poco probable -, al cura le daría igual. Es más, lo mismo el obispo le mandaría a otra nueva con más trabajo.
- Defender la verdad atacada en otros lugares: blogs, foros, reuniones, catequesis, etc. (vencer al mal a fuerza de bien)
Eso solo vale para recordar que la situación actual es bastante crítica. Lo cual no es poco. Sin embargo, no estoy de acuerdo con Vd. en que el laico deba de algún modo "arreglar" los errores de los sacerdotes.
El problema lo deben afrontar los obispos. Una cosa tengo clara: si el sacerdote ha dicho algo en contra de la doctrina, el hecho es grave. Los laicos no van a descubrir al obispo nada nuevo, porque el ya sabe como son todos y cada uno de ellos,pero está bien que se lo recuerden de vez en cuando, no sea que lo tomen como algo menor.
Pero el laico debe entender que el estado de la Iglesia es el que es, de otra forma esas denuncias se pueden tornar en una indignación dañina al no ver reacción en situaciones escandalosas.
Yo diría que las cartas sí pueden servir. A lo mejor una sola carta se ignora, porque podría ser de un loco o de un gruñón, pero si empiezan a llegar cartas sobre el mismo sacerdote, yo creo que eso surte efecto. Por otra parte, en el caso de abusos litúrgicos, el Vaticano ha dado la posibilidad, con la Instrucción Redemptionis Sacramentum, de enviar el caso a Roma si el Obispo no hace caso (y el abuso es grave, claro):
"[184.] Cualquier católico, sea sacerdote, sea diácono, sea fiel laico, tiene derecho a exponer una queja por un abuso litúrgico, ante el Obispo diocesano o el Ordinario competente que se le equipara en derecho, o ante la Sede Apostólica, en virtud del primado del Romano Pontífice. Conviene, sin embargo, que, en cuanto sea posible, la reclamación o queja sea expuesta primero al Obispo diocesano. Pero esto se haga siempre con veracidad y caridad."
Y, si empiezan a llegar cartas de Roma, podemos estar seguros de que en la diócesis abren los ojos y empiezan a preocuparse.
Además, como ha dicho usted, siempre es bueno recordarle al Obispo los problemas que hay, incluso si ya los conoce. Como también ha dicho, los principales responsables de que algo así no ocurra son los obispos.
Saludos.
Me parece un punto muy interesante. A menudo, la diferencia aparente entre alguien que enseña en nombre de Cristo y alguien que sigue más bien al anticristo es pequeña y conviene formarse en el discernimiento de la fe. Porque nos jugamos la vida.
Saludos.
Lo cuento aquí, para común conocimiento, pues allí generalmente me borra el gran inquisidor.
Y encima, pide dinero con mucha cara.
¿ No tienen publicidad ?.
Lo que se ha recibido gratis hay que dovolverlo gratis. Ya somos mayores y sabemos muy bien cuando se debe ayudar.
Ahora va a resultar que leer lo que ha uno le interese va a ser una indecencia y pecado.
Menos lobos, ¡ caramba ¡.
Je, je. ¿No se da cuenta de que lo dice de broma? El problema de Internet es que no se ven las sonrisas que acompañan a las frases.
Hasta donde yo sé, nunca hemos cobrado nada a nadie, así que todo lo damos gratis. Si no quiere colaborar no colabore.
En cuanto a los comentarios, hay que saber dónde se está en cada momento. Hay blogs de discusión como éste, en los que se admite prácticamente cualquier comentario, hay blogs de exposición como el del P. Iraburu, que no quieren perder tiempo en discusiones y borran los comentarios contrarios, sobre todo si son insistentes, y hay blogs que son más bien páginas web con algunas características de formato blog, como el de Germinans, que no admiten comentarios. Mientras las cosas estén claras, no veo que nadie deba molestarse por ello.
Saludos.
Sí dice que no se debe juzgar, a él ni a nadie, que eso le corresponde a Dios.
No todos somos San Pablo, con un don claro del Espíritu Santo, para recriminar en público a San Pedro. Otra cosa es que el más humilde de los discípulos pudiera acercarse a San Pedro en privado para expresarle su malestar por alguna razón.
En fin, he concluido al leer el artículo de Don Jose Fernando que nos mesemos bien las barbas (quien las tenga, se entiende) antes de poner en boca de todos los errores de un sacerdote, porque como bien dice, el camino de regreso es muchas veces dificultoso, somos terriblemente imperfectos y a veces entramos en una espiral de crítica sin medida por cualquier cosa, que puede y de hecho, hace, daño a la Iglesia. E insisto, nada tiene que ver eso con encubrir u ocultar el mal sino con reconocer la autoridad de cada uno, y vivir bajo dicha autoridad siempre que sea posible, y actuando con rectitud de conciencia y mucha caridad cuando se crea que el sacerdote actúa perfectamente mal.
Pero la petición de JMI, parece muy verdadera.
No le dore la pildora.
Y debe saber, que en lo que puedo, colaboro con la santa Madre Iglesia como es mi obligación y en muchas fuentes.
Borrar cuando se es siempre correcto y educado, no es nada liberal y si una postura inquisitorial poco o nada delicada.
Yo soy de los que no se callan y protestan cuando es necesario, correcta y educadamente.
Muy bueno su artículo. Soy como usted de manera de ser. Y si este señor D. JMI, no me vuelve a borrar, quizá colabore. A un antipático, difícilmente se le da un caramelo. Solo los buenos días.
Siempre buscando la verdad.
Aten tos saludos.
-No te preocupes y atiende cual corto es ese vital espacio del gloria transit,.. tan en definitva ambicionado. Pues al fin y al cabo todos seremos muy pronto borrados,..
-¡Hijo tú sabes que detrás de mi no hay historia!
Increpó el padre al hijo que un tanto despistado andaba sin ver la realidad de sus días.
-¡Papá por favor! No te des la vuelta, pues.- Rogó el despistado hijo a su padre.
Ya digo en el post que coincido plenamente con las preocupaciones de D. José Fernando.
Y también he dicho que hay que actuar con prudencia, respeto y caridad, además de preservando la dignidad de las personas y buscando la utilidad común. Vamos, no es que lo diga yo, lo dice la Iglesia.
El no dice simplemente que no se debe juzgar en general. Eso ya lo sabemos todos y, como tú dices, se aplica por igual a sacerdotes y a laicos. Lo que él dice es que no se puede criticar en público lo que dicen o hacen los sacerdotes:
- "Puede suceder que, en un momento dado, alguien tenga la absoluta convicción de que el pastor se equivoca. Pero, aún en ese caso, la única conducta respetuosa con el carácter sagrado del pastor sería acercarse a él y decírselo en persona; jamás ponerlo en evidencia delante del rebaño, despojándolo así de su autoridad"
- "Aún en el caso de que un pastor hubiese pecado gravemente o hubiese errado en materia fundamental, sólo su superior, en uso de su autoridad, puede juzgarlo y reprenderlo pública o privadamente"
- "ellos jamás hablaron ni escribieron públicamente nada que dejase en evidencia ante los hombres la fragilidad del Pastor"
- "Pero nada de eso parece evitar que quien debiera ser discípulo se ponga en pie y pretenda, ante todos, tener más autoridad que su maestro."
- "si, a pesar de todo, llega a la conclusión de que el maestro se equivoca, o bien se lo dirá personalmente y con humildad, como apunté más arriba, o bien callará y rezará por el maestro"
- "Si creo que un sacerdote enseña doctrinas contrarias a las verdades de la Fe... jamás lo pondré en evidencia delante de los fieles"
Y, aunque entiendo que D. José Fernando tiene la intención de defender la autoridad de la Iglesia, esa afirmación fundamental de que no se puede criticar públicamente lo que dice un sacerdote es falsa. Otros sacerdotes como el P. Iraburu dicen lo contrario. La Escritura dice lo contrario. Sto Tomás enseñó lo contrario. Muchos santos hicieron lo contrario. El Magisterio de la Iglesia dice lo contrario.
Y era importante señalarlo, porque un medio de comunicación católico, como decía Pío XII, tiene el deber de criticar en ocasiones a algunos sacerdotes y, si fuera verdad lo que dice D. José Fernando, no podríamos hacerlo.
InfoCatólica critica razonadamente muchas veces las afirmaciones de sacerdotes que, públicamente, enseñan cosas contrarias a la fe. Y, si lo que dice D. José Fernando fuera verdad, estaríamos haciendo mal y seríamos unos malvados que perjudican a la Iglesia. Por eso era importante dejar claro que no es así.
Por supuesto, yo tengo un gran afecto y respeto por D. José Fernando. No creo que esto perjudique en nada su servicio a la Iglesia ni su autoridad. Simplemente, como nos ocurre a todos a veces, se ha equivocado en esto. Y no pasa nada.
Saludos y gracias por el comentario.
Sin caer en un clericalismo como el aquí denunciado, mi opinión es que los principios teológicos del artículo de D. José F., son muy válidos y en ningún momento pretenden justificar un "todo vale" venido de la vida de un ministro sagrado. Sin embargo en la dirección contraria (del artículo de D. Bruno), tampoco la crítica se hace indispensable bajo el justificante de fidelidad. La fidelidad empieza por la humildad, que es la única que hace y permite entrever la luz de la verdad en todo asunto humano y divino.
"La soberbia se insinúa en las buenas obras para que perezcan", dijo San Agustín. Y se está poiniendo de moda el estilo "tertuliano" que aludió D. José F., y recordemos que no es lo mismo Tertulia que diálogo, ni masa o multitud que Comunidad. Ya san Pablo advertía la necesidad (y así los Padres), de cuidar el tratar los asuntos internos de la Comunidad al modo (y en los), tribunales civiles.
No dudo de la buena intención de D. Bruno, pero externamente (no puedo juzgar lo interno), denotan sus líneas un poco de delicadeza por el Sr. Pbro., por un amor a la Iglesia (?) y una fidelidad (?), que no siempre se deja ver límpia de aquello que criticamos (normalmente en Infocatólica), venido de los que no sienten a la jerarquía como parte viva, constitutiva y necesaria de la vida de la Comunidad fundada por Jesucristo, la Iglesia.
Yolanda, y alguno más. Y muchos con los que hemos hablado del tema, creo que tienen razón. Y este tipo de construcción desde la crítica constante (con el objetivo de la corrección fraterna, pero sustituyéndola), está froteriza con la intención de la logia del "reino dividido" del que habla Jesús en el Evangelio y que no se podrá sostener. Por mi parte al presbítero, al ministro sagrado se le exige la santidad de vida, pero hay límites y cauces para hacerlo, por lo menos en Católico.
Muy buen punto. Debe quedar claro que no estamos hablando aquí de pecados personales que no sean públicos. Esos no se pueden publicar, ya sean de sacerdotes, de seglares o de quien sea.
Estamos hablando de acciones o declaraciones realizadas públicamente o que tengan repercusiones públicas. Sólo entonces debe ser pública la respuesta.
Saludos.
Con todo, y en esto estoy plenamente de acuerdo con Yolanda, no deja de ser irritante esta tendencia inveterada de Bruno de dar lecciones a todo el mundo, incluyendo a sacerdotes, incluso de la entidad del Padre José Fernando. Ni la argumentación prolija ni el apoyo documental han de ponerse nunca al servicio del propio ego. No se trata de "vencer", de quedar por encima siempre como el aceite o de demostrar cuánto se sabe sobre algo. La intención de recuperar y conservar un sentido profundo y verdadero de respeto por la autoridad eclesiástica es siempre un ejercicio de lo más necesario, precisamente en estos tiempos de iconoclastia generalizada.
Ya sé que no le hace falta, pero se lo digo aquí: ánimo P. José Fernando; este artículo de Bruno demuestra hasta qué punto era necesario el suyo.
En primer lugar he de decir que en gran estima tengo todo lo que escribe el P. D. José Fernando y también como Bruno percibo que es una bellísima persona y además un buen sacerdote que siempre con cariño escribe.
Pero éste escrito de Bruno me parece muy oportuno en estos días.
Lo que ya no me parece oportuno son los comentarios , o mejor dicho dardos de alguien que sí que tiene su propio club de auto adulación e incienso. Además como si cualquier cosa con verdadera astucia al P. J.M. le cuela la preguntita de si es que no le queda “pudor”, sin duda, una astuta inferencia a los artículos sobre “Ell Pudor”, no se me pasa la colosal animadversión de ésta persona contra el P. Iraburu. ¿Ahora le parece herejía el artículo de Bruno? Además de ser la única persona aquí que decide (“ex-catedráticamente”) quien es o no es católico.
Más gracia aun me hace otro individuo que al contrario cree tener licencia para denostar a Papas, a los últimos cuatro exactamente por no creer las palabras de Jesucristo de que siempre estará con La Iglesia. Hay oportunistas oiga...y los quasi-sede-vacantistas lo son. Con ellos yo tampoco tengo ganas de discutir.
Por cierto ¿quién no está al tanto del buen humor del P. Iraburu?
Una cosa me queda y es reiterar mi apreciación y cariño muy especial al padre José-Fernando Rey Ballesteros.
(Tomado del polémico post del p. José Fernando)
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Ni falta que hace que nosotros les depojemos de su autoridad, que de eso se encargan ellos y muy bien que lo hacen. Aunque el Padre parezca no enterarse, hay muchos sacerdotes que están empeñados en destruir la autoridad sacerdotal. Y vaya la siguiente anécdota como botón de muestra:
Tiempo atrás fui con mi esposa a una audiencia pedida al que entonces era nuestro párroco. Nuestro gran atrevimiento consistió en recordarle que el Papa, a través de un público documento del año 2003, alentaba a quienes así lo desearan a comulgar de rodillas, cosa que este cura no permitía, haciendo gran escándalo público ante cada comulgante que se le arrodillaba.
Luego de un accidentado cambio de opiniones, la respuesta final del cura en la audiencia fue : "Roma está muy lejos y aquí mando yo".
Este cura no dijo una gran verdad.
Dijo dos : que Roma está muy lejos (a un cuarto de meridiano, para más precisión), y que allí hace lo que se le recantan sus soberanas ganas. Y todo -absolutamente todo ¡y me consta!- , con el total conocimiento de su ungido obispo, sucesor de los Apóstoles para más señas. Y con conocimiento de Roma también, pues hicimos llegar una carta -respondida oportunamente - a Culto Divino, dirigida por entonces por Mons. Ranjith.
Por eso es que estoy absolutamente persuadido que los fieles no tenemos que molestarnos en quitarles autoridad a ciertos y determinados sacerdotes. Ésa es tarea de ellos, y lo hacen a la perfección.
Porque si un sacerdote rechaza abiertamente las enseñanzas del Papa, es que ya no tiene ni pizca de autoridad.
Los pleitos eclesiásticos, si InfoCatólica acierta o no con su tono y sus críticas, si yo tengo humildad o (muy probablemente) no y si todo vale o no en la vida de los ministros sagrados son temas fascinantes... pero ninguno de ellos es el tema del artículo. Ni de éste ni del de D. José Fernando.
D. José Fernando afirma que los laicos no pueden criticar públicamente las declaraciones y acciones de los pastores. Y yo afirmo lo contrario, dando argumen tos de la Tradición, la Escritura y el Magisterio. Y, hasta ahora, nadie ha dado un solo argumento en contra de lo que afirmo en el artículo.
En cualquier caso, sugerir que no siento "a la jerarquía como parte viva, constitutiva y necesaria de la vida de la Comunidad fundada por Jesucristo, la Iglesia" me parece bastante aventurado.
Saludos.
Salu2
Hombre, si a alguien le resulta "irritante" mi "tendencia inveterada a dar lecciones a todo el mundo", lo tiene muy fácil, basta con que no lea mis artículos. Sé que Espada de Doble Filo es tremendamente adictiva, pero con disciplina y un buen centro de desintoxicación, se supera la adicción.
Por otra parte, agradezco mucho a mis lectores que se tomen la molestia de leer lo que escribo, pero si va a causarles una úlcera, mejor será que dejen tan terribles penitencias para Cuaresma.
Gracias por la llamada a la humildad (que me viene muy bien) y muchos saludos.
Creo que la diferencia entre cualquier profesión sujeta a la Ley civil y penal y el ministerio sacerdotal, sujeto al Derecho Canónico, es que la primera se aplica pero el segundo no se aplica nunca, o casi nunca.
En mi opinión una negligencia médica es igual de grave (o menos) que una negligencia "pastoral" por parte de un sacerdote.
Si el cristianismo es verdad (cosa que no creo que dudemos ninguno) es más grave cargarse un alma por proclamación de herejía, comportamiento cismático o escándalo que cargarse un cuerpo por negligencia.
A lo mejor, y un poco en broma, tendría que haber una especie de carné por puntos para los curas. Si cometes tal número de abusos litúrgicos conscientemente y deliberadamente: curso de reciclaje en Liturgia de seis meses, con examen teórico y práctico incluído a pagarte de tu propio sueldo que te será retenido... Si conciente y deliberadamente dices tal número de herejías en las homilías: suspensión del ministerio hasta que recites el Denzinger. Si te predicas a ti mismo o a tus pareceres, aún no siendo heréticos: curso de Usus Antiquor y así sucesivamente.
La delación pública o la crítica pública no tiene ningún valor mientras no se apliquen correctivos eficaces. Y cuando se aplicaren, no tendría sentdo la crítica pública.
Me ha hecho gracia lo del carné por puntos. Antes existían cosas similares, creo. Por ejemplo, a los sacerdotes recién ordenados se les retenían durante cierto tiempo las licencias para confesar, hasta que demostrasen que estaban capacitados para ello.
Sin duda, los correctivos son necesarios (y brillan actualmente por su ausencia). Pero no bastan. No han bastado nunca. Ni siquiera en la época en la que eran de tipo penal.
Saludos.
Hay que reconocer que el título de su blog es el más indicado: Espada de doble filo.
Yo soy más clásico; prefiero las que sólo tienen uno: se me ve venir mejor.
Creo que es cierto lo que se dice en relación a que es necesario que los laicos, en la medida de las posibilidades de cada uno, tengamos un correcto "sensus fidei", y que podamos razonar las cosas de la fe a la luz del Magisterio (infalible) de la Iglesia y el Santo Evangelio, que serán la única guía válida. Las declaraciones del presbítero quizás no fueron las adecuadas, y es bueno hacer ver este error, principalmente, cuando son públicas, como lo has dicho anteriormente.
Un error lo puede cometer cualquier persona, y claramente, mientras mayor sea nuestra "investidura" (entiéndase esto como lo que Dios nos ha pedido particularmente a cada uno de nosotros), nuestras declaraciones pueden ser más o menos funestas.
Lamentablemente, debo decir que tengo un cierto repudio de todas las manifiestaciones que han salido en los comentarios que buscan "denostar" el artículo que usted ha elaborado, y no por defender el "estilo Tertulianista" (como dicen por ahi en los mismos comentarios), sino que me parece que no han comprendido el problema de fondo. Creo que les resta hacer una buena hermenéutica de ambos textos, y compararlos a la luz de la Verdad Infalible de Cristo en su Santa Iglesia.
Saludos
PD: Y al que no le gusta este blog, o el mio propio, o Infocatólica, puede partir por hacer una penitencia en favor de las Benditas Almas del Purgatorio y evitar acceder a éstos medios (y de pasadita, un 'Pater noster'). Le hará un bien al blog, y también, a un Alma necesitada de oración. :)
A mí me parece que haría muchísimo bien a la Iglesia, no sólo a la española, sino a toda la de habla española, que excelentes bloggers católicos no "se cortasen" o "les cortasen" el ejercicio del sano, prudente, juicioso y caritativo discernimiento de doctrinas y prácticas. Los laicos vemos algunas, ellos, los sacerdotes, ven otras; hemos de ayudar a nuestros obispos, y al Papa.
Me temo que don José Fernando haya recibido en este punto concreto una deformación durante sus años de seminario o conversaciones con excelentes formadores, comenzando por sus padres incluso, pues no encuentro en la justificación de defender la autoridad de los buenos pastores suficiente argumento para eludir toda la doctrina y práctica de los santos en la Iglesia sobre el tema del que hablamos. No son pocos quienes han recibido esa deformación, sacerdotes y laicos: antes que decir alguna crítica sobre una persona ungida, cállate, o córtate la lengua.
Sobre los distintos medios
- Acudir al final a la sacristía y decírselo al sacerdote (corrección fraterna)
Lo he hecho varias veces. A primera vista, con resultado negativo. Pero tal vez sí ha sido efectivo, si el sacerdote o persona de iglesia era de buena voluntad, a veces -pocas lamentablemente- he visto cambios, pasado bastante tiempo.
- Levantarse ostentosamente y marcharse en medio de la homilía (signo profético)
También lo hice algunas veces, pero no tan "ostentóreamente", sino sabiendo lo que venía, sentarme atrás y salirme mientras la homilía o la plegaria inventada. No sé el efecto. Ostentoreamente lo hice en una ocasión, después de haber hecho lo anterior. Sí tuvo efecto, cuando varias personas lo hicieron, y me consta que sin ponernos de acuerdo. Después de 3 años, el sacerdote fue quitado de párroco.
- Enviar una carta al obispo o superior (apelar a la Iglesia) Eso sí, una cartita creo que es debida al obispo o superior. Aunque mi juicio falle o esté un poco desfigurado por indignación o no completo conocimiento de la verdad, ayudará al superior. No pensemos nunca que soy yo sólo. Hay personas formadas que pasarán por esa iglesia o parroquia y que también, Dios quiera, escribirán. Y los obispos y superiores, al menos no todos, no son de piedra.
- Hablar luego del tema con las personas a las que conocemos, para desmontar el error (salvar lo que se pueda) Sí, eso también es deber de caridad. Aunque es más difícil guardar la prudencia y caridad. El estilo "hermoso" de álgunos deformadores predicadores de la verdad, bien en homilías, en grupos de "oración" o de "formación bíblica", o de "acompañamiento de jóvenes"... confunde y hace mucho daño. Si logramos sacar a algún hermano del "relumbrón" del predicador, bendito sea Dios. A veces una palabrita basta: "Sí, ya me parecía a mí que algo no estaba del todo católico..."
- Rezar por el sacerdote en cuestión y sus feligreses (siempre aconsejable) Esto lo primero y antes de nada, y rezar, añado yo, por uno mismo, para tener todas esas condiciones necesarias para una advertencia justa o una crítica caritativa.
- "Votar con los pies", como dicen los americanos; es decir, irse a otra iglesia y esperar a que ésa termine por vaciarse (aprovechar la esterilidad del mal y del error, táctica a largo plazo) También es posible, a veces temporalmente, y acompañándolo, creo, de la carta al obispo o superior. En ocasiones es absolutamente imposible, y es ahí donde cabe pedir, urgir, al obispo, una solución lo más rápida posible. Yo diría que si en un pueblo se quedan sin párroco 10 años, el daño entre los católicos es menor que si en ese pueblo tienen a un párroco que predique errores durante 5 años.
- Defender la verdad atacada en otros lugares: blogs, foros, reuniones, catequesis, etc. (vencer al mal a fuerza de bien) También, en lo que se pueda. Yo doy muchas gracias a Infocatólica por su labor en este campo.
¿Cuáles son mejores y/o más efectivos? No lo sé. Creo que hay que resignarse a que no existan soluciones fáciles y rápidas para esto.
En todo caso, y al margen de la efectividad aparente, poner en práctica estos recursos es un deber, por lo que con esperanza cristiana debemos practicar todos o algunos de ellos.
Finalmente, quiero decir que yo me identifico plenamente con los artículos de don José Fernando Rey y por eso me extrañó muchícimo su post, me pareció que tal vez le hubieran "llamado la atención"; no me sorprendería pero sí me apenaría. Para mí que no vale que los sacerdotes puedan criticar duramente a nuestros gobernantes, o a políticos, economistas, educadores, padres, jóvenes, etc etc, si ellos no creen que puedan criticar a otros hermanos sacerdotes, obispos o no. El cuarto mandamiento no tiene, creo, un apartado especial para sacerdotes y obispos. La credibilidad, respeto y obediencia no se gana por el oficio mero.
Creo que sirven todos los medios que dás; y no sobra ninguna posibilidad.
Hoy el sentido de lo sagrado se recupera con argumentos... Es el signo de los tiempos... Y siempre hay un buen (pre)texto para cualquier necesidad que queramos satisfacer. Hoy le ha tocado al bueno de D. José Fernando. Terrible error el que cometió. Su excelente artículo tuvo que ser cerrado a los comentarios, y este, que me cuidaré de no calificar, pues ya ves... Argumentos, citas, intracitas, apelaciones a textos que remiten a otros textos... Esto es lo que mueve montañas.
Bueno, menos mal que D. José Fernando le supongo por encima de estas cositas...
Y saludos cordiales, César.
Si eso no es crítica pública, que venga Dios y lo vea.
Pero el ateo tiene un común denominador con el único sedevacantista que conozco: la reacción ante el mal. Al primero le subleva el mal en el mundo, permitido por Dios; al segundo, le irrita el mal en la Iglesia. Para el primero, hay mal en el mundo; luego no existe Dios. Para el segundo, abunda el mal en la Iglesia; luego no hay Papa.
Pero el sedevacantista tiene una trayectoria vital que importa destacar. Antes de adoptar esa postura que me parece tan extravagante, el sujeto se ha (de)formado con una apologética tonta, no realista, mitificadora de la jerarquía eclesiástica y del pontificado. Nunca ha creído el papa sea Dios, pero su concepción de la jerarquía y del pontificado, de hecho, hacen del papa un semi-dios. Y lo hace un semi-dios porque malentiende la asistencia del Espíritu Santo. Luego toma conciencia sobre la existencia del mal en la Iglesia. Y así llega a la conclusión: si hay tantos males en la Iglesia, ergo no hay papa.
Así se puede pasar de la “papolatría” al sedevacantismo. La apologética tonta cumple –inconcientemente- una función preparatoria. El catalizador es el desencanto.
Saludos.
A las citas que han agregado Bruno, Martin Ellingham y demás eruditos contertulios, me permito agregar el magnífico opúsculo de Newman Sobre la Consulta a los Laicos en Materia de Fe, donde el santo Cardenal, quizás el menos clerical de los sacerdotes que han existido en el siglo XIX, demuestra que los obispos en su abrumadora mayoría flaquearon en la defensa de la fe durante la crisis arriana, produciendose la suspensión transitoria del magisterio de la Iglesia durante casi un siglo. Hasta el Papa Liberio defeccionó, excomulgando a San Atanasio, si bien no cayó en la herejía.
El opúsculo le valió a Newman el odio de los clericales de la época (llamados ultramontanos) y el ostracismo por dos décadas. Pero tenía razón.
Fueron los laicos los que mantuvieron la fe ortodoxa. Y es muy malo, en estos tiempos similares a la gran crisis arriana, fortalecer argumentos autoritarios o clericales. Hay que apegarse a la fe ortodoxa, a la fe de nuestros padres, confirmada por Pedro. Y si alguien predica algo distinto, tomarlo por mal pastor y no seguirlo.
Eso sí es hacer daño a la Iglesia. Pero la crítica hacia errores públicos de eclesiásticos, hecha por seglares desde la caridad, con el Magisterio eclesiástico en la mano y buscando el bien de la Iglesia, no es faltar al respeto, ni dividir, ni hacer daño a la Iglesia. Y, como muy bien ha reflejado Bruno, es un derecho y hasta un deber de los fieles.
Quien quiera llorar y quejarse, por favor, que lo haga con razón; que enemigos de la Iglesia, por desgracia (sobre todo, para ellos) los hay a raudales y ésos sí que no se andan con chiquitas y anhelan y persiguen el fin de la Iglesia. Dicho sea con todo respeto hacia el padre José Fernando.
Esta fe es más valiosa que la autoridad, visto que la autoridad está a su servicio. Esa unción de cristiano es más valiosa que la unción sacerdotal, visto que el sacerdocio está en función de los fieles. Cuando se compromete la fe, sobran todas las precauciones y las alarmas. No ha lugar al escándalo por contradecir la autoridad cuando se ha contradicho la fe, porque éste es el mayor de los escándalos.
Es por eso que Santo Tomás, en el locus citado por Martin Ellingham, expresamente enseña que "habiendo peligro próximo para la fe, los Prelados pueden ser arguidos, incluso públicamente". Es una medida excepcional y anómala, pero real, como lo demuestra la defección de tantos pastores a lo largo de la Historia.
Nolite tangere Christos meos.
Hemos de denunciar el mal que pueda encontrarse dentro de la Iglesia; el mismo Sumo Pontífice ya ha dado la voz de alarma. Pero hemos de tener mucho cuidado de no escorar el barco peligrosamente hacia el otro lado.
Si hay ‘curas’ o jerarcas que, a nuestro juicio, no cumplen, pensemos igualmente que su autoridad de ‘pastoreo’ la tienen recibida del mismo Cristo. Debemos respetarlos no sólo por lo que representan, sino por lo que son. No nos dejemos llevar de la animadversión hacia el que juzgamos que no cumple, sea o no pastor de la Iglesia, sacerdote, o simple seglar o laico. Amémonos todos como Cristo nos ama. Los enemigos de la Iglesia se frotan las manos con nuestras disensiones internas y nuestros odios callados, MÁS QUE CON NUESTRAS DEBILIDADES Y CLAUDICACIONES.
No empecemos a decir “Yo soy de Apolo, yo de este obispo, yo del otro, yo de este pensador o teólogo, yo del otro, etc., etc.” Dentro de la Iglesia hay un amplio margen de comportamientos y maneras de pensar, que nos empujan con frecuencia a no respetar al hermano que disiente de nosotros, pero es preciso respetar al hermano por lo que piense, y denunciar si es el caso los abusos que descubramos, pero en la caridad. Y NO NOS CREAMOS LA FALSA IMPRESIÓN DE QUE LOS LAICOS DE A PIE ESTAMOS ABANDONADOS DE NUESTROS PASTORES EN SU MISIÓN DE PASTOREO HACIA EL CAMINO DEL REINO, PORQUE NO ES CIERTO.
Seamos fieles a nuestros párrocos, nuestros obispos, y al Vicario de Cristo, porque esa es la voluntad de Dios. Ser cristianos fieles a la Jerarquía es ser cristianos fieles a Cristo. Ya sé que los sacerdotes de las Parroquias deben dar ejemplo de unidad entre ellos y sometimiento al Ordinario del lugar, lo mismo que los Obispos deben dar ejemplo de sometimiento al Papa; pero todos, cristianos de a pie, sacerdotes, religiosos, teólogos, Obispos, etc., etc., DEBEMOS MANTENERNOS UNÁNIMES, como el mismo Cristo nos lo manda, y como San Pablo nos exhorta. (Efesios, 4)
Respetémonos mutuamente, y dejemos para nuestra vida en el mundo nuestros afanes mundanos; no utilicemos la lucha por el Reino de Cristo para promocionarnos a nosotros mismos o nuestra manera de pensar, aunque nuestros afanes, nuestra propia promoción y nuestra manera de pensar puedan ser una aportación válida y valiosa para la Iglesia; pero una cosa es servir a la Iglesia con lo que creemos tener de valor, y otra muy diferente, creernos erróneamente estar en la misma línea de pastoreo que los elegidos ex profeso por el mismo Dios para cuidar de su rebaño.
LA SITUACIÓN POR LA QUE LA IGLESIA ESTÁ PASANDO INVITA A ECHARNOS LA CULPA UNOS A OTROS PARA REGOCIJO DE LOS ENEMIGOS DE LA IGLESIA. ¡Qué más pueden desear, que nuestras propias disensiones internas! Lo primero que hemos de mostrar al mundo es la unidad escrupulosa interna de la Iglesia por encima de ideologías y políticas, todos en torno a nuestros pastores legítimos, sean párrocos, obispos, o Papa, para lo cual los mismos obispos, sacerdotes, pensadores cristianos, o los llamados teólogos deben, CON URGENCIA, dar ejemplo. El mayor error es la desunión entre nosotros, que muestra a los ojos del mundo, que no distinguen ni analizan en nuestras críticas, los celos internos que nos mueven. ES MEJOR VIVIR CON UN POQUITO MENOS DE PERFECCIÓN, PERO MANTENIÉNDONOS UNIDOS EN LA CARIDAD “PARA QUE EL MUNDO CREA”. ¿Qué importarán ciertas irregularidades litúrgicas o ciertos incordios de nuestros pastores, si el denunciarlo sirve para que los enemigos de la Iglesia nos conozcan por lo que no queremos ser? Las irregularidades doctrinales o morales dentro de la Iglesia hay que criticarlas y denunciarlas, pero si las críticas y denuncias se hacen necesarias, es preciso que previamente se hable, en la medida de lo posible, con aquellos a quienes criticamos, o con aquellos de los que dependen. Y si no es posible denunciarlo, actuemos sosegadamente según nuestra conciencia; pero ante otras circunstancias menos graves, se dan reacciones que son peores que el mal que se pretende denunciar. No nos privemos de lo valioso que se nos da, aunque sea menos valioso, si no podemos ir a otro sitio, donde se haga todo exquisitamente. Pero las críticas públicas han de ser de puertas adentro, no a la vista de los Césares ni perseguidores de la Iglesia.
Y cuando, más aún, es obstáculo a la misma, se convierte en detestable autoritarismo.
O clericalismo, dicho en jerga eclesiástica.
Lo que criticaba el Padre, y que no ha sido (ni ha querido ser) entendido aquí es esta cultura atroz en la que cualquiera se siente centro del mundo para opinar con fundamento o sin él de lo humano o divino. La irreverencia, consecuencia lógica de una época de individualismo enloquecido y radical, provoca estos excesos, excesos que también se observan en InfoCatólica. Cualquiera que haya leído cuatro libros de temática religiosa de cierto calado ya se encuentra con derecho para corregir doctrinalmente a quien se tercie, sea éste párroco, obispo, Cardenal o al mismísimo Papa. Esto es lo que se entiende sin mayor dificultad del texto del P. José Fernando. Pero, claro, hemos de demostrar que hemos estudiado Teología y sabemos mucho de estas cuestiones. Como siempre vanidad de vanidades, esta vez a costa de un excelente presbítero y con la coartada. para más ironía, de dar un servicio a la Iglesia corrigiendo el error y haciendo "brillar" la verdad que la actitud equivocda de este sacerdote opacaba.
En fin...
Un asco.
Desgraciadamente, el clericalismo tiene una vieja prosapia en las culturas latinas. Entiéndase el clericalismo como la desmedida adhesión a la jerarquía de la Iglesia con prescindencia de la misión que debe desempeñar. Clericalismo es un vicio, no es sinónimo de respeto por la jerarquía, del mismo modo que el regalismo no es auténtica monarquía, ni la demagogia respeto por la república.
Si Jesús habló del "buen pastor", contraponiéndolo al "mal pastor", es porque lo que especifica tanto la autoridad como la sumisión a ella es la Verdad, no al revés. La doctrina católica es verdadera no porque así lo determina la autoridad, sino que la confirma la autoridad porque es verdad. La distinción es sutil, sobre todo en los países hispánicos, donde se suele adjudicar la exigencia de obediencia "ad personam" en materia intelectual además de disciplinar, lo que es un error metafísico y teológico, llamado voluntarismo. La vieja frase "lo blanco que veo, negro si lo dice la Iglesia jerárquica", puede ser bien interpretado, pero nunca ser principio gnoseológico de determinación de la verdad.
Sostener que hay que obedecer todo lo que dice la jerarquía, con independencia de criterios objetivos e intrínsecos de ortodoxia, no es un antídoto contra el subjetivismo progre a lo Masiá: es sustituir el subejtivismo individual relativista por un subjetivismo igualmente relativista, delegando el criterio de verdad en un acto de autoridad. No es esta la "obediencia de la fe" de que habla San Pablo, que específicamente advierte que puede haber discrepancia entre la doctrina católica y una fuente jerarquizada de autoridad ("aunque un ángel del Cielo...").
El cardenal Ratzinger, un poquito antes de ser elegido Papa, dinamitó esta concepción voluntarista: el Papa no es creador de la verdad, ni forjador de ritos, sino un depositario, un custodio y un guardián de la fe católica.
Me argumentará alguien que la única forma de contener la marea progresista es desmesurar los quicios de la autoridad, insistiendo en que la verdad es un producto de la autoridad, y que cuando Cristo otorga a Pedro la potestad de "confirmar" en la fe en realidad quiso decir "confeccionar" la fe católica. Yo respondo que hay un gran peligro en esta actitud. Por algo, cada vez que se elige un Papa, comienzan las especulaciones sobre anticoncepción, aborto, sacerdocio de mujeres y divorcio. Mucho más sencillo es decir que, sencillamente, el Papa carece de poder para alterar la esencia de la fe católica (y del rito, agrega el cardenal Ratzinger). El Papa no es un oráculo, a fortiori los obispos y sacerdotes.
Necesitamos fieles que sepan discernir la ortodoxia, y que resistan con todas sus fuerzas la herejía, como ocurrió en el siglo IV. No sólo porque hay herejes y fautores de herejías entre sacerdotes y obispos, sino porque la jerarquía está sometida y condicionada por los poderes de este mundo. Muchas declaraciones de obispos e incluso de Papas están sesgadas por el temor de ofender a las logias y los conciliábulos del poder anticristiano. El clivaje de opiniones es la técnica de muchos jerarcas. Sólo un robusto sentido de la fe católica puede volver imposible que los fieles sean deformados, conducidos a la ambiguedad, debilitados en la fe.
Habría mucho más que decir, el tema es muy importante, porque estamos en vísperas de una crisis tremenda. Tenemos que aprender a reconocer la voz del buen Pastor. Y resistir la de los malos.
". Me parece de la mayor importancia que el Catecismo, al mencionar la limitación de los poderes de la autoridad suprema de la Iglesia con relación a la reforma trae a la memoria lo que es la esencia del Primado tal como fue delineado por los Concilios Vaticanos Primero y Segundo: el Papa no es un monarca absoluto cuya voluntad es ley; antes bien, él es el guardián de la auténtica Tradición y por lo tanto el primer garante de la obediencia. No puede hacer lo que le plazca, lo que en consecuencia lo habilita para oponerse a aquellos que, por su parte, quieren hacer todo lo que le pasa por la cabeza. Su regla no es la del poder arbitrario sino la de la obediencia en la fe. Esa es la razón por la que en lo que respecta a la Liturgia, su labor es la de un jardinero, no la de un técnico que construye nuevas máquinas y arroja las viejas a la basura. El “rito”, o sea aquella forma de celebración y de plegaria que ha madurado en la fe y en la vida de la Iglesia, es una forma condensada de la Tradición viviente en la cual la esfera que utiliza dicho rito expresa la totalidad de su fe y su oración, y en la cual se puede experimentar la comunión de las generaciones una con otra, vinculación con aquellos que nos precedieron y con los que nos sucederán. En consecuencia el rito es un beneficio dado a la Iglesia, una forma viviente de paradosis, la entrega de la Tradición".
Adviértase: resistencia, no "juicio", porque la Iglesia discente no puede juzgar a la docente; "peligro para la fe católica" y no simple opinión subjetiva o capricho(doxa platónica). La fe católica es ostentada por el Magisterio, mostrada y proclamada, pero no constituída ni fabricada. Ergo, la ortodoxia no es otra cosa que sostener lo que siempre, en todas partes y por todos ha sido reconocido como fe. El Magisterio católico es un canal de revelación de la fe, no una fábrica de artículos teológicos. Su función es principalmente negativa: rechazar el error, y limpiar y pulir (como la RAE) la verdadera fe.
El partido no es autoridad versus contestación progre. El partido es verdad versus criterios extrínsecos y voluntaristas de determinación, sean individuales conforme la herejía moderna a lo Masiá, sea intersubjetivos por adhesión a las aflojadas de la jerarquía.
Es un monologo socrático de mucha altura óntica y ontológica.
Nadie es intocable si desbarra y yerra.
Lo que es público en religión y en cualquier otra circunstancia de la vida, puede y debe ser criticado públicamente con razonamientos y argumentos validos cuando lo que se expone se aparta de la verdad.
Totalmente de acuerdo con BRUNO, en todo lo que dice y contradice.
Saludos cordiales.
Para Rastri:
Se felice sei dei pensieri tuoi
godendo solo d’argento e d’oro
alla fine che ti resterà?
vanità di vanità.
Tus respuestas son muy interesantes y coincido plenamente en tus afirmaciones. Pero ocurre que no tienen nada que ver con el tema que se ha ventilado en este blog ni en el del P. José Fernando. Nadie está defendiendo una fe ciega e incondicional, lo que es profundamente irracional, a la figura del sacerdote con total independencia de sus actos y juicios; se trata de la tendencia ególatra de erigirnos en jueces o "resistentes" o "discernidores críticos" de las personas consagradas porque nos consideremos con autoridad similar para hacerlo.
En los propios documentos que citaba Bruno se hace especial hincapié en la forma cuidadosa y llena de sensibilidad (de caridad, incluso) en la que se deben llevar a cabo las actuaciones en aras a corregir actitudes o juicios desviados de los ministros de Dios. Y ello es así porque son eso, ministros, consagrados, no chiquillos a los que se puede dar lecciones desde un plano de superioridad que no merecemos por muy bautizados que estemos.
Y es cierto que cuando un feligrés "corrige" de modo inadecuado a un sacerdote, ya sea en fondo o forma, se produce un daño en la comunidad. Y digo esto porque he sido responsable de ese daño en otras ocasiones. Y bien que me pesa. No volveré a caer en esa pendiente del error y del orgullo, yo que lo soy tanto.
Los sacerdotes, con la que está cayendo, se merecen en su inmensa mayoría todo nuestro apoyo, afecto, compañía y caridad. Si nunca ha sido fácil ser cura, mucho menos lo es ahora. Así que menos demagogia, más humildad, más comprensión y menos perseguir a estos ministros de Dios que siguieron su vocación con la maravillosa sencillez de quien abre su corazón a Aquel que nos ama en todo momento. Cada vez soy más sensible a los sacerdotes que desprenden atención y cuidado por sus feligreses que aquellos impostados en su pretendida potencia intelectual, lo cual no quiere decir que no esté a favor de la más sólida de las formaciones académicas y humanísticas.
Son ovejas que no necesitan pastor, pues saben perfectamente dirigirse por sí mismas hasta el punto de que identifican plenamente quién es el buen pastor y quién no lo es, conocimiento admirable para ser oveja.
Y yo me pregunto... ¿a ver si no van a ser lobos?
...de modo inadecuado a un sacerdote, ya sea en fondo o forma, se produce un daño en la comunidad...
Me parece que se distingue, si se tiene un poco de olfato y sentido común, la corrección verdadera, es decir la que busca el bien del otro (persona y/o comunidad), de aquella que busca, y se nota enseguida, fines espúreos.
Por cierto si has corregido mal, ¿eso significa que se acaba el mundo, quedas marcado y ya nunca podrás corregir a nadie?, un aspecto nuclear del cristianismo es la reconciliación, con Dios y con los hombres, cuando surge el desencuentro: si nos perdona Dios,¿no vamos a perdonar, y ser perdonados, nosotros?.
La tesis de D. JF acerca de que a los "sacros" ni se les tose, no es verdadera.
No tenemos derecho a juzgar interiormente ni a Bruno ni a José Fernando. A decir que no ha realizado la correción fraterna, cuando Bruno mismo dijo que habló con el padre José Fernando antes de escribir. Con eso ya está cumplida esa corrección. Ni a decir que hacemos los comentarios "para dar incienso o gloria" sin saber lo que los que hacemos los comentarios tenemos dentro. Eso sí que son juicios. Luego, si la exposición del error ha sido pública tiene todo el derecho a resaltar la verdad de forma pública cuidando siempre la caridad en las formas, cómo creo que ha hecho. ¿Alguien rebate esto con argumentos y no desde sus experiencias, emociones o prejuicios hacia los demás?
¿Es que no debe prevalecer, siempre cuidando los modos de la corrección fraterna, el que los demás tenemos derecho a la VERDAD cuando hemos sido inducido al error? ¿Es que algunos son incapaces de ver que lo que Bruno trata es de defender la VERDAD y no de "vencer" en una supuesta contienda personal? ¿Es mucho mejor no corregir en alguna idea equivocada al sacerdote por si acaso y que todos los fieles que leamos esto nos vayamos con idea equivocada sobre la obediencia y la autoridad magisterial hacia los sacerdotes en la Iglesia? Si alguien nos responde con argumentos a estas preguntas y nos convence por mí perfecto.
De lo que me he percatado, aparte de mi mala actuación, aunque objetivamente pudiera estar en parte justificada, es de la tentación que en sí misma supone poder jugar ese papel. Uno se puede deslizar hacia todo tipo de actitudes pecaminosas con una facilidad asombrosa en este aspecto. ¡Y ello en bien de la comunidad!
Por lo demás, aunque soy poco expresivo y estoy poco implicado de forma pública, por decirlo así, con mi parroquia y sus titulares, les profeso un verdadero cariño y agradecimiento por el servicio que prestan, pues sin Eucaristía no sabría vivir, a pesar de todos mis pecados.
Suma Teologica 2-2 q.33 a1
Contra esto: está lo que escribe San Agustín en el libro De verb. Dom.: Si descuidares corregir, te vuelves peor que el que pecó . Esto no ocurriría si con la negligencia no se incumpliera un precepto. La corrección fraterna es, pues, de precepto
Otra traducción 2-2 q.33 a1
Contra esto: está lo que escribe San Agustín:
Corregir al que yerra es limosna espritual. Hemos visto que la limosna es acto de caridad. la corrección fraterna es, pues acto de caridad.
Una mala actuación, una actuación pseudocorrectiva, que a veces apesta, no empece ni empaña, el hecho de que la corrección fraterna es un elemento primordial, "para que tos sean uno como Tu y Yo somos UNO". Y en la corrección, evangelio en mano, todos estamos implicados.
Donde no estamos implicados en el zaherir, por afán de protagonismo, lucimiento o pseudofebricación de noticias;dicho esto no creo, no detecto, que el post sea un trasunto de La Bastilla (:-), ni contemplo a Bruno como Danton, Marat y Robespierre tout dans un.
Nada que añadir sobre la corrección fraterna. Sobre lo otro, creo que ya he dicho bastante.
Os conozco bien a los que son como tú, que confunden los planos disciplinar, doctrinal y teológico y atesoran un esencial desconocimiento de la doctrina. Eso sí, sin reconocerlo nunca.
Precisamente porque nos podemos deslizar en casi cualquier circunstancia de la vida a actitudes pecaminosas, como bien señala, el poder ejercer ese papel puede, en efecto, hacernos "resbalar", incluso darnos un "costalazo espiritual" de tal calibre que le vayamos cogiendo gusto a poner a todo el mundo en su sitio, aunque no sepamos siquiera de qué "sitio" hablemos.
Cuando se enseña públicamente un error,lo que prima es la afirmación de la verdad, aunque sea por medio de resistencia a la autoridad. Esta resistencia puede consistir o bien en la declaración de la verdad católica y tradicional, o bien en la impugnación del error enseñado desde la cátedra. No de otra forma procedió el pueblo de Alejandría cuando Nestorio enseñó solemnemente que María no era Madre de Dios. Un simple laico se levantó y proclamó que no era cierto, que María era la Teotokos, lo que fue fue acompañado por la asamblea, y Nestorio tuvo que huir.
Se sigue subjetivizando la cosa, como si lo peor que ocurre cuando la jerarquía enseña algo errado es el prestigio de la autoridad, salvar la cara, la corrección fraterna o la conciencia del Prelado. No es así; lo que ocurre es un "peligro próximo para la fe" del pueblo, que exige que públicamente se proclame la verdad, para evitar la difusión de la ponzoña. La corrección fraterna es otra cosa, el "juicio" sobre la responsabilidad del Prelado es otra cosa.
"Cuando alguien se escandaliza de la verdad, mejor consentir el escándalo que ocultar la verdad".
Me parece que el clericalismo es un problema de carácter, vinculado con ciertas estructuras de personalidad. No siempre demasiado fuertes, hay algo raro en eso de no querer debatir de igual a igual, con argumentos firmes y pretender acallar la discusión. A los escolásticos les encantaba.
Y a todo esto, ¿qué dice el afectado?"
¿Y qué va a decir?. Ya lo ha dicho todo bien clarito. Abrir los comentarios sería ir en contra del propio sentido de su artículo. Se llenaría de multitud de escritos, con opiniones (y acusaciones) casi tan variadas (e hirientes), como autores. Basta ver lo que ha pasado aqui. Así somos. Muy propios. De todo tenemos que opinar, hasta de lo que no conocemos. Y muy relativos. Para "mi" tal y para "mi" cual... "yo interpreto esto de esta lectura" y "yo esto otro"...y así nos va. Menos mal que la Iglesia nos marca la pauta, porque a la mínima perdemos el norte.
Yo suscribo totalmente el artículo de don Fernando. Solo diré que es mucho más dañino criticar a un cura en la web, o en un telediario, que al amigo de turno. Cuantos más potenciales oyentes o "leyentes" haya, más daño se hace. Por eso escribí el otro día que alucinaba con que este portal diga llamarse "católico", que significa "universal", cuando parece más bien un patio de vecinos.
De las palabras de Rouco del otro día, pasando por el artículo aclaratorio de don Fernando, al desparrame que he leído por aquí, creo que va un mundo y medio.
Si un cura predica algo que cuanto menos extraña reaccionamos de 2 maneras diferentes:
1. Si coincide con la opinión propia, muchos le aplauden (aunque con ello le den una patada a la Biblia y otra al Catecismo). Véase cuando en el confesonario se oye que "usar anticonceptivos 'ya' no es pecado". Algunos salen de allí felices de llegar a tiempo a la oferta de los preservativos "Tutti frutti" en Carrefour.
Si nos dice el cura que es falta grave, y por lo tanto, me pone ante mi pecado, busco otro "punto limpio" donde me den la razón. (Así suelo yo llamar a los confesonarios, para diferenciarlos de los "contenedores" que son cualquier hombro sobre los que lloramos y que muchas veces vemos con espanto como nuestra basura ha visto la luz y saben tus intimidades hasta el quiosco de prensa).
Pues señor@s (para que no diga la Aído), muchas veces basta con coger el catecismo y encontrar la solución. Con las mismas, vas al cura y le enseñas la página en cuestión... Si insiste, das parte a su superior y punto. Lo que no debo hacer es aprovechar la salida de misa de 12 para hacer un grupo de presión y poner a caldo al sacerdote, recoger firmas, denunciarlo en mi blog personal y mandarlo al "Madrid 20 minutos" para que lo trituren, como aún me están triturando a mí por una carta al director que me publicaron hace dos días.
Es un pequeño ejemplo a menor escala, pero creo que vale para entender lo que quiero decir.
2.-la otra manera de reaccionar es pensar: pues aunque no lo entiendo, está claro que el obispo sabe bastante más que yo, no creo que hable (en el caso de Rouco) en desobediencia al santo Padre, y 2000 años de historia de la Iglesia en nada se comparan a mi pobre intelecto e inevitable fecha de caducidad, así pues, intentaré estudiar, preguntar y formarme para conocer el por qué de esas palabras (salvo que se trate de un caso opinable, claro).
Y si realmente un obispo enloquece y empieza a desvariar, desde luego no soy yo la más indicada para abroncarle, ni tampoco debería hacerlo una web de información católica. Se lo estamos dando masticado al enemigo. Para eso la Iglesia tiene sus procedimientos. Y nosotros a rezar por ellos.
Muchas veces pienso: si dedicáramos el mismo tiempo que se nos va en criticarlos, a rezar por ellos, hace tiempo que todos serían santos pero de santoral.
Saludos.
s.i
Es el problema del voluntarismo: al no referenciarse y subordinarse a un núcleo de verdad objetivo, y poner como última instancia de verdad la voluntad de la autoridad, termina por vaciarse a sí misma. Es un concepto moderno, tributario del incesto entre derecho romano imperial ("lo que place al Príncipe, eso es ley") y la filosofía occamiana. Pruebe en el Oriente un obispo a contradecir la fe ortodoxa. No dura una semana, los fieles y los monjes lo echan a patadas. Como en el siglo IV.
No es casualidad que el cardenal Rouco haya dicho que la ley emanada de la autoridad debe obedecerse o dimitir: está recitando el credo del voluntarismo clerical, traducido a la política. La autoridad ante todo, incluso antes que la verdad (porque, ¿qué es la verdad? algo muy etéreo; mejor que venga la autoridad y nos lo diga, no se puede confiar en la inteligencia).
Leerlo ha sido una gozada.
Vale!
En primer lugar, ha sido mal entendido, en el sentido de impecabilidad y de extensión a todo lo que dice un Papa; en segundo lugar, porque se lo han apropiado también muchos eclesiásticos inferiores sin necesidad de sentarse en la silla de Pedro; en tercer lugar, porque ha fomentado cierta pereza en los fieles, que delegan su sensus fidei en la jerarquía; en cuarto lugar, porque no ha frenado el fenómeno de la inmunodeficiencia de la fe católica laical, que parece aceptar mansamente toda novedad con tal de que sea dicha con sotana; en quinto lugar, porque ha generado la falsa idea de que la fuente exclusiva de la verdad católica es la autoridad y el magisterio, desligado de principios superiores; en sexto lugar, porque ha difuminado la idea de Tradición, que incluye respetar la integridad de la fe que ha sido creída "en todo tiempo, en todo lugar, por todos".
En definitiva, se confunde la función del Magisterio como canal inmediato de fe católica con fuente originaria de la Revelación.
Nos encontramos con gente que no trepida en sostener que el texto de todo el Vaticano II ha sido inspirado directamente por el Espíritu Santo... para defender que la Biblia no es inerrante, paradoja suprema.
No son consecuencias directas de ese don inmenso que ha sido la infalibilidad papal, sino desviaciones en su correcto entendimiento. No en vano Newman se desvivió por corregir los errores que suscitaba una mala interpretación de ese dogma.
De él nace tanto el progresismo como el obediencismo neoconservador. Es por eso que se pasó tan fácilmente de un catolicismo muerto antes del Concilio, a un catolicismo en descomposición después. Es por eso que los exaltados defensores ultramontanos jesuitas del preconcilio pasaron a progresistas posconciliares. El voluntarismo lo explica todo.
Hay que matar a Ockham.
"el Papa no es un monarca absoluto cuya voluntad es ley; antes bien, él es el guardián de la auténtica Tradición y por lo tanto el primer garante de la obediencia. No puede hacer lo que le plazca, lo que en consecuencia lo habilita para oponerse a aquellos que, por su parte, quieren hacer todo lo que le pasa por la cabeza. Su regla no es la del poder arbitrario sino la de la obediencia en la fe"
Imposición tridentina de la forma canónica del matrimonio ad validitatem + voluntarismo + secularización => matrimonio civil
matrimonio civil + voluntarismo jurídico => gaymonio
Saludos.
PS: no critico lo hecho con el matrimonio canónico.
No va más, está claro. Ni el progresismo ni el voluntarismo clerical conservador. El clericalismo debe ser abortado en el seno de su madre, el voluntarismo.
coincido completamente con ustedes. Sin embargo, me gustaría agregar que tampoco debemos caer en un voluntarismo en sentido contrario ("tradicionalista", entre comillas).
Por ejemplo, al decir "el Vaticano ha actuado, tarde, como casi siempre", cabe resaltar que esto ha sido así casi desde siempre y que, tal vez, no debe esperarse otra cosa.
O, por ej., al recalcar el "daño colateral" de la definición del dogma de la infalibilidad papal, no debemos dejar de recordar el contexto histórico en el que se dio (con Roma virtualmente --y por momentos realmente-- sitiada por las tropas sardo/piamontesas y la influencia más o menos cercana del también nefasto Napoleón III). Lo mismo al hablar "tan suelto" de los ultramontanos... una cosa era ser Newman en la Inglaterra victoriana/imperial y otra muy distinta ser Veuillot en la Francia de la III República --abiertamente hostil a cualquier palabra venida de Roma--.
Pues nada, simples apreciaciones históricas que (creo) son de justicia y no quitan mérito a la tesis de Luis y Doc Martin.
de acuerdo con sus precisiones, con unas pequeñas precisiones:
1) El Vaticano no debería actuar tarde. Debería prevenir. En el caso de los movimientos nuevos, debe formular un marco teológico, canónico y de supervisión que haga imposible no las debilidades de las autoridades, sino el SISTEMA voluntarista en que estas debilidades se montan. Lo inadmisible no es Maciel, ni Burresi ni Durán: lo inadmisible es que exista un sistema teologico-jurídico, basado en la teoría del carisma y del Fundador, para estos desaguisados. Hay que matar la secta en el huevo, es decir, en los Estatutos y en las prácticas. Hay que matar, también, la idea del Fundador Iluminado.
2)Es cierto lo del contexto histórico del dogma de la infalibilidad pontificia. A una mano, el contexto histórico masónico y liberal en que se desarrolló. Pero a la otra, el carácter autoritario de Pío IX, y la lamentable obsecuencia de muchos de sus seguidores, que confundían el combate contra el liberalismo con un autoritarismo voluntarista que no era tradicional, en la línea jesuítica.
Cuando hablamos de ultramontanismo, hablamos de aquellos que ponían la autoridad como norma suprema de fe católica, bajo el lema "La Tradición soy Yo", id est, el romano pontífice. Este desorbitamiento de la idea de autoridad petrina, que llevó a un famoso ultramontano inglés a reclamar en su mesa del desayuno "el Times y una bula del Papa que me diga qué hacer hot", fue combatido por Newman como contrario a la tradición. Con los años, estos ultramontanos mutaron, al paso de la Iglesia en su apertura al mundo, en conciliares fanáticos y seguidores de los Papas... mientras no contradijeran el "signo de los tiempos".
Curiosamente, el Papa más tradicional de los últimos cincuenta años es el menos clerical y ultramontano que se recuerde.
Buena precisión. En Física, se aprecian mucho las soluciones "elegantes". Es decir, lo más sencillas y a la vez lo más amplias posible. En cambio, en cuestiones más humanas, simplificar mucho las cosas no suele dar buenos resultados.
Una propuesta. ¿Por qué no escribes un par de párrafos en defensa de esa tesis que has mencionado varias veces sobre la obediencia (i.e., que se debe a la regla y no al superior)? Lo publicamos en el blog y así podemos hablar sobre ello. He estado dando vueltas al tema más de una vez y no termino de verlo claro.
Así profundizamos en ello, discutimos, matizamos y aprendemos. Lo ideal sería que también tomáramos unas cervezas y unos pinchos morunos, pero eso ya iba a ser más difícil.
Saludos.
http://www.statveritas.com.ar/Autores%20Cristianos/Castellani/Castellani14.htm
Sobre la conexión entre voluntarismo y exacerbación de la obediencia, videtur Pinckaers o.p., "Las Fuentes de la Moral Cristiana".
Básicamente, el nominalismo genera incertidumbre y agnosticismo sobre la realidad divina, la incertidumbre lleva a delegar la conciencia en el Superior que expresa la Voluntad de Dios, lo único cognoscible, y entonces la obediencia deviene un erzatz de la conciencia moral. Se convierte en la virtud principal, porque es lo único de lo que podemos estar seguro. El relativismo gnoseológico lleva a buscar fuentes seguras de moralidad en sujetos exteriores cuya voluntad está conectada de modo misterioso con la divina, en lugar de buscar la luz del Espíritu Santo en la propia razón.
De aquí los directores espirituales iluminados, las directivas absurdas de los superiores barrocos, los fundadores con Carismas indiscernibles por los dirigidos. La teología barroca, voluntarista, parió el neosectarismo catolico moderno.
A veces, este voluntarismo desborda lo propiamente prudencial e invade lo doctrinario, con fundadores que terminan determinando qué sea bueno y malo, qué sea verdadero o falso. Con la conciencia entregada, los fieles terminan por perder el sensus fidei.
"3. Los religiosos hacen profesión de obediencia en cuanto a las observancias regulares, y de acuerdo con su regla se someten a sus superiores. Por lo tanto, están obligados a obedecer sólo en aquello que puede pertenecer a la vida regular. Tal es la obediencia suficiente para conseguir la salvación eterna. Mas, si quieren obedecerles en otras materias, pertenecerá en este caso a un grado superior de perfección, siempre que no sean contrarias a Dios o contra la regla profesada; porque tal obediencia sería ilícita.
Así, pues, cabe distinguir tres clases de obediencia: una, la obediencia suficiente para la salvación eterna, que obedece en lo que está mandado; otra, la obediencia perfecta, que obedece en todo lo que es lícito; otra, la obediencia indiscreta, la que obedece incluso en las cosas ilícitas".
Seguro que es una gran persona y cristiana, pero su monomanía hacia todo lo que sea su particular punto de vista que no niega la doctrina-pero tampoco la afirma, es corrosiva. Máxime, cundo alguien argumenta afavor de la tradición y ella responde con la descalificación personal.
En fin, allá cada cual.
Muy buen comentario. Hace algunos meses me insultaron hasta el cansancio por publicar esto (http://www.comunicacionpublica.org/?p=1138).
Pocos entienden el dolor con el que se escriben esas cosas, también pocos los que ven la necesidad de hacerlo.
Gracias!
Como éste es un blog de discusión sobre los temas, intento dar toda la libertad posible a los comentarios, porque sin esa libertad no se puede discutir.
Como es lógico, esa libertad no puede ser total, especialmente en lo referente a insultos gratuitos y blasfemias, que ciertamente no se deben tolerar.
Dicho eso, no siempre es fácil descubrir la frontera entre insultos y opiniones... Cuando eso sucede, discierno lo mejor posible y, probablemente, me equivoco muchas veces.
De todas formas, en este hilo ya he borrado dos o tres comentarios. Uno de ellos de Yolanda.
Saludos.
Lo de Santo Tomás ya me resulta más comprensible. Más que obediencia a la regla es obediencia "en" la regla.
Lo que me rechinaba de la obediencia esencialmente a la regla, así sin más, es que me parecía muy poco humano, además de demasiado cercano a la Ley de San Pablo. Igual que la obediencia es un don de Dios a una persona, también la autoridad es una misión dada por Dios a una persona y no a un texto.
En cambio, veo muy apropiado que la regla sea una delimitación por parte de la Iglesia de la obediencia al superior. Una "prevención" o discernimiento previo, como tú decías en algún comentario, para evitar el mal uso de la autoridad y también el mal uso de la obediencia.
Comentario de Norteafricano
....Yolanda, y alguno más. Y muchos con los que hemos hablado del tema, creo que tienen razón. Y este tipo de construcción desde la crítica constante (con el objetivo de la corrección fraterna, pero sustituyéndola), está froteriza con la intención de la logia del "reino dividido" del que habla Jesús en el Evangelio y que no se podrá sostener. Por mi parte al presbítero, al ministro sagrado se le exige la santidad de vida, pero hay límites y cauces para hacerlo, por lo menos en Católico.
29/07/10 6:49 PM
Comentario de Tulkas
....La "corrección pública" es muy peligrosa, y más tratándose de laicos contra sacerdotes. La Iglesia tiene sus medios de corrección fraterna pero es cierto que no funcionan bien, y no funcionan bien quizá por falta de uso.
En conclusión, y sin que sirva de precedente, estoy de acuerdo con Yolanda.
29/07/10 3:42 PM
Comentario de Eduardo Jariod
...Con todo, y en esto estoy plenamente de acuerdo con Yolanda, no deja de ser irritante esta tendencia inveterada de Bruno de dar lecciones a todo el mundo, incluyendo a sacerdotes, incluso de la entidad del Padre José Fernando. Ni la argumentación prolija ni el apoyo documental han de ponerse nunca al servicio del propio ego. No se trata de "vencer", de quedar por encima siempre como el aceite o de demostrar cuánto se sabe sobre algo. La intención de recuperar y conservar un sentido profundo y verdadero de respeto por la autoridad eclesiástica es siempre un ejercicio de lo más necesario, precisamente en estos tiempos de iconoclastia generalizada.
Ya sé que no le hace falta, pero se lo digo aquí: ánimo P. José Fernando; este artículo de Bruno demuestra hasta qué punto era necesario el suyo.
29/07/10 6:54 PM
Parece que la única relación que se admite de la persona con el error es el pecado. No es así, no es así.
Pasa lo mismo fuera de las Ordenes, en relación con la autoridad en la Iglesia.
Es lo mismo que dice Ratzinger en la cita supra: el Papa no es un monarca absoluto, no es fuente de Revelación, es un guardián, está limitado en su poder por la Tradicion, etcetera.
Lamentablemente, la idea del Estado Absolutista moderno permeó al pensamiento de muchos católicos desde hace siglos, y se comenzó a ver al Papa como al Emperador del derecho romano posmedieval ("lo que place al Príncipe, eso es ley"). Se concibió al Papado como una monarquía absoluta, donde el Rey hace y deshace lo que es bueno y malo, justo e injusto.
Cuando en realidad la Iglesia no es ni siquiera una monarquía, es un Vicariato ejercido transitoriamente, hasta que vuelva el Rey, por un Visir que debe conservar escrupulosamente lo que ha establecido el Rey, y además tiene una "Constitución" que lo limita, llamada "Tradición" y "Santas Escrituras". La obediencia se ejerce en estos límites: no es a Juan o a Pablo, sino al Papa, y eso dentro de la Constitución.
Para mi el asunto es así: cuando mis hijas tienen un mal profesor, yo no le insulto delante de ellas y no le ridiculizo, aunque a veces diga que ciertas actitudes o comentarios no me gustan, procuro no atacar su autoridad. Si atacara su autoridad ¿cómo les podría pedir a mis hijas que le hagan caso o que estudien?. Está en juego algo más que un profesor (sacerdote), está en juego la transmisión de la verdad y el amor a la verdad, que puede romperse por el desprecio y la ridiculización del sacerdote. Es algo que he visto en algún pueblo: el sacerdote se ha equivocado en alguna actitud y muchas personas del pueblo se dedican a ridiculizarlo, a insultarlo, a despreciarlo, el resultado de todo esto es la pérdida de la fe, el desprecio a la Iglesia, cuando yo me encuentro en situaciones parecidas procuro dar el beneficio de la duda al sacerdote y cuando veo que la falta es evidente, la reconozco pero no profundizo en la herida. Porque lo que está en juego es "lo sagrado" y a veces lo destruimos por nuestra falta de respeto.
Esto no impide juzgar o criticar ciertas actitudes o comentarios, opinar sobre una homilia, etc... Yo he ido a hablar con sacerdotes cuando una homilia no me ha parecido adecuada a la fe, pero siempre con respeto.
“siempre con reverencia y caridad hacia aquellos que, por razón de su sagrado ministerio, personifican a Cristo” (Lumen Gentium 37).
Aquí está el problema Bruno. No hay reverencia ni caridad en muchas de las críticas a obispos y cardenales que hemos leído en Infocatólica, y seguimos leyendo en muchos comentarios. No hay ninguna. Son "críticas descontroladas" como denuncia Pío XII y van contra la persona de los pastores muchas veces.
No es legítimo criticar y desprestigiar a las personas de nuestros obispos, sembrando dudas y sospechas, haciendo críticas arbitrarias e infundadas.
Sin la debida reverencia y caridad. Y eso es grave, Bruno.
será lícito y hasta un deber criticar o corregir cuando, como bien dices, haya error grave de doctrina, se vaya contra las enseñanzas de la Iglesia. Aunque habrá que darse cuenta de la gravedad de esto, y en eso conviene tener muy en cuenta lo que dice el Padre José Fernando en su artículo que aquí criticas. Pero el caso es que por aquí se ha criticado duramente a Cañizares y a Rouco sin que sea ese caso, sino simplemente porque sus actuaciones no coinciden con la opinión del director de la página. Ya he discutido de esto largamente con Luis Fernando, como sabéis, y espero que no se vuelvan a producir los errores de críticas infundadas y "descontroladas" para citar a Pío XII (“el publicista católico sabrá evitar tanto un servilismo mudo como una crítica descontrolada” (Discurso del 17.02.1950).
No hay ningún problema en comentar en el artículo que quieras.
Sin duda alguna, hay que mantener la caridad y la reverencia debidas al criticar (a los pastores y a cualquiera). Eso sí, yo matizaría que no podemos juzgar la caridad de los demás, al tratarse de algo interno que el Señor nos prohíbe juzgar. La norma de guardar la caridad está dedicada a la persona que critica, no a los demás. Desde fuera, sólo podemos juzgar si una crítica guarda o no la reverencia debida.
En segundo lugar, a poco que leas el artículo de D. Fernando, verás que no lleva razón en lo que dice. El dice literalmente que no se puede criticar en público por ninguna razón a los pastores. Y eso es evidentemente falso, como yo he demostrado por la Tradición, la Escritura, el Magisterio y el sentido común. Es un error importante por parte de D. Fernando (sin duda alguna de buena fe y a un deseo bienintencionado de defender a los pastores, pero equivocado) y, además, evidente en cuanto se consultan las fuentes de la Revelación y las normas canónicas. Y como el error es público, la refutación debe ser pública también. Creo que al corregir su error he guardado el respeto y la reverencia debidas a un sacerdote al que, además, estimo mucho. Por otra parte, no pasa nada por equivocarse, a todos nos sucede.
En cuanto a los casos concretos que mencionas, creo que son eso: casos concretos. Habría que juzgar caso por caso si se ha guardado o no la reverencia debida. Es muy posible que, como dices, en algunos casos no haya sido así. Somos humanos y lo normal es que erremos en temas que, como éste, son prudenciales, de grado, y no temas de blanco o negro. En ese sentido, necesitamos especialmente la oración de los lectores.
Finalmente, creo que no es correcto lo que dices de que sólo hay que corregir cuando el error sea de doctrina. En ningún sitio recoge esa limitación el Derecho Canónico. Es cierto que los errores de tipo doctrinal son muy graves y los más evidentes, pero puede haber grandes errores de tipo pastoral, prudencial, moral, etc. que sean objeto de crítica legítima. Un caso extremo: el de un sacerdote abusador. Aunque no hubiera en él errores de doctrina, es evidente que los fieles pueden y deben denunciarlo, en público o en privado, según corresponda.
Por supuesto, a la crítica a los pastores se deben aplicar también las normas que se aplican a la crítica de cualquier persona: estar bien informado del tema que se critica, que sea una crítica constructiva y no dirigida a dañar o destruir, abstenerse de difamar o calumniar, hacerlo con caridad, etc.
Saludos.
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