Esos rostros gloriosos
Temporibus illis, hace muchos años, tuve un profesor de Filosofía que me dio un consejo que todavía recuerdo. Sugirió que fuésemos un día al cine y nos sentáramos en la primera fila. Después, en cuanto empezara la película, en lugar de verla, lo que teníamos que hacer era darnos la vuelta y mirar a la gente que había ido al cine. Decía que la gente, sus actitudes, sus caras y sus reacciones ante lo que estaban viendo eran muchísimo más interesantes que la propia película.
Nunca le hice caso, pero el consejo se quedó grabado en mi mente. Y este domingo me acordé de él cuando estaba en Misa. Yo estaba acolitando, así que, durante la homilía, estaba sentado junto al presbítero, de cara a la asamblea. Y desde mi sitio podía ver los rostros de todos los que habían acudido a celebrar la Eucaristía. Durante unos momentos, me quedé fascinado al mirarlos, como si nunca antes los hubiera visto de verdad.
Como los conozco, al verlos recordé los milagros que Dios había hecho en cada uno de ellos. Aquí un matrimonio reconstruido, allí un amor al enemigo en las condiciones más difíciles. Éste, que perdonó una traición gravísima, aquel otro, que fue capaz de humillarse y pedir perdón por sus pecados. Vi a los que vendieron sus bienes para seguir a Jesucristo y, unos puestos más allá, a los que habían sido fieles en la persecución. Miré a los padres que daban la vida aceptando los hijos que Dios les había regalado y que quizá en ese momento no se estaban enterando de la homilía porque tenían al más pequeño en los brazos. Me fijé en el anciano a quien yo había visto, con setenta años, salir a predicar el Evangelio por las calles o en el niño que habla de Dios a sus compañeros de colegio. Y lo que aún es más asombroso, me di cuenta de que yo había visto a todos ellos recibir el perdón de los pecados, que es un milagro mayor que la obra de la creación entera.
Y recordé otros rostros que no estaban allí. A dos señoras que a sus cincuenta o sesenta años están ayudando en seminarios de Taiwán o Costa Rica. A esa chica que siempre se reía y no podía estarse quieta y ahora es monja de clausura y sigue riéndose siempre. A los que se ordenaron sacerdotes y han ido a todo el mundo a anunciar el Evangelio y también a la familia en misión que, con sus siete hijos, está en Noruega dando testimonio de su fe. Recordé, en fin, a los que murieron como santos, firmes en la fe y en las manos del Señor.
En cada uno de ellos, pude ver al Señor. Unos estaban cansados, otros contentos y alegres, quizá despistados algunos, pero en todos se transparentaba Jesucristo. Casi tuve que cerrar los ojos para que no me cegara el brillo de sus rostros, que reflejaba la gloria de Dios, como Moisés al salir de la Tienda del Encuentro. Y di gracias por el velo de normalidad y defectos humanos que normalmente cubre esa gloria, porque nuestra debilidad nos impediría soportarla durante más de unos instantes. Nadie puede ver a Dios y seguir viviendo.
Fui consciente de que no era digno de postrarme en el suelo y besar sus pies. Y me sobrecogió pensar que, en algún momento, podía haber ignorado a alguno de ellos o incluso haberme sentido superior. Tenía ante mí a seres que eran mucho más que los antiguos dioses paganos: inmortales que vivirán para siempre, ciudadanos del cielo, santos iconos de Jesús, testigos de la Verdad, conocedores de los misterios divinos, templos sagrados del Espíritu, amigos de Cristo, hijos del Dios vivo… Aún me estremezco al recordarlo.
19 comentarios
Un saludo muy cordial.
P.S.: ¿Dónde en Noruega? (si no es mucho preguntar).
Ojala todos los dias podamos mirar asi...porque asi es como Dios nos ve. Pues, aunque pequemos mucho EL nos AMA mucho mas...
Dios te bendiga.
Un saludo cordial desde la lejana Patagonia
Sí, puestos a elegir, prefiero esta foto que la de la obispa episcopaliana.
Hermoso texto, enhorabuena. Desde luego que es un misterio y un milagro, el perdón, la conversión y el ver de esa manera, es obra de Dios. Y, como dice dj, ojalá todos los días podamos mirar así.
Un cordial saludo.
Ciertamente, el Espíritu Santo inspira esa clase de discernimiento, el discernimiento de la propia vida y de la vida de los que los rodean a la luz del evangelio, eso fue un regalo, me alegro que lo notaras.
El domingo en laudes hablábamos con mis hijos de la ascensión y del Espíritu Santo, mi hija de 4 me preguntaba si esa "fuerza" que mencionaba el evangelio era así como un "súper poder" y mi hijo, el de 7, le contesto que esa "fuerza" lo que hacia era que los apóstoles abrieran la boca para hablar de Dios y oír esa respuesta me recordó que los niños nos enseñaran el camino hacia Dios.
Ya viene la brisa suave!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! animo!
Sí, los ojos de la fe, que son los ojos de Jesús, son los que ven de verdad la realidad. Y así es como se ven los tesoros.
Je, je. Desconectar un rato de la homilía no creo que llegue ni a pecado venial... y en algunos casos yo diría que incluso se obtienen indulgencias por ello.
Estamos rodeados de milagros. Sólo hace falta abrir un poco los ojos.
Touché.
En algunos casos, es justo y necesario no escucharla, y los ángeles cantan cual sirenas para que no prestemos atención al cura.
"y los ángeles cantan cual sirenas para que no prestemos atención al cura".
Jajajajaja...¡Esto es lo mejor que he leído en décadas!. La próxima vez que en misa me dedique a pensar en la inmortalidad del cangrejo (osea, en las apabardas), me consolaré después sabiendo que han sido los ángeles que con sus cantos de sirena me han distraido :D
Un cordial saludo.
Recuerdo una vez que la Iglesia estaba siendo reparada por lo que se hizo imposible celebrar misa en esos dias, por lo que se hicieron en la plaza, cosa que nos pusiera más cerca de la gente porque no estaba la escalinata que separa el altar del resto del templo, en el momento de la paz vino una señora muy linda y cuando tomé su mano entre las dos mías, sacó de improviso su otra mano y sujetándome besó las mías. Ese gesto no lo había visto nunca en ese momento de la Misa, y vi en esa señora un brillo divino, por el hecho de "honrar" en cierta forma el ministerio del acolitado (obviamente, yo no me merezco eso)
También me he conmovido mucho cuando (ah si, tu disculpa que me extienda porque esto no lo hablo en mi blog) cuando el sacerdote va en busca de la sagradas formas (que están en una capillita aparte) y observe a un hombre, su mujer y sus hijitos caer de rodillas sin perder de vista el copón mientras lo sacaba del sagrario, y yo que iba con un candelero escoltando a mi señor cura no perdí de vista ese hermosísimo gesto ¡si! ¡sus ojos brillaban!
me has hecho estremecer de recordar aquellas cosas ¡muy bien artículo!
Por cierto, no sé allá, pero aquí en Colombia el ministerio de acólito está normado a que sea ejercido por niños mayores y adolescentes, aunque el acólito es tal de por vida se da preferencia a los que te he mencionado, el resto en casos necesarios.
Yo también tuve hace poco una experiencia de ese estilo, y ese día no quería que se acabara la Eucaristía.
Dejar un comentario