La batalla del lenguaje
Todos sabemos que las palabras no son lo más importante. Desde pequeños nos enseñan que obras son amores y no buenas razones. No es esa, sin embargo, toda la historia. El Génesis relata que la creación comenzó con unas palabras: “Y Dijo Dios, que sea la luz. Y la luz fue.” Las palabras tienen una fuerza creadora que resulta temerario olvidar. Las cosas que decimos modifican nuestro ser. Más aún, la forma en que decimos las cosas va cambiando nuestra forma de ser y de pensar. A fin de cuentas, pensamos con palabras, así que es muy probable que, si cambiamos esas palabras, cambiemos también, en mayor o menor medida, lo que pensamos.
Voy a dar un ejemplo que me parece muy claro. Me he dado cuenta de que los jóvenes cristianos en España tienden a hablar igual que los que no son cristianos en lo referente al noviazgo. De hecho, les da vergüenza usar palabras como “novios” o “noviazgo”. Generalmente, sustituyen esas palabras malditas, que no se atreven a pronunciar, por “salir juntos”, “estar saliendo” o por “tener una relación” o una “relación de pareja”. Peor aún, a menudo se limitan a hablar de “lo nuestro”. Del mismo modo, no dicen “mi novio", sino “mi pareja” o incluso “esta persona”.
¿Es eso una causa o una consecuencia de que los noviazgos de esos jóvenes, en su mayoría, sean cualquier cosa menos noviazgos cristianos? Probablemente, sea a la vez causa y consecuencia, como suele suceder. Se trata de un círculo vicioso de realimentación negativa, cuyos efectos están a la vista a nuestro alrededor. El lenguaje influye en la forma de actuar y, a la vez, esa forma de actuar hace que un cierto tipo de lenguaje sea admisible, moderno o políticamente correcto y otro tipo de lenguaje no lo sea.
Es evidente que esas palabras usadas tienen una característica común: la indeterminación. Un noviazgo es algo concreto, comprensible y objetivo. En cambio, una “relación” es algo indeterminado, difuso y totalmente subjetivo. Vale igual para un noviazgo que para un adulterio, una pareja de hecho o una relación comercial entre dos empresas. Lo mismo puede decirse de “lo nuestro”, pero de forma aún más exagerada. Ni siquiera se intenta, en ese caso, una mínima definición, sino que prácticamente es una expresión que se limita a señalar con el dedo algo que resulta totalmente incomprensible para los propios protagonistas. “Lo nuestro” puede empezar y terminar sin que entendamos por qué ni podamos hacer nada para cambiarlo.
Se usan palabras que, en sí, no significan prácticamente nada y, por ello, parece que dan una mayor libertad, sin poner trabas a las personas que las usan, sin valores prefijados, sin prejuicios que puedan limitar la libertad. Sin embargo, como sabemos, esas aparentes libertades totales, en realidad, se convierten rápidamente en una esclavitud. La naturaleza humana aborrece el vacío y, cuando se abandonan los principios morales, su lugar lo ocupan enseguida los instintos, la búsqueda egoísta del placer, los miedos, la lucha y la victoria del más fuerte. Es decir, justamente las cosas que tiranizan al ser humano.
Por eso estas “relaciones” son al principio tan fuertes y luego tan frágiles, porque están basadas, casi exclusivamente, en el instinto sexual, en los sentimientos y en el miedo a la soledad. Es decir, en cosas que, por su propia naturaleza, son muy intensas en algunos momentos pero luego pasan sin dejar apenas rastro. Son como la sed, que es una de las cosas más intensas que existen para el ser humano cuando la sufrimos, pero que luego desaparece enseguida en cuanto la satisfacemos y pasa a ser un vago recuerdo. Del mismo modo que sería absurdo intentar basar una sociedad, una escuela filosófica o incluso una comunidad de vecinos en la sed y en su satisfacción, resulta imposible basar un compromiso duradero entre dos personas únicamente en cosas tan efímeras como los sentimientos o el instinto sexual. A veces se añade a todo esto la amistad, que ciertamente es algo más profundo y duradero, pero el resultado es, a menudo, una ruptura amistosa, porque para ser amigos no hace falta ser marido y mujer.
Y hay otra característica esencial de la palabra “noviazgo” que no podemos olvidar. Por su propia naturaleza, un noviazgo no es algo absoluto, sino que mira hacia un fin, que es el matrimonio. No se trata de un fin en el sentido de final, sino, ante todo, de plenitud: El noviazgo no tiene sentido sin el matrimonio hacia el que se encamina. De hecho, de ahí viene el miedo que produce esta palabra. El compromiso produce tanto temor que no sólo se rehúye el propio compromiso, sino que ni siquiera se nombran las cosas que, indirectamente, puedan recordar su existencia.
De alguna forma, hablar de “novios” es hablar de personas que, si Dios quiere, se casarán algún día. En cambio, una pareja o dos personas que salen juntos pueden continuar así toda la vida o hasta que se cansen. Una relación, en principio, no apunta a nada fuera de sí misma. Incluso si termina en matrimonio, eso será algo accidental. Todos hemos conocido a personas que se casan por hacer algo, por la fiesta o incluso por los quince días de vacaciones, pero sin que el matrimonio suponga un cambio significativo en su “relación”.
Tanto en el lenguaje como en la realidad, se ha abandonado la escuela de respeto y entrega mutua que es el noviazgo cristiano y los resultados son estremecedores. En los últimos años ha habido en España casi tres divorcios por cada cuatro matrimonios. Lo más curioso es que esta situación se presenta a veces como un triunfo del amor libre y sincero, cuando en realidad lo que muestra es una incapacidad casi total para amar y entregarse de verdad a otra persona. Y es algo muy triste, porque el ser humano está hecho para amar y entregarse a otra persona.
En esta época buenista e ingenua en muchas cosas, se nos ha olvidado algo que, para los cristianos de casi cualquier otra época, era evidente: la vida cristiana es una batalla, un combate. Y ese combate alcanza también a nuestra forma de hablar. El lenguaje no es inocente, sino que puede llevar dentro cargas de profundidad contra nuestra fe y nuestra moral. Parafraseando un dicho popular, si no hablamos de acuerdo con lo que pensamos, terminaremos por pensar como hablamos. Si queremos ser cristianos, hablemos como tales.
48 comentarios
Hace unos meses mi esposa tuvo que rellenar un impreso de la Junta de Andalucía, donde tenía que indicar su situación familiar. Aparecían toda la pléyade de opciones de relación ... menos el matrimonio. Tras preguntar en información, le indicaron que eligiera la opción de "Otros"... triste pero cierto.
Que Dios le bendiga D. Bruno
_____________
¿En serio? ¿Puedes dar alguna precisión más acerca de què impreso era? Jamás me ha ocurrido a mí en ningún tipo de papel de instituciones públicas o privadas.
_________________-
¿!?
¿no será algún caso aislado? No he visto tal cosa jamás.
Recuerdo la "profunda" reflexión que se hacía en voz alta un profesor que tuve en la Universidad Pontificia Comillas de Madrid de la siguiente manera: "Pero, realmente, ¿qué es el amor?" Mejor no te digo, Bruno, lo que consideraba este afamado hombre de ciencia al respecto, en atención a tu salud. No quiero que recaigas.
Los chicos necesitan de esas referencias, si no, se encuentran perdidos. Si mayores deciden utilizar otros términos que los utilicen pero al menos yo he cumplido con dárselos a conocer.
Mucho tiene que ver con cómo les presentas el mundo.
Concretando: en la solicitud de subsidio de paro.
Saludos :)
Lo cierto es que resulta increíble y muy triste.
No sólo ya la pérdida del matrimonio cristiano (ya que, por su propia naturaleza, el matrimonio cristiano es un milagro y, por lo tanto, es comprensible que los hombres lo pierdan en cuanto se van alejando de Dios). Me parece especialmente triste que se esté perdiendo también el simple matrimonio natural, que es un regalo que Dios concedió a todos los hombres, aunque no tengan fe, como un signo natural de la vida trinitaria.
Saludos.
Yo sólo lo he visto en la televisión, en las series americanas, pero es un buen signo de la pérdida del sentido de la paternidad. Los padres que aspiran a ser amigos de sus hijos en lugar de sus padres, antes o después, serán tratados como amigos y no como padres (en el mejor de los casos; es mucho más probable que no sean ni amigos ni padres).
Tú que tienes hijos jóvenes, ¿no ves esta forma de hablar entre sus amigos?
Por supuesto, eso no quiere decir en absoluto que sean malos o que hagan mal. Los chicos absorben lo que ven a su alrededor, lo que hacen sus amigos, lo que ven en la tele. Yo he visto esta forma de hablar en chicos muy cristianos, con fe y con un deseo sincero de seguir a Cristo, pero el entorno les influye necesariamente.
De hecho, la finalidad de este artículo no es criticar a los chicos por su forma de hablar, sino mostrar que en todo esto hay un gran peligro para ellos y buscar la manera de ayudarles, desde lo más básico que es el lenguaje, hasta cosas más profundas como son la forma de entender el matrimonio, el noviazgo, etc.
Y con respecto a los comentarios:
1) De la Junta no me asombra NADA (y me abstendré de hace más comentarios).
2) Lo de los hijos llamando a los padres la verdad que a mí me choca mucho, porque yo a mi padre con cerca de 50 le oigo decirle a mis abuelos papi y mami, jaja, pero ya te digo que es totalmente cierto que hay gente que llame a sus padres Pepe, Loli, etc.
3) Eduardo, un día en "catequesis" de mi colegio (católico concertado, también me abstengo de hacer más comentarios) el monitor preguntó que quién estaba de acuerdo con la postura de la Iglesia en lo relativo a las relaciones prematrimoniales (porque con las extra está casi todo el mundo de acuerdo, con las pre ya cambia la cosa) e imagínate la cara que se me quedó cuando me vi, entre unos 10 ó 12, yo solo con la mano levantada y mis compañeros de clase de toda la vida mirándome con cara de "pobrecito".
Pero bueno, igual que el post habla de la importancia del lenguaje resaltemos también la importancia de transmitir no sólo con las palabras si no con la vida misma. No es fácil, pero el combate merece la pena (bueno, a mí de momento me lo merece... y me muero de ganas de casarme =D).
Saludos.
Me he pasado toda mi vida adulta proclamando que el presunto derecho a "rehacer la propia vida" (o sea: a buscarse un "novio/marido/amiguete/amante/compañero" o lo que sea) distinto cada dos o tres años, cada vez que te desilusiona el anterior, no es unm derecho absoluto; es más: no es un derecho en absoluto.
Más que nada porque para ejercer ese presunto derecho, se pisotean derechos que sí lo son, derechos que son fundamentales y derechos que sí son absolutos, y encima, ajenos: los derechos de los hijos.
Ni las mujeres tieene que aguantar de por vida un marido infame, que arruina la vida de todos los que caigan en su entorno, como ocurría hace no muchos años, ni existe tal derecho a "rehacer la propia vida" a costa de arruinar la vida y los derechos auténticos, los de los hijos habidos que andan de casa en casa y no tienen, al final, ni casa, ni padres, ni familia, ni nada.
Esa es la catástrofe.
Completamente de acuerdo. No es extraño que el padre o la madre que desea "rehacer" su vida con otra persona, traiga a su hijo a la consulta del psicólogo para que acepte a este nuevo "compañero/a" de su padre o madre. Claro, es que la resistencia que muestra es "patológica"...
_____________
En absoluto.
Todos llaman a sus padres papá y mamá: alguno lama papá al novio de su madre porque al suyo propio hace años que ni lo ve.
Ninguno de mis alumnos llama por su nombre a sus padres.
Bueno, a lo mejor es algo regional, puede ser.
Y "novio/a" es la palabra que usan incluso para lo que yo personalmente no lo usaría. En Madrid, los jóvenes y adolescentes usan novio/a casi diría que con demasiada facilidad. Simplemente, con que la relación sea con compromiso de fidelidad, que es loq ue suele ocurrir en cuanto se sienten verdaderamente enamorados y no buscan un "rollete".
Compromiso de fidelidad (aunque sea "mientras dure", cosa bastante enbulosa, es verdad) es loq eu les hace llamar "novio" o "novia" a una relación.
Mi hijo pequeño no anda todavía en esos parámetros, es muy infantil. Pero el mayor tiene novia, la llama novia, ella lo llama novio y sus amigos y amigas llaman novio y novia a los chicos y chicas con los que se compromenten a mantener exclusividad.
Otra cosa es que yo vea adecuada la palabra o no, que no siempre lo tengo tan claro, a veces ando confusa yo misma, pero no está en desusuo, nada en desuso. Y la exhiben con mucho orgullo (¡la palabra y la novia!) cuando están tan enamorados como para comprometenrse a una relación fiel y con ánimo de ser duradera.
Y no sólo mi hijo y sus amigos. No son bichos raros. La generalidad de mis alumnos de los últimos cursos o de mis antiguos alumnos hablan de novio/a en esas condiciones de:
-enamoramiento profundo
-voluntad de durar
-compromiso de fidelidad
Otros "requisitos" no suelen poner, la verdad, se me entiende, ¿no?
Eso sí lo vivo a diario. Y nunca es verdad que los chicos acepten el divorcio sin traumas. Nunca.
Los casos más terribles son los de los niños cuyos padres, ambos, han "rehecho su vida:
-mamá tiene un nuevo novio con el que tiene otros hijos, un nuevo hogar, una familia
-papá, igual
-¿Y él/ella? De una casa a otra, sin padres, sin hermanos, sin casa, sin hogar, estorbando en todas partes. Envidiosos de los hermanitos nuevos que tienen a su apdre y a su madre con familias nuevas en las que ellos no encajan.
Esos niños ya no son excepciones. Son muchísimos. Se les ha cercenado toda posibilidad de ser felices. Nunca se recuperan.
Y nadie es feliz en esas nuevas recomposiciones. Los nuevos novios de papá y mamá también tienen hijos "de relaciones anteriores". Y la maraña de ninños desgraciados es impresionante, y los adultos ¡venga a rehacer su vida a costa de las de los niños!
Pocas cosas ame duelen más que esos niños que andan de casa en casa sin casa, ni padres, ni hogar, ni referncias, ni futuro. Y como suelen ser agresivos, maleducados, irritables, groseros, malos estudiantes, inestables, etc, en clase tampoco se adaptan y no hay quien los aguante, etc.
Un DESASTRE.
Hoy la existencia de muchos de estos niños, adolescentes y jóvenes se funda en un deseo que murió hace mucho en la vida de sus padres. ESTO ES TERRIBLE. Y encima les culpabilizamos de que no se adaptan a nuestros cambiantes deseos y a nuestro "derecho de rehacer" nuestra vida.
1) Los jóvenes hablan (hablamos) de una manera u otra según quien esté delante. Aunque sea en clase entre compañeros nunca vamos a hablar igual que un viernes en la calle. No digo que lo que oigáis sea falso o no, simplemente que es un factor a tener en cuenta.
2) Lo de usar la palabra novio depende MUCHÍSIMO de la edad del hablante. Aproximadamente (ésta es mi impresión), hasta los 16 más o menos a cualquier cosa se le llama novio, incluso siendo menos exigente de lo que marca Yolanda, jeje. Más adelante empiezan a ser más imprecisos los términos, y yo creo que los motivos son varios: uno se va dando cuenta de que tener una relación no es sólo salir a pasear y darse besos si no que también hay que estar a las duras y eso implica responsabilidad, uno se da cuenta de que hay tiempo que tienes que dedicar a cosas que no te gustan, etc. etc. Por supuesto estaréis de acuerdo conmigo o no, pero mi opinión es que se va dejando en desuso el término novio/novia/noviazgo cuando se va siendo más consciente de las responsabilidades propias y los sacrificios, es decir, del valor de un COMPROMISO.
Ya no me enrollo más, ésta es mi impresión, lo que no quiere decir que a todos los jóvenes les aterre el compromiso o la responsabilidad, pero la inmensa mayoría, en la medida de lo posible, o lo evita o lo aplaza lo máximo que puede.
Saludos.
¿Será que estoy enamorado? =)
Yo entendía que en lenguaje cristiano, "novios" son "los que se van a casar". Y hasta no tener una fecha de boda, no usé esta palabra. Me hubiera gustado una palabra que significase "pareja de creencias cristianas y defensora de la monogamia y la virginidad hasta el matrimonio que se va conociendo poco a poco con posibilidad de matrimonio pero aún es muy pronto para decidirlo".
Sería algo así como "pre-novios".
Hay parejas cristianas que 4 años antes de su saber su fecha de boda ya se definen como novios porque quieren resaltar su exclusividad y que tienen clarísimo que piensan casarse uno con el otro, pero que faltan varios años.
Y luego, como dice Spir, los de 15 y 16 añitosse llaman novios solo por salir y cogerse de la mano. Luego no, porque ya ven que tiene que ver con el matrimonio.
Lo que me parecre mal es que parejas paganas que conviven y no creen en el matrimonio se autodefinan como "novios". Son amantes, o cohabitantes, o pareja emotivo-sexual, o compañeros sentimentales (como Imanol Arias, ah, no, ahora ya no)... ¡¡Novios son los que se van a casar!! Y eso es una categoría mucho más noble y valiente, a mis ojos, que los que meramente arrastran una convivencia.
jaja, TODO el mundo, no sólo los jóvenes, cambia de registro según el lugar, el interlocutor, el ambiente, el momento. Todo hablante lo hace, hijo.
Lo que le pasa a la palabra "novio" es que se usa para todo. Mis alumnas dicen "el novio de mi madre" y "mi novio"... entonces, ¿qué proyecto encierra para ellas la palabra "novio"? pues nada: seremos fieles mientras nos dure la magia.
Mi hijo de 18 tardó en presentar como "novia" a su novia unos dos meses. Y no sé qué duración tendráss ese noviazgo... ojalá que sea algo realmente serio. Pero su padre y yo, a los 15 días sabíamos que era para siempre y que éramos "novios"; tras lo cual, tardamos casi 10 años en casarnos. Y sin embargo tengo alumnas de 14 que en lo que va de curso ya van por el tercer "novio".
Así que, lo que le pasa a la palabra no es que no se use, es que está completamente devaluada por la amplitud de uso.
Yolanda: coincido contigo en la situación de esos pobres niños. Cuando los veo en clase, no puedo menos que enternecerme, rezar por ellos y atenderlos con el mayor cariño e interés posible: son como ovejas sin pastor. SOn niños sin familia propia, como tú dices, desubicados, y muy sensibles a cualquier muestra de afecto, como he podido comprobar. Creo que apoyarlos en lo posible es una de las obras de misericordia que tenemos a nuestro alcance los profesores.(Sigo rezando por tu amigo enfermo)
Bruno: en Galicia no sólo se dice novio y novia, sino que, incluso, al padre de tu futuro marido se le llama suegro. Pero yo creo que ahí la falacia está en llamar suegro, cuñado, etc a los futuros, queriendo dar por válido, por ejemplo, el concubinato como si fuera ya un matrimonio. Eso sí que es manipular el lenguaje intentando justificar lo injustificable. Yo, en esos casos, siempre digo."Querrás decir futuro suegro, o cuñada..." Las cosas, claras y el chocolate, espeso.
(pero, si no me regañas muccho, te diré que de la novia de mi hijo hablo como de "mi nuera", siquiera por abreviar..)
Por supuesto que todo el mundo lo hace, pero conforme uno se hace mayor creo que se tiende a cambiar menos de registro como tú dices. Aparte, estábamos hablando de lo que se oye a los jóvenes, no de lo que se le oye a los demás, jeje.
Y efectivamente, me das la razón en lo de la edad. Las de 14 etc. llaman novio a cualquier cosa (póngase esto entre comillas). Y lo de las madres... lo que oyen en su casa, qué van a hacer.
Pero al final yo pienso que se dice novio o no dependiendo de la intención: yo, cristiano, llamo a mi "novia" novia porque tengo intención de casarme con ella; otro llama novia a su "novia" porque no tiene intención de irse con otra. Y todo esto con todos los matices posibles.
Susi: Yo siempre he tenido discusiones sobre llamar a los futuros "relatives" como si ya lo fueran. Yo al novio de mi hermana le digo cuñado porque me parece más cercano aunque sé que no será mi cuñado hasta dentro de poco que se casen (si Dios quiere). Y ni hay concubinato ni nada por el estilo. Como todo, depende de la intención con la que se diga.
Sí, todas estas cosas, en España, no son culpa de "los otros", del mundo, de los ateos, etc. En gran medida son culpa nuestra, de los católicos, porque en España hemos dejado que la gente se fuera descristianizando, sin hacer nada o contribuyendo a alejarlos. Colegios, parroquias, universidades, congregaciones, movimientos, grupos, familias, personas individuales... cada uno tenemos nuestra responsabilidad.
Eso es. El noviazgo es un combate. Y, cuando no lo es, o acaba de empezar o me temo que lo más probable es que no sea un noviazgo cristiano, porque la vida cristiana siempre tiene una gran dimensión de combate. Lo mismo pasa con el matrimonio, la vida religiosa, la soltería... La Escritura lo dice un montón de veces.
Eso sí, merece la pena. Porque es una vocación, una llamada de Dios. Y Dios nos llama a ser felices. No a vivir cómodamente y haciendo lo que nos da la gana, sino a ser felices, que es mucho más que eso.
Veo que tienes la inestimable capacidad de hacer dos cosas a la vez. Viendo el partido y, al mismo tiempo, pendiente de los comentarios...
Y tu novia te deja ver el partido... ese noviazgo no es combate ni es nada.
Te preguntaba por el lenguaje sobre el noviazgo, etc. Lo de llamar a los padres por el nombre de pila sólo lo he visto en la televisión.
Completamente de acuerdo en lo de los niños y los terribles sufrimientos y problemas que les provocan los sucesivos "cambios de pareja" de sus padres. Todos los chicos así que yo he tenido en catequesis estaban tocados para toda la vida. Todos. Unos lo soportaban mejor y otros peor, pero todos llevaban una herida para toda la vida. Y unas dificultades mucho mayores luego para querer a alguien y entregarse a otra persona.
En cuanto a lo de "rehacer la vida", aunque sea menos grave que lo de los niños, creo que también es importante señalar que suele ser un engaño. En vez de rehacer su vida, están huyendo de los problemas, sin solucionarlos, de manera que lo habitual es volver a caer otra vez en los mismos. Si uno no es capaz de entregarse por entero en su matrimonio ¿por qué creer que con otra persona sí que va a ser capaz?
Saludos.
Pero lo más sangrante es ue aun cuando de verdad existiera tal derecho y aun cuando de verdad hubiera razones serias par pensar que con la nueva pareja la vida será mejor para uno, ¿qué hay de los derechos de los hijos? Una persona puede no creer en la pareja para toda la vida, allá ella, pero ¡los hijos sí son un compromiso de por vida!
Fíjate, Bruno, que, aun no habiendo nada moralmente malo en abstracto en "rehacer la vida" en la viudedad, sigue habiendo un derecho por encima del de rehacer la vida: el derecho de los hijos. Cuando nos casamos prometemos amarnos fielmente "todos los días de mi vida" (de la propia vida, no de la del otro), lo de "hasta que la muerte nos separe" no es así: la muete te separa, pero los hijos siguen siendo de ambos, del que vive y del fallecido; y esos hijos tienen algo que decir antes de que al viudo/a se le ocurra "rehacer su vida". Bastante trauma es la muerte de padre o de la madre como para que el viudo encima imponga a sus hijos, sin contar con su felicidad, un nuevo papá o mamá porque tiene "derecho a rehacer su vida" ¡Cuánto más estas frivolidades de "me caso" "me descaso" "me vuelvo a juntar" "me desjunto" y me vuelvo a "ennoviar" y voy sembrando el mundo de niños sin familia!
Igual que con otras expresiones de la vida real, recordarnos mutuamente que hablar "en católico" nos ayuda a nosotros y ayuda a nuestros interlocutores a vivir "en católico". Preguntar suavemente, de verdad, ¿Lorena es tu novia, verdad? ¿Lleváis mucho tiempo de novios? O afirmarlo de otros, la novia de mi primo, el novio de mi sobrina, tal y cual... sólo eso implica un cambio de lenguaje y de mente y corazón.
Me conmovió lo que explica Yolanda sobre el "derecho de los hijos" a que sus padres cumplan la promesa "de por vida", que incluye la vida eterna. Gracias, Yolanda.
No obstante lo anterior, yo no estoy de acuerdo con que los principales afectados de el lío de intentos de rehacer parejas sean los hijos. Creo que los principales afectados son los hombres y mujeres implicados en esos líos. Para los hijos, al menos en principio, es cruz. Para los adultos, al menos en principio, es pecado. Y la sociedad, metida en una estructura de pecado que crucifica a inocentes.
Respecto a los hijos, son más, en número y en consecuencias personales y sociales, desde luego, y tal vez seáis las profesoras quienes más sufráis -y, quizás, pienso yo, quienes más remediáis en lo posible esos dramas-. También recuerdo algunas de las conferencias de Edith Stein sobre este problema y los "cuidados paliativos" que una mujer cristiana casada o soltera podía aportar en la escuela.
http://www.aceprensa.com/articulos/2010/mar/15/apoyo-para-los-matrimonios-sin-hijos/
http://www.aceprensa.com/articulos/2010/mar/08/la-defensa-de-la-familia-exige-un-proyecto-cultural-de-fondo/
Después nos asombramos de los terremotos y del incremento de la actividad sísmica. De la higuera aprendamos una lección:
http://cuidatedelmalditoliquidoamarillo.blogspot.com/2010/02/whiskerer-apocaliptico.html
Por cierto, otro buen libro sobre estos temas es del Alfondo López Quintás, "Estrategia del lenguaje y manipulación del hombre" (Ed. Narcea)
Muchas gracias por el enlace. Interesante, como siempre. Aunque no terminan de gustarme las declaraciones de este hombre.
Me da un poco de dentera la frase: "El frente pro-familia usa cada vez menos metáforas tan gastadas como la de la “célula básica de la sociedad”. La idea que está detrás de esta imagen sigue siendo válida, pero ahora se enriquece con otras perspectivas: la familia como agente de cambio social (más de moda en ámbito anglosajón), escuela de humanidad o espacio de la solidaridad intergeneracional."
Y la frase que tu has citado tampoco termina de gustarme. Precisamente ahora que, como señala Eduardo, el divorcio es una de las plagas que nos asolan, no me parece muy lógico que los expertos cristianos digan que "Se puede ser ex mujer, ex marido o ex compañero. Pero no se puede ser ex progenitor", cuando lo que enseña la Iglesia es que no se puede ser ni ex-marido, ni ex-mujer ni ex-progenitor".
En fin, para tratarse de un gran experto internacional en temas familiares no me ha gustado mucho como se expresa, la verdad.
Saludos.
Acerca del comentario de Juvenal sobre los hijos que llaman a sus padres por el nombre de pila, quisiera comentar que yo personalmente sí he oído al hijo de un conocido, de unos 5 años, llamarle por el nombre de pila y me chocó bastante. Cuando le manifesté mi extrañeza al padre, éste me dijo que él no se lo había inculcado, pero que no le molestaba.
Por otro lado, también he escuchado a una pariente lejana mía llamar por el nombre a su abuela, cosa a la que tampoco estoy acostumbrado, pues en mi casa siempre decíamos abuelo/a, abuelito/a o como mucho les añadíamos su nombre detrás, y con los tíos, lo mismo.
Esto no dejaría de ser la típica opinión revestida de científica que los psicólogos publican cada cierto tiempo, si no fuera porque en el mismo estudio alertan del desastre que suponen las familias reconstituidas.
De hecho, uno de los autores, catedrático de la UPV, afirma que series como los Serrano, donde se ofrece una imagen idílica de este tipo de familias, están engañando a la opinión pública y que los daños psicológicos que afectan a muchos de los hijos que viven en ese entorno les duran para toda la vida.
Pero luego la realidad es muy terca, y salen casos como los que comenta Yolanda, casos que he oído relatar a un montón de profesores.
Dejar un comentario