Yo creo que es por miedo
Los seres humanos somos complicados. Generalmente, en nuestras actuaciones influyen multitud de causas, motivos, deseos, sentimientos y presiones que, junto con nuestra libertad, nos llevan por un camino u otro. Sin embargo, a menudo es posible discernir un factor principal que informa a todos los demás y que hace que libremente nos decidamos por actuar de una forma concreta.
En este sentido, me hago una pregunta: ¿Qué es lo que motiva principalmente el inusitado rechazo a Monseñor Munilla como nuevo obispo de una de las diócesis del País Vasco? Me pregunto esto porque ese rechazo, en algunos ambientes, ha sido verdaderamente extraordinario, con medios de comunicación pidiendo una y otra vez su dimisión, la deformación de la verdad sobre su acogida en muchas noticias, la recogida de firmas contra su nombramiento entre sus sacerdotes, declaraciones cuajadas de enemistad de muchos políticos, etc.
Estoy seguro de que algunos pensarán inmediatamente en el odio. Odio a España y a lo español por parte del nacionalismo, porque D. José Ignacio, que es vasco de pura cepa, no odia a España y el odio exige que los demás odien también. Otros pensarán en el afecto. Afecto o apego por la forma de hacer las cosas a la que están acostumbrados en esa diócesis o al obispo anterior. Sin embargo, esta motivación no explica lo extraordinario del rechazo, porque es un factor que siempre está presente cuando cambia el pastor al frente de una diócesis. Quizá se podría pensar también en la envidia. Es cierto que, como los sacerdotes son humanos y pecadores como los demás, es fácil que surja una cierta envidia cuando se nombra a un nuevo obispo, pero, de nuevo, algo así no explica una movilización tan acusada.
En fin, podríamos sugerir otros factores y seguro que los lectores también pueden añadir varios. Yo supongo que todas estas cosas habrán influido en mayor o menor medida, porque, como decía al principio del artículo, los seres humanos somos complicados. Sin embargo, estoy convencido de que la motivación principal del rechazo a Mons. Munilla es el miedo.
¿A qué miedo me refiero? Esencialmente, al miedo a que lo haga bien. A que, a pesar de todos los problemas y dificultades, consiga hacer de San Sebastián una diócesis con seminaristas, en la que la gran mayoría del clero ame a la Iglesia y acepte su doctrina, en la que la política no sustituya a la religión, en la que el idioma sea algo secundario en comparación con la evangelización. Hay un gran miedo a que demuestre que el “hecho diferencial vasco” apenas es relevante ante la Catolicidad de la Iglesia.
Creo que muchos temen, de forma más o menos consciente, que el nuevo obispo consiga algo parecido a lo que ha hecho Monseñor Dominique Rey en la diócesis de Frejus-Toulon. Este obispo francés, con celo evangelizador y dando la espalda a las meteduras de pata que han acercado a la Iglesia en Francia a su extinción, ha convertido en unos pocos años a su seminario en el segundo de Francia, ha atraído a su diócesis a multitud de grupos y movimientos, ha acogido a los tradicionalistas franceses expulsados de casi todas partes, ha vuelto a colocar la evangelización en el centro de la vida diocesana, ha defendido desafiantemente la moral de la Iglesia y ha dado nueva vida a su diócesis de Toulon. Sin duda, Monseñor Munilla lo tiene aún más difícil y se va a encontrar con problemas y sufrimientos que, a poco que los aproveche, le van a permitir pasar su purgatorio ya en la tierra. Sin embargo, estoy convencido de que puede hacerlo, con la gracia de Dios. Y eso asusta a muchos.
Y, sobre todo, creo que hay miedo a que los fieles quieran a Don José Ignacio y muestren que, en realidad, prefieren la doctrina de la Iglesia, prefieren a los sacerdotes y religiosos que tienen fe y están orgullosos de lo que son y prefieren una Iglesia que se dedique a su misión de evangelizar y no a la política secular y partidista. Se teme que muchos que han vivido callados y achantados durante años, tragando carros y carretas, se den cuenta de que vivir la fe de la Iglesia, amar su liturgia y respetar su moral no es forzosamente algo extraño y clandestino dentro de la propia Iglesia, sino la vocación de todos los católicos.
A mi juicio, el miedo viene de que, si Don Jose Ignacio consigue todo eso, mostrará sin lugar a dudas que el rey estaba desnudo. Habrá conseguido demostrar lo que es evidente pero muchos se empeñan en negar: que la apuesta por el nacionalismo exacerbado, la deformación de la fe, el olvido o la negación de la moral católica, la secularización de la Iglesia, el avergonzarse de la identidad católica y el diálogo interreligioso relativista han convertido en buena parte al País Vasco en un erial desde el punto de vista de la fe. No es extraño, pues, que los que hicieron esa apuesta y se han empeñado en mantenerla en contra del sentido común y de los evidentes resultados, tengan miedo de verse obligados a reconocer que metieron la pata (cosa que, por otra parte, es muy sana para un católico).
Y, sobre todo, creo que hay miedo a que Monseñor Munilla demuestre, con los frutos de su actuación, que el tiempo de esas desviaciones en la Iglesia ha pasado ya. Lo que fue una moda (nefasta), tiene que pasar como todas las modas. En cambio, permanecen, como siempre, Cristo, la Fe y la Iglesia. Quod semper, quod ubique, quod ab omnibus creditum est.
29 comentarios
Espero, por otra parte, que tengan mucho, mucho, mucho miedo... de tal tipo, claro.
Que dejaran de lado el "wishful thinking" y empezaran a probar otros senderos. El mismo Ratzinger, perito en el Concilio de un cardenal progre y colega de tantos impresentables (Kung, Haring, Schillebexcz), supo reconover valientemente que se había errado el camino y postular una re-identificación con la tradicion. Todo porque no es obstinado en el error. Ojalá sea obstinado en la restauración, como lo viene demostrando.
Porque los que no aceptan a Munilla es porque son la quinta columna dentro de la Iglesia.
Creo que lo que ha ocurrido en esa diócesis de Vascongadas no ha sido sólo por miedo. Es cierto que existe el temor a que Munilla desmonte el tinglado progre que campaba a sus anchas en esa diócesis, pero no debemos olvidar que también hay odio,
Y hay odio porque en esa diócesis hay sacerdotes que han cobijado y cobijan a terroristas, hay sacerdotes que se han negado a dar cristiana sepultura a víctimas del terrorismo, hay sacerdotes que utilizan sus púlpitos para hacer apología del terrorismo y hay pastores -todavía vivos y eméritos- que han estado siempre del lado de los terroristas.
La combinación de la heterodoxia con el terrorismo ha hecho de la iglesia guipuzcoana un vertedero moral en el que, gracias a Dios y como quedó demostrado en la toma de posesión de Munilla, todavía se pueden encontrar algunos brotes verdes.
Por tanto se trata de un asunto de miedo sí, pero de odio también.
So capa, o a la vez que ese nacionalismo, el verdadero cáncer de la Iglesia en esa provincia es el hecho de que los puestos clave de pastoral, enseñanza o doctrina están en manos de neo-liberacionistas. La paja nacionalista-revolucionaria (la de pretender que Vascongadas es algo así como una Nicaragua sandinista antiimperialista outré) prácticamente está barrida, y entiendo que sólo funciona en niveles escasos, y principalmente como coartada para seguir teniendo el apoyo político de grupos de poder vascos, que hace mucho que no son católicos, pero que siguen siendo nacionalistas, y les interesa que la Iglesia (o lo que quede de ella) les haga la coartada en sus postulados.
Detrás de obispo tal o cual, vemos que hay una serie de personas en los puestos de responsabilidad de la diócesis (como Pagola o Arregi) que se puede decir que no comparten en absoluto el Magisterio de la Iglesia, ni como doctrina ni como autoridad. La heterodoxia (y en casos extremos, directamente la apostasía camuflada) se ha estado sembrando desde los púlpitos (bueno, desde los ambones, que lo del púlpito está ya muy trasnochado), desde los medios de comunicación diocesanos, desde el propio seminario y los institutos de estudios teológicos o catequizadores.
A todo esto podemos añadir el temor humano y mísero de muchos a perder un puesto que les garantizaba estabilidad social o económica (tanto laicos como sacerdotes), al haber un cambio de obispo que no simplemente es un cambio de nombre, sino de rumbo.
El tema es muy complejo, como casi siempre.
Da igual que sea (ojalá) un santo varón, un hombre instruido de ortodoxia impecable, un obispo que está con los que tiene que estar, con su rebaño, con los pobres, los débiles, los que sufren. Todo eso da igual. Da igual que haya sido un fantástico Obispo apenas trescientos kilómetros a la izquierda de Guipúzcoa, y que su labor pastoral resucite las muertas vocaciones de la otrora fecunda Guipúzcoa. Da igual que con él renazca en todo el Pais Vasco -empezando por Guipúzcoa- una ola inmensa de amor y fe a la Iglesia y a sus Sacramentos (que dejarán de administrarse como habitualmente se hace en Guipúzcoa -lo he visto con mis ojos- contraviniento la letra y el espíritu del Código Canónico y del mínimo respeto exigible).
Todo eso da igual. No es nacionalista, no es "de los nuestros", es un advenedizo. Lo convertirán -ojalá me equivoque- en un verdadero siervo doliente.
A mí me gustaría más aún que no tuvieran miedo, descubriendo que perder lo que no se ajusta al Evangelio es, en realidad, ganar un tesoro. Todos necesitamos hacer ese ejercicio, lo que sucede es que en este caso la necesidad ha ido creciendo a lo largo de décadas en las que las barbaridades se han considerado algo normal.
Saludos.
Sí, creo que es parte de lo que intentaba señalar. Se tiene miedo a que este nuevo obispo rompa el statu quo de la diocesis y, por lo tanto, saque de su comodidad a los que se habían acomodado en posturas de rechazo a la fe, de nacionalismo idolatrado, etc. Y, sobre todo, se tiene miedo a que eso, que parecía imposible, sea en realidad relativamente fácil, a que quede de manifiesto que la situación actual amenazaba quiebra.
Respecto a lo que dices, de acuerdo, y algo más de mi parte: los acusicas firmantes han estado siguiendo la línea, pactada con ETA, iniciada por Setién y confirmada por Uriarte, de la equidistancia.
Eso significa que Mn Munilla va a desmontar esa línea (por cierto ha tardado 24 horas en decir ponerse al lado de las víctimas del terrorismo), y que sabe como hacerlo,y,ellos saben que sabe.
Además son muchos feligreses de buena fe que no tragan la línea abertzale,y,que además lo han expresado en las urnas,y,yo sé lo difícil que esto es en Guipúzcoa, por tanto antes de quedar en evidencia, como si se hubieran más que retratado ya, patalean como niño al que no se le compra el "fosquito"
Entiendo que esa "obstinación en el error" equivale a hacer un ídolo de la propia opinión, poniéndola por encima de la Iglesia, de Dios y de la misma realidad.
Yo diría que todos tenemos esa tentación en la práctica, pero quien renuncia ya desde el principio a respetar la autoridad y la doctrina de la Iglesia, centuplica la tentación y hace que sea prácticamente imposible de resistir.
Una cosa es segura; las parroquias en Bizkaia y Gipuzkoa son abrumadoramente protestantes entre los cristianos comprometidos, los que dan catequesis o participan en los actos parroquiales.
Son protestantes los curas, los responsables de las diocesis y los grupillos diocesanos.
No es que sean moderadamente progresistas en algunos de sus planteamientos, es que son de una religión distinta, aunque utilicen locales parroquiales de la Iglesia Católica.
Ahora, entre los fieles yo creo que hay división, o, al menos, confusión.
Evidentemente, treinta años de prédica luterana influyen en cualquiera, pero me parece a mi que los viejillos que van a misa el domingo son bastante más conservadores doctrinalmente que sus predicadores.
Y entre los menores de cincuenta años, la abrumadora mayoría (de la nada) es fiel al Magisterio, ajena por completo al ambiente parroquial, casi en su totalidad de ambientes opusianos o de otros movimientos.
¿el motivo del odio? Es bien sencillo, para todos estos elementos la Iglesia Católica es la gran ramera del Apocalipsis, aunque lo digan con otras palabras.
Yo no creo que el nacionalismo tenga demasiado que ver con el asunto, principalmente porque no tengo ni idea -y ellos tampoco- de si Munilla o Iceta son nacionalistas, y me da a mi que ni a los que estamos encantados con su llegada, ni a los que les repatea el higado nos importa demasiado lo que sean en ese aspecto.
Creo que el partido se juega en otros parametros.
Pues que no se puede servir a dos señores.
Quien sirva al baal nacionalista o al dios status o al dios "espiritualidad a mi medida ¡y que no molesten!", no estará dispuesto a servir a Jesucristo. Y por supuesto no respetará ni reconocerá al obispo que ha enviado el Vicario de Cristo para guiarles hacia la Jerusalén Celestial (que de eso se trata ¿no?)
Sí, pero ¿por qué ese odio o rechazo tan exagerado en este caso? Yo creo que es la desesperanza del miedo a una derrota más que probable.
"El tiempo actuará a favor de Monseñor Munilla". Eso es. Bueno, el tiempo y el sufrir con paciencia y fe los problemas que, sin duda, va a tener.
Como decía en el artículo, hay una mezcla de motivos. Por desgracia, en este caso, la mezcla es terriblemente dañina, porque unos y otros motivos se realimentan mutuamente.
Sin embargo, aparentemente, la mayoría de los que protestaban desde "dentro" de la Iglesia, como señala Nachet, no lo hacían en primer lugar por ese motivo que tú indicas. Existe ese odio, pero yo me atrevo a decir que es sólo una pantalla tras la que se esconde el deseo de una Iglesia totalmente irreconocible.
Saludos.
Estoy de acuerdo. El nacionalismo, el "hecho diferencial" vasco, incluso el uso de una legua especial (los que la conocen) no es más que una pantalla, una especie de talismán que creían que les volvía invulnerables. Y estoy convencido de que temen que la Iglesia esté viendo su farol y pidiendo que se muestren las cartas de cada uno... porque en realidad no tienen nada.
Ciertamente, a nadie se odia más que al que se considera "traidor". El nacionalismo exacerbado vasco no puede soportar a los vascos no nacionalistas, porque constituyen una refutación de sus principios. Y eso lo tiene que sufrir Mons. Munilla.
Sin embargo, como decía antes, no parece que muchos de los sacerdotes y religiosos firmantes contra él tengan el nacionalismo como principal apoyo (aunque sí como un apoyo o excusa secundarios). A mi juicio, lo que no se le perdona a Mons. Munilla es que tenga fe, que ame a la Iglesia, que sea cristiano...
"De todas formas entre los firmantes hay muchos que rectificarán". Estoy de acuerdo. Si a estas cosas se les hace frente, muchos se achantan, otros van siempre hacia donde lleva la corriente, otros se dan cuenta sinceramente de que estaban equivocados...
¡SÍ! Estupendo contexto para el tema. Estoy de acuerdo. Todo eso aumenta el miedo de que el nombramiento de Munilla suponga el fin del reinado y de la impunidad de quienes apenas tienen una fe vagamente deísta y se resisten a aceptar la fe de la Iglesia.
Estoy de acuerdo contigo, aunque creo que muchos no llegan ni a luteranos. Con motivo de sus declaraciones, estuve leyendo artículos de José Arregui y llegué a la conclusión de que cualquier parecido con el cristianismo es pura coincidencia.
Sobre el nacionalismo, estoy de acuerdo en que no es lo principal, pero creo que sí está bastante presente, aunque sea como excusa o pantalla.
"Pues que no se puede servir a dos señores." Claro. Y, como sigue la frase "porque amará a uno y aborrecerá al otro". Estoy convencido de que todo el barullo montado contra Mons. Munilla es, en esencia, ese aborrecimiento del que habla el Evangelio.
Yo sigo creyendo que la heterodoxia es consecuencia y no causa del apoyo a los terroristas. Es decir, el mundo de ETA ha provocado que las ideas derivadas de la Teología de la Liberación hayan echado raices muy fuertes en esa diócesis vasca.
Por eso, si el terrorismo de ETA fuera de derechas, estoy seguro de que la realidad teológica vasca sería conservadora, a pesar de lo cual muchos ministros seguirían dando cobijo y apoyo al terrorismo.
Ciertamente los motivos son varios, pero considero que sobre todos ellos se encuentra el modus operandi etarra. No en vano, Uriarte Goiricelaya mama en su casa lo que mama.........
Con Bruno a medias: No lo compares con ese obispo francés pro-trad.
En ese sentido espero que Munilla JAMÁS sea lo que vosotros queréis que sea. Aunque tendrá que soportar entonces a todos los que ponen verdes a los obispos que no renieguen de la liturgia actual.
Espero que siga siendo el que ha sido siempre, sin dejarse contagiar tampoco por el virus que se ha adueñado casi por completo de este portal.
Seguiremos rezando por la Iglesia para que no acabéis con ella entre unos y otros.
Paz y bien.
Espero de todo corazón que realmente el tiempo demuestre que Munilla sólo es un pastor preocupado por transmitir el evangelio.
Parece que hay demasiada gente que tiene puesta sus miras en otras cosas distintas de predicar el evangelio, pero yo creo que Munilla no es de esos.
Saludos cordiales
Y buenas noches.
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