Hace poco leía unas declaraciones en las que un directivo de la federación danesa de fútbol, Jim Stjerne Hansen, censuraba a los jugadores de Brasil por sus “excesivas manifestaciones religiosas” en el campo, tras ganar la Copa Confederaciones.
Patético, ya lo sé. La cosa no iría a mayores si no fuera porque el (eterno) presidente de la federación mundial del deporte rey, la FIFA, se ha echo eco de las declaraciones, y ha dicho que “La religión tiene que estar fuera del deporte. Hay que parar de dar gracias a Dios cada vez que hay una victoria".
Ni el Danés (cuyo país ya se vio en un lio tras la publicación de las infames viñetas sobre Mahoma), ni el controvertido suizo se han parado a pensar en las consecuencias que tendría para el fútbol el despojarle de su único elemento trascendental. Si además contamos en lo fervorosos que son en algunos países americanos, como Brasil, o que las selecciones de países islámicos (caso de Egipto) celebran mirando a la Meca, pues va listo mister Blatter.
El fondo de esta cuestión es, tristemente, el de siempre: tras lo políticamente correcto, nos quieren imponer lo religiosamente correcto, previo paso de lo no-religioso. Más o menos lo que nos dice también el amigo ZP: “la religión en casa".
Cuando Bat Ye’ Or escribió Eurabia, nos contó que Europa se está suicidando por dos motivos: no tenemos hijos y nuestra sociedad se pliega a una islamización creciente. No por tolerancia al musulmán (que la hay, y mucha), sino porque hemos renunciado a nuestro propio sentir religioso, y queremos borrar los últimos resquicios. Desde 1792, hay unas cuantas fechas clave en esta des-cristianización, que en España comenzó con las desamortizaciones y que culminó con la matanza de curas y religiosos en la Guerra Civil. Desde entonces, prima la indiferencia, prima el silencio. Y en el resto de Europa, prácticamente igual. Al odio ha seguido la indiferencia. En un continente en el que ya no hay conciencia de nada, es normal que ya no haya ni conciencia de Dios. Pero de ahí a imponer ese vacío, media un abismo no muy pequeño.
Y es que si a los egipcios no se les amonestó por hacer pública profesión de fe, ¿A cuento de qué castigan ahora a los cariocas? La FIFA calla, conforme a su estilo arisco y pomposo. Solo invoca la regla nº 4 en la que constata que no puede publicitarse ningún mensaje debajo de la camiseta oficial de cada equipo. Una regla que se hizo, primeramente, para evitar mensajes racistas del Di Canio de turno, pero que se ha tergiversado hasta el punto de ser una normativa anti-todo. La obsesión de la FIFA porque solo se vean los sponsor empieza a ser un poco obsesiva.
Para terminar, pienso en todos los jugadores que se santiguan antes de entrar al campo; en aquellos que llevan una camiseta “I belong to Jesus", o en aquellos que se han colgado un Rosario debajo de ella (algo que no me apasiona, pero no deja de ser una profesión de fe). Pienso y digo: Si no os hacéis musulmanes, id dejándolo todo en el vestuario.
Imagen: Nosolodeportes.com
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Por lo breve
: -Página 71 del ABC de hoy Martes. Una esquela como ya no se escriben. Descanse en Paz. (Gracias, Ulises).