Queda muy patente como la situación en Siria está fuera de todo control. Y de como Naciones Unidas es, una vez más, impotente ante un conflicto interno que amenaza la paz mundial de todo Oriente Próximo, sin que el Consejo de Seguridad pueda ponerse de acuerdo por intereses exclusivamente políticos. Pero no se rasguen las vestiduras: esta es la tónica habitual en la institución.

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Leo ayer en la edición digital de La Gaceta sobre el disidente chino, Chen Guangcheng, cuya causa de disidencia del régimen no era del todo conocida hasta ahora: denunciar la práctica de abortos forzados y esterilizaciones en China, inducida por la controvertida política del ‘hijo único’. Esto me hace preguntarme por qué en China ese aborto es malo y por qué en occidente se acepta a pies juntillas.

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¡Qué paciencia tienen algunos! Verdaderamente es asombroso como Benedicto XVI aguanta los envites de los tiempos. Ya nos lo decía al principio de su pontificado: “rezad por mi para que no desfallezca en medio de los lobos” y a juzgar por asuntos como el de la PUCP, los curas rebeldes de Austria o los lefebvrianos, hay que seguir manteniendo con vigor las oraciones por el Santo Padre.

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Alguna gente por estos lares me había preguntado por la polémica que iba a empañar la Semana Santa de Madrid, esa “procesión atea” que iba a ser, una “Dawkingada”, en referencia a las constantes pataletas del ¿pensador? Richard Dawkins, obsesionado por que todos comulguemos en su no-existencia de Dios.

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Me hiela la sangre cada vez que oigo esa palabra. Ese grupo del judaísmo contemporáneo de Cristo que se tenían por sabios, maestros de la ley y que al final ni chicha ni limoná, pero controlaban los resortes de poder, y todo era el gesto exterior para ellos. Pero mucho más me hiela cuando me lo llaman. “Fariseo”.Y cuando quien lo hace es una persona muy querida, el dolor no tiene nombre.

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