Cuando la impotencia sucede a la indignación
Por las noticias teníamos cierta idea que los acontecimientos en Roma habían roto cualquier molde “indignado”, como si eso significase algo. El asalto a la parroquia de San Marcelino y San Pedro de la ciudad eterna marca, sin embargo, un nuevo hito de infamia en un movimiento que, al ver que no logra ningún eco político por su acción, se dedica a destruir lo que cualquier otra persona puede apreciar, incluida una iglesia que allí se encontraba cuando pasaron esta horda de salvajes.