Quien siembra vientos
Occidente no aprende con el Islam radical. La “democratización” de Irak, que conllevó la estabilización del precio del petróleo (y muchas más ventajas para EEUU) permitió que lo peor se hiciera con el país: cuando no fue un mulá financiado por Iran, ha sido el autodenominado estado islámico de Irak que ha forzado el desplazamiento de 500.000 personas, muchos de ellos cristianos caldeos o la muerte del periodista norteamericano James Foley. Y lo peor es que esto no acaba aquí.
Desde los tiempos de los Sumerios, mesopotamia es la cuna de la civilización pero, asimismo, es un territorio tan extenso como indefendible… o extremamente conquistable, según se mire. La cosa lleva miles de años, y desde el siglo VII, es parte del mundo islámico. En los últimos años, tras la guerra de Irak, en teoría un estado democrático, en la práctica, un polvorín.
Y un polvorín en la que un loco se ha arrojado el manto de califa y comandante de todos los creyentes en el Islam, y obligado a huir a medio millón de personas, cometido atrocidades de las que se han hecho eco más las redes sociales que los medios, y provocado el horror y escándalo de la comunidad internacional.
Ante todo esto, solo EEUU podía reaccionar y se ha limitado a bombardear a los esbirros radicales, solo con la oposición de milicianos kurdos del norte iraquí.
Milicianos, por cierto, que Turquía considera vinculados a los separatistas Kurdos del PKK. No creo que salgamos de “Guatemala para meternos en Guatepeor”, pero que nadie piense que estos son unos corderitos. Que no haga esto solo el ejército iraquí, cuanto menos preocupante , pero sospecho que no hay nada que mandar.
Mientras tanto, el obispo de Mosul nos advierte. ¿Haremos caso? Lo que hoy se pelea en Oriente Medio, y de lo que la “revolución Siria” fue una antesala, viene camino de occidente. Viene porque ya lo han hecho, cuando en Madrid hubo atentados, o en Londres… y por supuesto, Nueva York.
Occidente desde el 11-S se revolvió y ha cedido rápidamente el testigo al miedo. En menos de diez años.
Pero tengo esperanza. Y ese es uno de los pilares de la fe. Esperanza en que algún día estos agravios a la fe sean reparados. Lo que puedo hacer es invitarles a orar por ello.
+Pax et bonum+
Miguel Vinuesa
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