¿Aborto en occidente sí y en China no?

Leo ayer en la edición digital de La Gaceta sobre el disidente chino, Chen Guangcheng, cuya causa de disidencia del régimen no era del todo conocida hasta ahora: denunciar la práctica de abortos forzados y esterilizaciones en China, inducida por la controvertida política del ‘hijo único’. Esto me hace preguntarme por qué en China ese aborto es malo y por qué en occidente se acepta a pies juntillas.

Que yo sepa, todos tenemos dos brazos, dos piernas y una cabeza, y el relato de Chen es estremecedor:
“Me introdujeron unas tijeras y decidieron cortar en pedazos a mi bebé en el interior del vientre, y luego aspirar los trozos con una máquina especial, ¿qué he hecho para merecer este tipo de castigo?”
Sin duda, ya es cruel perder un hijo, pero que tengas que matarlo tú mismo es algo que ni siquiera Orwell podía imaginar en su novela 1984.

Lo que cuenta Chen le pasa todos los días a los asesinos que trabajan en los abortorios. Más aún, no sé como hay gente que puede defender el aborto como un “avance” para la mujer, cuando lo que estás haciendo es asesinar a alguien. Un “ser vivo”, como decía aquella…

Responsabilidad
No tiene lógica condenar la pena de muerte - universalmente rechazada, casi, y defender en cambio que una persona pueda ser asesinada por el solo hecho de estar en un útero. Máxime cuando, seamos realistas, rara es la vez que una mujer toma sola la decisión de matarlo: muchas veces actúan bajo la presión de la familia o, peor aún de la pareja que la amenaza con dejarla, o con desentenderse del niño. A veces la coacción pasa de lo psicológico a lo físico, cosa que en España y otros países con un historial de violencia doméstica lastrante, da poco pie a la esperanza.

¿Es esta la “liberación” de la mujer que preconizaba el feminismo? Me parece a mí que no, pero yo qué sabré…
Lo que puedo discernir de esto es que con un aborto libre encuentro a la mujer más esclava que nunca de un sistema que busca una cosa sola: eliminar toda responsabilidad de aquello que es “un accidente”. ¿Para qué me voy a responsabilizar de mis actos si no quería este bebé? Vivimos pues esa eterna ilusión de que seremos adolescentes para siempre, porque no me caso, porque no tengo hijos, porque hago y deshago la pareja a mi gusto.

Es más difícil coger el toro por los cuernos y ser realistas: los errores que hago en la vida, los pago, pero no tiene que ser un bebé, que no tiene culpa de nada, quien pague con su vida por mis errores.

Es más: tantas parejas hoy en día no pueden tener hijos y tienen que irse a sitios como África, China, o cualquier país del mundo con natalidad para pedir una adopción. Yo entiendo que crecer en un orfanato parece algo tercermundista, pero tampoco tiene que ser así: si hay familias que quieren adoptar, se puede poner en contacto a parejas y “madres solteras”, si éstas realmente no quisieran o pudieran mantener a sus retoños. Esto se podría hacer incluso a nivel internacional, evitando el eterno papeleo por el que pasan estas parejas. Un sistema, en suma, basado en la caridad y la solidaridad, y no en el egoísmo que ha fomentado estructuras de pecado que enriquecen, además, a quien ejecuta a esos niños.

Pero claro… Eso es lo difícil.

+Pax et Bonum+