Cuando el río suena...
Benedicto XVI dice muchas cosas, y uno no siempre valora lo profundo de sus mensajes. Sus últimas declaraciones sobre “matrimonio gay” y el tráfico de armas son enormemente elocuentes sobre un Papa del que se dice de todo, sobre todo que está “desconectado del mundo".
Pues bien, Vamos por partes. El Papa expone que no solo que se puede estar en contra de esas uniones gay (que no se pueden llamar matrimonio) sin ser un troglodita, sino que se puede hacer de una manera desapasionada. Y es que hay que ver más allá del simple, hecho. Un hecho que no deja de ser una manipulación populista por parte de algunos gobernantes a los que se les ha agotado el crédito de ideas que tenían para, vamos a ser bienpensantes, gobernar.
“La libertad no puede ser absoluta, puesto que el hombre no es Dios, sino la imagen de Dios, la creación de Dios. Para el hombre, el camino a seguir no puede ser determinado por el capricho o la obstinación, sino que debe corresponder a la estructura querida por el Creador", explicó Benedicto XVI.
Esa es la cuestión de fondo, a la que siempre de manera natural llega una de las mentes más prodigiosas de este comienzo de siglo. No se personaliza, no se argumenta con el prejuicio hacia aquel que, por desgracia, no puede experimentar una sexualidad acorde al orden natural. No se trata de eso, sino de encontrar la trascendencia en una cuestión demasiado contaminada por una polémica estéril.
Estoy convencido de que cuando el río suena, agua lleva. Y los Papas vienen avisando durante ya varios siglos que el Hombre se aparta cada vez más, por pura desidia, de un modo de vida acorde a lo que Dios quiere de nosotros. Ya no es que haya habido una apostasía silenciosa y masiva, a lo largo de años y décadas (y si me preguntan, acentuada en los últimos 40 años), sino que el Hombre se ha puesto manifiestamente en contra de Dios, “y a mucha honra".
Juan Pablo II denunciaba las “estructuras de pecado". En el caso de las uniones gay, promocionadas precisamente por el estado. Un estado que ha sido fagocitado por la clase política, que ya lo utiliza como instrumento para perpetuarse en el poder. Cuando se ha perdido el interés por el bien común, solo se puede hacer mal. Y ese es el principio de nuestros problemas.
Pero la estructura de pecado no afecta solo a la organización pública. Quizás no tan evidente, pero también visibles, son las estructuras de pecado tejidas en torno a ciertas iniciativas privadas, de las que hoy podemos hablar del tráfico de armas.
En sí, fabricar un arma no es exactamente malo. Lo que tuerce un propósito de defensa es a quien se vende. El ya trillado para qué. Muchos dicen “África está perdida", sin reparar en que ha sido el resto del mundo el que ha observado con enorme interés su perdición. Un continente en el que las materias primas abundan, y cuyo potencial podría dar un nivel de vida mayor incluso que en Europa, si hubiese ánimo de generar y distribuir esa riqueza. En vez de eso, tenemos a una clase dirigente, perpetuada en el ejercicio del poder en casos como Guinea Ecuatorial o Zimbabwe, que acumula el 90% de la riqueza de sus naciones. Y no solo eso, sino que desea la riqueza del vecino, por la que recurre al “primer mundo” para conseguir un juguetito más grande que el de su vecino, para machacarlo.
Sobre este otro tema siempre recomiendo una película de especial dureza. “El Señor de guerra", con Nicolas Cage me parece un retrato crudo pero realista de lo que hay detrás de todo el tejemaneje africano. La voluntad de unos pocos hombres sin más moral que su bolsillo es la que condena a muerte a millones de personas. Eso es lo que denuncia el Papa. Porque igual de injusto es que mueran millones en la barbarie del aborto, como en guerras inútiles.
Para terminar, una pregunta: Si no somos capaces de exigirnos a nosotros mismos un modo de vida recto ¿Cómo esperamos que nuestros gobiernos se comporten de manera diferente?
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