Munilla lleva las de ganar
Nadie es profeta en su tierra, decían los agoreros, y casi parecían tener razón cuando salió aquella infame carta en la que los 131 firmantes hicieron el órdago. Algunos de ellos no querían ni firmar, haciendo parecerse la misiva a una carta de extorsión proetarra. El mensaje, de todas formas, supuso un punto de presión, ya que el obispo saliente, Monseñor Uriarte se pronunción ANTES de la publicación de la carta con tibias palabras y luego calló. No es quien calle otorgue, pero podría haberse implicado más, y no habría pasado nada.
Hoy hemos conocido que el número de obispos asistentes a la toma de posesión de Don José Ignacio va a ser multitudinaria. El mensaje es claro: ¿No quieres caldo? Pues toma dos tazas.
Y es que los de siempre siguen haciendo elucubraciones sobre si renunciará o no. Sus elucubraciones parten de una premisa falsa, por la que todo el razonamiento se derrumba: No se nombra obispos por su perfil político, porque no deberían de tenerlo. Desgraciadamente, más de una vez los hemos visto significarse y, oh casualidad, siempre para el lado de los nacionalismos. Una tendencia, por cierto démodée a tenor de los últimos nombramientos, por ejemplo, en Vascongadas (Iceta) o Cataluña (Taltavull, entre otros).
Ya hemos hablado anteriormente sobre este tema, y una de las conclusiones a la que llegábamos es que en la Iglesia, las “bases” no son otros que los obispos, sucesores de los apóstoles, en cuyo primado -Pedro- se basa la Iglesia. Pensar de otra manera es caer en un Galicanismo que, oiga usted, a estas alturas viene poco a cuento. El “perfil” del obispo de San Sebastián no lo decide ni el párroco de tal sitio, ni el obispo saliente, sino el Papa a través de lo que le pueda decir el nuncio apostólico. Creo que Monseñor Monteiro de Castro, artífice probable de la decisión, no puede haber cerrado mejor su labor en España, al haber descubierto esta joya de obispo para Palencia primero y, ahora en San Sebastián.
La Historia se repite
Mal que le pese al obispo vasco, siempre lo han terminado mandando a diócesis conflictivas. Palencia, bien lo saben en el pueblo de Baltanás, no era precisamente un camino de rosas, y a Munilla no le quedó más remedio que mandar a los (pocos) seminaristas que quedaban a San Dámaso en Madrid, si no quería que sus propios curas acabasen con ellos. Tras unos años de pontificado, queda bastante por hacer, pero Monseñor Munilla ha encarrilado las cosas, y eso es verdaderamente loable. Que Dios pueda enviarles un obispo que continúe la tarea.
Del propio obispo se han dicho inexactitudes cuando no mentiras, como que entró al seminario antes que su hermano, que Luis María Mendizábal era su director espiritual o que pertenecía a la Fraternidad Sacerdotal del Sagrado Corazón. Eso, por no hablar de la dichosa carpeta “mafia", en el ordenador de la parroquia. Y es la ignorancia, en ciertos casos -y lo digo por experiencia propia- es temeraria. Sean lo que sean -imprecisiones o engaños- siempre han salido de las mismas bocas, que quedan, eso sí, a la altura del betún en cuanto se destapa la verdad. El hambre por derribar a Munilla, desde luego, ha hecho extraños compañeros de cama. Ya lo dice el refrán que Dios los cría y ellos se juntan.
Con mentiras o sin ellas, todo eso no va a importar nada a partir del 9 de enero próximo, cuando San Sebastián inicie, con paso desigual, una nueva singladura en la que sea lo pastoral, y no ya lo político, lo que marque la vida diaria de la diócesis vasca. Recemos por el nuevo obispo y por su titánica tarea, para la cual está de sobra capacitado, aunque requiera del Espiritu Santo.
10 comentarios
Otra cosa hubiera sido si El País, la SeCta, Cuatro se hubieran puesto a ello, pero como es un tema que a los progres con Denominación de Origen les resbala, pues mejor. Que no llegue el día que todos los periodistas rogelios sean como Sopena. Madre mía, qué calvario...
Nota del B. Vas a hacer que me sonroje, jaja! Gracias a ti por leerme.
Mi humilde oración desde la Patagonia Argentina.
Sciant se Discipulos Iesu esse
Rouco pinta en este asunto lo que Celia Gámez, no se engañe. Munilla, en todo caso, es pieza del Papa que le ha nombrado. Repito que hacer una lectura política de este nombramiento es absurdo.
Y coincido plenamente con Miguel: En el País Vasco la Iglesia está demasiado politizada: Los obispos (Setien, Uriarte) no son pastores, sino líderes políticos, y diferencian entre "los nuestros" (nacionalistas, sean católicos o no) y "los demás" (no nacionalistas, sean católicos o no), a quienes incluso les niega de facto los funerales en caso de ser víctimas de atentado terrorista.
Ya era hora de que a la sede de San Sebastian llegara un obispo "de todos", con independencia de las opiniones políticas, legítimas, que cada uno pueda tener.
Deo gratias!
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