Sin novedad en el Congreso
La clase política no tiene sorpresas, ya. Los catalanes, con su estatut, emulan a las grandes dictaduras y publican el mismo editorial en doce periódicos. Los socialistas, y demás patulea rogelia distraen de la crisis, o lo intentan, con una ley ingominiosa sobre el aborto, lesiva para la patria potestad de los padres, y de todos modos dañina para el tejido social. Y lo hacen contra viento y marea: en contra de 2 millones de españoles que nos tiramos a la calle; en contra de juristas, académicos y científicos que se han suscrito un documento. En contra, en suma, de todo cauce democrático que se puede convocar en una sociedad. A esto es lo que llamamos democracia en este triste país.
Cuando Zapatero asumió la presidencia del gobierno, en 2004, se empezó a hablar de ’segunda transición’. Varios fuimos los que nos echamos a temblar. Nada, sin embargo, podía prepararnos a las España que nos encontramos seis años después. En ese lapso de tiempo hemos llamado “matrimonio” a la unión de una pareja de homosexuales, ampliado el aborto hasta la casi total despenalización -con la excusa de ‘proteger a la mujer’, curiosamente, hemos parido la ley más machista de nuestra Historia reciente-; hemos sufrido la implantación de la EPC; hemos logrado enfrentar a unas comunidades autónomas con otras -por las cuestiones más dispares-, fomentando así una defensa del terruño que no se veía desde las Taifas moras. Una división que, paradójicamente facilita la labor del Gobierno, que no se debilita porque pacta sistemáticamente su continuidad. Cueste lo que cueste.
En ese contexto, hemos visto como Zapatero ha buscado sistemáticamente a su enemigo en la Iglesia Católica, donde no podía tener a un PP cuyo liderazgo se desmorona a marchas forzadas, en un vano intento por Rajoy de que no le hagan la cama. Se les llena la boca de palabras vacías, mientras la corrupción les carcome, como lo hace habitualmente en el PSOE (hasta en eso han llegado a parecerse).
La Iglesia, como ha sido su deber de estado, ha tenido que entrar al trapo. La defensa de la Familia, de la Vida, de la Publicidad de la Religión Católica -y su importancia social en España- ha logrado que la Iglesia esté en la calle, cuando hasta hace bien poco quedaba relegada a las sacristías.
Manifestaciones, Misas multitudinarias, ruedas de prensa… La Iglesia está en boca de todos, haciendo buena la máxima del periodismo “que hablen de ti aunque sea mal". La imagen del Cardenal Rouco no habrá mejorado, pero hasta el abuelo del anuncio aquél de los noventa, sabe quien es. La postura que defiende la Iglesia puede no compartirse, asimismo, pero está claro qué es lo que defiende. Tan claro, como opacas son las ideas del partido que dice asumir ese voto social.
Por eso, no debemos ponérselo fácil. Los Católicos tenemos que impregnar la sociedad de cristianismo. Y eso lo hacemos persona a persona. Me da igual que uno lea El País, el Repúblico, o el ABC. Todo el mundo vale la pena. Y no hay que vender a tal persona, aunque Eduardo Verástegui nos ayude a convencer a la mocitas madrileñas, sino la idea de que un Reinado Social de Cristo es posible. Y que no significa cambiar el mundo, pero sí nuestra manera de verlo. Los que tenemos que cambiar somos nosotros.
Si nos quedamos en el rezo, sin duda Dios nos asistirá, pero hemos de poner los medios para dar un paso al frente, y convencer, que tampoco nos va a costar tanto, que lo que se ha hecho estos últimos seis años no va con nosotros, que no es esta la España que queremos.
3 comentarios
¿O es que los nascituros que se asesinan en España hoy 27 de noviembre de 2009, cuando no hay ninguna reforma aprobada aún, no importan tanto?
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