Demagogos públicos
Que nuestros políticos no son unos lumbreras, no hace falta que me lo digan demasiado, pero el ridículo que están haciendo últimamente es un recordatorio de lo tonto que se puede llegar a ser por no leer un poco, o al menos por no saberse las cosas. Digo yo que estos políticos profesionales tienen algún que otro abogado a sueldo en departamentos legales. ¿Pero no tienen a nadie que sea capaz de explicarles la diferencia entre “pecado público” y “excomunión"? ¿O será que, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, han dado salida a sus deseos más demagogos, usando del prejuicio a la religión?
En el fondo, se reduce a eso: a una panda de sinvergüenzas que confunden lo que no entienden, y no entienden porque no les interesa. Ya se sabe que una declaración en la tele son, con suerte, diez segundos, y cuanto más impactante, mejor. Pues suelto la burrada, digo que me excomulgue, y si me arranco la camisa de la indignación, a lo mejor hasta me dan un Goya. La verdad es que da para eso, porque hay políticos que actúan bastante mejor que los Bardem de turno. Véase por ejemplo la opereta de Aznar en la UCAM. ¡Chínchate Notre Dame!
La colección de demagogos que tenemos metidos en política es cuantiosa. Y no pierden oportunidad de tirarse los trastos los unos a los otros (cuales serpientes, a fin de cuentas): Que si a Aznar no lo llamaban “asesino", Pepinho dixit. Además, hay que matizar sus palabras: la ley NO permitía un aborto ilimitado, pero ya se sabe que en España nos la ponemos por montera. Si ante eso, el Gobierno actual propone ampliar la ley para “proteger” a la madre, no es por otra cosa que por tapar páginas de periódicos con un debate estéril. Les da igual que se aborte o que no. Lo que no quieren es que se hable de la crisis y de los cinco o séis millones de parados.
Al final va a ser que Mons. Martínez Camino se quedó corto: no son pecadores, público sí, pero con P (como el periódico), aunque estén en contradicción con su fe, como dice Monseñor Munilla. Lo que sí van a ser es “demagogos públicos” capaces de tal mezquindad como es tergiversar una verdad de fe para sus propósitos electorales. Sí, señor. Un comportamiento de auténticos hombres de estado. Ya sabíamos que eran cortoplacistas a más no poder, pero el sacar votos a costa de la Iglesia refresca un peligroso precedente que nos retrotrae a 1931. Y qué curioso que sean los mismos. De los “maricomplejines” mejor ni hablar, que menudo fin de semana han tenido.
Es lo que hay. En España hemos decidido, muy democráticamente, votar cada cuatro años y después dar carta blanca a cuatro demagogos para que hagan lo que les plazca. Su tuviésemos oposición, se podría intentar echar luz sobre el debate de verdad, pero como frente a un argumento populista se amilanan y se recluyen, pues o habla un obispo, o estamos condenados al silencio y a ir derechos al matadero.
3 comentarios
No hace falta que te diga que estoy plenamente de acuerdo con lo que has escrito. Con del maricomplejinismo también.
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