De reformas (o construcciones) veraniegas
Informábamos hoy en Infocatólica del último “soplo” que ha sentado bastante mal a Bastantes y Vidales. Lo cierto a pesar de desmentidos, no es una excesiva sorpresa, a tenor de las manifestaciones pasadas y presentes del antiguo Arzobispo de Toledo, Don Antonio Cañizares, y del propio Papa Benedicto XVI. Sorprende quizás lo rápidamente que se ha producido ese desmentido del Servizio Stampa. Sobre eso ya escribe Luis Fernando Pérez-Bustamante, y yo tengo poco que añadir.
El caso es que, a tenor de “reformas", el otro día comentaba con un religioso cómo la Forma Extraordinaria ha tenido ciertos cambios a lo largo de su historia, “reformas” que culminaron con el Misal que publicó el Beato Juan XXIII en 1962, y cuya apostilla ha sido la actualización de la oración por los judíos en el triduo pascual ordenada por Benedicto XVI (y que hasta donde yo sé se ha aplicado con ejemplar disciplina por las órdenes adscritas a Ecclesia Dei).
La discusión con este religioso fue francamente fructífera, ya que como seglar, no percibo a veces detalles que sólo una persona que hace de la Liturgia no ya el centro de su vida espiritual, sino de su vida diaria, puede aportar.
Me comentaba, por ejemplo, de cómo la Sacrosanctum Concilium del Concilio Vaticano II propuso cosas (que luego, obviamente se sacaron de contexto). El religioso me comentaba que en la Liturgia de la Palabra, las lecturas habrían sido más accesibles en lengua vernácula. Creo que a partir da la última reforma (1962) ya se comenzaron a leer las lecturas en lengua vernácula. También tratamos, algunos días antes de que volviera a aparecer la famosa carta del entonces Cardenal Ratzinger, la incorporación de las oraciones móviles, la ordenación de las lecturas bíblicas (calendario litúrgico), nuevos prefacios, oraciones y comunes que se usan normalmente en la forma ordinaria (algo que llevaría, sin duda, a un Misal de Benedicto XVI, dado el calado de esas reformas).
Sin saberlo, íbamos en la dirección que explicaba el Cardenal en aquella carta. Un rito, librado de los excesos modernistas, bien en lengua vernácula, bien en Latín, pero hilado con el misal de Juan XXIII -y quizás el de Pablo VI-, que no fuera una ruptura.
Porque no nos podemos engañar. Aunque en 1969 la disciplina imperante en la Iglesia facilitó la implementación del Novus Ordo Missae, o forma ordinaria, la ruptura fue en que no fue una reforma de la Misa, sino un misal totalmente nuevo, de lo que se deduce “ruptura". Precisamente, el Santo Padre es muy claro al respecto de que tienen “igual dignidad” (Cf. Motu Propio Summorum Pontificum), pero ha contemplado, durante todo el posconcilio, como se multiplicaban los abusos, las “liturgias creativas". etc. Todo amparado en el “Espíritu del concilio”
¿Es una reforma la respuesta?
Más que usar esa palabra, de amargo recuerdo protestante, soy de los que abogan por una reconstrucción. Los cimientos de nuestra Iglesia se hunden en 2.000 años de historia, y el “edificio” está dañado, quizás, pero está lejos de estar destruido. En su seno han surgido un buen abanico de movimientos que encauzan tal o cual modo de vivir la espiritualidad. Cuando se juntan, y trabajan juntos, surgen diócesis tan dinámicas como la de Toulon-Fréjus en Francia.
Y eso que apenas puedo hablar de focolares, kikos, etc. etc. Lo único que he tratado fuera de la iglesia diocesana ha sido a Opus Dei y Jesuitas, pero me doy cuenta de que los carismas que no me atraen a mi pueden ser un camino para otros. Es por eso que defiendo con uñas y dientes lo necesario de la forma extraordinaria: sin ella estamos obviando una parte importantísima de lo que ha sido, y desde luego aún es la Iglesia.
Por eso me alegra la “desmentida reforma", porque se va a poner remedio a los muchos prejuicios que sigue habiendo en torno a la forma extraordinaria y a quienes tratamos devotamente de expandirla en la Iglesia. Son cosas como estas las que dan sentido al término del conocido padre John Zuhlsdorf “brick by brick", es decir “ladrillo a ladrillo"…
8 comentarios
A estas alturas ya tenemos claro que lo que hay en el motuproprismo es involucionismo lefebvrista.
Antes creía que era enriquecimiento litúrgico, ahora creo que es motivo de división y discordia por sus descalificaciones sin ton ni son.
Tendremos que ponernos en guardia.
Nota del B. Es curioso como a fuerza de querer combatir algo, se termina adoptando su propio lenguaje, y absorbiendo sus propios clichés, como en este caso la "dialética del Combate". Unos combaten con la "Roma Modernista" (no todos, también hay que decirlo) y otros con el "involucionismo lefebvrista". Muy esclarecedor.
¿¿¿¿¿"SACRAMENTUM VERITATIS" del Concilio Vaticano II?????
para muestra... un botón.
¿satisfecho/a?
Nota del B. Como dijo la fiscal "y vale ya".
Pues en época de Wojtyla poco difundíais la Misa Tradicional ni nada semejante. Ahora que soplan por ahí los vientos, vosotros los primeros. Cuando desaparezca Ratzinger y venga otro que vuelva a las andadas, si te he visto no me acuerdo. Doctrina CEU: al sol que más calienta.
P.S.: Hazte un cursillito de latín, o no cites lo que no entiendes, que da pena leerte.
Nota del B. Pues usted rece por mi, si tanta pena doy :)
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