Ser cura hoy
Estoy, en un colegio privado, en una mesa redonda sobre cómo debe ser el sacerdote de este tiempo eclesial. Asisten alumnos de bachillerato y un puñado de profesores. La mesa la formamos: la orientadora del centro, la profesora de religión, un matrimonio, y el que firma estas líneas.
Comenzamos con una breve exposición por parte de cada componente de la mesa. Tras este rato entramos a dialogar con los presentes, quienes apuntan en sus interrogantes a lo dificil que hoy es ejercer el sacerdocio en una sociedad totalmente contraria a nuestra religión católica, y sobre el ruido tan inmenso que produce esta sociedad que cierra los oídos de los jóvenes que puedan escuchar la llamada del Señor a seguirle en la vida sacerdotal dentro de la Santa Madre Iglesia.
El diálogo se vuelve interesante. Algunos opinan que debe existir una formación cristiana más responsable en los jóvenes de hoy, siendo educados en los valores esenciales del evangelio de Cristo, con el fín de que sean luz del mundo y sal de la tierra.
En este momento, la profesora de Religión toma un folio, firmado por San Juan Crisóstomo, en el libro sexto, de la obra Los seis libros sobre el sacerdocio. El texto dice así: “El alma del sacerdote ha de brillar como una luz que esclarece a todos la terra; mas la mía de tal manera está rodeada por las tinieblas de su mala conciencia, que está siempre hundida y no tiene valor ni para levantar los ojos a su Señor.
Los sacerdotes son la sal de la tierra; mi ignorancia, en cambio, y total inexperiencia, ¿quien podrá soportarla con paciencia, a no ser tú, que me has amado siempre con exageración?…..Porque el sacerdote no sólo ha de ser pruedente en grado sumo y experto en muchas cosas. Debe por una parte conocer los negocios seculares no menos que los mismos que los manejan; por otra, estar más desprendido de todo que los monjes que habitan los montes.
El sacerdote tiene que ser multiforme, pues ha de tratar con hombres que tienen mujeres, que crían y educan hijos, que poseen criados, que nadan en riquezas, que entienden en públicos asuntos, que ejercen magistraturas; multiforme, repito, pero no astuto, ni adulador, ni hipócrita, sino lleno a la vez de libertad y confianza, que sepa atemperarse útilmente, cuando así lo exijan las circunstancias, y ser juntamente condescendiente y austero.
El sacerdote debe saber llevar la nave de la Iglesia, pues la combaten por doquiera las tormentas; tormentas, por cierto, que no se desencadenan sólo fuera, sino que se engendran también dentro de ella. Por lo que muy necesario es saberse atemperar y andar muy diligente. Mas todo ello, aun distinto en sus medios, sólo tiene un fin y a un solo blanco apunta: La gloria de Dios y la edificación de la Iglesia.
Cuando acabó la lectura, el silencio fue total. Tanto que todos aplaudieron la oportunidad de esta cita fimada por San Juan Crisóstomo. Cerré el acto observando que las palabras del Santo doctor de la Iglesia primitiva siguen siendo tan actuales, que conviene meditarlas en la tranquilidad de una lectura personal. Por esto lo dejo junto a este Olivo donde tantas personas acuden a diario.
Tomás de la Torre Lendínez
4 comentarios
Esta teoria es una excusa que ustedes han buscado para justificar la falta de vocaciones.
La verdad es que son los mismos curas los que deben dar ejemplo con sus vidas para que quien lo vea pueda seguir sus buenos ejemplo. De lo contrario, los seminarios se quedarán vacios.
TIC
Mensaje dirigido a la persona que está sometiendo a un acoso intolerable al responsable de este blog:
Podemos seguir el juego si usted quiere o lo dejamos aquí.
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