Los laicistas medrosos (II) y una gran luz
Acabo de darme una vuelta por la plaza de Colón, en Madrid. Todo está en perfectas condiciones, tal como los organizadores del acto de mañana han previsto hasta el milímetro. He leido algunos digitales que están dirigidos por laicistas conversos, procedentes de otras organizaciones, y braman contra el acto de mañana. ¿A qué le temen?. ¿A quienes temen?.
Uno, muy especial, que posee dos doctorados, afirma que prefiere una Iglesia menos chula y prepotente. Y expresa su anhelo de una Iglesia que debería situarse en el paisaje y confundirse con él, y afirma que no se encuentra a gusto con una Iglesia tan vociferante. Concede a la Iglesia poder, como colectivo, a proclamar en la calle lo que quiera, pero que el gobierno contra el que van seguirá financiando a la Iglesia(sic).
En el diario ABC, el gran teologo Olegario González de Cardedal, bajo el título, La religion ¿invisible?, nos pone una cimentación teológica del acto de mañana en Colón de forma magistral. El profesor emérito de Salamanca termina su artículo con lo siguiente:
“La religión es el grito y susurro, nunca agotados en la historia de la humanidad, que rompen la soledad y las cerraduras del mundo. El cristianismo es la confesión de un mundo abierto a la esperanza porque previamente el Creador se nos ha abierto a nosotros, creándonos ojos nuevos para reconocerle Encarnado. Hacer silencio sobre esa historia de gracia y recluirnos en nuestros límites mortales es cercenar la mejor posibilidad humana: ver al Invisible, extendernos hasta el Infinito, vivir de una esperanza última que se revela matriz fecunda de esperanzas, creaciones y credenciales temporales. Los cristianos no pueden sucumbir ni a la provocación ni al silencio.
Al Dios que se nos ha hecho visible en la encarnación, los creyentes le trasparentan visible mediante actos explícitamente confesantes en sus celebraciones e instituciones propias, mediante las expresiones públicas y mediante el testimonio personal. A través de esas tres formas le hacen perceptible, inteligible y creíble. No le podemos callar, ocultar ni trasmutar, porque Dios es mucho más que ética o cultura; y no es reducible a ellas. Cada una de esas visibilizaciones de Dios tiene su lugar, lenguaje y signos apropiados, que no son intercambiables. Discernir y ejercitar los signos propios de esa visibilidad, haciendo justicia a la confesión cristiana a la vez que al ordenamiento jurídico y a la realidad social es un doble imperativo: tanto del cristiano y de la Iglesia para ejercitarlo como del Estado para reconocerlo. Con asombro y ternura estuvo Dios entre los hombres: con asombro y ternura podemos estar los hombres ante Dios. Ese es el último fundamento de la gloria y alegría de los mortales.”
Ante tales pensamientos, me quedo con Olegario. Los demás han escrito las rabietas propias de niños laicistas, bien alimentados y mejor ahormados por el laicismo rampante y beligerante.
Mañana, Dios mediante, contaremos el acto de la misa por la familia en este Madrid, capital de España todavía. En El Olivo nos encontraremos.
Tomás de la Torre Lendínez
5 comentarios
El caballero bi-doctorado,¿no tiene las luces necesarias para saber que los gobiernos no financian (no tienen recurso propios,se nutren de los impuestos que pagamos) nada,que el dinero sale de la crucecita en la Declaración del IRPF?...¡vaya nivel!
Por cierto que disfrutes mucho mañana.
Feliz y Santa Navidad.
PS.D.Olegario sigue en forma, eso pasa cuando se vive el cristianismo y se lleva al Señor dentro...¡no como otros, que está feo señalar!
la familia de ReL presente en la Eucaristía
de la plaza de Colón.
Otra vez confundiendo laicismo con anticlericalismo.
Se llega hasta extremos tan absurdos como que el blogger en otro artículo pusiera de ejemplo laicista ¡el martirio de San Esteban! Ahora resulta que no lo lapidaron judíos ortodoxos, sino unos laicistas a sueldo del PSOE.
Precisamente unos laicistas nunca matarían a nadie por tener unas opiniones religiosas "heréticas", porque para nosotros todas las ideas religiosas son iguales y merecen el mismo respeto, siempre y cuando no vayan contra los derechos humanos.
A este paso direis que Torquemada era un laicista.
Los espacios públicos son de todos, si quereis hacer una manifestación me parece estupendo, si quereis hacer una misa, también, si en las homilías se comentan cuestiones políticas o sociales puede que opine.
Por lo demás, espero que a pesar de todo podais ser lo suficientemente inteligentes como para distinguir entre los que quieren que no haya símbolos religiosos en edifcios oficiales, y los que quieren quemar iglesias.(¿Y quién puñetas quiere quemar iglesias?).
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