La adolescencia
En el correo electrónico me sugiere un lector que hable sobre la adolescencia y la familia. Opino que la familia debe ser el espacio físico y afectivo más sólido para cualquier adolescente, ya que éste se halla en una etapa de generación y desarrollo de cambios que ponen a prueba su frágil identidad.
Ya sea un chico o una chica, el adolescente buscará refentes seguros para su realidad insegura. La familia nuclear, es decir, el padre y la madre, debe ser el eje que estabilice la evolución del joven, guiándole unas veces, acompañándole otras y mostrando una actitud receptiva ante él siempre. El resto de familiares pueden y deben también prestar apoyo al adolescente, haciéndole notar su presencia, aunque sin atosigarle.
Lo que nutre y da cohesión a la familia son el afecto, la sensibilidad y la ilusión que aportan sus miembros al proyecto común que comparten, cuyo fin es favorecer el máximo desarrollo personal y la estabilidad de cada uno de ellos. En este marco es en el que resulta oportuna la frase de los mosqueteros: Uno para todos y todos para uno.
Aquí radica la fuerza de la familia cristiana. En la unidad cuya roca tiene que ser Cristo y su evangelio. La religión católica es el seguimiento de la persona de Jesús de Nazaret y su doctrina. Los adolescentes deben ver esa doctrina vivida y enseñada por todos los miembros de la familia. Siempre el buen testimonio les arrastrará más que un montón de palabras y palabras.
La convivencia en el núcleo familiar genera situaciones diversas, unas alegres y otras tristes, y además, crisis. Todo ello puede “quemar” a los miembros de la familia, sobre todo a los que están o se sienten más solos, sensibles y afectados por la situación.
Alimentar la ilusión es un factor básico para mantener el vinculo común. Ahora bien, los padres deben también saber exigir a los adolescentes que se muestren respetuosos con el resto de los miembros que conviven en la unidad familiar. Asimismo, debebrán inculcarles hábitos de responsabilidad y cooperación. Educar exige tiempo y convencimiento personal, compromiso con uno mismo, con la pareja y con los hijos, que Dios ha dado a ese matrimonio.
La pastoral matrimonial tiene aquí una de sus bases fundamentales: Unos padres y hermanos cristianos crearán un ambiente cristiano al adolescente, falto de seguridad hasta en la misma fe. Por lo tanto al adolescente se le debe tratar en la familia y en la Iglesia con el sumo cuidado de saber que sus inseguridades son el material sobre el que apoyar la propia seguridad de la fe en Cristo, roca firme y única de la familia.
Cuando los adolescentes ven a sus padres que no les llaman “aborrescentes” y a los pastores de la Iglesia que les aportan confianza ante sus inseguridades, entonces los frutos de la constancia cristiana de esos jóvenes está asegurada. De lo contrario, las calles serán los lugares de cobijo de unos chicos que están creciendo y ahí no aprenden nada bueno ni estimulante.
Tomás de la Torre Lendínez
2 comentarios
formemos alas familias, ayudemosle , orienemosles
un saludo y dtb
tiran se va el armazón de la sociedad.
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