La caridad política
La crisis económica avanza a lomos de una cantidad de parados que mensualmente nos declaran las cifras de los apuntados en las oficinas de empleo. Todos sabemos que el número está maquillado y son más de los que se anuncian. La crisis económica avanza a lomos de una cantidad de pequeñas y medianas empresas que van cerrando ante la inasistencia de compradores. Solamente, paseando por una ciudad cualquiera, en su centro comercial, se cuenta con la pura observación de esta ruina lenta e imparable.
Hoy me decía un trabajador de una mediana empresa de la construcción: “No tenemos ninguna obra empezada, ni para iniciar. Vivimos al mes. Los impagos son muy abudantes. Esto es una hilera de fichas de dominó, si no pueden pagar unos, tampoco reciben los otros, la cadena llega hasta los bancos que no prestan absolutamente nada".
Y, ¿la Iglesia que hace?. Cáritas no se detiene en relanzar sus colectas dentro de las parroquias. La colas de personas demandando la atención primaria aumentan por horas. El obispo de Cádiz-Ceuta, don Antonio Ceballos Atienza ha lanzado una llamada: él tomará el diez por ciento de su sueldo y lo entregará mensualmente a Cáritas Diocesana de Cádiz. Con este ejemplo, invita a otros a hacer lo mismo.
Nosotros aportamos hoy unas ideas para que los lectores y amigos tengan una base doctrinal de los fundamentos de la acción eclesial en tiempos de crisis como la actual.
En el magisterio de la Iglesia la expresión “caridad política” aparece por primera vez en la defensa que hizo Pío XI de la Federatione Universitari Cattolici Italiani en 1927, cuando Mussolini la acusó de sobrepasar los límites del apostolado incidiendo en la política. “El campo político -dijo el Papa- abarca los intereses de la sociedad entera; y, en este sentido, es el campo de la más vasta caridad, de la caridad política, de la caridad de la sociedad".
Esta caridad no se refiere al amor personal, cercano e inmediato, no se agota en las relaciones entre las personas, “sino que se despliega en la red en la que estas relaciones se insertan, que es precisamente la comunidad social y política, e interviene sobre ésta, procurando el bien posible para la comunidad en su conjunto” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n. 208).
Ese amor político tiene unas características específicas que lo diferencian de otras formas del amor. En primer lugar, supone una conversión para ver la verdad del mundo tal cual es, en las manifestaciones visibles de la pobreza, la exclusión, la muerte y sus causas estructurales, que se ocultan y buscan ocultarse, para ver en esa muerte generalizada el hecho mayor y el problema más grave de la humanidad, lo que ha de cuestionarnos el sentido de la historia y del hombre, para no aprisionar la verdad de las cosas con la injusticia (Rom 1,18). Supone las entrañas de misericordia ante el dolor, que quiere ser acallado, de las mayorías oprimidas, supone la responsabilidad ante la pregunta “¿qué has hecho de tu hermano?” (Gn 4, 9s), y la corresponsabilidad hacia su suerte y destino.
El amor político que busca ser eficaz, y que quiere transformar la situación de los pobres como colectividad, debe tener sus mecanismos específicos, distintos a los de otras formas del amor; debe buscar una eficacia estructural. Para ello debe denunciar la opresión y desenmascarar sus causas estructurales, abogar por sus derechos básicos, humanos, sociales y políticos, y propiciar los cambios estructurales.
Desde la reflexión de la realidad social el cristiano debe en comunidad actuar para que las estructuras injustas no ahoguen al hermano necesitado, sabiendo compartir y ser solidario cuando las circunstancias lo necesitan. Y ahora es momento de actuar. Mañana a lo mejor puede ser tarde.
Sobre este asunto, los lectores y visitantes de El Olivo pueden aportar sus comentarios con entera libertad, como siempre.
Tomás de la Torre Lendínez