InfoCatólica / Tomás de la Torre / Archivos para: Noviembre 2008

2.11.08

Todos los difuntos

Estas son fechas para el recuerdo. Para tener presentes a nuestros familiares y amigos difuntos. La presencia humana en los cementerios es la prueba de que estamos convencidos que detrás de la muerte existe un más allá. El máximo enigma de la vida humana es la muerte, sin embargo, la fe en Cristo convierte el enigma en certeza de vida sin fin. Él proclamó que habia sido enviado por el Padre para que el que crea en Él no muera, sino que tenga vida eterna.

Apoyándose en la Palabra de Dios, la Iglesia cree y espera firmemente que como Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos, y que vive para siempre, los justos después de su muerte vivirán para siempre con Cristo resucitado. Por lo tanto, la muerte no se debe adelantar por ningún motivo. La muerte llega cuando es su hora.

La legislación que está en el telar del parlamento andaluz sobre el derecho a una muerte a la carta está contra cualquier sentimiento humano. Si tanta sensibilidad tiene la actual sociedad sobre el sufrimiento de los animales, ¿por qué no expresa esa misma ternura por las personas cuando están enfermas, dejándolas morir cuando llegue su hora, sin tener que acudir a la muerte asistida?.

Esta es otra de las grandes contradicciones de nuestro tiempo. No deseamos ver el dolor y la enfermedad. Nos repele. Nos asusta. Lo tapamos como mejor sabemos. Por eso cuando el mismo deterioro humano nos lleva a las puertas de la tumba, se impone acelerar el momento, adelantar la muerte, con el exclusivo argumento de que el enfermo no sufra. Y esto se quiere convertir en ley para justificar tamaña hazaña.

Para los cristianos la muerte es el paso a la plenitud de la vida verdadera, por lo que la Iglesia llama al dia de la muerte, el día del nacimiento a la vida eterna, donde no habrá más muerte, ni luto, ni llanto, ni preocupación por las cosas que antes han pasado. Porque la vida de los creemos en Cristo no termina, se transforma, y al deshacerse nuestra morada terrenal adquirimos una mansión eterna en el cielo.

La muerte del cristiano es un acontecimiento de gracia, que tiene en sí un valor y un significado positivo. Se apoya en la enseñanza de la Sagrada Escritura, donde es una ganancia morir, como nos dice San Pablo en la segunda carta a Timoteo: “Es doctrina segura, si morimos con Él, viviremos con Él".

Aquí está la razón por la que la Iglesia reza por el sufragio de las almas de los difuntos para que tengan vida eterna, no solamente para los discípulos de Cristo muertos en su paz, sino también por los difuntos, cuya fe sólo Dios ha conocido.

En este día de la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos, la Iglesia eleva sus preces por todos los que han muerto en Cristo. Y nos ruega que dejemos morir nuestro cuerpo cuando llegue la hora, y que por ningún motivo adelantemos la hora, o hagamos más “dulce” el paso de esta vida a la otra, porque nadie puede manipular el reloj de Dios sobre cada uno de nosotros. De Él salimos y a Él volveremos a descansar eternamente, pero cuando Él lo tenga dispuesto. Nunca antes.

Esta doctrina de la Iglesia debe entrar en las conciencias de las familias de los moribundos, y en la moral profesional de los médicos, para evitar que nos al manden al otro mundo cuando se les ocurra a unos, que son capaces de multar a quien cometa cualquier atentado contra la naturaleza, y justificar una muerte adelantada en una cama hospitalaria pagada por el bolsillo de todos los contribuyentes.

Tomás de la Torre Lendínez

1.11.08

Por amor a la Iglesia

He estado en un entierro en un pueblo de trescientos vecinos. El fallecido era amigo de mi familia. Me ha encantado la limpieza de su bella iglesia y he conocido a su equipo parroquial, que permanece unido en torno a un hermoso templo de estilo barroco.

Muchos eruditos del arte local pasan por allí para incluirlo dentro de sus publicaciones por unas bellezas singulares que almacena. En este pueblo llevan más de quince años sin cura estable. Siempre acude el del pueblo vecino, quien va los miércoles y los domingos, aparte de otros acontecimientos que sea necesaria su presencia.

Lo demás lo hacen los feligreses, que son bastante mayores, ya que la natalidad es bajísima. La vida espiritual está bien servida por el cura. Pero el problema que existe es el del mantenimiento del edificio eclesial tan histórico y artístico. El sacerdote dice que con las pocas perras que saca en las colectas no se puede mantener los tejados en condiciones, ni la solería y las pinturas y tampoco las imágenes.

Ante esta situación, los vecinos han decidido que su bella iglesia deberian tomarla como su propia casa. Así pues, quien es albañil debe contribuir con su trabajo a las limpiezas de las cubiertas y bajantes. Quien es carpintero está al ojo de todo lo que es de madera. Quien es pintor siempre le toca coger la brocha y pintar las partes correspondientes. El electricista siempre está ante cualquier necesidad de luz o sonido. Las mujeres se ocupan de la limpieza del eificio y del lavado de la ropa necesaria para la liturgia.

Me ha gustado el plan de trabajo y cooperación. El equipo parroquial me ha dicho que ellos tienen una respuesta clara: si nuestra casa es nuestra, la casa del Señor tambien es nuestra. Por lo tanto, la mantienen no con dinero, pero sí con el trabajo para mantenerla nueva y limpia. De esto doy testimonio. Y cuando les he dicho que los escribiría en Internet me han dicho: !Por favor, diga que lo hacemos por amor a la Iglesia¡. Así que aquí queda escrito.

Tomás de la Torre Lendínez